Contradicciones
Durante mi inconsciencia me sentí libre. Mis sueños me anticipaban a lo que yo creía que sucedería este mismo día. Sentí un calor abrasador envolverme con cuidado, sintiéndose cómodo y reconfortante. Me negaba a abrir los ojos y romper esta sensación de tranquilidad en la que me encontraba. Podía sentir que todo estaba bien a mi alrededor, incluso esta sensación se intensificó cuando unas manos fuertes y grandes acariciaban mi cabello tiernamente, bajando hasta mis brazos con delicadeza.
Suspiré cuando un beso suave fue depositado en la parte trasera de mi cabeza y sentí al moverme un poco como el cuerpo de Demian se ajustaba a mi nueva posición. Aun sin abrir los ojos me acurruque en su pecho, pegando mi mejilla a su piel desnuda. Sus latidos eran regulares y sentía la respiración acompasada y relajada en la que se mantenía. Su palpitar iba en armonía con el mío.
– Buenos días, amor. – susurró con voz ronca. Escuché como el sonido vibraba en su pecho y salía de sus labios perfectamente.
Sus manos continuaban el movimiento sobre mi cabello y se detenían al iniciar mis hombros. Sabía que estaba mirándome, lo podía saber debido a la intensa mirada que él poseía. Al mirarlo quedé deslumbrada. Su amplia sonrisa era de buen humor y aunque su cabello estaba todo revuelto lucía perfectamente adorable. Sus ojos oscuros estaban clavados en mi rostro, como si estuviera grabando cada detalle, cada centímetro de éste.
Y yo hacía lo propio con su tan reluciente sonrisa. Subiendo desde el mentón hasta los ojos, notando las arrugas de entre sus cejas pobladas y las marcas en su frente que se hacían cuando él se molestaba. Ahí estaban, escondidas pero perceptibles. Tenía dos lunares, los cuales no había apreciado anteriormente. No me había fijado en tantos detalles como en este momento. El primer lunar descansaba sobre una de sus cejas y el segundo, pequeño y muy apenas perceptible, se escondía en la parte inferior de sus labios.
La cicatriz de su cuello era más visible desde esta distancia. Me removió la consciencia cuando recordé aquella vez que me habló de la pelea con su padre y las consecuencias por ayudar a su madre.
– No me mires así. – susurró sonriente. – Vas a provocar que te devore entera. Ganas no me faltan de desvestirte tan temprano.
El calor subió a mis mejillas al darme cuenta de la forma tan descarada en la que lo miraba y como sus palabras me cosquilleaban. Sonreí apenada y me estiré, sintiendo como mi cuerpo estaba demasiado relajado. Esta cama era mucho más suave y grande que el horrible sofá del cuarto acolchonado. No deseaba volver nunca a ese lugar.
– ¿Tienes hambre? – pregunté al escuchar su estómago.
Él parecía tímido ésta mañana. Sonrío mirándome y asintió una vez antes de volver a cerrar los ojos. Se veía como un ángel, dulce, sincero y transparentemente tranquilo. Su cabello oscuro revuelto le cubría parte del rostro y sus brazos marcaban los músculos en ellos cada vez que los colocaba detrás de su cuello para acomodarse.
– No te levantes aún. – pidió entre un largo suspiro. – Descansemos unos diez minutos más, cielo.
– Hay que levantarse. – le digo sentándome para encender el televisor.
– Cinco minutos. – pidió acurrucándose a mi lado, tomándome con una de sus manos para hacerme caer sobre su pecho.
– Es tarde. – comenté al ver que eran casi las 11 de la mañana.
– Dos minutos. – pidió haciendo un puchero.
– Iré a preparar el desayuno. – reí ante su gesto tan infantil.
– No. Yo lo prepararé para ti amor. – aseguró deshaciéndose de las sábanas enredadas en sus piernas. – Hoy te voy a consentir.
– Siempre lo haces. – le recordé elevando una ceja.
– Si pero... hoy es diferente. – comenzó poniéndose de pie, acomodando su short. Se estiraba un poco dándome la espalda.
Se veía extremadamente bien y me di de bofetadas por los pensamientos tan incoherentes que estaba teniendo al tener esa imagen frente a mis ojos. Aunque su espalda estaba llena de marcas, no le quitaba para nada el atractivo.
