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Maratón 8/10
El aliento de HaiKuan recuperó su flujo normal cuando observó su figura delgada y erguida ligeramente escondida detrás de la pesada cortina de la sala de estar. No hay movimiento en absoluto.
Liu suspiró y caminó suavemente hacia Zhan
—... ¿Todavía quieres comer espinacas? -
Zhan se dio vuelta lentamente, había demasiadas emociones en sus ojos que no podían ser controladas. HaiKuan no puede entender lo que pasa —o no quería entenderlo—. Sacudió la cabeza, extendió la mano y agarró la muñeca de Zhan:
—Vamos a la cama. -
Zhan se sorprendió, pero luego sonrió, su expresión era suave.
—Acabas de hablarme de comida. ¿Por qué quieres que volvamos a la habitación? -
HaiKuan soltó la mano del pelinegro. Bajó la cabeza y apretó los labios. Cuando finalmente habló, su voz se volvió borrosa. Quebrada por las lágrimas que estaba soportando:
—Sé que sabes que está pasando... ¿Quieres verlo? -
HaiKuan sabe que Xiao Zhan ama a Wang Yibo, y también sabe que si va y lo observa al menos por un segundo... Puede que no vuelva con él otra vez. Sin embargo, todavía respeta las decisiones de Zhan. Como lo ama, no puede soportar que sea infeliz.
Xiao Zhan parece estar muy sorprendido y pregunta:
—¿Por qué debería verlo? -
Ahora recuerda claramente el día en que decidió irse. Observó la cabeza de Wang Yibo desde el piso de arriba. Solo quería mirar su cara, pero el hombre no volteó ni una sola vez. Ya que él no le permitió hacerlo, Zhan no dejaría que Yibo lo viera, ni siquiera ahora. Algunas cosas ya no pueden arreglarse, algunas cosas estaban ya suficientemente destrozadas... No se puede esperar que un vaso de agua esté caliente cuando lo dejaste por años en el congelador.
Xiao Zhan también sentía que Wang Yibo y él mismo estaban muy avergonzados, se habían humillado demasiado. ¿Por qué hacerlo todavía más?
El pelinegro se giró y golpeó las pesadas cortinas opacas:
—Me siento mal, voy dormir un rato... Pero no lo ignores o se va a quedar allí por mucho tiempo más. No es de los que se cansa rápido. -
HaiKuan abrió la boca y no pudo decir nada. Miró a Zhan lentamente, y notó que parecía no tener ningún apego a todo lo que había dejado detrás de él. No podía decir si se sentía afortunado o estaba decepcionado. HaiKuan teme que Xiao Zhan se vaya, pero aún más que eso, está triste de ver como Zhan no tiene rastro alguno de nostalgia por este mundo. Wang Yibo y él, finalmente tienen una de las cosas más grandes en común: No pueden dejar de amar a Zhan pese a que no hay esperanza. Verdadero o falso, si es dolor o cariño, no hay gran diferencia.
Yibo todavía se encuentra afuera de la puerta. Sus dedos están temblando y el medicamento se derrama por el pasto cuando intenta meterlo en su boca. No importa si tiene que esperar demasiado. No importa que su corazón duela, lo necesita. Lo desea tanto...
Los pensamientos de Wang se van haciendo un poco confusos. La imagen que se muestra frente a él es la de un joven junto a un jazmín. El siguiente cuadro, sin embargo, es una escena violenta de sexo en la cama del departamento.
—Zhan, no me dejes. No me dejes, no me dejes. —Los ojos de Wang son rojizos ahora—. No te vayas a donde no pueda seguirte.
En el 2020, Wang Yibo arrastró a Zhan hacía el área de cuarentena. En el medio de la noche, sostenía su cabeza, lo abrazaba y lloraba diciendo:
—No vayas demasiado lejos, no vayas a donde no pueda seguirte... Si te pasa algo, ¿cómo podría vivir?
Mientras tanto, Zhan está sentado en el borde de la cama. Su mente estaba perdida en la cintura recta de Yibo, en el hombre cayendo de rodillas junto a la cerca metálica... No podía esperar a que se fuera a la casa y se quedara solo en un sillón, no podía esperar por verle llorar mientras leía los viejos sentimientos que tenía ocultos en sus poemas. Lo quería retorciéndose. Lo quería llorando.
Lo quería...
Las lágrimas le surcaron las mejillas. A veces, la decepción es absolutamente desgarradora.
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