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EPÍLOGO

HABÍAN PASADO AÑOS, CASI 7 DESDE QUE MAYRA HABÍA DEJADO TAILANDIA PARA CONVERTIRSE EN UNA PATINADORA PROFESIONAL EN ESTADOS UNIDOS, HABÍA ESTUDIADO EN PARALELO EN LA UNIVERSIDAD DE STANFORD pedagogía en educación diferencial, pero nunca la ejerció realmente. Había vuelto a Tailandia luego de años porque le había llegado la invitación del matrimonio de Somchai y Gorya. Estaba cambiada, su cuerpo de adulta se adaptaba perfectamente al vestido floreado que le habían asignado como dama de honor, la boda había sido todo un éxito, los F4 ni siquiera habían hecho un acto de presencia en el ambiente, fuera de no haber sido invitados ni mencionados, de hecho, seguían siendo un emblema en la sociedad tailandesa pero simplemente en un circulo tan cerrado como los negocios.

Sin embargo, una de sus últimas noches en Bangkok había recibido una invitación anónima a un restaurante, el mismo restaurante donde ella había celebrado su cumpleaños gracias a Kavin, el mismo en donde había sido besada por primera vez... eran tantos recuerdos que pareciera que el tiempo volvía atrás.

—¿Hola?—saludó al entrar.

Estaba vacío. Una mesa estaba ahí, decorada con velas encendidas y un par de platos junto a copas, la decoración de Hello Kitty fue infaltable, haciéndola sonreír, pareciera que ese lugar había sido preparado solo para ella, pero su anfitrión no estaba.

—¿Recuerdas que cuando te dije que si te cortabas el cabello, te pediría matrimonio?—una voz a sus espaldas y volteó, girando sobre sus tacones.

Ahí estaba, Kavin... estaba más maduro y fornido sin llegar a ser musculoso, sus gafas eran de un marco delgado, pero no había dejado los tonos cafés atrás, era un hombre elegante.

—Porque crees que decidí llevarlo todos estos años corto—ella sonrió. 

Kavin se arrodilló, la caja de terciopelo negra abierta junto al anillo de compromiso tan bonito y discreto, un pequeño rubí junto a una esmeralda imitaban una fresa tallada.

—Es precioso—ella sonrió cuando él le colocó el anillo.

—Tu eres preciosa—se levantó y la abrazó con fuerza— te he estado apoyando en cada competencia y en cada momento...

—¿Si?

—Si, Mayra... estaba equivocado cuando te deje ir hace años, pero mi mamá...

—Lo sé, yo también me equivoqué cuando me fui y no luché.

Ambos estaban equivocados, pero el amor... el amor suele unir a las personas de las maneras más extrañas y enredadas, y se dice que si lo dejas ir y vuelve, fue porque estaba destinado a ser.




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