– Tengo que ser el mejor esposo del mundo. Necesito causar buenas impresiones a mis suegros. – comentó mirándome por sobre su hombro.
Mis ojos se abrieron al máximo, recordé aquella promesa que hizo anoche y mi felicidad se multiplicó por mucho. Vería a mi familia, podría abrasarlos, besarles y decirles que estaba bien. Podría asegurarme de que mis padres estaban más tranquilos al verme, no importaba si después tenía que volver aquí. Lo único que deseaba era verlos.
– ¿Enserio? – murmuré apenas las palabras salían de mi boca.
– Te lo prometí mi amor. – aseguró girándose para extender sus manos, listo para envolverme en un abrazo.
Me puse de pie sobre la cama y acabé con la distancia lentamente para engancharme a su cuello y abrazarlo, contenta, feliz. Feliz por poder volver, por ver a quiénes amaba y porque ahora las cosas serían más sencillas.
– Gracias. – dije en su oído depositando un beso temeroso, tomándole por sorpresa.
– Gracias a ti. – sonríe acariciando mis mejillas. – Me haces inmensamente feliz.
Hace un largo silencio mientras contempla mi rostro y suspira, acomodando mi cabello detrás de mis orejas. Veo entonces como su rostro se transforma, la sonrisa se desvanece de a poco y soy consciente de cómo lo consume la preocupación, sentimientos parecidos al pesar y la duda navegando en sus ojos.
– Fernanda. – me llama. Yo espero pacientemente a que continúe pero parece buscar con cuidado sus palabras. Como si temiera mi reacción. – No me dejes.
Sus palabras me parecen fuera de lugar. No entiendo al momento a que se refiere, mi ceño se frunce y sin entender, busco tranquilizar sus pensamientos tomando sus manos aun sobre mis mejillas.
– Estoy aquí. – digo suavemente.
Quiero consolarle, aquella tristeza inmensa que carga es casi palpable. Quisiera ayudarle a liberarse de ella pero parece demasiado concentrado en eso.
– Esta noche... cuando vayas a tu anterior hogar. Cuando veas a tu familia, cuando tengamos que volver a casa. – comienza atropellándose con las palabras que fluyen torpemente de sus labios. – No me dejes.
– Demian. – susurro en busca de nuevamente consolarlo, pero no me lo permite. Sus dedos recorren mis mejillas y posiciona uno sobre mi boca, pidiendo mi silencio. Entiendo entonces que continuará hablando y aguardo, curiosa y en pánico por lo que tiene que decir.
– Te amo. – dice dulcemente. Puedo ver la angustia en su mirada y como sus labios tiemblan al pronunciar aquello. Pareciera que en cualquier momento va a derrumbarse. – Te amo y no sé cómo viviría sin ti. Por favor. No quiero hacerle daño a nadie y menos a ti. No quiero herirte si me desobedeces.
Él tenía miedo. Casi igual o más que yo, claro estaba, por lo que fuera que pasaría esa noche. Era obvio que el salir de aquí implicaba un gran riesgo. La posibilidad de que le hiciera daño a mi familia existía, la cruel realidad era que si las cosas salían mal, él no dudaría en matar o cometer crímenes con tal de que yo permanezca a su lado. Había una pregunta que ahora rondaba en mi cabeza ¿estaría yo dispuesta a volver con él? Cabía aún en mí la esperanza de volver, quería seguir con mi vida. Sabía que por lo pronto mantener el mal genio de mi secuestrador al margen sería lo correcto.
– Demian. Ya no tienen por qué haber reglas. Confía en mí. – pido mirándole directamente a aquellos ojos tan oscuros, profundos y negros como su miedo.
– Quiero confiar en ti. – susurra apenas audible, pestañeando para ahuyentar las lágrimas que se acumulan en sus ojos. – Pero tengo miedo, jamás había sentido tanto miedo como ahora.
– También yo. – admito sinceramente alejándome un paso para concederme pensar claramente tras quedar deslumbrada por su intensa mirada. – Pero yo estoy confiando en ti, Demian. En la palabra que me diste de que con el tiempo y mi obediencia podría salir de esa habitación. Que cuando te demostrara que podría salir sin querer huir, me permitirías ver a mi familia. – hago una pequeña pausa para sentarme en la esquina de la cama, sintiendo poca estabilidad justo ahora. – Así que también tengo miedo de lo que puede pasar, pero confío en ti. Me estoy permitiendo dejar mi vida en tus manos sin saber qué es lo que sucederá.
