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🍃16🍂

Wang Yibo arrojó a Xiao Zhan sobre la cama al día siguiente y, nuevamente, justo como un perro grande, olfateó al pelinegro.

—¿Qué es ese olor? -

El cuello del pelinegro es muy sensible, no le resulta fácil ser golpeado de improviso por su cálido aliento.

—¿Olor? -

Yibo le mordió la clavícula:

—Hueles a gato. -

Zhan sostiene el rostro de Wang entre sus manos y sonríe antes de besarle la frente:

—Entonces, puedes imaginar que estás abrazando a uno. -

—¿Vas a bañarte verdad? -

El castaño llenó de besos la cara del pequeño Zhan y luego, repitió lo mismo con su vientre.
Los sonidos bajos y las respiraciones entrecortadas de Zhan tienen, inconscientemente, un poco de excitación impregnada.

El sonido de la necesidad de Xiao es muy placentero... Yibo lo admitiría mil veces si se lo pidieran: Suena incluso mejor que su amante.

Le gusta porque es tímido... Y cuando los tímidos se entregan, lo hacen a profundidad. De buena manera.

—No... No me dejes marcas. Fui al hospital el otro día y cuando me quité el abrigo... -

Yibo se mueve muy agresivamente sobre el cuerpo de Zhan e interrumpe sus palabras. Le corta la respiración, le entumece los dedos. Sus ojos arden, están inundados en lágrimas:

—... Yi... Lento ... Que sea lento... -

—Voy a ir lo suficientemente lento. — Wang lo acaricia con suavidad entre las piernas. La acción hace que su cuerpo se curve, empieza a salivar a medida que le besa ahora por los muslos—. ¿Cortaste tu cabello? -

Xiao se muerde los labios. Las acciones sobre él son tan intensas que apenas puede formular una respuesta.

—Sí... Lo... Lo corté... ¡AH...! -

Yibo se levanta, se inclina y le ataca el cuello una vez más. Lo hace porque sabe que a Xiao le gusta sentir sus labios bajo su oreja. Le gusta sentir su barba de un día... Le gusta cuando succiona su garganta. Le encanta tanto que le sostiene, le araña y le pide por más.

Wang Yibo rara vez ve la iniciativa de Xiao Zhan, y por esa razón su corazón comienza a temblar. El jadeo que suelta cuando le muerde, es sin embargo repentinamente confuso.
No puede evitarlo y termina tomándole del cabello. Lo sostiene con fuerza y le pide de nuevo que vaya más despacio. Yibo le sostiene de las piernas, las flexiona y se arrodilla sobre la cama. El pecoso no puede soportarlo más. Casi pide clemencia gritando:

—Yibo... Yibo... ¡Más lento! ¡Te lo ruego! ¡Más lento! -

Al final, Yibo no puede evitar sentirse absolutamente feliz con sus súplicas. Se siente más renovado de lo que ha estado en mucho tiempo. Cuando Wang estira sus articulaciones, sostiene todo el cuerpo de Zhan entre sus brazos. Le acaricia la espalda, la cadera y sus pequeños glúteos, todo de poco en poco.

Después de un largo tiempo, susurró:

—Dios ¿Por qué repentinamente estás tan delgado? -

Al día siguiente, cuándo Zhan se despertó, Yibo ya se había ido. Nevaba nuevamente y hacía mucho frío. Xiao se sienta en silencio por un tiempo. Intenta no dejar caer todo su peso, se mueve un poco y se queja porque tiene la cintura adolorida y las piernas no le responden...

Tiene una sesión de quimioterapia hoy.

Al salir de la habitación, se sorprende demasiado al ver que los platos de comida de los gatos están llenos de alimento y rebosantes de agua limpia. No puede creer que Yibo le ayudara a hacer eso. Todavía queda pasta, cerdo y arroz en la mesa. Se puede comer después de calentarlo en el microondas, piensa.

Zhan se estira, sacude la cabeza, sonríe y toma las cuatro bolitas pequeñas y peludas del suelo entre sus brazos. Da una vuelta con ellas por todo el departamento y después de beber su medicamento, se cambia de ropa, los deja en su cama y se va al hospital.

Xiao se miró en el espejo antes, por lo que ahora camina sin necesidad de una bufanda por la banqueta desierta. Afortunadamente, Wang escuchó sus palabras durante la noche y no dejó ninguna marca en algún lugar visible... Aunque, bueno, los lugares que están cubiertos por su ropa son un desastre.

Cuándo va por la carretera, su estado de ánimo continúa siendo muy tranquilo... Sin embargo, cuanto más cerca está del hospital, más lento comienza a moverse. Liu HaiKuan le había dicho claramente que tenía que ser hospitalizado durante la quimioterapia, pero Zhan se negó sin dudarlo ni siquiera un poco. No quería escuchar sobre las terribles secuelas que tendría, ni de los efectos que aparecerían inevitablemente con el tratamiento.

Porque tiene miedo... De lo que puede llegar a convertirse.

Xiao Zhan no lo analizó demasiado, pero sabe que este proceso será muy doloroso y terriblemente largo. La quimioterapia hace que Zhan sienta que está muriendo, que lo matan. Es realmente incómodo, el dolor de cabeza es asqueroso, y la quemazón en todo el cuerpo le hace sentir que va a estallar. Siente como si sus vasos sanguíneos se estuvieran llenando de gusanos gigantes que se aplastan y se retuercen bajo su piel. El dolor es el infierno en la tierra. El pecoso le tiene miedo al dolor... No sabe si podrá soportar la próxima oleada de sufrimiento, menos si resistirá a los siguientes días.

Las pálidas y delgadas mejillas de Zhan están mojadas por el sudor frío, y los labios que acababan de ser mordidos por sus duros dientes, están goteando de sangre.

HaiKuan le confesó a otros médicos que tomaría un descanso todos los días a la misma hora por un par de semanas para acompañar a un paciente especial que llegaba sin familiares.
Aunque había administrado quimioterapia a un número casi exagerado de personas, siente un terrible dolor instalándose en su pecho mientras lo mira a él. Sentado, sufriendo. Se siente sumamente angustiado.

—Sr. HaiKuan... -

El doctor se siente aturdido mientras le llama.

No sabe si es el sudor o son las lágrimas las que están empapándole la piel. Quiere quitarle la sangre de la boca, sus labios están azules....
Para HaiKuan, sigue siendo, sin embargo, una cara absolutamente preciosa.

—Tú... no me dijiste que dolería así... -

El doctor le dio una suave palmadita sobre la espalda:

—Está bien. No pasa nada, se acabará muy rápido. Yo estoy aquí. -

Zhan le sonrió, y el pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda se dejó ver en todo su esplendor.

El dolor en los ojos del pelinegro es tan real, le hace sentir tan roto...

—Realmente me duele. Me ha dolido por mucho tiempo. -

—Lo sé, lo sé de verdad. -

—¿¡Por qué no puededejar de hacerlo!? -

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