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Confusión

La curiosidad y miedo me consumen mientras transcurren los segundos desde que Demian salió del cuarto dejándome ahí sola. Siento mi cabeza aturdida y desubicada. Me levanto a toda prisa recordando su petición, tomo las llaves que están en el suelo y camino rápidamente para echar llave a la puerta. Al hacerlo, escucho del otro lado su conversación.

Es apenas audible y parece que se han alejado de la puerta, pero por cómo se escucha están en el pasillo muy cerca. Soy consciente de que Demian es quién parece estar hablando justo ahora. Le escucho muy apenas a través de la puerta, reconociendo su voz.

– ¿La dejaste subir? – pregunta Leo curioso. – Eres demasiado estúpido, amigo. Entiende que esa mujer no te ama, solo piensa huir. Va a inventar cualquier mentira con tal de que no la mates.

– Ella dice que mentiste. – asegura Demian ignorando su comentario anterior.

– ¿Ah sí? ¿Qué más te dijo? – pregunta Leo riendo levemente. – ¿Que íbamos a escapar juntos?

– Sí. – dijo Demian secamente. – Quiero una explicación del por qué te acercaste a mi mujer. Y más te vale que me convenzas.

– ¿Qué? ¿Piensas matarme? – pregunta su amigo al parecer un tanto molesto. – ¿Por esa tipa? Yo soy tu mejor y único amigo, no lo olvides.

– Me vale una mierda quien seas. No puedo creer que por tu culpa llegue a ponerle una mano encima. – gruñe Demian molesto. – Dime de una buena vez porque lo hiciste o te juro que...

– ¿Qué? ¿De verdad le vas a creer? – grita Leo molesto. – ¿Cuántos años llevamos siendo amigos? Dime

No existe respuesta a aquella pregunta y mis nervios se ponen de punta al escucharlos discutir de esa manera. Miles de escenarios con Demian matando a su mejor amigo me atormentan durante aquellos segundos, no deseaba que más sangre manchara sus manos.

– Ocho putos años Demian. Estudiamos juntos, trabajamos juntos. Hacíamos todo juntos y ahora dudas de mí, ¿por ella? ¿por una cualquiera? – dice esto último con molestia y me hace hervir la sangre que me llame de esa manera.

Escucho un golpe seco que hace retumbar la puerta, me estremezco en espera de averiguar hacia quien o con que fue dado el golpe pero no hay más información. Creo que voy a vomitar de los nervios.

– Dime ¿qué planeabas? – cuestiona Demian seriamente. – Y más te vale que te crea. Sabes de lo que soy y seré capaz. No dejaré que nada se interponga entre mi relación con ella. Ni siquiera tú.

– No existe una relación, ¡maldita sea! Ella quería irse de aquí. No te ama, ¡Entiéndelo de una vez! – le asegura Leo y escucho otro golpe más.

– Cállate. Habla ya. – exige Demian. Su voz es severa y fría, apuesto a que frunce el ceño justo ahora.

– Quería desaparecerla. – escupe Leo furioso. – Esto no te conviene. Te ayudé a traerla y encerrarla, te ayudé a borrar pistas. – comienza alzando cada vez más la voz. – Te ayudé a deshacerte de la anciana y ¿me pagas con esto?

– Lárgate. – murmura Demian. Quisiera verle la cara ahora mismo y saber que facciones hace. Su voz suena tan neutral y firme que me atemoriza su falta de sentimientos en un momento así. – Y más te vale no hablar, no olvides que poseo información de tus crímenes.

– No me iré de aquí porque tú quieras. – ríe amargamente su amigo. – Eres un imbécil. Te dije que podría ayudarte y a cambio no he recibido nada.

– Te deje muy en claro que ella solo es mía. – advierte Demian, furioso y afectado por ese comentario. -No es un capricho, la amo. No es una de esas chicas a las que mataste, Leonardo.

– De verdad crees que te amará, ¿no es cierto? – escupe Leo amargamente. – Creí que entendías que esto solo se trataba de traerla, cogértela y matarla. Así de simple.

– Cállate. – amenaza Demian con voz contenida. Se escucha de verdad furioso. – Lárgate antes de que me arrepienta de dejarte vivo.

– Oh no. No me iré sin recibir nada. No supiste como tratarla, ni cómo hacer las cosas más fáciles para todos. – dice Leo ahora más cerca de la puerta. – Ya me cansé de este juego estúpido. La vamos a usar como lo que es y después irá directo al basurero.

– Ni se te ocurra dar un paso más. – amenaza mi secuestrador con coraje. – No me obligues a matarte.

Escucho en ese momento un golpe más y después de este otro par aún más fuertes. Puedo percibir un forcejeo entre ambos y luego algo cayendo con fuerza al suelo. Mi corazón se acelera en una carrera desenfrenada y el miedo se apodera de mi sistema.

Las llaves entre mis manos tiemblan dudosas, ¿qué debería hacer? Salir y ayudarlo parecía una pésima idea, seguramente él podría encargarse solo. Debía obedecerle y aguardar a escucharlo para abrir la puerta, tal y como me lo había pedido.

Mis ansias aumentaban conforme escuchaba los golpes contra los cuerpos del otro y al no tener una visión clara, solo podía imaginar que Demian era quien iba ganando. Antes podía haberme sentido mal por Leo, pero tras sus palabras y confesiones me daba asco pensar en las veces que estuve muy cerca suyo.

Escucho los forcejeos aumentando de nuevo y luego un golpe contra la puerta que me arrebató un grito ahogado, ocasionando que por la impresión saltara y cayera sobre mi trasero, arrojando las llaves a un lado.

Me quedé quieta en el suelo, sintiendo como del otro lado de la puerta dos grandes chicos fuertes se peleaban horrible y seguramente, uno moriría. Ese pensamiento me heló la sangre, las dudas y el temor a que fuese Demian el que no pudiera con aquello parecía ser imposible.

¿Verdad? Quería creer que todo saldría bien para ambos.

Deseaba creer que pronto él estaría conmigo y acabaría todo esto, estaríamos juntos y las cosas podrían mejorar. Después de todo le había convencido de dejarme ser libre. Sabía que tendríamos que inventar una muy buena historia para cubrir sus crímenes, pero todo podría ser solucionado por Demian, estaba segura. Nadie tenía por qué enterarse del secuestro.

El otro lado permaneció en silencio unos momentos eternos y después escuché un último golpe rompiendo con la calma. La quietud se detuvo cuando vi como la manija de la puerta se movía bruscamente intentando abrirla, me puse de pie rápidamente. Estaba lista para arrojarme a los brazos de Demian y sentirme tranquila hasta que el tintineo de llaves se hizo presente.

Miré de inmediato las llaves en el suelo y regresé mi vista a la puerta. ¿Él tenía otro juego de llaves no? Tenía miedo, no estaba segura de que hacer. Leo había resultado ser el más enfermo y psicópata de los dos, después de conocer sus verdaderas intenciones conmigo. No quería verlo, no quería que le hiciera daño a Demian. El pánico se abrió paso cuando la puerta se abría quitando el seguro.

– ¿De-Demian? – lo llamé atemorizada.

– ¡Cierra la puerta! – escuché su voz ronca y molesta. – ¡Ciérrala y no la abras!

Corrí hasta tomar las llaves y volví a cerrarla una vez más, ya estando asegurada miré a mi alrededor en busca de algo pesado para atrancar la puerta. Usé un pequeño cajonero a mi derecha para impedir que alguien entrara a la habitación. Mi corazón estaba desquiciado por el temor y el esfuerzo que había hecho.

Tomé al gato y las llaves para encerrarnos en el baño. Lo coloqué en la tina y cerré la puerta de aquel espacio con llave. Mi corazón iba a petar en cualquier momento, mi respiración me fallaba y las manos me temblaban. El animal estaba encrespado y miraba fijamente hacia la puerta. Me senté junto con él en el baño, tratando de escuchar en el exterior.

