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Capítulo 7: Las tareas del Comité de Eventos

Nuevamente estuvo todo el grupo reunido dentro del centro, intentando decidir en qué se entretendrían próximamente. Y Elijah una vez más se esfumó, estaba demasiado cabreado como para permanecer por mucho más tiempo alrededor de esa gente de su desagrado. Ruth y Jenny de repente se encapricharon con el tema de la fiesta del sábado. No paraban de hablar sobre todos sus preparativos. A continuación torturarían a los chicos obligándoles a ayudarlas con sus vestuarios para la fiesta, irían de compras.

¿A qué hombre con niveles vastos de testosterona le gustaría que las mujeres lo arrastrasen de compras? Pues así mismo se sentían sus tres amigos.

Las chicas inspeccionaron todos los pasillos y perchas del interior de la tienda, se cargaron los hombros con prendas y varios calzados. Entraron en los probadores para comenzar a lucir cada atuendo y así recibir la opinión de ellos. Denzel hizo acto de presencia en la tienda dejando sorprendido a Baek que de inmediato se posicionó a su lado. Al fin alguien con quien se sentía cómodo.

—Hey bro. —saludó el trigueño chocando los puños.

—Denzel bro, qué bueno que llegas —Lo abrazó. El chico saludó con la mano a los otros dos—. ¿dejaste el puesto solo?

—No, es mi cambio de turno —observó el entorno y se extrañó de no ver a la pelirroja por ahí—. ¿Exactamente qué están haciendo?

—Las chicas están probándose ropa y las estamos esperando. —contestó mostrando hastío.

—¡Cool! Quiero ayudarlas a elegir. —se mostró entusiasmado y de inmediato los demás le miraron con extrañeza.

—Genial, ¿qué tal si te quedas tú aquí por mí? —insinuó Colum con ironía.

—Hombre, ¿cómo te puede gustar esta tortura? —comentó Jhonny con una pregunta retórica.

A Colum le desagradaba el tener que estar ahí dando críticas de moda y esperando por ellas. Así que este era el momento en el que Baek iba a aprovechar y se iba a lucir.

—Chicas salgan ya, estoy ansioso por verlas. —expresó un fingido interés para emocionarlas.

—Cosa, tú siempre ayudándome en todo. —El susodicho sonrió triunfante.

Las chicas salieron de los probadores, luciendo cada una un atuendo despampanante y sacador de suspiros. Jenny vestía con unas sandalias de tacón negras; una elegante blusa atigrada con un nudo en el medio de ambos pechos y abierta hasta mostrar los hombros, de mangas largas; y un corto short mezclilla ajustado a su cuerpo. Ruth iba con un pantalón mezclilla ajustado y de tiro alto; unas finas botas negras; para la parte superior una blusa corta negra que mostraba un precioso y provocador encaje desde el pecho hasta las hombros dejando a la vista su cuerpo más allá de lo que nunca antes lo había mostrado.

Baek tragó saliva y parpadeó repetidas veces mientras procesaba lentamente a la Ruth Quinn que tenía ante sus ojos en ese instante. Una Ruth que en esos diez años de amistad nunca había conocido y que tampoco pensaba que llegaría a conocer. Él sabía que su amiga era linda, y que casi toda su belleza era enclaustrada bajo la retrógrada vida que le habían impuesto sus padres, pero jamás pensó que ella tuviera dentro de sí semejante grado de sexapil escondido. Por un segundo desvió su mirada de encima de ella y su vista chocó con Jenny de pie esperando a que expresaran una opinión referente a su aspecto.

Oh cierto, Jenny también estaba ahí.

Jhonny emitió un chillido ahogado al verlas y aplaudió por ellas. Denzel mostró su encanto infantilmente, las observaba con adoración dando palmaditas y pequeños saltitos. Obvio que ninguno de ellos quedó exento de los encantos de estas dos chicas.

—Ruth, querida, ¿te puedo hacer mía? —expresó Colum de forma socarrona sintiéndose cautivado.