Parece meditar mis palabras. Sus ojos se desvían un momento mirando a la nada y entonces su bipolaridad hace eco ante la sutil risa que brota de su boca. No entiendo de donde ha venido hasta que lo tengo hincado junto a mí, recostando su rostro en mis piernas y abrazándome de la cintura. Parece más tranquilo, lo escucho suspirar mientras coloca su mejilla en mis muslos.
– Trataré de ser mejor. Confiaremos el uno con el otro. No más dudas, no más errores. Solo quiero una vida feliz y tranquila a tu lado. – suspira alegremente. – Iré a hacer el desayuno.
Se pone de pie nuevamente no sin antes dejar un beso fugaz en mis labios. Camina abriendo la puerta y lo escucho bajar las escaleras como si nada hubiera sucedido. Como si el miedo que tenía y que me dijo que lo atormentaba, no existiera más. Él definitivamente tenía bipolaridad.
...
Estamos ambos desayunando lo que ha preparado, él habla sin parar de una idea para un nuevo software que permita que las personas con alguna discapacidad visual o auditiva puedan acceder a todo de forma sencilla. Eso me parecía un gesto muy humano de su parte.
Escuchando sus ideas me sumerjo en la conversación. Me sentía más libre de opinar e incluso le di algunos consejos sobre lo que podrían necesitar. Apreció mis contribuciones y escribía todo una servilleta que después guardó en sus shorts. Me costó darme cuenta de cuando Leo había entrado a la cocina. Al acercarse, nos miró en el comedor como si nada. Sus ojos se clavaron un instante en los míos y no pude interpretar que emoción cruzaba por su vista.
¿Molestia? ¿Inquietud? Tal vez ¿Desesperación?
Creí entenderlo. Nos estábamos jugando la vida con el plan que habíamos trazado. Traicionaríamos a Demian, un amigo suyo y a quien yo comenzaba a valorar. Busqué su mirada pero él ahora hablaba con el chico junto a mí. Decidí que cuando llegara el momento le diría que los planes cambiarían.
Quería creer en Demian. Después de todo, si no funcionaba podríamos retomar el plan después. Aún teníamos tiempo, todo mientras él siguiera viviendo con nosotros.
– Ten, necesitas una copia de las llaves de la casa. – comenta de repente Demian sacándole platica a Leo, arroja las llaves hacia él y éste las atrapa en el aire. – Fer y yo saldremos esta noche.
– ¿Ah sí? – pregunta burlón, guardando sus llaves. – ¿A cenar?
– No. Con sus padres. – asegura el chico junto a mí, tomando mi mano sobre la mesa. Me sonríe acercándose para besarme y cuando se separa miro avergonzada a Leo quién no da crédito a lo que escucha.
– ¿Enserio? Vaya. – comenta él jugando con el vaso que tiene entre sus manos. –¿Estás seguro?
– Por supuesto. – dice su amigo severamente. – Ella y yo lo hemos hablado y quiero complacerla. Además, ya es tiempo de dar a conocer nuestra relación a nuestros padres.
Demian luce ligeramente molesto por la reacción de su amigo pero al apretar mi mano con dulzura me percato de ese toque de emoción y nervios en su voz. La idea de que hemos avanzado en la relación que ha inventado en su cabeza, le gusta más de lo que expresa.
– Que bien. – dice Leo asintiendo, mirando fijamente a mi dirección. – Me alegro por ustedes.
Nadie menciona nada más, nuestra concentración se dirige a la comida. Al menos por mi parte, ya que la intensa mirada de Leo sobre mí me puso en extremo nerviosa. Casi al finalizar mi plato me percaté de un golpecillo en mi rodilla. Miré a Demian comer y hablar sin parar con ambos, quienes le mirábamos justo ahora. Pero no parecía ser él quien me llamó.
Comencé a creer que no había sido nada. Volví a mi tarea de terminar el plato y entonces lo sentí de nuevo. Miré fijamente esta vez a Leo que desvió un momento su mirada de Demian y la bajó, logrando fijarse en mis ojos. Lo vi hacer un movimiento hacia la cocina con los ojos. ¿Quería que fuéramos a la cocina? Entendiendo que era eso a lo que se refería me puse de pie sin llamar la atención. Tomé el plato terminado de mi secuestrador y fui a dejarlos al fregadero. Podía escucharlos continuar la conversación, mientras tanto yo me dispuse a lavar lentamente cada plato y vaso. Esperaría a que Leo viniera.