Pasaron eternos minutos en los que el terror me consumía, quería saber que Demian estaba bien y todo había acabado al fin, pero aquello parecía una pesadilla. Justo cuando creí que nada podía ser peor, la puerta de la habitación fue tirada, pude escuchar los golpes a la puerta y el mueble moviéndose.

Me encogí más en mi lugar, sujetando con fuerza las llaves en mis manos. Unos pasos se acercaron rápidamente al baño y dieron dos fuertes toques a la puerta. Contuve el aliento en espera de su voz.

– Amor abre. Soy yo. – aseguró Demian acelerado.

Rápidamente abrí la puerta, nerviosa y al borde del llanto me arrojé a sus brazos con lágrimas en los ojos. Él me recibió más que contento y besó mi frente preocupado. Traté de mirar por sobre su hombro y logré ver el cuerpo de Leo tirado cerca de la cama. Éste estaba aturdido y se sujetaba la cabeza, en donde un hilo de sangre recorría su rostro, manchando el cuello de su camiseta clara.

– Vámonos rápido. – suspiró el chico frente a mí. Tomé al gato en mis brazos y caminé a paso rápido hasta salir de la habitación. Demian me tomó por la cintura guiándome por donde quedaban los rastros de puerta y muebles por todos lados. – Por aquí.

Me señaló por donde debía pisar y mantuvimos la prisa en todo momento. Caminamos juntos por el pasillo, yo tratando de mantener el equilibrio teniendo al animal a mi cuidado y él mirando mis pasos, sin soltar mi cintura en busca de darme mayor soporte. Intentó sonreírme cuando busqué su mirada, pero lo que pude percibir era una mentira. Lucía cansado y tenía un poco de sangre en sus puños, quería suponer que no era suya. No parecía afectado por la pelea anterior, a pesar de su aspecto que denotaba visiblemente el enfrentamiento tan agresivo.

Apenas toqué el primer escalón para bajar por la escalera, escuché un sonido aturdidor.

El resonar de aquello me hizo girar y ver como Leo sostenía un arma pequeña en su mano mientras sujetaba su cabeza con la otra. Nos apuntaba con ella y ahora su mirada era perversa. Tras aquella detonación de fuego una sonrisa iluminó su rostro de forma enferma. Sus ojos chispeaban en felicidad.

Apenas tuve tiempo de reaccionar cuando al pie de las escaleras sentí que el agarre de Demian se suavizaba. Su cuerpo retrocedió un paso lejos de mí y se desplomó por las escaleras, cayendo estrepitosamente, dando un par de golpes en el proceso. Rodó por los escalones, deteniéndose en la planta baja, inmóvil y en un silencio sepulcral.

Estaba en shock. No podía entender que había pasado.

El gato saltó de mis brazos y huyó lejos de ahí espantado. El ruido lo había asustado tanto o igual que a mí. Mis oídos dolían pero no escuchaba nada, mis músculos se agarrotaron al ver el cuerpo de mi secuestrador tendido en el suelo y el aire apenas y entraba a mis pulmones. Miré de reojo a Leo quién se regocijaba de lo que acababa de pasar sin remordimiento alguno.

Corrí a toda velocidad bajando las escaleras, me arrodillé junto a Demian y traté de tomarle el pulso. El pánico me impedía mantener las manos quietas, me temblaban terriblemente lo que dificultaba la labor de saber si el chico herido seguía con vida. Al no encontrar su pulso, coloqué mi oreja en su pecho.

Escuché su latir acelerado y ese fue un fugaz trago de esperanza que poco a poco se desmoronó al ver la enorme mancha de sangre que tenía en la parte superior de su hombro. El rojo oscuro carmesí se extendía cada vez más sobre el suéter que traía puesto del mismo color.

A este punto yo era un mar de lágrimas incontrolables. Esto era una horrible pesadilla, no podía ser cierto. Esto no podía estar pasando.

– ¿Demian? – le llamé buscando alguna reacción de su parte. Abrió los ojos muy apenas, luciendo más preocupado por mí que por su herida. Sostuvo mi mano con fuerza mirándome de pies a cabeza, intentando ponerse inútilmente de pie. Quería hacer algo por él, deseaba que mi cuerpo me obedeciera, pero ni siquiera mi mente era capaz de procesar lo sucedido.

– Corre. – pidió preocupado. – Vete de aquí yo me encargo.

– No no no... por favor. – supliqué llorando incontrolablemente.

– Las llaves. – señalo éstas en mi mano. – Vete.

Sujetó mis manos para darse impulso y me empujó hacia atrás obligándome a ponerme de pie. Miré a Leo bajando las escaleras con el arma apuntándome. No podía respirar en ese momento. Sentía que iba a desmayarme.

– Ven aquí Fer. – pidió Leo mirándome. – No hagas estupideces.

Su sonrisa permanecía en el rostro manchado con su propia sangre. Ahora era más que obvio, esa mirada enferma era inconfundible. Él lo planeó desde el inicio. Quería matarme y engañar a su mejor amigo, nunca pensó en ayudarme a escapar.

– Vete. – insistió Demian, trayéndome a la realidad de nuevo.

Sujetó el pie de Leo cuando lo tuvo suficientemente cerca y lo empujó para tumbarlo y propinarle un par de golpes más en la cara. Logró quitarle el arma, pero cayó lejos de él. Pensé en ir por ella y ayudarle a matar a ese hombre de una vez por todas, pero su insistencia en gritarme que me fuera me obligo a correr a la puerta.

– ¡Ya vete! ¡Corre! – gritó Demian preocupado. – Ve a casa y espérame ahí.

Me detuve entonces a medio camino y me giré viéndolo propinarle golpes a Leo en el rostro. Me estaba pidiendo abandonarlo e ir a mi hogar, estaba dejándome ser libre.

Ésta era mi oportunidad de escapar al fin, salir de esta casa que tantas veces desee destruir. Aun con todo eso en mente, la aflicción se abrió paso recordándome que Demian estaba detrás de mí, jugándose la vida peleando con un asesino.

"Espérame"

Busqué su mirada estando ya muy cerca de la sala y cuando ambos conectamos, sonrío tratando de sostener el rostro de Leo contra el piso.

– Iré por ti mi amor. – prometió señalándome la salida. – Ahora vete.

Las lágrimas fueron incontenibles en ese momento, las emociones colisionaban internamente. Sonreí esperanzada de verlo muy pronto, de ver a mi familia y mis padres. Corrí nuevamente hasta llegar a la puerta y abrí la primera de éstas con mis manos temblorosas por los nervios.

Entre las varias llaves busqué la indicada muchas veces, ninguna parecía encajar para la segunda puerta. Necesité de un momento para calmarme, respirar y mirar las llaves en busca de una mediana que pudiese encajar en la ranura. No podía actuar estando tan alterada, mis manos se movían como gelatina, impidiéndome hacer una actividad tan simple como abrir una puerta.

Un ruido estalló de nuevo congelándome en mi lugar al momento de que un proyectil impactara con la pared junto a mí. Me estremeció el retumbar del sonido y las llaves cayeron de mis manos ante la sorpresa.

Me giré observando como Leo caminaba cojeando hacia mí, apuntando el arma directamente a mi cabeza. Las piernas se me aflojaron, estaba a punto de desmayarme. Busqué a Demian con la mirada, pero seguramente estaba en el pasillo antes de la sala. El rostro ensangrentado del chico que me amenazaba chorreaba sobre su ropa, siendo su nariz la que peor se veía.

– Leo, por favor no hagas esto. – supliqué. – ¿Dónde está Demian?

– Cierra la maldita boca, estúpida. – gruñe molesto. Se acercó aún más mirándome fija y sorpresivamente riendo sin gracia cuando ya estaba a un metro de mí. – ¿Por qué no pudiste quedarte callada? Lo hiciste todo más complicado.

– Leo por favor. – lloré asustada. Su presencia además de atemorizarme me asqueaba completamente. – No me hagas daño.

