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14


RAISA

Despego los párpados, sin saber en qué momento me quedé dormida, luego recuerdo que fue justo después de terminar las 5 rebanadas de pizza. El cielo ha empezado a ser tragado por la oscuridad.

Contemplo la piscina ahora vacía. Por suerte no parece haber ocurrido ningún desastre en mi ausencia. No obstante, si alguno de mis superiores me hubiera pillado, me habría metido en serios problemas.

Permanezco sentada en la torre salvavidas hasta despertar del todo, con un ángel que finge aspecto humano junto a mí. Scott descansaba la espalda sobre el muro de la pequeña caseta de madera, pero al verme con los ojos abiertos, se aproxima.

Empiezo a levantarme, sin embargo, un peso innecesario sobre mis piernas me mantiene quieta hasta que el felino se despereza y da un salto lejos de mí. Prince jamás se quedó conmigo durante horas de trabajo. Él es de los que aparece en el momento menos oportuno y pasa desaparecido la mayor parte del tiempo.

—¿Qué sucede? —le digo a Scott cuando percibo su intranquilidad.

—Tengo un mal presentimiento. ¿Recuerdas lo que te dije horas atrás? —Parece ajeno a la realidad mientras contempla la piscina.

—¿Te refieres a las criaturas que viven abajo? —pregunto.

—Sí. Desde que llegamos esta tarde, tengo la sensación de que alguien nos vigila.

Las luces del jardín, que al parecer estaban encendidas, de repente parpadean, transformando sus palabras en un asunto inquietante.

—¿Algo nos mira? —Examino alrededor, pero tan solo sigo viendo la espalda del hombre que camina junto a la piscina, a nadie más—. ¿Por qué?

Me froto los brazos. Hace frío, y las suposiciones de Scott tampoco ayudan.

—He pensado en las posibilidades, pero la más razonable es tu confesión sobre los muertos que ves. De otra forma, ¿por qué perder el tiempo con un simple humano?

—Quizá te confundes. Para mí, ha sido normal que los no vivos me acosen porque soy la única que puede ayudarlos a solucionar sus pendientes.

—Ese es el punto. No siento que este sea un simple "no vivo".

Un chapuzón dirige nuestra mirada hacia el agua, empujando mi corazón a mi boca mientras recuerdo al hombre que caminaba junto a la piscina minutos atrás. Pero aunque los minutos pasan, no sale a la superficie.

No espero por más y actúo. Tomo el salvavidas circular, y mientras corro hacia el agua lo ato a mi muñeca con una cuerda, escuchando el llamado de Scott poco antes de sumergirme.

Conteniendo el aliento lo primero que noto es el agua helada cuando, sé bien, consta de un funcionamiento que siempre la mantiene templada.

Mantengo los ojos muy abiertos, sumergiéndome un poco más y examinando la zona en donde, puedo asegurar, nació la zambullida, pero no hay nada. Salgo a la superficie, y cuando examino el agua, descubro que soy la única en el interior de la piscina.

—¡Raisa! —El llamado de atención de Scott me hace tragar en seco poco antes de sentir que alguien hunde los dedos en mi tobillo y tira de mí, arrastrándome bajo el agua otra vez.

Pierdo de vista la superficie mientras pataleo al tratar de liberarme.

Cerca de tocar el fondo de la piscina, contemplo mi terror reflejado en los ojos rojos de aquel que en cambio manifiesta una sonrisa letal.

Es Etta, el chef.

No creo que este sea un simple "no vivo". A mala hora, las palabras pronunciadas por Scott se manifiestan en mi mente.

El terror me pone al corriente de la desesperación que asoma por la falta de aire, y en un acto desesperado, pateo su rostro con fuerza. Su cabeza se echa hacia atrás de forma atroz, casi puedo asegurar que su cuello se ha roto, algo imposible porque no creo contar con la fuerza requerida, pero un segundo después, su cabeza zigzaguea con una velocidad sobrenatural y, de un lado para el otro, vuelve a su sitio, como si estuviera hecho de goma.

El pánico acaba con el poco aire que en mis pulmones reservaba y comienzo a tragar agua. El dolor que siento en mi tobillo todavía sujeto por él, se torna insoportable. De hecho, un rastro de sangre emerge hasta difuminarse en el agua.

