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EL RESTO DE LA SEMANA HABÍA PASADO TORTUOSAMENTE LENTA, MUCHO MÁS AL no recibir nada de Kavin y viendo los estados de MJ —los cuales había descubierto por error—, sintiendo su corazón roto cada vez que veía a la chica junto a él, le parecía injusto, ella lo había conocido primero... ¿no?
Era viernes, odiaba los viernes porque precisamente debía volver a trabajar, había renunciado a todo luego de lo sucedido en aquel club nocturno y ahora, volvía a estar sola y el dinero que quedaba en su cuenta no iba a durar demasiado, porque realmente necesitaba la mejor terapia: gastar; gastar en lo que sea, pero necesitaba hacerlo.
Había terminado su práctica de patinaje luego de sobre exigirse mucho más de lo que sus músculos estaban acostumbrados, porque era mejor el dolor físico que el emocional que sentía luego del día bastante emocional con Kavin y MJ, aquellos que habían llegado a su vida para agitarla a su antojo y dejarla ahí, como cuando tienes un juguete favorito y al día siguiente, lo dejas olvidado porque tienes uno nuevo.
Entró a la pastelería kawaii mientras que movía uno de sus hombros para aliviar el dolor de este, yendo hacía la puerta que decía "Solo empleados" para proceder a cambiarse, colocándose aquella ropa rosita llena de flores y fresitas —que en lo personal, odiaba en esos momentos—.
—Bien, solo es un reemplazo por unas semanas—se habló, yendo hacía la caja registradora.
Había logrado adaptarse rápido, vendiéndole a parejas o simples chicas que iban a probar platillos estéticamente bonitos pero que se veían no muy sanos —por temas de colorante y químicos—, pero bueno, cada quién con su tema.
Su teléfono había vibrado en su bolsillo, sacándolo para revisar quién había sido el que estaba perturbando su jornada laboral, notando que un correo electrónico—el cuál había descargado hace unos días— había llegado, abriéndolo para ver de que trataba y suspiró al ver que era una propuesta de trabajo, incluso, iba a rechazar la oferta hasta ver el pago... valía la pena ser garzona de un evento importantísimo si ganaba aquello, incluso, se veía que era una fuenge confiable.
—¿Mayra, qué haces revisando su teléfono?—su jefa le regañó.
—Mi hermano me envió un mensaje y pensé que era algo importante, lo siento
—Oh, no te preocupes... —la mujer negó— bueno, hoy puedes irte temprano
—¿Esta segura?
—Eres escolar, tienes que estudiar y todo—llegó a su lado, acomodando los pasteles de manera perfecta en el mostrador— se que eres joven y necesitas dinero, pero también mereces estudiar y descansar
—Esta bien, muchas gracias
—Antes de irte ve a mi oficina, ¿si?—le habló la mujer— voy a pagarte cada día como si fuera una jornada completa
—¿Por qué...
—Porque se que es difícil estudiar y trabajar, yo también fui como tú—palmeó su hombro— considéralo una pequeña ayuda, además, tú estás haciendo mucho más que ayudarme en este lugar
Y asintió, procediendo a seguir atendiendo a clientes, despejando su mente de los problemas.
CAMINABA POR LAS CALLES TRATANDO DE BUSCAR ALGO DE LO CUAL PUDIERA distraerse y evadir el volver a casa, entrando a aquella tienda de conveniencia donde estaban sus sandwiches de crema y fresas que hace tiempo no comía.
Apresuró sus pasos cuando entro al refrigerador de los sándwiches, sintiendo como si tuviera un reloj de arena en el cerebro que le indicaba que no llegaba antes de tiempo ya no habrían sándwiches.
—¿Qué?—lloriqueo notando que estaba vacío la sección de los con fresas.
Fue al mostrador con sus ojitos picando dispuesta a reclamar por sus pancitos solo porque justo cuando los quería, el universo se lo había negado.
—¿Sabe qué paso con esos sándwiches de crema y fresas?
—Un joven de chaqueta se los acaba de llevar
—¿Un joven de chaqueta se los llevó todos?—repitió como pregunta— ¿por qué lo dejo hacer eso?
—Bueno, porque los pagó, simple
—¿Y no le quedan?, ¿no repondrá?
—No hasta mañana, así que, para la otra, sea más rápida y ya—se encogió de hombros.
Suspiró guardando todo tipo de comentario para abandonar aquella tienda, frustrada, sentía que el mundo le odiaba.
—Si sigues arrugando la frente así, te saldrán arrugas—escuchó a MJ hablarle con ese tono bromista.
—¿Y a ti qué te imp-¡tú compraste todos los sándwiches!—le golpeó el pecho con su índice, gruñendo furiosa.
—Tranquila fiera—levantó los brazos en muestra de inocencia— solo te hice el favor de comprarlos todos, sin que gastarás un centavo
—No necesitaba que tú...
—No pude estar para tu cumpleaños y como se que no te gusta celebrarlo, dejemos que estos sandwiches y estas leches de fresa sean nuestras bebidas y pastel—sonrió en grande elevando la bolsa, tomando su mano para ir hacía su moto— iremos al mismo parque de la noche pasada, más que nada, será nuestro lugar
Nuestro lugar. Aquellas palabras inocentes le hicieron hacer un puchero involuntario... ¿cuántas más tenían lugares con él?, ¿ella tanto tendría uno con él?
—Estas muy callada hoy, ¿no crees que deberías al menos decirme algo sobre mi cabello?, hoy no traigo el "palanca de camión"
—Ni me había fijado—mintió.
MJ se veía muy bien con su cabello suelto, resaltaba sus facciones afiladas y masculinas que le volvían loca.
ESTABAN EN EL PARQUE MIENTRAS QUE MJ SUJETABA UNO DE LOS EMPAREDADOS DE CREMA CON FRESAS que tenía una vela en forma de hueso que decía "Feliz cumpleaños a mi perro".
—Primera vez que alguien me canta feliz cumpleaños con una vela para perros, ¿me estás tratando de decir algo con esto?
—Era la única vela que había en esa tienda—se excusó— ¿puedo cantarte o...
Y Mayra sopló la vela antes de que él terminara de hablar, tomando un sándwich y comenzar a comerlo, haciéndole reír.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste por ella?
—¿Hmmm?—preguntó masticando, haciéndose la desentendida.
—La chica que había conocido, se llama Lawan
—Mmmmm....
—Si bueno, te dije que ella era genial y...
Y dejó de escuchar, agradeciendo que las farolas no iluminaran lo suficiente, porque estar enamorada de MJ dolía y sobre todo, porque había alguien más en su corazón.
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