Baek al escuchar eso inmediatamente salió de su embeleso y le dedicó una mirada asesina para luego levantar con velocidad la palma de su mano fingiendo estar a punto de golpearlo.

—Calla tu sucia boca, mal parido. —escupió las palabras.

—¡Solo fue un chiste! Cálmate por Dios. —reprochó el susodicho.

Pero no, Baek sabía que en el fondo eso no era ningún chiste. Que ese comentario burlesco y que ahora todos dejaban pasar desapercibido se podía volver realidad en un abrir y cerrar de ojos. Esa posibilidad en su cabeza le atormentaba. Ruth solo supo reírse de los comentarios pasados de tono de Colum y de la actitud sobreprotectora de su mejor amigo.

Ay si ella supiera...

—Pero qué pedazo de amiga tengo madre mía. —exclamó Baek apreciando a la chica—. Cosa, eres preciosa...

Ruth emitió una risita— Gracias...

—¿Y yo? —espetó Jenny sintiéndose totalmente desatendida.

—Jenny estás preciosa también, tengo a la melliza más bella del mundo. —Ella no buscaba precisamente la opinión de su hermano.

—Sí Jenny, estás guapísima... pero no lo suficiente —Saltó Denzel muy inspirado para dar su argumentada crítica de estilo—, puedes estarlo más aún. Esa blusa es perfecta, elegante, provocativa, además de que combina muy bien con tu acaramelado color de piel. Pero ese short definitivamente no, le quita toda la elegancia a tu atuendo.

La chica se quedó atónita con tan elaborado criterio y observación deductiva de lo que está bien y lo que está mal en su aspecto. Y por un segundo analizó el hecho de que no sabía quién era ese chico y cuándo había llegado, porque antes de entrar en el probador él no estaba ahí.

—¿Y tú eres...?

—Denzel —se apresuró a responder con una amplia sonrisa simpática—: Mira... —se acercó a ella y la tomó por los hombros mostrando confianza—: ve allá dentro y cambia ese short por un pantalón tubo, y las sandalias por unos tacones de 8 cm.

Jenny asintió repetidas veces— Tú sí que sabes de moda. —Este le regaló un guiño.

La morena asintió una vez más antes de regresar presurosa al probador. Ruth se observó a sí misma nuevamente y formó un mohín con su rostro mostrando algo de decepción, gesto el cual llamó la atención de Baek:

—¿Qué pasa, Cosa?

—Mmm, nada solo que tendré que olvidarme de este top que me gusta tanto y usar cualquier otra cosa más recatada. —confesó desanimada.

—¿Por qué harías eso? —inquirió Colum.

—Sus padres... —se apresuró a responder el peliblanco jugando con el piercing de su labio.

Ella asintió— Exacto...

—No te dejan usar ropa así, ¿por qué? ¿son evangélicos? —Jhonny le tomó una foto con su cámara rápidamente—: por si no la usas en la fiesta, tener el recuerdo.

—No, gracias a Dios no lo son. —respondió la pregunta referente a la religión de su familia.

—¿Le agradeces precisamente a Dios el que tus padres no crean en él? —Denzel hizo un pequeño análisis de las palabras de la chica y se sintió confundido. Todos rieron— ... qué loco.

—Cosa —Este le llamó y ella le prestó atención—. No te preocupes por eso, yo te ayudaré a usar esa ropa sin que tus padres se enteren. —le regaló un guiño y ella con mucho entusiasmo le abrazó.

—¡Chan Chan Chan! —Jenny hizo anuncio de su aparición ahora ya cambiada con las recomendaciones del trigueño.

—Waoo... —El susodicho aplaudió por ella observándola con total aprobación.

Jhonny tomó una foto para su hermana— Mi morenita... —halagó este con un característico cariño fraternal.

—Jenny te ves genial. —apoyó Ruth y luego los otros dos chicos se le unieron.