Mi fuerza disminuye a gran velocidad y mi vista se empieza a nublar.

A mis oídos llega un estruendo que se disipa, y mis ojos captan la entrada de una sombra veloz. No consigo enfocar la silueta, pero dos figuras se abren a sus costados y pierdo la consciencia.

Cuando mis párpados vuelven a despegarse, el rostro de Scott es lo primero que veo. Está tan cerca que su aroma invade mis fosas nasales con facilidad, pero eso no es todo, la presión de sus labios contra los míos me impulsa a empujarlo y sentarme mientras escupo agua.

—Creo que empiezo a entender la razón por la cual me enviaron —dice Scott. Percibo una pizca de alivio en su voz.

Pero antes de poder pronunciar palabra, mis ojos dan con otra silueta de pie a sus espaldas.

—¿Señor Hast...? —No puedo concluir. Me atranco y el frío me cala los huesos.

—Inútil. —La gruesa voz del hombre me parece perturbadora, pero el insulto no es para mí, sino para Scott.

—¿Qué dijiste? —Scott lo contempla con ansia de sangre.

—Ángel inútil —reitera el señor Hastings.

Entonces me doy cuenta de que Prince Hastings, el dueño de este hotel, está empapado. Su traje aparentemente costoso, se ha pegado a su cuerpo escultural como una segunda piel. Ni siquiera me habría fijado, de no ser porque se sacude la chaqueta y puedo ver su camisa blanca volverse transparente al entrar en contacto con su piel.

—¿Qué ocurrió? —pregunto, sin la capacidad de apartar la mirada del dueño del hotel, quien a su vez, contempla a Scott. El rechazo existente entre ambos es demasiado obvio.

Prince me ofrece su mano y dudo en tomarla, así que se cansa de esperar y aparta su extremidad.

—¿Qué hace aquí? —increpo.

—Pregúntale al inútil que nada pudo hacer contra ese demonio. —Prince, con su aura omnipotente y evidente irritación, se aleja de nosotros.

¿Demonio?

Realmente existen.

—No fui yo quien lo dejó escapar. —Scott murmura por lo bajo y vuelvo a tiritar de frío.

—No entiendo nada de lo que está ocurriendo. ¿Qué hacía Prince Hastings aquí? —Intento ser más clara.

—Siempre estuvo aquí.

—No. Tan solo éramos tú, yo y...

—Prince, el gato del infierno. Ahora, ¿te puedes levantar? —Me ofrece su ayuda, y dejo que me guíe hasta una perezosa. Luego Scott toma una toalla que encuentra sobre una mesa, y la coloca sobre mis hombros.

—Hace un momento, insinuaste que Prince gato es Prince Hastings. —Me aferro a la suavidad de tela. Me siento un poco mejor ahora.

—Desde que lo vi, supe que había algo raro en él. Pero no pensé que lo revelaría tan pronto.

—¿Qué es exactamente?

Niega con la cabeza.

—He aquí la inquietante cuestión... ¿Por qué un demonio aparenta ser un gato y es el propietario de un hotel? ¿Por qué haberte salvado de otro demonio? Pero lo más importante, ¿quién eres tú, Raisa Berycloth, y qué hiciste para poner de cabeza al cielo e infierno?

Si es tal y como Scott dice, Prince Hastings, el gato negro que me acompañó desde siempre, en realidad es un demonio que, junto a un ángel, me acaban de salvar la vida.

¿Los demonios pueden verse así de bien?

Nada tiene sentido.

Etta me arrastró hasta el fondo de la piscina, y quien me sacó del agua fue ¿Prince? Pero entonces Scott...

La sangre de mi cuerpo se congela cuando doy con otro aspecto de gran importancia.

—Mi primer b-b...

—¿Qué cosa? —dice Scott, acercándose un poco más y empeorando el funcionamiento de mi cerebro.

—¡Me acabas de robar mi primer beso!

—¿Qué?

—Mi primer beso...

—Ah. ¿Eso? Joder. —Da el último paso que lo apartaba de mí y me toma del mentón, sosteniendo mi rostro tan alto como lo hizo esta mañana en el instituto—. Ya que solo es un primer beso, te lo regresaré.

Sin darme un respiro, presiona sus labios contra los míos otra vez y, sin esperarlo, se lleva todo de mí.


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