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MAYRA ESTABA CON LOS PIES EN LA ARENA EN KOH SAMET, LA ÚLTIMA CITA HABÍA LLEGADO Y CON ESO, LA PLAYA. MAYRA NUNCA HABÍA VISTO LA PLAYA NI HABÍA PISADO LA ARENA, NI SUS PIES HABÍAN TOCADO EL AGUA SALADA... PERO LE GUSTABA, LE FASCINABA. Kavin por su parte, solo la miraba y la admiraba, Mayoree era la viva imagen de la inocencia y la juventud, de la mujer en su estado más puro, y su corazón ardía... porque debía dejarla ir.
—¿Mayra, te he dicho que tu color es el azul?
—¿Te he dicho que sigo molesta por qué no me viste patinar?
—Lo siento, te dije que tuve una emergencia.
—No importa, gané el primer lugar—ella sonrió.
—¿Sí?—Kavin preguntó con una sonrisa cálida— ¿no que ibas a dejarlo?
—Bueno... me di cuenta que dejarlo sería perderme a mi misma.
—¿Entonces, patinaras?
—Sip, voy a las nacionales, ¿no es genial?
—Si, lo es... de seguro ganarás y podrás ir a las competencias internacionales, quién sabe si terminas en Estados Unidos patinando.
—Imposible—ella negó y se sentó junto a Kavin en la arena— ¿entonces, qué haremos hoy?
—Bueno, estaremos un rato en la orilla y luego podemos ir en el yate a tener alguna cena por la noche, en caso contrario, podemos tenerla en la playa.
—Sorpréndeme.
Kavin no hizo más que asentir, definitivamente sorprendería a Mayra y de la peor manera posible, pero era el precio que debía pagar si quería que ella cumpliera sus sueños y no arruinar su vida.
RACCONTO
KAVIN MIRABA A SU MADRE EN AQUELLA CENA EN AQUELLA GRAN MESA DE LA SALA, EL CANDELABRO DE CRISTAL PRODUCÍA PEQUEÑAS LUCES DE COLORES CONTRA LA MESA Y LAS COPAS CON VINO Y AGUA ESTABAN FRENTE A LOS PLATOS CON BISTEC AL ROMERO Y UN PURE DE MANZANA CON UNA SALSA AGRIDULCE, PERO NADA ERA TAN AMARGO COMO COMPARTIR EL MISMO AIRE CON esa mujer. La tensión en el aire podía cortarse con un cuchillo y era difícil respirar, pero ahí estaban, hijo y madre, en "tiempo de calidad".
—Kavin, ¿te gustaba esa niñita, no?
—Mayra no es una niñita, tiene 17.
—Te gusta, ¿si o no?
—¿Qué vas a hacer?
—Como ella no planea renunciar a ti, está en tus manos su futuro.
—No puedes ser así de miserable.
—Tú la harás miserable, yo no quiero que esa mocosa repita mis errores.
—¿Mayra repetir tus errores?, ¿disculpa?
—Oh vamos Kavin, no puedes decirme que estas enamorado de ella y que cambiaste por ella.
—Lo hice.
—No, no lo hiciste y no lo harás, además, ella lo superara.
—Ella no superara nada.
—Si lo hará, así que, tienes dos opciones, la dejas ir y yo le ayudo con becas y contactos para que ella se vuelva una patinadora profesional o, sigues intentando algo con ella y me encargo personalmente de arruinarle la vida a ella y a su familia, además de cerrarle las puertas al patinaje —la mujer bebió del vino— mañana es la competencia, le tengo fé a la chiquilla.
—¿Te gusta verme miserable, no?—Kavin le miró— ¡me abandonaste con mi papá, es tu culpa que yo sea así!
—Oh no, no me eches la culpa de que tu hayas decidido seguir los pasos de tu padre, son dos gotas de agua... ahora, tu decides, su futuro mañana está en tus manos, Kevin.
Kavin se quedó en silencio, mirando a su madre con indignación, echándose un trozo del filete a la boca y lo masticó, estaba molesto porque no podía ser que su madre lo pusiera en esta situación tan incómoda y horrible, pero el no tenía el poder de su madre o de las madres sus amigos para hacer algo. Sus opciones era estar con Mayra y que su madre le forzara a vivir más en la mierda o, romperle el corazón y hacerla cumplir su sueño... nunca supo qué decisión tomar en esa situación, pero solo pensó lo mejor.
—Me queda una sola cita con ella, concédemela al menos.
LAS LUCES LED EN EL YATE ILUMINABAN PARTE DE LAS PAREDES Y LA MESITA DONDE HABÍA UNA CENA PARA DOS, LA COMIDA ERA SIMPLE Y DELICIOSA, DEMASIADO SIGNIFICATIVA PARA DEJARSE INFLUIR POR LUJOS CAROS QUE RESULTABAN BARATOS, sándwiches de crema y fresas, leches de fresa y plátano.
—¿Esto cenaremos hoy?
—Si, realmente si compraba una cajita feliz se arruinaría la estética de la cena.
—Bueno, creo que esta cena es... especial, es nuestra última cita.
—Si... la última.
Ambos estaban sentados uno frente al otro, comiendo los sandwiches de fresa y crema, mientras Mayra miraba a su alrededor, Kavin al miraba a ella, las luces iluminándola y la crema con jugo de las fresas manchaban sus labios, o como sus ojos brillaban por las luces y la emoción... se sintió tonto e impotente, se pregunto algo tan simple como si su camino se cruzaría con el de ella si la apuesta tonta de Thyme no habría existido, pero lo dudaba. Eran de mundos diferentes, no solo por el dinero ni las escuelas, sino, porque Mayra vivía en las estrellas donde alguien como él nunca llegaría, ella estaba fuera de su liga en toda posición posible.
—¿Recuerdas qué me dijiste que si yo quería casarme y yo te dije que éramos jóvenes para eso?
—Mayra...
—Bueno, yo...
—Creo que este tiempo fue bueno para ambos, pero no vamos a funcionar.
—¿Qué?
—Mayra, no eres tú, soy yo.
—¿Qué?
—Vas a irte a Estados Unidos porque ganaste una beca en una academia, ¿crees que una relación a distancia seria sano?
—Pero podemos vernos en navidades o en festividades, podemos hacer llamada...
—Mayra, eres una niña.
—Si ibas a terminarme, podrías no haberme traído a la playa.
—Te prometí cinco citas, Mayra, cumplí mi palabra.
Y el resto de la noche fue la vuelta a casa, Bangkok nunca había sido tan deprimente como esa noche o la mañana siguiente, donde Mayra había tenido viajar a Estados Unidos para cumplir su sueño como patinadora... Y Kavin nunca estuvo tan equivocado al pensar que no funcionarían, porque cuando Mayra se fue, se llevó su corazón también.
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