•••

En el interior del gimnasio del Instituto, Ruth se mantenía sentada en las gradas. Esperaba pacientemente a que los miembros del Comité de Eventos se acomodaran para organizar su pequeña reunión. Había decidido seguir el consejo de Baek y unirse al Comité de Eventos. De todas formas no parecía tan malo, se veían como un buen grupo además de que entre ellos se encontraba Ezra el cual suponía que le podría dar algo de apoyo. Era eso o que sus padres tardaran solo una semana más en obligarla a volverse la "secretaria" de cada profesor, unirse a algún club de literatura o de ciencias; le gustaba leer pero sinceramente ya estaba harta de los clubs de literatura o de cerebritos con anteojos durante toda su vida escolar.

El Comité estaba dirigido por la mejor profesora de arte del colegio y otros cuatro estudiantes de diferentes años y habilidades artísticas. Ruth no era muy del arte que digamos pero sus dos años en un taller de teatro en el pasado les debía de dar algún uso en el presente. O sea, vagamente podía actuar pero lo que mejor se le daba era el trabajo de guionista, eso serviría para algo ¿no? Los susodichos se sentaron en sus sillas en el centro del gimnasio formando un círculo. A excepción de Ezra que fue encomendado a ir a buscar a la pelirroja para que de una vez comenzara con su pequeña presentación.

El rubio se dirigió a la base de las gradas y desde allí le dedicó una simpática sonrisa para entonces indicarle con un ademán que ya se podía acercar a la reunión. La chica se encaminó hacia ellos, y un poco nerviosa por lo que estaba próxima a hacer tomó asiento entre los demás y así presentarse formalmente y explicar las posibles razones por las cuales sería buena idea que la aceptasen en el Comité. Al concluir sus ojos se posaron sobre Ezra buscando alguna opinión inmediata, y este le respondió con un guiño y pulgar arriba. Por lo visto, sí tenía el apoyo de Ezra.

Una vez más se vio obligada a esperar otro rato, esta vez para que pensaran su deliberación. Finalmente aceptaron su admisión —más por la influencia de Ezra que por otra cosa—. Todo el tiempo durante la reunión se mantuvo intentando conocer a cada miembro y de ponerse al tanto de sus actividades. Ya finalizada la reunión, el rubio se ofreció muy amablemente a acompañarla por los pasillos en busca de los casilleros antes de que sonara el timbre e iniciara otro turno de clases. El chico se encargó de entretenerla con sus buenos comentarios y dulces actos de chico alegre y encantador con esos anteojos acompañados de oceánicos ojos que juntos gritaban un mar de buenas intenciones.

A Ezra que lo compre quien no lo conozca, él también estaba moviendo las fichas para que esa jugada se abriera a su favor.

En El Clan ninguno actuaba sin intenciones. Nin-gu-no.

—Entonces Ezra, ¿exactamente cuál es tu trabajo dentro del Comité? —preguntó ella manteniendo activa la conversación.

—Audiovisual. —respondió con una amplia sonrisa contagiosa.

—Qué bien. —dijo con sorpresa.

—Pues sí, mi trabajo es grabar y editar todo lo que escribas en los guiones... o enfocar la cámara en ti todo el tiempo que desee. —agregó el último comentario en un tono bajo y dedicándole una mirada comprometedora a la chica.

Ese comentario no pasó desapercibida para Ruth, lo captó por completo mejor de lo que capta tu móvil la señal del wifi. Ella no supo responder velozmente esa indirecta, se quedó analizando el hecho de que en ese instante Ezra había pasado de ser un compañero y amigo de su mejor amigo, a ser un chico con segundas intenciones.

Eso para ella era ¿bueno o malo?

En ese momento se puso a pensar en Colum, en que él también tenía unas pretensiones muy evidentes hacia ella y hasta cierto punto le estaba correspondiendo. ¿Estaría bien corresponderle a los dos a la vez? ¿Eso sería decente? o ¿Eso sería ir más allá de lo que estaba acostumbrada a hacer?