– ¡Cállate! – gritó furioso propinándome un golpe en la mejilla con la empuñadura de la pistola.

El golpe fue lo suficientemente fuerte como para derrumbarme al suelo y sujeté el área adolorida con mis manos. Mi vista se volvió borrosa y mi boca se llenó de un sabor metálico desagradable. Me encontraba aturdida ante el golpe tan repentino.

Sin permitirme recomponerme del ataque, estiró de mi cabello hacia arriba y me obligó a levantarme. Sentí el arma en mis costillas mientras me guiaba hasta lo que supuse era la cochera y al caminar en la sala, me detuvo con un jalón a la trenza con mayor fuerza.

– Espera Fer, no podemos dejar evidencia. – dice alegremente. Saca un encendedor de sus bolsillos junto a un cigarro y tras encenderlo da una calada profunda.

Arrojando el humo contra mi cara, suspira ahora más tranquilo. Mis lágrimas me nublan la vista y el dolor que siento es horrible. Me siento confundida y desubicada, Demian no se ha manifestado y comienzo a temer lo peor.

Miro a Leo fumar y tras un par de caladas más, enciende el fuego del encendedor para mostrarme de cerca la llama de color azul.

– Demian cometió muchos errores. – asegura pensativo, como si hablara para él mismo mientras saborea el humo del cigarro por su boca. – Pero te mostraré un verdadero trabajo bien hecho.

– Leo por favor. – repito asustada, temerosa de recibir un golpe más de su parte.

– Shh. – me calla entre risas. – Primero lo primero.

Acerca su mano con el fuego a uno de los sofá y acerca la llama a los cojines que se consumen ante el calor que poco a poco se propaga en el primer sofá. Sigue con el de al lado y después con las cortinas. El fuego entonces comienza a estar en todas partes y al mantenerme tan cerca suyo, me es imposible alejarme del calor.

– Camina. – ordena jalándome nuevamente del cabello para arrastrarme a la cochera.

En este lugar hay dos autos, el primero es un carro hermoso de color negro brillante. Lo rodeamos hasta llegar a un auto color azul que al verlo de cerca, soy capaz de reconocer. Ese auto es el que vi aquel día de mi secuestro, en donde Demian me introdujo durmiéndome.

Observo a Leo buscar sus llaves y abrir la puerta, manteniendo el arma contra mi cabeza en todo momento. Me mira fijamente, tomándome del brazo para arrojarme al interior en el asiento del copiloto y apuntarme a la frente mientras limpia un poco su rostro con el dorso de su muñeca.

– Quédate quieta. – ordena amenazante.

– ¿Dónde está Demian? ¿Lo vas a dejar aquí? El fuego... – me muestro preocupada por mi anterior secuestrador.

– Él no vendrá. – advierte molesto. – Ahora cállate y déjame atarte.

– ¡No puedes dejarlo aquí! – comienzo a desesperarme y me obligo a mantener la calma.

– ¿Quieres apostar? – sonríe mientras saca un par de cuerdas de la guantera. – Además, sólo era un estorbo. – dice molesto.

– No. ¡No me iré sin él! – grito tratando de empujarlo para correr. Necesito ir por Demian, saber que está bien.

– Quédate quieta. – gruñe Leo propinándome un golpe en el rostro nuevamente.

La claridad se difumina rápidamente y siento como la pesadez me sumerge en la inconsciencia. La fuerza con la que tiré hacía adelante es la misma con la que me regresa la fuerza de su puño. Mis extremidades se aflojan y caigo en el asiento nuevamente, desplomándome en el interior del auto. El olor a humo y un inmenso calor son lo último que siento y veo al caer ante Leo.

Demian me necesitaba, tenía miedo por él, por lo que Leo haría conmigo y el final de mi vida. Después de todas sus palabras estaba más que claro que moriría en sus manos. Me sentía horriblemente confundida, no solo por su traición. Estaba asfixiándome la idea de que Demian estuviera muerto, no sabia como reaccionar ante esa posibilidad, deseaba con todas mis fuerzas que no fuera real.

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