Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Peticiones indecentes

Siento como se mueve su cuerpo sobre mí. Nuestros cuerpos han generado un calor abrasador que causa que comience a sudar. Mis piernas están abiertas demasiado a su disposición y eso me hace sentir incómoda. Estar desnuda ante Demian no deja de aterrarme, no sé de qué sea capaz estando yo así. Aunque ha respetado mi palabra respecto a lo del sexo sé que no aguantará mucho absteniéndose. Sus manos siguen descansando sobre mis pechos y su cabeza ha bajado solo un poco a mi estómago. Su cabello causa cosquillas en mi piel cuando se mueve de vez en cuando debido al aire que entra por la ventana. Él ya ha dormido un par de horas más, pero yo no logro conciliar el sueño desde que las dudas vinieron a mis pensamientos. Cierro los ojos soltando el aire que retenía y decido relajarme. Estar siempre a la defensiva es agotador, fingir que le quiero y obedezco está comenzando a hacerme daño mentalmente.

Hoy cuando lo vi herido mi primer instinto fue ayudarlo. Si lo hubiese dejado matarse tal vez podría haber huido más fácil y no tendría que hacerle daño yo misma cuando intente escapar. Pero cuando lo vi así de indefenso algo me obligó a correr hacia él en lugar de buscar la salida. Cuando pienso mucho sobre esto, me duele la cabeza, así que decido dejar de hacerlo y abandonar esos pensamientos antes de que me hagan más daño.

Apago mi mente unos momentos y disfruto de la calma del momento. Afuera la lluvia es muy suave, acompañada por una brisa de aire fresco que entra por una ranura muy pequeña de la ventana. Demian se remueve entre mis piernas y levanta la mirada solo para examinarme y sonreír. Su sonrisa es sutil, pero cargada de felicidad y tranquilidad pura. Sus ojos brillan como cada vez que me mira, se recarga sobre sus dos brazos a mis costados y observa mi cuerpo desnudo una vez más.

– No me canso de admirarte, eres tan hermosa. – suspira depositando besos en mi estómago y bajando hasta mi vientre. Vuelvo a cerrar los ojos ignorándolo, pensando que se recostará de nuevo y dormirá. Pero de repente el cansancio es mucho para mí, mi cuerpo se relaja y no me importa nada más que descansar. Siento sus caricias en mi piel desnuda, sus manos ahora juegan a recorrerme desde la apertura de mi pecho y descienden hasta mis muslos. Puedo percibir que se ha retirado un poco de mí y se encuentra aún entre mis piernas abiertas que han dejado de hacer presión en su cintura.

Sus dedos vuelven a subir por el mismo camino y cuando descienden una vez más se detienen en mi monte de venus. Mi cuerpo reacciona al instante y la piel se me eriza, cuando estoy a punto de oponerme siento algo húmedo y caliente sobre mi vagina. Abro los ojos de inmediato topándome con la imagen de Demian escondido entre mis piernas, su cabeza hundida en mi parte baja.

Trato de cerrar las piernas e impedirle que continúe pero sus manos las abren aún más.

– Abre las piernas para mí. – pide sin dejar se devorarme con aquellos ojos tan lujuriosos.

Lo observo concentrado en lo que hace y sin dejarme decir nada, vuelve a acercar su boca. Mi espalda se vuelve un arco perfecto cuando esa sensación vuelve a presentarse con mayor fuerza. Ahora siento algo más aparte del calor y la humedad, movimientos circulares sobre un botoncito sensible que hay en mi vagina, todo eso está comenzando a cortarme la respiración. Mis manos corren apresuradas hasta su cabello intentando separarlo pero eso solo logra que él se hunda aún más.

– D-Demian. – mi voz es irreconocible incluso para mí. – Detente... por favor.

Niega con la cabeza sin dejar de hacer su trabajo y ahora suelta mis piernas para con una mano comenzar a masajear también la zona. Mi corazón va demasiado rápido, me tiemblan las piernas y siento contraído mi estómago. Comienza a surgir una sensación diferente a lo que había experimentado jamás.

– ¿No te hago feliz? – dice en apenas un susurro separándose un poco. – ¿No te gusta?

– ¡De-Demian! – suelto casi a gritos cuando uno de sus dedos entra en mi interior. – ¡Para!

A pesar de la urgencia en mi petición, mis retorcijones no ayudan mucho a mi credibilidad. Ignorando mis suplicas vuelve a introducir el dedo más profundo todavía. Empieza un vaivén que causa espasmos en el interior de mis entrañas.