– ¿Crees que conserves aun mi memoria? Tengo documentos importantes ahí. – comentó de repente Leo.
– Oh sí. Lo olvidé. Han pasado semanas, debiste decirme antes. – escuché a Demian decirle. – Creo que está arriba, no lo sé.
– De verdad me urge hermano. Podrían despedirme si no los llevo hoy. – aseguró su amigo seriamente. – Los buscaría yo pero sé que eres demasiado reservado con tus cosas.
– Está bien. Debe estar en mi habitación, dentro de mis chaquetas. – dice molesto.
No escucho nada más. Me quedo quieta mirando hacia la puerta de la cocina y el cómo veo la figura de Leo acercándose a mí con rapidez. Sabía que era una distracción y una buena al parecer.
– ¿Estás loca? – se queja molesto en voz baja apenas entra a la cocina. – ¿En qué estás pensando?
Di un brinco hacía atrás, golpeándome por accidente con el fregadero. Resbalo por el agua que he derramado en el suelo al lavar los platos y me sujeto con fuerza de la orilla para no caer.
– ¿Quieres que él mate a toda tu familia? – escupe prácticamente las palabras en mi rostro acercándose peligrosamente.
Sus manos me sujetan de los brazos y me estruja levemente de adelante hacia atrás. Sus ojos chispean de rabia y lo veo apretar la mandíbula.
–¿Qué? – logro susurrar.
– Habíamos aclarado que esta noche nos largábamos de aquí. – comenta mirando de vez en cuando hacia atrás.
– Si pero él prometió... – no me deja terminar cuando ríe amargamente.
La risa que suelta en voz baja es cruel, sus manos me sueltan pero siento su calor muy cerca de mi cuerpo. Demasiado.
– Él de seguro no te dijo que piensa matarte esta noche. – dice molesto. – Y no dudo que sea verdad, después de todo ya obtuvo lo que quiso de ti. Es obvio que ya se aburrió de este juego estúpido. Corres peligro Fernanda.
La insinuación que hace y la manera en la que me mira me provoca asco. Se que tiene razón, que caí muy fácil en los propósitos de mi secuestrador. Pero me niego a imaginar que ese era su único objetivo. Mi piel se pone de gallina ante la posibilidad, me niego a creerlo, lo que dice no se relaciona con Demian, el chico lindo que se desvive por mí y me ama sin límites. Que cada día me hace sentir especial.
– No es verdad. Él lo hará. Me llevará a verlos y me ganaré su confianza hasta que me deje salir. – le aseguro en busca de encontrar mi tranquilidad de nuevo pero es imposible.
– ¿Eres tan estúpida? – dice fríamente. – Él mató personas por tu culpa. Ha cometido tantos crímenes por tenerte aquí que es absurdo que de verdad pienses que te dejará libre. Eres una evidencia de todo. Sabes todo lo que hizo. – dice Leo alejándose un par de pasos de mí. – ¿Crees que dejará testigos que puedan delatarlo?
– Él lo prometió. – susurro al borde de las lágrimas. – Le creo.
– ¿De verdad? – ríe sin alegría. – Entonces no me dejas otra opción que hacerlo por mi cuenta.
Avanza hasta mí, metiendo una de sus manos al bolsillo y sacando las llaves que Demian le acaba de dar. Miro con confusión sus acciones pero no las entiendo. Las arroja hacia mí y por reflejo las atrapo entre mis manos temblorosas.
– ¡Demian! – grita Leo furioso.
– ¡¿Qué haces?! – exijo alterada. En extremo confundida por lo que hace.
– ¡DEMIAN! – grita con más fuerza.
Me toma de la muñeca y me arrastra hasta salir del comedor, no le opongo tanta resistencia pues mi cuerpo no me reacciona. Él me toma de las manos con demasiada fuerza y me empuja contra la pared de la puerta del comedor. Me duele el impacto pero no puedo más que mirarle en busca de respuestas. No estoy entendiendo nada.
Escucho como Demian corre velozmente hacia nosotros desde las escaleras. Su cuerpo se ve agitado y al vernos empuja a Leo lejos de mí de forma protectora. Me mira en busca de saber si estoy bien y entonces recaen sus ojos en mis manos temblorosas por la adrenalina.