Sí, definitivamente sería lo tercero.

El rubio notó la incomodidad de la chica y decidió él mismo apartar de la conversación su propia indirecta. En realidad ella no estaba incómoda con él, Ruth incluso podía ser capaz de corresponderle pero en ese preciso momento se encontraba procesando un debate mental consigo misma. Llegaron al casillero de la chica y apoyaron sus hombros contra estos. Él le mostró una jovial sonrisa por vez milésima y le dio otro rumbo a la conversación:

—Ruth... —mencionó mientras ella abría su casillero—: quería pedirte un favor, ¿podrías llevar estos documentos por mí al Club de Música después de clases? —le extendió una carpeta con varios papeles que llevaba bajo su brazo.

—Claro. —Ella los tomó sin problemas y los guardó en su compartimento.

—Son tareas del Comité de hecho, solo debes entregarlo a cualquiera que encuentres allí —La pelirroja asintió—. Ah cierto, lo olvidé... también busca al capitán del equipo de fútbol e infórmale que debe ir a organizar la fecha del partido con la jefa del Comité, ¿puedes hacer eso?

—Tranquilo, yo lo hago.

El timbre resonó y todos los estudiantes comenzaron a moverse como hormigas locas dirigiéndose a sus salones de clases. El rubio se acomodó los anteojos una vez más para luego dar media vuelta e ir hacia su deber, Ruth hizo lo mismo, pero él lo pensó mejor y antes de dejar pasar esa oportunidad se giró sobre sus talones y la agarró del antebrazo con delicadeza. Ella le miró expectante y él esbozó una tímida sonrisa que para la chica resultó tierna.

—Ruth... yo... eh, yo quería preguntarte si podíamos vernos hoy después del colegio —confesó mostrando un poco de inseguridad y respeto—, ¿qué crees?

La pelirroja esbozó una sonrisa apenada— Lo siento Ezra, hoy no podré.

¿Por qué no, Ruth? Porque esa tarde ya tenía planes con Colum.

—Oh, ok, entonces ¿en otra ocasión?

La chica asintió en respuesta y se despidieron rápidamente, llegarían tarde si no se daban prisa. Ezra dobló en la esquina del pasillo y se tropezó con Elijah apoyado contra los casilleros con las manos guardadas en los bolsillos del pantalón. Al parecer el pelinegro llevaba tiempo escondido ahí observándolos.

—¿Qué pasó Ezra? ¿Tus anteojos están perdiendo el encanto? —se mofó como de costumbre con una sonrisa maliciosa

—Vete al diablo Elijah...

•••

—¡Jenny! —La morenita volteó y encontró a la pelirroja a unos metros de ella en el pasillo—. Ahora tienes entrenamiento con las porristas ¿verdad?

—Sí, de hecho voy a cambiarme de uniforme.

—Llévame contigo porque tengo que ir a ver al equipo y no sé cómo encontrarlos.

—Claro, ven.

Ruth acompañó a su amiga hacia los vestidores y luego esta la condujo al campo de entrenamiento. A Jenny en verdad que le lucía estupendo el diminuto uniforme de las animadoras del equipo. Atravesaron la gran puerta al final del pasillo y se encontraron con un amplio césped con gradas al fondo. Un espacio era ocupado por algunos alumnos que recibían su clase de educación física; hacia otro sitio más apartado se encontraba el grupo de porristas practicando sus acrobacias con un terreno considerable reservado para ellas. Y todo el centro del campo era ocupado por atléticos jugadores del equipo de fútbol, vestían con sus uniformes en representación del Instituto y habían cascos por todo el alrededor, entrenaban de un lado a otro con verdadero esfuerzo. Aunque había uno que otro jugador que andaba deambulando como inútil fingiendo entrenar.

Jenny al dejar a Ruth ubicada dentro del terreno, ya cumplido su deber, se retiró con sus compañeras de entrenamiento. A la pelirroja casi se le pega la barbilla al césped al vislumbrar a Keanu dentro del equipo. Claramente sabía que él era jugador de ahí pero no esperaba encontrarlo en el estado en que lo encontró.

Estaba al frente del resto de sus compañeros, observando con detenimiento los movimientos de cada uno de los chicos, con el silbato entre los labios y los puños sobre sus caderas. Y lo más importante... sin camisa.

SIN CAMISA.

La fisonomía de Keanu clasificaba perfectamente para el libro de biología como ilustración de todas las partes del tejido muscular del hombre, ¡madre mía!

¡Qué cuerpazo! Dios lo bendiga.

Espera... ¡¿Keanu era el capitán del equipo?!

Pues todo parecía indicar que sí, su comportamiento era exactamente como el de todo un líder. Ruth después de haber analizado —y sobre todo observado— esa situación unas cien veces se decidió a avanzar hacia él con pasos poco firmes. A unos metros antes de llegar él volteó su rostro y su mirada se concentró sobre la de la pelirroja. Instantáneamente su semblante dejó de ser severo y analítico para entonces ladear una pícara sonrisa acompañada de unos marrones ojos melosos y girar su cuerpo hacia ella. Dedicando toda su atención sobre ella. Ruth se posicionó en frente suyo y esbozó una pequeña sonrisa, el silbato de Keanu se escapó de sus labios y rebotó contra su pecho sudado y bronceado.

Ay su pecho...

Ruth mírale a la cara.

A los ojos, no... tiene una mirada muy potente.

A los labios... no, ni se te ocurra, son carnosos, además de que te va a malinterpretar.

A la nariz, ajá eso es, la nariz es el punto de concentración perfecto.

—Hola muñequita. —pronunció bastante parecido a un ronroneo.

La chica se aclaró la garganta— Hola Keanu.

—Me gustaría decir que estás aquí solo porque deseas verme... —Esta le miró hundiendo las cejas con total extrañeza—: pero sé que no es así, entonces ¿qué necesitas?

—Ya veo que eres el Capitán.

Este emitió una risita— No, no lo soy. —Ella puso los ojos como platos pero volvió a su semblante anterior rápidamente.

—Ah ¿no lo eres? ¿y quién lo es?

—Otro chico, él y el entrenador se tuvieron que ausentar hoy. Yo solo estoy de suplente.

—Ahhh.

—Quisiera poder atenderte con más comodidad pero estoy bastante ocupado, no los puedo dejar solos... ¿qué necesitas, Ruth? —cuestionó por segunda vez, ahora un poco más enseriado pero sin perder el encanto.

—Mmm, tengo algo que decirle al Capitán, pero ya que no está...

—Dímelo a mí. —Cruzó sus brazos sobre su pecho en una postura dominante.

—Es para el Capitán...

Este bufó por un segundo— Muñequita... yo sustituyo al Capitán, y le informaré de lo que sea que le tengas que decir.

—Oookayyy —exclamó ya convencida—: dile que tiene que ir lo más pronto posible a organizar la fecha del partido con la dirigente del Comité. —Esta finalizó con una amplia sonrisa.

—Quédate tranquila que yo le digo. —Le guiñó un ojo y volvió a dirigirse hacia sus compañeros a base de llamamientos con el silbato.

La pelirroja volteó sobre sus talones para retirarse del campo, ahora debía cumplir con su otra tarea, el Club Musical. Antes de llegarse allí primero fue hacia su casillero para tomar dicha carpeta con papeles. Al entrar al salón observó frente suyo una amplia gama de instrumentos musicales, todos organizados en su sitio y las luces apagadas quedando solo la casta iluminación del atardecer que se adentraba por los grandes ventanales. Nadie se encontraba allí dentro pero sin embargo una melodía resonaba en los oídos de la chica, y no era una música grabada, la estaban tocando en ese preciso momento. Pero si allí no había nadie, ¿de dónde venía?

Lo que sonaba era un piano, produciendo una melodía melancólica y apaciguadora, capaz de atraparte en una inmersa soledad sin razón alguna. La pelirroja miró por los alrededores para encontrar de dónde provenía y vislumbró una luz tenue que se asomaba desde la habitación contigua. Caminó lentamente hacia allí, sin querer que el sonido de sus pasos interrumpiesen el ritmo de aquella sombra musical. Expectante a lo que pudiese encontrar al otro lado, atravesó la entrada de dicha habitación y a su derecha vio aquel imponente piano color vino y al susodicho que tocaba las notas musicales con sus dedos ágiles que parecía no querer prestar atención a nada más allá de su arte. Una pequeña lámpara en la parte superior del piano era el único rayito de luz dentro de esa habitación oscura, permitiéndole así poder reconocer a la sombría figura sentada en el banco frente al gran instrumento.

Elijah.

El chico parecía fundirse con la tristeza de la canción convirtiéndose en uno solo. Además de que su entero aspecto le aportaba a esta mayor oscuridad y dolencia. Elijah ni por un momento posó sus ojos sobre ella y solo mantuvo impertérrito su semblante serio y ensombrecido por la negrura de su cabello y la poca iluminación del salón. Ruth se limitó a posicionarse a un lado del piano sin emitir el más mínimo ruido, rendidamente cautivada por la espeluznante magia de su música.

—¿Conoces la canción? —preguntó este aún sin apartar toda su atención de sus dedos y las teclas.

—No. —pronunció en un tono muy bajo.

—Se llama «The Sound of Silence»... por Simon & Garfunkel. —agregó manteniendo el mismo tono serio de siempre y sin parar de tocar.

Ruth no conocía ni a la canción ni a su autor, pero no pudo dejar de admitir que en ese instante estaba siendo vencida y embelesada por el poder encantador de deleitar sus oídos con tal pieza de arte, observando al músico como una representación de su canción, y para colmo lo hacía mientras disfrutaba de una buena información de cultura. Hechizada en otras palabras.

—Simon se inspiró en componer esta canción en una ocasión en que estaba solo en su baño oscuro con un silencio sepulcral y el único sonido que le acompañaba era el del agua corriendo por las tuberías. Ese es el sonido del silencio... o más bien, de la soledad —comentó como todo un intelectual con gran oratoria y baja emoción—. Soledad es todo lo que significa esta canción.

Elijah conocía los efectos que provocaban sus acciones, no se comportaba así por mero gusto o suerte del destino. A todas las mujeres le gustaban los hombres misteriosos, los intelectuales y altamente reservados a la vez, con postura dominante y que mientras más los conoces más descubres; ese tipo de encanto masculino nunca fallaba. Y pues era exactamente eso lo que estaba aplicando a la joven en ese momento, ilesa no saldría. La pelirroja luego daría media vuelta y se marcharía de allí con una inquietante y creciente curiosidad hacia todos los misterios tentadores del pelinegro, él lo sabía.

Nunca confíes en las personas reservadas, ni mucho menos en aquellos que parecen mostrarlo todo pero en realidad no muestran nada... suelen terminar siendo la perdición del prójimo.

Entonces Elijah fue deteniendo la música lentamente hasta terminarla por completa. Cerró la tapa de madera del piano y con elegancia se puso de pie, para luego con velocidad apoyar las palmas de sus manos sobre esta y colocar su rostro carente de emociones lo más cerca posible de Ruth, con su mirada pesada sobre ella.

—¿A qué viniste pelirroja? —preguntó en un tono seco con su voz ronca.

—Eh... yo vine... yo solo vine a entregar estos papeles a cualquiera del Club Musical. —contestó mostrando poca firmeza.

Este asintió— Ok —Extendió su mano para que le entregara los papeles.

Elijah los tomó y se le quedó mirando fijamente esperando a que ella hiciera algo. Ruth se alejó un poco hasta la entrada y antes de salir le dedicó una última mirada:

—Adiós...

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