– Sólo quiero hacerte igual de feliz que me haces tú a mí. – suelta de repente. Su voz es ronca y provocativa, luce como si acabara de hacer una travesura y está feliz por eso. – Quiero que te enamores de mí, cielo.

Lo miro con el cabello cubriéndole parte del rostro y despeinado debido a que mis manos jalaron de su cabello en direcciones distintas. Su pecho desnudo parece estar acelerado y aun así conserva esa mirada dedicada a lo que está haciendo. Baja sin previo aviso de nuevo su boca para darme atención con ella y siento como succiona y acaricia. Comienza a lamer con más insistencia y me pierdo, comienzo a disfrutarlo enormemente y no quiero que se detenga.

La respiración me falla y entonces siento como disminuye solo para introducir un dedo más. Su otra mano vuelve con los movimientos circulares en el botoncito que ha dejado a falta de atención, provocando un sinfín de sensaciones en mi interior.

– ¡Oh por Dios! – grito sujetando con fuerza las sábanas de la cama.

– ¿Te gusta, cielo? – pregunta entre jadeos. Puedo sentir que su excitación también ha subido. Su voz es entrecortada y me mira directo al rostro observando mis reacciones. – ¿Quieres que siga?

– S-Si... – digo cerrando con fuerza los ojos. La vergüenza se acumula junto con el calor que me provoca esta situación.

Él entonces hace que los movimientos sean más rápidos y se inclina para volver a lamer y succionar. Ya no puedo seguir soportando más las cosquillas que bajan desde mi estómago hasta el vientre. Algo estalla dentro de mi después de unos momentos más y por fin me dejo ir.

Sus movimientos disminuyen de a poco hasta que por fin se detienen. Mi pecho sube y baja sin control, mientras soy incapaz de regularlo, sigo temblando a pesar de que se ha detenido y busco calmarme. Cuando abro mis ojos está ahí, muy cerca de mí y sin esperar me besa apasionadamente. Sus labios buscan con urgencia los míos y se recuesta sobre mi sin dejar caer todo su peso.

El calor que aún me invade no ha desaparecido, siento la necesidad de continuar, de repetir aquello que ha provocado en mí. Mis manos se enredan en su cabello y lo atraigo más a mis labios, sonríe aun besándome, recorriendo con sus manos mi cintura. Justo cuando él comienza a masajear mis pechos, el sonido del timbre nos alerta a ambos. Mis ojos se abren para examinarlo y él maldice por lo bajo, molesto por ser interrumpido.

– No pienso ir. – dice mirándome para continuar el beso.

Yo dudando, le correspondo y cayendo en mi como agua helada la culpabilidad me devuelve a la realidad. Esto está mal. No debería estarme entregando a mi secuestrador, al hombre que mató una anciana tratando de ayudarme.

Me detengo y decido empujarle para que se aleje un poco. Confundido y con la respiración agitada parece molesto por no sentir mi colaboración como hace unos segundos. Ni siquiera tiene tiempo de decirme más nada pues su teléfono suena a lo lejos en un buró del cual no me había percatado antes.

Se pone de pie y soy consciente de la enorme erección en sus bóxer. Toma el teléfono de forma brusca y atiende la llamada de mala gana, en verdad está molesto. Su cuerpo entero lo expresa.

– ¿Qué sucede? – contesta bruscamente. – Habla más despacio. ¿Cuándo? ¿Aquí? ¿Ahora? Ahora bajo.

Cuelga la llamada y toma del closet un pantalón de mezclilla y una camiseta blanca ligera a pesar de que hace frío, guarda los celulares en un cajón bajo llave y la guarda en sus bolsillos. Descalzo camina a la puerta y me mira envuelta en las sábanas, aun tratando de que mi respiración se regule y con todo el cabello hecho nudos. Su erección es visible todavía, me pregunto si no es incómodo o doloroso que se encuentre así. Busco desviar mi mirada de su entrepierna y sonrojada le miro a los ojos.

– Leo está aquí. Iré a hablar con él. – me advierte. – Cámbiate y te veré abajo en la sala, amor. ¿Entiendes?

Yo asiento sin decir más y él satisfecho sale dejándome ahí. Desorientada y arrepentida por haberme dejado llevar, tallo mi cara molesta. No debí dejar que esto pasara, no debí permitirme sentir lo que sentí. Dirigiéndome al closet tomo un pantalón y suéter para cubrirme. Decido ponerme abajo una ropa interior nada provocativa, así tal vez no le guste lo que vea si me pide desnudarme nuevamente.

Cuando me he puesto la ropa bajo con cuidado por las escaleras y me detengo al escuchar la conversación que tienen Demian y su mejor amigo. No me gusta curiosear, pero en esta ocasión están elevando mucho la voz.

– ¿Crees que no lo he pensado? Estuve intentando mandar la señal de su teléfono lejos de aquí. – se queja Demian. Se escucha molesto y algo desesperado.

– Entonces debes encontrar la manera de deshacerte de su teléfono. Lo pueden rastrear. – dice Leo pensativo. Se escucha muy cerca de donde me encuentro. – O tal vez sólo deberías dejarla irse.

– Eso jamás. – sentencia Demian. Mi corazón y esperanzas se hacen añicos. Conservaba la fe de que entendería el terrible error que comete y me dejaría libre, pero ahora eso parecía imposible. – Ella no puede estar lejos de mi nunca más.

– Sólo decía que... – comienza Leo al parecer insistente.

– ¡No! Fernanda es mi mujer. Me amará, yo sé que sí. – la voz de Demian se suaviza cuando menciona eso último. – No puedo vivir sin ella, es todo lo que amo en este mundo. Es mi única razón de ser y sé que entenderá que todo es porque la amo demasiado.

– ¿Y si no? ¿La tendrás amarrada y encerrada toda su vida? – se burla Leo. – Amigo, sólo quiero lo mejor para ti. Afuera hay muchas mujeres que podrían enamorarse de ti. ¿Por qué ella?

Esa pregunta era muy buena. Incluso yo no lo entendía. Me quedé en silencio esperando la respuesta de mi secuestrador y fue entonces que me quedé helada con su respuesta.

– Porque la amo. Es la mujer que en verdad amo. – asegura firmemente. – Además, ella ya comienza a quererme. Me obedece, me besa... me deja tocarla y causarle placer. – sus palabras me devuelven la culpabilidad por lo que dejé que sucediera.

Me siento tan avergonzada por ello y más que nada culpable por sentir placer cuando me toca. Recuerdo sus besos y caricias y el calor me invade por completo nuevamente. Esto está muy mal. ¿Será que de verdad comencé a querer a Demian? Debía volver al plan original. Engañarlo ganándome su confianza y así poder huir lejos de él cuando menos lo espere.

– Si ella no me ama, no podrá amar a nadie más. – escucho que dice finalmente. – Es mía y yo soy suyo, vivo para ella y ella vive por mí.

Camino lentamente hacia ellos después de unos instantes y al verme ambos hacen silencio. Demian me toma del brazo y besa mis mejillas, acaricia mi cabello mientras escuchamos a Leonardo hablar con su amigo.

– Me he quedado sin un hogar fijo y necesitaba donde dormir. No quería molestar pero, eres mi mejor amigo. – admite el chico. – ¿Podría quedarme un par de días solamente?

– Si, claro. – dice Demian encogiéndose de hombros. – Pero preguntémosle a Fer, ¿Amor te parece bien si Leo pasa unos días aquí?

Sus palabras me confunden, está pidiendo mi opinión para tomarme en cuenta y no sé cómo reaccionar, no tengo tiempo de pensar ni puedo hacerlo pues ambos insisten con la mirada mi respuesta, por lo que solo atino a asentir para mirarle y ver como de reojo Leo sonríe.

– Bueno, ya sabes las reglas, conoces la habitación de huéspedes. Así que, puedes quedarte el tiempo que necesites.

– Gracias hermano. Buscaré rápido donde irme. No quiero incomodarlos. – sonríe Leo mirándome.

– Esta bien. – dice Demian seriamente. – Estaremos comiendo algo y después estaré arriba. Espero no arruines nuestros momentos a solas otra vez.

– Claro que no, Romeo. Tú y Julieta pueden revolcarse todo lo que gusten. Tengo mucho sueño, con permiso. – sonríe levantándose y caminando por un pasillo hasta que escucho una puerta cerrarse.

Miro a Demian quien sigue concentrado en algo que al parecer le preocupa. Niega con la cabeza espantando aquellos pensamientos y me mira cambiando su humor drásticamente. Considero seriamente en que tiene algún trastorno bipolar.

– ¿Tienes hambre cielo? Te preparare algo. – dice feliz besándome. – ¿Vienes conmigo?

Asiento siguiéndole lacorriente hasta llegar a la cocina. Ahora más que nunca debo ganarme suconfianza y dejar que se distraiga para escapar, sé que pronto lo lograré. Élde verdad me ama y pensar que comienzo a quererlo lo mantendrá distraído. Debíaaprovechar eso a mi favor.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro