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Cap. 3 - Despierta, Edalyn.

—Cuídala, mi niña.

Otra vez su suave voz me hablaba.

Otra vez me pidió que la cuidara.

Otra vez vi en primera fila como es que no la pude proteger.

—Lucía... —llamó Amelia en un suave tono, muy atípico de ella, pues no deseaba hacer un escándalo para despertar a la morena sentada en la fila de silla pegadas contra la pared del pasillo, menos sin un señor de bata y estetoscopio las esperaba—. Hey, Lucía... —Golpeó sus cachetes con su dedo índice, y esta vez Lucía, con baba cayendo y un ojo torcido de dormir más de una hora con la cabeza colgada, despertó.

—Mamá... —balbuceó la morena, reincorporándose al instante en su asiento.

—Cerca. —suspiró Amelia, chasqueando cerca su rostro para hacerla espabilar—. Vamos, alguien de bata quiere hablar contigo.

—Oh, rayos... —Lucía se reincorporó de golpe, escapando del sueño producto de esperar más de un par de hora por noticias de Edalyn—. Por favor, doctor, deme buenas noticias.

—Tranquila, Lucía. —susurró Amelia, sin miedo de tomar su mano para tranquilizarla lo más que puede.

—Su madre Edalyn Clawthorne está estable, pero aún no despierta —notificó el doctor de mostacho, voz ronca y cliché estetoscopio rodeando su cuello, además de una pequeña libreta—. Lo que tuvo fue un súbito ataque epiléptico, también se golpeó la cabeza reiteradamente contra el suelo y algunos partes del auto donde la trajeron. Tuvimos que vendarla... solo queda esperar. —Lucía suspiró sacándose toda la angustia de encima, y la peliverde soltó su agarre al sentir que todo esto quedaría como una simple anécdota, hasta que notó que las expresiones serias del señor de bata no desaparecían—. Dígame, ¿su madre consume algún medicamento o ha sido víctima de alguna adicción el último año?

—Mi... —La pregunta cayó de sorpresa para la morena, lo que la descolocó más fue el hecho de casi responder usando las palabras: "mi madre"—. EJEM. Ella toma esto para dormir, pero la mayor parte del tiempo no le funciona.

Lucía sacó su celular y enseñó los último diez mensajes de texto que le mandó Eda, donde le indicaba que trajera algunas de sus habituales pastillas para dormir.

—Ya veo, y supongo que abusó del medicamento sin receta. —Bastó que la morena siseara culpable. Con el hecho, casi se confirma la razón de la caída de Eda: sueño y automedicación excesiva que hizo un desastre en su cerebro.

Ahora venía la parte difícil.

—Dígame, señorita Clawthorne...

—Me apellido Noceda.

— *Cof* Blight *Cof* —masculló Amelia entre una imperceptibles y falsa tos.

—... ¿Ha visto cambios repentinos en el aspecto de su madre? —preguntó el doctor, haciendo clic en su pluma para apuntar las respuestas—. Ya sea en el rostro, brazos o... ¿mamas?

— ¿Insinúa que veo a Edalyn desnuda con regularidad? —Lucía alzó una ceja, confundida actitud que hizo enfadar a la peliverde.

—Lucía, por dios. Usa tu cerebro —reprochó Amelia, relevándola en la conversación seria con el doctor—. ¿Mamas? N-No querrá decir que Edalyn tiene cáncer, ¿o sí?

—Son meras suposiciones —aclaró el médico; sin embargo, las arrugas de su frente generadas por el ceño fruncido, que ponía ansiosas a las muchachas, no se quitaría aun así Lucía negara su pregunta—. Le pido que guarde discreción con sus allegados. Señorita Lucía, su madre es una mujer de más de cuarenta años que, según los registros del hospital, no se ha hecho ningún chequeo desde hace cuatro años. No soy mucho de dar noticias antes de alguno análisis... pero con tantos casos y años de experiencia, quiero hacer énfasis en que hemos notado ciertos bultos alrededor del seno derecho de nuestra paciente.

—Me está poniendo muy nerviosa... —Podrá ser dura como una roca, pegar tan duro que su mano quede lastimada y aun así quejarse, pero esto era peor, y sus tambaleantes piernas de gelatina eran una clara prueba del miedo que rodeaba su ser—. Solo quiero que me diga cuándo podré llevarla de vuelta a casa —imploró por una fecha exacta, buscando por lo bajo la mano de Amelia para tomarla y calmar un poco el arrítmico latir de su corazón.

—Haremos unos cuántos análisis en cuánto despierte. Le notificaremos ni bien terminemos para que se lleve, aparte que la derivaremos a algunas citas psicológicas para que deje esa adicción por las pastillas. —Claro que lo último dependía exclusivamente de si todo salía bien en los exámenes que le realizarían a Eda—. ¿Este es su número actual?

—Uhhh... no. —Lucía negó luego que el doctor le mostrara un número de nueve dígitos en la novena fila de la ficha médica que Eda actualizó hace poco.

—Es mi número. —aclaró Amelia. El doctor volteó donde ella y le ofreció algunos papeles para firmar mientras Lucía le golpeaba levemente el hombro por respuestas—. ¿Qué? Legalmente soy la que da el seguro para... familia. Nuestra... Nuestra familia —musitó avergonzada, cubriendo sus mejillas con largos mechones verdes y marrones.

Aparte, Eda confía más en ella para este tipo de emergencias, ya que Lucía suele dejar olvidado su celular por cualquier rincón inhóspito de la casa. Y cuando lo encontraba, tenía más de 15 llamadas perdidas, la mayoría hechas por Luz, que le ayudaba a encontrarlo mediante el sonido a pesar de tenerlo apagado o con el mínimo volumen.

— ¡Maldición, mira la hora!

Lucía golpeó su frente contra la ventana del coche. Casi eran las diez de la noche según el reloj de su desgastado celular. No llamó, no escribió, simplemente se fue y no actualizó el estado de su madre adoptiva.

—Luz debe estar tan asustada...

—Tranquila... —mencionó Amelia, pisando freno al llegar a su destino—, ella tuvo compañía.

Las luces de la casa de Eda alumbraban la sala, la peliverde mayor confiaba que su clon de 14 años cuidó bien de Luz en su ausencia, que la ayudó a controlar su respiración con fuertes abrazos y dedicó cursis palabras disfrazadas de frases motivacionales.

Lo que no se esperaban, era que ambas hermanitas que dejaron atrás no estuvieron solas las horas que ellas acompañaron a Eda en el hospital. Y el hecho se manifestó ni bien Lucía giró el picaporte principal y entró a la sala, donde tres almas yacían sentadas en el sofá.

— ¡Lucía! —la morena menor fue la primera en exaltarse por la llegada de su hermana—. ¿Cómo está mamá?

—Luz, ¿por qué llamaste a Raine? —ignoró la mayor, fijando su confundida mirada en la personita con manoplas de cocina en su regazo.

—Nadie llamó a Rai-Rai, Lucía —explicó Amity, yendo también donde su hermana.

—Tiene razón —aseguró Raine—. Timbré el celular de Edalyn un centenar de veces, pero no contestaba. Me comencé a preocupar porque eso no es común en ella. Y, bueno, iba de paso, así que... aquí me tienen.

Usó una copia de la llave principal que Eda le permitió conservar, no sin antes preguntar si había alguien en casa. Amity fue la primera en responder, porque Luz aún dormía con pequeños rezagos de gotitas en los ojos.

Hace poco Luz despertó, y cómo Amity ocultó el hecho que había pizza en el microondas, Raine tomó algunos ingredientes del refrigerador mientras esperaban a las hermanas mayores.

—... No te preocupes Lucía, hice la cena —Ya con esto, Raine aseguró un eterno agradecimiento por parte de la mayor—. Preparé esta especie de plátano frito que a Luz tanto le gusta.

—Maduros —susurraron las Noceda al unísono.

—Vas ganando puntos, Whispers —agradeció Lucía a su manera—. Y, miren... sé que tienen muchas preguntas. Se las responderé con calma.

—Esa es nuestra señal —comentó Amelia para su hermanita; no obstante, Amity se mantenía reacia a la idea de abandonar a su amiga en una situación tan tensa—. Amity, hora de irnos —agravó su tono, más autoritario.

— ¿Puedo quedarme a dormir esta noche? Por favor, Amelia. Lucía... —Ambas susodichas cruzaron miradas ante la petición—. No quiero y tampoco puedo dejar a Luz —susurró, por lo bajo apretando el agarre que Luz tenía en su mano derecha.

—Por mí no hay problema —habló Lucía, volteando su mirada donde su esposa—. Deja que se quede, te la devolveré mañana, más tardar después del almuerzo.

—Por mí está bien, una boca menos que alimentar —mofó Amelia, dándole, a su particular manera, luz verde a su petición.

Las menores rápidamente subieron por las escaleras, aún tomadas de la mano.

—Chicas... —llamó Raine. Ahora que las más sensibles al asunto fueron a su habitación, veía correcto que Lucía hable sin filtro—, ¿qué pasó con Edalyn? ¿E-Está bien?

Luz, tras calmarse luego de casi una hora sin medir palabra en el regazo de Amity, le explicó vagamente el incidente que Eda tuvo. Sus convulsiones, como la asquerosa espuma salía por su boca; aunque Luz no pudo terminar sin antes volver a quebrarse, solo que esta vez tenía a dos personitas que la reconfortaban con abrazos.

Raine no quiso hostigar más a Lucía, exigiendo respuestas o reclamándole porque no se dignaba en llamar, así que mejor enfocó sus energías en estrujar los negativos pensamientos y en atender dignamente a las pequeñas.

—No lo sabemos con certeza...

Y Lucía no mentía, muy a pesar de la vaga que era su respuesta, Raine comprendía que un tema tan serio, como llevarla de emergencia al hospital, no dará respuestas en seguida, no por lo menos sin los análisis necesarios que confirmarían su salud

—Por ahora, ella descansa —añadió Amelia—. Al parecer una intoxicación con pastillas y la extrema falta de sueño provocaron las convulsiones.

— ¡Mierda! —exclamó Raine en un apagado tono. Sabía de primera mano el tema de Eda con las pastillas, la adicción que comenzaba a crearle; sin embargo, seguía consintiendo sus actos, comprándole tabletas y tabletas cada vez que se lo pedía con bonitas palabras—. Debí ser más firme y negarme a comprar más de esas cosas...

—Oye, Raine —interrumpió Lucía.

Mientras Raine golpeaba su corazón, al sentirse que actuó de manera incorrecto en la afección de Eda, la morena recordó la advertencia del médico y el aterrador descubrimiento dentro de una zona prohibida del cuerpo de Eda; prohibida excepto para Raine.

—Tú que ves desnuda a Eda con regularidad, ¿no has visto algún cambio en sus senos?

— ¡Lucía! —regañó Amelia con un zape directo a su cabeza incluido; Raine por su parte no tardó en colorearse violentamente como un tomate añejo—. Raine, disculpa a esta... sinvergüenza.

— ¡¿Pero qué dije?! —resopló la morena, ya que en su cabeza la idea se desviaba por el mismo punto, solo que sin ánimo de ofender o avergonzar—. ¡Pues si son pareja! Algo debió notar mientras se revolcaban en la cama con ella.

— ¡Por dios, baja tu tono que mi hermana te puede escuchar! —expresó Amelia, y el motivo fue suficiente para que Lucía vaya donde las escaleras y asomara su cabeza por si las menores escucharon sus palabras subidas de tono.

—En realidad... —susurró Raine, calmando un poco sus emociones al volver a su acanelado tono de siempre—. Ejem. Hace una semana, cuando fuimos a la playa, recuerdo que Eda se quejaba mucho del bañador que traía. Me comentó que le ardía y dolía mucho el seno... ya sabes... el derecho para ser exactos. Pero por qué me preguntas algo tan... íntimo.

No había que darle muchas vueltas al asunto; la decaída mirada de ambas fue más que suficiente.

—No me digan que... —El resentido asentir de la morena solo confirmó sus sospechas—. ¿L-Lucía? —Raine entrecortó su voz, y apretó con firmeza la parte baja de la camisa blanca que Eda le compró por su quinto aniversario.

—Hay que mantener la tranquilidad... —expresó Lucía, teniendo esperanzas que los resultados lancen algo positivo para variar—. En las próximas horas llamarán a Amelia y nos avisarán de todo. Por el momento, no deseo que Luz se entere de nada, más allá que su madre sufrió una descompensación por las pastillas que toma. ¿Entiendes?

—Sí —asintió, para al segundo siguiente despejar los pensamientos negativos con una sutil sacudida de cabeza—. Disculpen, iré por un vaso de agua si no les molesta, fue un largo día.

Un día donde no vio al amor de su vida, fue la primera en muchos años que se le privaba de lo que Raine consideraba, un gran privilegio.

— ¿Tú te quedarás? —cuestionó Lucía. Una Blight más no sería mucha molestia, además de que les ayudaría a terminar la pizza que pidieron.

—No puedo, cabeza hueca uno y dos deben estar preocupados que nadie vuelva a casa. —Edric y Emira se podrán tener el uno al otro, pero de igual forma se preocupaban y sentían solos sin que nadie llegue a casa—. Además, mañana tengo un examen importante a primera hora.

—Ugh. Tú y tu aburrida universidad de nerds —bufó Lucía aburrida, derritiéndose dramáticamente en el sofá.

—Tú y tu aburrido trabajo —Amelia devolvió la broma, y de paso abrió un tema pendiente que quería hablar con ella—. Por cierto, ¿cuándo volverás? Ya va casi medio año desde que dejaste los estudios.

—Sí, bueno...

Eda también le preguntó por lo mismo, más en forma de reproche. Lucía tiene sus propias razones, aunque admite que extraña los pasillos; en especial a la chica que le ponía acción a su vida casa vez que peleaban a gritos

—Las cosas se complicaron con Luz, gastamos mucho tiempo y dinero en la lesión de su muñeca. Las cosas me sobrepasaban, Eda no paraba de consumir esas pastillas, las tareas, el trabajo de medio tiempo, las terapias de Luz... tú...

— ¿Yo? —Su delineada ceja se levantó, al igual que el encendido de sus mejillas.

—Sí, tú —reafirmó Lucía, dando un pequeño saltito en el sofá de dos piezas para apegarse más a ella—. Siempre peleando contigo, gritándonos. Aun así, siempre nos elegíamos para hacer proyectos juntos, almorzar, obras de teatro... ¡Rayos! Mujer, es estresante estar a tu lado. Pero... aunque no lo creas, me cuesta pensar en algo que no sea contigo...

Sentimientos, no. Lucía apretó los puños y se tragó las demás palabras bonitas que tenía para ella. Ser cursi no era su estilo, la última vez que lo fue terminó ebria y casada. Ahora no existía alcohol en la casa, pero si un agradable ambiente entre ellas, uno donde los rojizos labios de Amelia estaban cerca a los de ella. Sentimientos, no. Un beso es lo único en lo que debería estar pensando con Eda en una situación tan médicamente delicada.

— ¿Q-Qué haces? —Amelia mordió su labio, reprimiendo las intensas ganas de chillar o pasar sus manos alrededor la espalda de la morena para apegarla más a ella.

—Te doy un abrazo. —Algo más adecuado según a su consideración—. Gracias... por llevar a Eda, por preocuparte... por esta siempre a mi lado a pesar de haberte insultado, mordido, escupido y gritado que te vayas al diablo.

—Que cursi suenas —resopló la peliverde, fingiendo ser cool a pesar de que la tentación de al fin estampar sus labios contra los de ella no se esfumaba.

—Aprovéchalo, nena, que en tres meses firmamos papeles y aquí no pasó nada —comentó satírica, Amelia le sacó la lengua con la misma intención, pero en el fondo le dolía un poco saber que el tiempo se va volando, y que, si no toma la lanza y predica su amor desde lo profundo del corazón, la podría perder—. ¡Oh, carajo! ¡No nos podemos divorciar o Eda perdería el seguro de...!

— ¡Shhh! —siseó ruidosa, callándola al posar el dedo índice en sus labios. No solo el corazón de ella se aceleró por tal cercanía—. Te entiendo, y créeme que lo odio. Ya sabes, firmamos ebrias y uno en ese estado hace locuras de las que luego se arrepiente. ¡Blehg! —mintió, y si no fuera por el contexto ahora mismo estaría saltando en un pie de alegría y pegando gritos al cielo—, ¿pero ya viste lo útil que es en casos como estos?

Lucía meditó unos segundos sobre ello, acerca de las cosas que hubieran pasado si el seguro que comparte por Amelia y se extiende a su familia no existiera debido a su boda; pero el silencio de pensar fue roto por un bullicioso timbrar del teléfono de Amelia.

—Ups. Hablaremos de esto luego, mis hermanos seguros tienen hambre y son demasiados tímidos como para pedir pizza y... —Un nuevo timbrar de su celular la calló, además de ponerla más nerviosa al no apuntar un beso en el cachete de la morena, que desvió levemente su mirada tras deshacerse de su chaqueta.

Un pequeño pico de despedida, Amelia nunca creyó llegar tan lejos, menos por un error de cálculo.

— ¡ADIÓS PARA SIEMPRE! ¡TE REGALO A MI PEQUEÑA CLON!

El golpetazo que hizo Amelia al cerrar la puerta volvió a reconectar algunas de las neuronas de Lucía, semi shockeada por el suave contacto con los pintados labios de la peliverde.

— ¿Esto hacen las personas casadas? —Lucía sacudió su cabeza para despejar todo lo relacionado a las últimas horas. Necesita descansar, apagar las luces y mandar a las menores a dormir—. Cierto, debo preguntarle a Raine si dormirá con nosotras.

— ¡Rai-Rai! —gritó Luz desde la cocina, con el mismo tono desesperado que lastima tu garganta, el cual Lucía conoce a la perfección.

No de nuevo, esta vez las energías y el corazón de Luz no lo soportarían.

— ¿Qué sucedió? —cuestionó Lucía, yendo de prisa a la cocina donde se escuchó a Luz y al sonido de un vaso deshaciéndose en mil pedazos de cristal.

—Nada, nada... —manifestó Raine, mientras trataba de reincorporarse de su caída—. Fue un leve mareo por la preocupación. Estoy bien, ya me tengo que ir.

—Quédate... —Luz aferró un abrazo a Raine, rogando que no se separe de ellas por esta noche—. Lucía, ya puedes decirme lo que pasa con mami.

—Bien... —asintió la mayor, comprometida a no revelarle más información.

—Toma, Amy —ofreció Luz, que subió a su habitación, la cual compartiría esta noche con Amity, un pequeño pan de molde acompañado de una bebida caliente.

—No tengo...

—... ¿hambre? —interrumpió con una ceja en alto—. No has comido nada desde que llegaste, ni siquiera probaste los maduros que Raine nos preparó.

—Todavía sigo llena de la comida que Amelia me ofreció. —Lo cual fue a mediodía, horas antes de siquiera poner un pie en la casa de Eda—. Estoy bien, créeme.

—Eso ya no lo creo... —Mucho tiempo creyó en su palabra, pero cuando la vio desplomarse en medio de la práctica de gimnasia, ahí se dio cuenta que algo andaba mal; sumamente mal—. Pídele a Amelia que te lleve al médico de alimentos o algo, literalmente ayer vi que una persona no puede vivir solamente de agua, amor y aire.

—Amelia no lo entendería —bufó resignada, dando media vuelta para enterrarse en las sábanas e ignorar el pan que Luz le ofrece—. Tú tampoco lo entenderías...

— ¡Entiendo que necesitas ayuda! —Elevó su voz molesta, pero sobre todo preocupada por su mejor amiga—. Y si no le dices a Amelia para la próxima semana, yo... —Dudó, unos segundos se quedó congelada y con la cabeza gacha.

La razón: Amity aceptó la bebida caliente, así como el pan de molde que llevó cuidadosamente al escritorio de la habitación para degustarlo con calma.

—Gracias por preocuparte, Luz...

"Amelia jamás debe enterarse"

Media noche, Amity tragó con asco, repudiando como el sabor bajaba por su garganta. Pero aún así lo logró, dio más de diez pequeñas mordidas y un gran sorbo a la taza de infusión de manzanilla que Raine preparó para ella. Fue suficiente para llenarla hasta el día siguiente, donde seguramente apenas y comería galletas de agua o un ligero plato de comida, cortesía de Amelia para que no sospeche.

Casi las tres de la mañana, y un singular pitido agudo proveniente del primer piso agudizó los sentidos de Luz, al punto que su sueño se hizo humo y las ganas de ir por un vaso de agua le ganaron la batalla a la flojera y cansancio mental. Tambaleante, Luz dio el primer paso fuera de la cama que compartía con Amity, frotó sus ojos con ahínco, y regaló algunos bostezos a la nada.

Antes de salir por su cometido, dio un vistazo a lo tierna que se veía su durmiente amiga, inconsciente que una sonrisa boba delineó su rostro. Otra vez ese condenado pitido del averno que chirriaba su cerebro. Con pantuflas de conejo, del mismo modelo que usa su madre, bajó las escaleras para encargarse primero del molesto ruido que despertaría a toda la casa en cuestión de segundos, pero al llegar a la sala, tuvo que rebuscar por más de tres minutos. Luz será algo lenta en algunos aspectos, pero armando las piezas, pudo darse cuenta de que el ruido ahogado provenía nada más y nada menos que el celular de su hermana Lucía, seguramente dejado en su chaqueta.

—Bingo —susurró triunfante.

Encontró el desgastado teléfono, escondido entre los límites de los cojines del sofá de una pieza tras caerse del bolsillo de la chaqueta. Y, pensando que se trataba de una alarma, contestó una llamada, poco usual a estas horas. La cosa se ponía peor si quien la llamaba era el contacto "Gata a la moda"

— ¿Amelia?

— ¡Lucía! —exclamó la peliverde del otro lado de la llamada. Asustada, nerviosa de reproducirle las mismas palabras que le dieron del hospital—. Lucía, apresúrate, ¡te daré el alcance!

Su desesperación no la dejaba concentrarse, suponiendo que obviamente su esposa debería ser la primera y única en contestar.

—Amelia, son las tres de la madrugada...

— ¡Es Edalyn! Lo siento...

Y justo después que la Blight confirmara las sospechas, las luces de toda la casa se encendieron. Cuando Amity, Lucía y Raine llegaron a la sala, tuvieron que consolar a la menor, que yacía en brutal catarata de emociones que quemaba y entrecortaba su respiración a más no poder.

Lucía, sin titubear, tomó una chaqueta y subió al coche de Edalyn. Amelia haría lo mismo y se darían el alcance para que en el hospital el mismo doctor, en el mismo pasillo, con la misma ronca voz y estetoscopio alrededor del cuello les confirme tajantemente la hipótesis que tuvo.

Edalyn Clawthorne, paciente detectada con cáncer de mama luego de presentar claras evidencias físicas que se corroboraron con una mamografía. Agresividad del tumor cancerígeno: etapa 3.

Lucía dio un paso hacia atrás, dejándose caer en las sillas de plásticos ordenadas en fila del pasillo, al borde del colapso debido al cansancio mental que suponía tremenda noticia; Amelia solo atinó a llevarse las manos a su boca, cubriendo con ahínco la sorpresa y amargas emociones que amenazaban con superarla en forma de sollozo. No conocerá a Eda del todo, no tanto como Amity, quien a convivido más con ella gracias a su cercanía con Luz, pero Amelia tiene corazón, es empática y sabe con lo que sufrirá su esposa a partir de ahora.

Sobre todo, la pequeña Luz, tan apegada y amorosa con la mujer enferma en camilla.

Será una lucha de varios años, y Amelia jura estar ahí para ayudarlas. No importa que la fortuna heredada de su difunta madre deba ser gastada, las apoyará.

No importa tampoco que contrate al abogado más caro del mundo para proteger su capital que heredó de su amada madre. La última carta de advertencia se pudre bajo el tapete de entrada de su casa, Amelia, en su momento, no tuvo el valor para abrirlo; ya que significaría volver a saber del hombre que tocó a su hermanita y arruinó casi 6 años de su vida.

Buenaaas c: Nuevo capítulo del remake/sucesor espiritual del querido Siblings.

La enfermedad de Eda podría tomarse como la versión de su maldición, y el hecho de que necesita tratamientos que cuestan mucho dinero... Bueno, ya nos damos una idea de porque Lucía se mete en negocios poco éticos, más aparte que el padre de los chicos Blight está detrás del dinero que Amelia heredó de Odalia.

Luz, cuando tenía 13 años, sufrió un accidente mientras tenía una de sus habituales prácticas de fútbol. Ella es portera, muy buena de hecho, y una lesión en su muñeca casi trunca su carrera.

Solo unas curiosidades que se me gusta narrar. Tal vez haga lo mismo que con mamá búho y ponga datos curiosos al final de los capítulos OuO

¡Gracias por leer! Dale estrellita si te está gustando, también sería genial si pueden compartir la historia para llegar a más personas. Próximo capítulo: ¡EL PRIMO HUNTER! :D

¡Nos vemos! <33

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