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20


RAISA

Mientras Nil y Leire se encargaban de revisar que no hubiera ningún otro infiltrado en la fiesta, les pregunté cómo podían reconocer si otro demonio se encontraba entre nosotros. Nil contestó que no podían sentirlos. La única manera de localizarlos era según el estado físico del poseído o su forma de comportarse, lo que estimuló mi duda acerca de Etta.

Leire terminó disculpándose conmigo, porque jamás imaginaron que el chef pudiera haber sido tan infeliz y endeble como para dejarse poseer. Los demonios poseen a los más débiles. Y ellos lo estuvieron siguiendo esta noche. Ya sabían que un demonio se encontraba en el interior de Etta.

A su vez, Scott me aclaró que el demonio sin cabeza vivía en el chef cual parásito, consumiéndolo y usándolo como transporte para asesinarme, aunque todavía no entendemos por qué motivo iba detrás de mí. Y como cereza del pastel, además me confirmó que el lobo era Drac. Lo vio cambiar.

Después, el viaje en taxi de regreso al hotel es bastante incómodo.

Todavía siento los brazos y las piernas temblar. Además, no hace mucho que la cabeza también me empezó a doler.

—Felicidades. Esta noche bailaste con un demonio. —Scott me susurra al oído y mis entrañas se retuercen—. Mañana devolveré el auto —certifica mientras pierde la vista por la ventana. Leire no ha dejado de mirarlo a través del retrovisor. Querrá preguntarle cosas que no se atreve a decir en frente de mí.

Tomo mayor distancia de Nil para preguntarle a Scott en voz baja:

—¿Un hombre lobo es un demonio?

Se ríe de mi pregunta.

—Esas cosas no existen. Drac puede ser al igual que Prince, que tiene la capacidad de tomar la apariencia que desee —responde sin darle mucha importancia al tema.

—Entiendo. Por cierto, felicidades. Esta noche besaste a la humana más insoportable del planeta. —Lo provoco en un rebose de irritación y vuelvo a distanciarme mientras lo escucho decir:

—No significa nada. —Su esclarecimiento quema un poco. Para mí, un beso abarca un gran significado, sobre todo si es el primero.

—Daisy fue quien llamó a la policía —informo en voz alta.

Treinta minutos después del altercado, la casa se encontraba completamente vacía. Así fue que pude conocer a sus padres. Al parecer, se encontraban en el segundo piso de la casa, y diferencia de su hija, ambos resultaron ser unas personas muy sencillas y modestas. Estaban realmente preocupados, sobre todo porque Drac tardó tiempo en aparecer, y cuando finalmente lo hizo, se justificó con haber acompañado a una chica hasta su casa, un par de cuadras lejos nada más.

Recuerdo que Scott y yo intercambiamos miradas, y resultó todavía más extraño cuando Drac de repente puso sus ojos en mí y sonrió. Todos se lo tomaron como un gesto de amabilidad sin ninguna importancia, todos menos yo.

—¿Te encuentras bien? —Su preocupación parecía escalofriantemente auténtica.

Scott dio por hecho que Drac se las arregló para vivir entre una familia de humanos desde hacía mucho tiempo atrás, fingiendo ser uno. El motivo también es desconocido.

Por otro lado, Leire tuvo que intervenir para que los agentes no se llevaran al chef, asegurando que conocía a Etta y que no causó ningún disturbio. Declaró que simplemente estaba tan ebrio que perdió el conocimiento después de, sin saberlo, colarse en una propiedad privada.

Está claro que todo era un magnánimo invento, pero tampoco podía contarles la verdad acerca de lo acontecido en el patio trasero de esa casa.

Contemplo al chef inconsciente al otro extremo del asiento trasero del taxi. Todavía temo de él. Nil está sentado a su lado, seguido de mi persona y luego Scott. Estamos muy apretados, pero ninguno se ha quejado todavía.

En el puesto del copiloto se encuentra Leire, con la mandíbula apretada y seguramente un incontable número de preguntas pendientes. Los padres de Daisy le prestaron algunas prendas de vestir puesto que se encontraba empapada y creyeron que corría el riesgo de resfriarse entrando el otoño, sin embargo, creo que algo así es imposible. Y a decir verdad, ¿cuántas veces la vi caer enferma? No recuerdo ninguna en realidad, ni siquiera un simple resfriado.

Por otro lado, River, Prince y Drac. Juntos desaparecieron.

Como guiada por el mal presagio, mi mente retrocede en el tiempo, trasladándose hasta la aparición del lobo. Se ayudaron entre sí para derrotar a ese demonio. River salió del agua como si un cañón acuático lo hubiera expulsado, recurriendo en su ayuda. Siempre ha sido su mano derecha en el equipo de fútbol, así como en todo. Tiene sentido que también sea otro... Demonio. El calificativo se remarca en mi cabeza.

Sin embargo, ¿quiénes son los buenos?

Los que no intentan matarte, Raisa. Mi cabeza discierne la respuesta más lamentable de todas.

Una vez en la entrada del hotel, bajamos del taxi. Nil carga a Etta sobre su espalda, como si su peso y tamaño no significaran nada en realidad.

—Lo llevaré a una habitación. Pasaré la noche en el hotel hasta que despierte y pueda hacer algo con respecto a sus recuerdos —le comunica a Leire, quien de inmediato asiente con un gesto. Pero sé que no es el único motivo por el que Nil se quedará, ambos temen que River, pero sobre todo Prince, vuelvan a manifestarse. Sé que yo también debería sentir miedo, pero recordar que derrotaron a ese demonio que intentaba matarme...

Drac, independientemente de su apariencia lobuna, y Prince, lejos de ese mal humor del que se hace poseedor, no me parecen ser tan malos. No después de lo que hicieron.

Al final, la duda ha conseguido incrustarse en mí cual espinita molesta. Pero tengo muchas otras dudas, tantas que prefiero no abordar y contenerme, hasta que Leire y yo nos encontramos en nuestra habitación en el hotel Arcadia.

—Eres un ángel. —Me quito los tacones y Scott cierra la puerta a mis espaldas—. Entonces, esa noche en la que entraste a mi habitación, ¿fingiste no haber visto a Scott?

Leire alcanza el sofá, y aparentemente agotada, se deja caer en él.

—Pensaba que eras tú quien no podía verlo. De todas maneras, no podía recrear una escena ni tampoco acercarme a él. Siempre estaba detrás de ti. Pero tú lo ignorabas, aunque más bien resulta ser que puedes verlo con sus alas, así como también pudiste verme en casa de tu amiga.

No es mi amiga.

—Puedo verlos, a los muertos —confieso, y de pronto me siento extraña por tener a Scott detrás de mí. Es como si, siendo mi guardaespaldas, estudiara la situación. No sé por qué se comporta de esta forma si se trata de mi hermana.

Leire lo contempla incómoda y luego a mí.

—¿Desde hace cuánto tiempo que puedes verlos? —pregunta.

—Siempre. —Mi revelación no le sorprende.

—Tú sabes por qué. —Scott interviene, y Leire se toma un momento para contestar.

—Raisa es la luz de Dios.

La respuesta se cierne sobre Scott como un himno desagradable, sin embargo, tal parece ser, soy la única que no entiende nada.

—¿Qué significa? —cuestiono después de un minuto de profundo silencio.

—Imposible —interviene Scott y vuelve a mirarme como si le resultara absurdo de creer. Como si la terminología Luz de Dios me quedara demasiado grande.

—¿Escuchaste acerca de la luz de Dios? —Leire le pregunta a Scott. Me parece que se están poniéndose a prueba.

—Arriba, no es más que una leyenda improbable. Dicen que La Luz de Dios es la única dueña y ama del poder para purificar —aclara él vagamente.

—Purificar ¿qué? ¿Me saldrán alas? ¿También soy un ángel?

—No, no eres un ángel —asegura Scott sin apartar la mirada de la de Leire—. Eres una humana con el don para sanar. Por eso los demonios te buscan.

—Cielo e infierno siempre han estado en guerra. Los demonios anhelan vivir en la tierra, pero sabemos de buena fuente que eso tan solo dañaría a los humanos y al mundo como ahora lo conocemos, causando nada más que destrucción y tragedia. Nosotros, los ángeles, somos los encargados de enviarlos de regreso al infierno. Y tú Raisa, la luz de Dios, naciste con el poder para sanar a cualquiera, incluso de traer a los muertos a la vida.

Si ya me encontraba un poco mejor, mis rodillas vuelven a temblar. Apenas alcanzo a llegar hasta el sofá situado en frente de Leire y tomo asiento con torpeza.

—Por eso te protegían —determina Scott mientras se acerca para ocupar un lugar junto al mío—. Los demonios se pelean por ti porque anhelan tu poder.

—No creo tener tal cosa. Es decir, jamás he sanado a nadie. Mucho menos devuelto a la vida a... —No puedo finalizar. Todo me resulta perturbador e imposible.

—Porque tus poderes todavía están dormidos. Pero una prueba de lo que eres, es que posees la capacidad para ver cosas que un humano común no puede —establece Leire.

—Aunque también das vida. Eres la luz de Dios. —La incertidumbre en Scott es palpable. Todavía sigue sin creerlo—. Tenerte a su lado en la guerra, los volverá prácticamente inmortales.

—Pero Etta, o bueno, el demonio que lo poseía... Él quería matarme —aseguro—, tú mismo lo dijiste, Scott.

—Los demonios no entienden acerca del bien o el mal, se dejan llevar por una fuerza mayor, y eso es sus impulsos. Pelean entre ellos. Bien podrían asesinar a los de su misma clase y no les importaría —asevera Leire—. Son criaturas despreciables y traicioneras. Jamás te fíes de ellos, Raisa, ¿entiendes?

Al levantar la mirada de mis manos, encuentro una determinación impresionante en el rostro de Leire, una que me resulta espeluznante, a decir verdad.

—Pero eres un ángel. —El inesperado cambio de tema de Scott pronto la hace encogerse sobre su asiento—. ¿Por qué Raisa no? ¿Realmente son hermanas?

No lo había visto de ese modo, y pensar en lo que puede contestar me aterra.

—Claro que lo somos.

—Pero físicamente Raisa es tan solo humana —enfatiza Scott.

—Eso es porque nuestra madre fue humana.

—¿Y su padre un ángel? —Scott vuelve a ironizar—. Eso tendría mucho sentido. Una madre humana, una hija humana. Un padre ángel, la otra hija nace como un ángel.

—Así fue como sucedió —reprende Leire entre dientes. Evidentemente Scott la ha fastidiado, y la verdad, no sé en qué parte del camino han empezado a pelearse estos dos.

—Basta —les pido de favor—. La cabeza me está matando.

Me levanto del sofá y me retiro hacia mi habitación. No puedo tolerar más carga de información por tan solo una noche. Necesito un respiro y tiempo para procesarlo todo.

¿Luz de Dios? ¿Qué diablos pretenden que haga con toda la carga que supone ser un comodín en una guerra paradisíaca?


SCOTT

Raisa se ha quedado dormida con envidiable facilidad, en cuanto asentó la cabeza en la almohada, cayó en estado de inconsciencia profunda. Al percatarse de ello, Leire asoma la cabeza por la puerta de su habitación y me llama con un gesto. Tal parece ser, no se pudo resistir a la tentación de hablar acerca de lo ocurrido.

—No sabes por qué te enviaron con Raisa —afirma, contemplándome sin filtrar ni una pizca de su sospecha. Pero no la culpo. A Leire no le advirtieron de mi llegada, así como también obviaron contarme acerca del par de ángeles de jerarquía media que ya se encontraban a su cuidado. Leire y Nil son como Arielle, el ángel encargado de entrenarme y que me quitó mis poderes.

En su defecto, siempre pensé que Raisa era mi castigo, un tipo de penitencia que debía cumplir para obtener mis poderes de regreso, y solo tal vez, limpiar el color de mis alas. Pero ahora no estoy seguro de si ese fue el verdadero motivo por el cual me enviaron.

Creo que en realidad hay algo más. Y me gustaría subir para aclararlo con mi ángel guía, sin embargo, no tengo poderes, lo que incluye tampoco poder cruzar el portal hasta que mi trabajo esté hecho. Eso, o que alguien de arriba baje a buscarme.

—Déjame adivinar, perteneces a la jerarquía media. Eres un ángel guía. Todo este tiempo cubriste muy bien tu marca con maquillaje, solo que esta vez olvidaste esconderlo. —Desde que River la arrojó al lago y salió del agua, su marca celestial en el brazo se pudo contemplar a plenitud. Es una trompeta.

—¿En dónde está tu ángel guía, novato? —inquiere ella mientras contempla la espada en mi brazo.

—¿Por qué ocultan a Raisa en la tierra? Cualquier ser con un poco de lógica, sabría que es peligroso tener a la luz de Dios en un lugar tan inseguro. ¿Sí sabes que el dueño de este hotel es un demonio?

Una vez más pone en evidencia su molestia con la arruga que nace entre sus cejas.

—¿Crees que vuelva a aparecer?

—¿Le estás dando caza? —Estoy seguro que si Prince o cualquier demonio asoma las narices en frente de Leire, esta vez no perderá tiempo y tampoco dudará en atravesarle con su espada.

—Si seguimos evadiendo nuestras preguntas, no llegaremos a ningún sitio, Scott.

—Ese es el punto, Leire —puntualizo de la misma forma insípida en la que me habla.

—Desconfías de mí. —Lo da por hecho.

—Tan solo soy el novato que fue enviado para proteger a Raisa de lo que sea, y de quien sea. Soy su ángel guardián, y si sabes lo que significa, así como también que es imperdonable que un humano se involucre, peor aún, procree con un ángel, justo ahora debo volver con mi humana.

—¿Qué insinúas? —Me frena y sonrío por dentro.

—Momentos atrás dijiste que nacieron de la unión entre una humana y un ángel, pero tú y yo sabemos que esa mezcla supone la muerte inmediata para la criatura, el humano, y la caída de ese mismo ángel. Esta ley evita la existencia de semi-ángeles en el mundo, justamente para que la luz de Dios jamás nazca. Es lo que nos enseñan desde el primer día de nuestro entrenamiento. Y si tu explicación fuera verdad, la luz de Dios no sería Raisa, sino tú. Eres la mayor después de todo.

—¿Qué pretendes? ¿Que le diga que no es mi hermana en realidad, Raisa huya para luego caer en la profundidad del abismo, y entonces los demonios la obliguen a destruir el mundo, incluyéndonos?

Suena arisco cuando ella lo dice.

—Tan solo quiero saber quién es su padre en realidad.

—Esto no tiene nada que ver contigo —indica, sobresaltándose un poco.

—Todo lo que tenga que ver con Raisa tiene que ver conmigo, soy su custodio.

—Y como tal, tan solo cierra la boca y cuídala cuando yo no pueda verla. No tienes que hacer nada más.

—Es que ustedes todo lo tienen bajo control, ¿verdad?

—Así es. —Me contempla con fiereza y determinación.

Empiezo a recordar el motivo por el cual detestaba cualquier tema en referencia a los rangos celestiales. Los de la jerarquía media siempre han sido así, creyéndose superiores, nada diferente a lo que sucede aquí, en la tierra, con sus estúpidos gobernantes que no hacen nada más que robar vidas.

—Claro. No soy quién para juzgarte, tan solo un novato. —Le doy las espaldas y abro la puerta para regresar a la habitación de Raisa.

No me he dado por vencido, pero es mejor que ella lo crea de ese modo.

—No le dirás nada. —Escucho que dice poco antes de entrar.

—No vine por ti, sino por ella —le recuerdo.

Entro a su alcoba, y en cuanto cierro la puerta detrás de mí advierto la bola de pelos negra recostada en la almohada junto a la cabeza de la inconsciente Raisa.

Prince eleva su mirada presuntuosa, y por un segundo creo ver que un maldito gato me sonríe.

Pero qué irónico es todo. El par de ángeles de jerarquía media tienen todo tan controlado, que ni siquiera se han percatado que un demonio ha compartido colchón con la luz de Dios durante años.


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