– Intentó robarme las llaves. Quiso escapar. – dice Leo amargamente. – La detuve cuando quiso correr.
¿Qué? ¿Por qué mentía con esto?
El rostro del chico frente a mi luce como un lienzo en blanco, su respiración sigue agitada por la carrera emprendida hace unos momentos. No veo ninguna expresión cruzar sus ojos, pero entonces al ver nuevamente mis manos, observo como un dolor inmenso lo consume de a poco hasta causarle una mueca de molestia.
– Fernanda no... – mi nombre salió de sus labios con decepción y dolor. La tristeza embarga su rostro y entonces la furia lo consumió en cuestión de segundos. – Que estúpido fui.
A pesar de que deseaba decirle que aquello era mentira, no pude reaccionar. Vi en sus ojos el sentimiento de decepción llenándolo todo y el alma rota que caía en pedazos ante mi supuesta traición. Me tomó por sorpresa el cómo me cargó en sus hombros con facilidad y caminaba alejándose de ahí lo antes posible. Leo me miraba seriamente, como si disfrutara este momento en específico, no parecía para nada sorprendido de la reacción de su amigo.
No podía reaccionar. Demian me llevaba al sótano, a ese lugar horrible al que prometió no llevarme más. Cuando todo caía en mi entendimiento entré en pánico. Mis pies pataleaban en busca de soltarme, mis manos golpeaban su espalda y las llaves resbalaron de mis dedos cayendo en los escalones. Necesitaba aclarar todo, estaba siendo juzgada injustamente sin la oportunidad de defenderme.
– ¡No! No es verdad. Enserio. – grité entre el llanto. – Por favor no le creas. Escúchame...
No funcionaba nada de lo que hacía, él parecía ajeno a mis suplicas, no me daba la oportunidad de comenzar a hablar y por más que deseaba controlarme, el miedo me paralizó. Continúe gritando desesperada, pero cuando abrió la puerta del cuarto, me arrojó al pequeño sofá de cuero. Caí y rodé en él hasta resbalar e ir a parar al suelo con estrépito. Como pude me puse de pie, dispuesta a explicarle lo que había sucedido. Aceptar mi culpabilidad en desear huir, pero asegurarle que ya lo había dejado atrás. Que quería estar con él. Que confiara en mí.
– Demian...
Caminé nerviosa entre lágrimas hacia él antes de que intentara irse, pero entonces sentí un fuerte golpe en mi mejilla que me detuvo en seco. El ardor fue inmenso y abrasador. El golpe provenía de él, que sin poder creerlo había dejado su mano en el aire. Logró hacer girar toda mi cara hacia la izquierda cuando me propinó la bofetada. Sostuve con mi mano el área de ardor y miré a su dirección sin poder creerlo, él jamás me hubiera hecho daño de esta manera.
Esto era un horrible error. Mi cabeza daba vueltas aturdida.
– No puedo creer que no cambiaste para nada. – murmuró furioso. Sus manos fueron a parar a su cabello el cual jaló y envolvió entre sus dedos con furia. – No puedo creer que confíe en ti, maldita sea. Casi me convences de salir. Ibas a delatarme.
– Demian no. – susurré adolorida. Aturdida por la fuerza con la que me había golpeado.
– No. No quiero verte. – dijo al borde del llanto. Se alejó chocando su espalda con la puerta y tanteo el abrirla. – Fui un estúpido al creer que me amabas. Que habíamos avanzado en la relación.
– Pero Demian si lo hicimos. – balbuce apenas audible.
– No p-puedo. ¡AAHH! – gritó de impotencia, abriendo la puerta y golpeando la pared con furia. Lo vi borroso debido a las lágrimas y el aturdimiento, intenté tocarlo, pero tropecé con la mesa y caí de rodillas.
Al elevar mi rostro lo vi envuelto en lágrimas por todos lados. Cerró con fuerza la puerta y me dejó ahí, encerrada y sin comprender nada de lo ocurrido. ¿Por qué Leo había hecho eso? ¿Por qué Demian no confío en mí? Si tan solo me hubiese dejado explicarle. Si tan solo hubiera reaccionado.
Me dejé caer en busca de controlar el horror que me embargaba justo ahora. Todo se había echado a perder.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro