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Cap. 21 - Eres parte de mi vida.

Mientras tanto en el primer piso de la residencia Clawthorne.

—Amity... ¿seguirás pasando por mi para ir a la escuela?

Sin demasiados ánimos, Luz le preguntó a la peliverde. Ambas yacían en el sofá, sentadas una al lado de la otra, con timidez de apegarse.

—Qué preguntas es esa, por supuesto que sí. Después de esto, jamás te dejaría ir sola —afirmó, poniendo una mano en el hombro de la cabizbaja morena.

— ¿Y si sucede otra vez? Pero está vez nos lastiman —se cuestionó, jugueteando ansiosamente con sus dedos.

Amity comprendía el estrés por el que su amiga debía estar pasando, las dudas y temores de que aquello se vuelva a repetir con un peor desenlace. Mittens vive en los mismos zapatos, dónde un problema te llena de ansiedad, tanta que te hace dudar de tus capacidades y que resalta exponencialmente tus traumas y defectos que temes afectan a quiénes más amas.

—N-No soy fuerte como Lucía, me congelé y no pude protegerte —tartamudeó suavemente.

Edalyn se acercó a ella para brindarle un cálido abrazo. Luz se aferró a su madre, contagiándose del amor que tranquilizó momentáneamente su corazón. «Shhh, mi bebé», le susurró Edalyn a la pequeña.

—No necesito que me protejas, yo puedo hacerlo por ambas —calmó Amity. Sin embargo, Luz no parecía del todo convencida. A sabiendas del problema alimenticio que sufre Amity, se propuso desde el primer momento cuidar de ella. Era inadmisible para Luz no poder hacer eso.

—Olvidé algo importante en la cocina. —Rápidamente, Edalyn salió de la sala, dejando sola a las menores.

—Lo siento —murmuró Luz, posando su cabeza en el hombro de la peliverde.

— ¿Por qué te disculpas? —Lejos de sonrojarse, decidió centrarse para despejar cualquier pesar de Luz.

—Ahora no podremos hacer llamadas por las noches hasta dormirnos. Ugh —chilló molesta, inflando ambas mejillas.

—Podemos...

Amity entrecerró los ojos. Esta vez un enrojecimiento bañó sus cachetes. Que Luz le tome importancia a un evento tan bobo a esa altura, le resultaba muy lindo.

—Podemos vernos por el computador antes de ir a dormir, ¿qué te parece?

—Lo apruebo... —sonrió levemente la morena.

—Me alegra verlas más animadas —sonrió Eda, aunque el consuelo de ver a su hija disfrutar de la compañía de Mittens no duró demasiado. Un leve mareó la obligó a tomar asiento en el brazo del sofá.

—Mamá, deberías ir a descansar, mañana es un día importante —pidió Luz.

—Lo sé. —Eda respiró hondo. Acto seguido, fue rumbo a la cocina y desde allí alzó su voz—. ¡Pero sigo siendo la jefa del hogar y la encargada de hacer...!

El misterio se mantuvo durante un minuto más. De la cocina, Eda trajo una gran fuente circular que tenía la comida chatarra favorita de Luz, pero mejor puesto fue hecha por su madre.

— ¡Pizza casera! —exclamó la sorprendida morena. Amity suspiró aliviada por el buen cambio en la actitud de su amiga.

—Lleva en el horno desde la tarde, sabía que volverías con hambre. —Edalyn acarició tiernamente el cabello de su hija, luego procedió a sentarse frente a ella para cortar la comida en una docena de triángulos perfectos—. Parece mucho, pero no se devoren todo. Guarden espacio para el postre.

— ¿Compramos postre? —cuestionó Luz, tomando una rebanada.

—Nooo, pero tengo el presentimiento de que llegará uno por esa puerta —aseguró Eda con una sonrisilla—. Come con confianza, corazón. —Le obsequió un guiño a Mittens.

Luz sujetó el brazo de la peliverde. Temía que ella se niegue y pase por alto la cena, tomando en cuenta que desde la mañana no han ingerido alimentos. De reojo, la miró, rogándole con esos ojitos hermosos que lo haga.

—Puedo con esto —se murmuró Amity animada, apretando más el agarre en la parte baja de su camiseta.

Si no fuera porque Eda centraba más su atención en Luz, la peliverde juraría que podría sudar de ansiedad. Luz, como poseía conocimiento previo de lo que Amity pensaba, tampoco la miró fijamente para evitar ponerla nerviosa.

—Sabe rico —afirmó Amity con una sonrisa forzada.

Tragó con dificultad, Luz gimoteó como un perrito y se apegó más a ella en el sofá, sintiéndose orgullosa y apoyándose en su brazo. Parecían una verdadera parejita de tórtola come pizzas, y Eda no podía estar más enternecida.

—Por supuesto que sabe rico —molestó Edalyn.

Puso mucho esfuerzo en ello y sentía que merecía más halagos. Sin embargo, todavía no la probaba. Mañana iría a la clínica, nuevamente sometiéndose al doloroso tratamiento quimioterápico. La última vez vomitó lo que ingirió en el desayuno y la merienda. Es recomendable comer un par de horas antes.

—Solo un trocito —murmuró, saboreando la delicia de su creación.

—Me pregunto cuándo bajarán esas dos —dijo Luz, terminando su porción, entrelazando sus brazos con el derecho de Amity, que lejos de sonrojarse, sonrió por tener a su amiga de una mejor actitud.

Mientras tanto en el segundo piso de la residencia.

— ¿Qué necesitas? —cuestionó Lucía.

Sentada en la orilla de la cama de su desordenada habitación, la Noceda veía en la peliverde una mirada decaída y con los ojos levemente hinchados.

—Estoy manteniendo la calma —interrumpió "serena", tratando de que su voz no se quiebre por el miedo de lo que esa mujer desconocida, aparentemente relacionada con su esposa, pueda hacerles a sus hermanos—. N-No voy a gritar, ni ponerme como una loca histérica, solo deseo; mejor dicho, necesito que seas completamente honesta conmigo.

Lucía dudó en lo último. Desde su perspectiva, en cualquier momento recibiría una golpiza de una loca histérica.

—Si es por lo que pasó, Eda dijo que pondrían una denuncia. Tal vez eso calme a nuestras hermanas —informó la morena.

Sería de puro adorno; ambas consideraban que un robo de ese pequeño calibre jamás sería sentenciado, solo les quedaba ser más precavidas para la otra. No obstante, Lucía tenía poca consideración al trauma que su hermana experimentó. Si era necesario, tomaría la justicia por mano propia, es por eso el motivo de su llamada en curso.

— ¿Q-Quién es ella? —trastabilló en su pregunta. Amelia señaló el celular en la mano derecha de la morena.

Lucía se mordió la lengua, dándose un momento para formular una mentira.

—Es una compañera del trabajo.

Amelia le pidió que sea honesta con ella por las buenas, y aunque solo haya pasado menos de un minuto desde que dijo "No voy a gritar", la histeria pudo escapar de su cuerpo. La peliverde era un caos, lo sabía, odiaba ser tan volátil, pero jamás tuvo tiempo para solucionar aquella faceta que le desagrada de sí misma.

—Dame tu puto celular —bramó, acercándose lentamente a la morena.

—Respeta mi privacidad —negó, escondiéndolo detrás de ella, esperando que Amelia no haga lo que creía que haría—. ¡Oye!

—DAME TU PUTO CELULAR —vociferó, abalanzándose sobre Lucía, que se desplomó en la cama junto a ella y accidentalmente encendiendo el audio de la llamada.

— ¡AMELIA!

Con una mano, Lucía trataba de alejar el aparato lo más posible de la peliverde, con la otra, trataba de sacársela de encima sin usar demasiada fuerza que pueda lastimarla. El espacio entre ambas resultaba incómodo, diversos murmullos llenos de insolencias que haría desmayar a Luz se esparcían por la habitación... hasta que una voz habló por el altavoz del celular.

— ¿Lucía, querida? —cuestionó la mujer con la que la susodicha hablaba anteriormente. Amelia quedó perpleja por aquel adjetivo usado en su esposa—. Mira, ya sé que te afecta que le robaran a tu hermana, pero no es como que todos los delincuentes nos conozcamos. No puedo ayudarte a encontrar a ese idiota para darle una paliza, estoy muy ocupada. Una de nuestras encargadas de mercancía dice que afectaste un importante negocio con una compradora universitaria. Llamaron a un familiar tuyo como forma de amenaza para que ya no los jodas más, yo que tú me mantendría alejada de ese tema. Cuando vuelvas te lo explicaré mejor.

La morena quedó en blanco. El ponerse pálida era muy notoria en ella, tanto como el enrojecerse para Amelia.

— ¿Lucía? —insistió Wiona del otro lado de la línea.

—Te llamo luego —colgó Lucía presurosamente y guardó el aparato en el bolsillo de su chaqueta. La peliverde se despegó e reincorporó para darle la espalda—. Ams, yo...

—Fue tu culpa. M-Me llamaron a mí... —masculló Blight enojada.

Sin embargo, no encolerizó de inmediato. Amelia sabía que empeoraría su relación con Lucía si la acusaba de que la llamada de Snapdragon fue la que desencadenó el atentado contra Luz y Amity. Fueron eventos aislados ya que las horas simplemente no cuadraban. Por el momento nadie resultó herido por las decisiones de Lucía en ocultar tamaño secreto.

—Dime la verdad, EN ESTE PRECISO MOMENTO —enfatizó Amelia sin darle la cara—. D-Dímelo, de lo contrario...

— ¡Esto es por Eda, las niñas y por ti! —interrumpió Lucía, poniéndose de pie detrás de ella, lentamente buscando que Amelia voltee. Necesitaba verla a los ojos—. No quise decírtelo porque... ¡sabía cómo reaccionarías!

— ¡Eres una idiota de mierda! —gimoteó Amelia.

La serenidad se desvaneció al momento que la morena dijo que hacía todo ello por ambas familias. Con ambas manos cubrió su rostro, de esa manera esperaba que el sollozo no fuera demasiado notorio.

— ¿Ahora qué harás? La comisaría más cercana queda a unas cuantas cuadras.

—No es tiempo para tu sarcasmo de mierda. —Por el tono en el que se lo advirtió, Lucía misma se tragó sus palabras.

—Tienes razón... nos cortarían los pulgares si es que vamos con la policía —murmuró la morena. Cierto escalofrío recorrió por su espalda.

Amelia no soportaba más seguir de pie. Empujó con el hombro levemente a Lucía. Y sin dejar de estar con la cabeza gacha para que no visualicen lo cristalino de sus ojos, tomó asiento en la orilla de cama, con ambas manos entre sus piernas juntas.

—Dios mío —gimoteó la peliverde. Suspiró para no dejar que los sentimientos la abrumen—. Por favor, dime... dime en dónde estás metida.

—Claro que no, ¿acaso no lo comprendes? —cuestionó punzante—. Por favor, no interfieras, no indagues más, no quiero que salgas lastimada. Si algo malo pasa, que solo me afecte a mí, pero antes conseguiré mucho dinero para darle una vida digna a mi familia y salvar a Eda.

—Quiero ser parte —manifestó decidida, aunque sus piernas temblorosas digan lo contrario—. Carajo... —masculló.

Lo había dicho en voz alta. Por culpa de ese defecto, Amelia no tuvo otra opción que sentarse a descansar en la cama de la morena, de lo contrario podría fallecer, dejando sola a Edric, Emira y su sensible hermanita, sentada en el sofá del primer piso de la residencia.

— ¿Qué? ¡No! —gritó Lucía en un tono apagado, corriendo hacia la puerta para ser precavida y fijarse de que el seguro esté puesto—. ¿Qué no infieres el nivel de peligro? ¡Por Dios!, te amenazaron sin siquiera ser parte. Por lo pálida que te ves, casi te desmayas.

—Cómo no hacerlo si al mismo tiempo mi hermana desapareció y Luz me dejó ese... para nada gracioso mensaje de voz —exhaló pesadamente. Detestaba darle la razón, pero fue exactamente lo que pasó: casi se desmaya—. P-Pero no puedo dejarte hacer eso. Tú misma lo dijiste, ¡es una mierda peligrosa! ¡PUTA MADRE, EN QUÉ ESTABAS PENSANDO!

La peliverde no se percató hasta que sintió una punzada en un mechón. Se jalaba del cabello, tan fuerte que juraba estuvo a punto de arrancárselo. Lucía veía temerosa, por tales ataques violentos de su esposa es que se limitó a contarle sus asuntos.

—Amelia Blight, te imploro que guardes tus preocupaciones y cambiemos de tema —sentenció serena, desviando la mirada. Detestaba ver a la peliverde tan fuera de sí, es de los pocos defectos de ella que no le agradan—. Además, después de lo que pasó con las chicas, no creo que esta deba ser tu prioridad.

— ¿P-Por qué? —interrumpió con una voz temblorosa—. P-Por qué tú...

—Nadie más lo haría —afirmó decidida—. Necesito que estén a salvo. Yo no importo. Luz tendrá a Eda y a tu familia si algo malo me pasa. Como ya dije, solo necesito conseguir dinero para darles una mejor vida.

— ¡No digas idioteces! —reprochó Amelia airosamente. Se puso de pie para encararla, puso un dedo en el pecho de ella, presionándolo y generándole una leve incomodidad—. Yo también puedo ayudar. Conseguiré dinero, mucho, me prostituiré si es necesario, p-pero por favor, no me... no nos hagas esto. No quiero que te pase nada malo porque yo...

Amelia no lo soportaría, tampoco poseía el valor para decírselo de frente, ya que estaba segura que un "Te amo", saldría inevitablemente de sus labios.

—Yo, Luz, Eda y mis hermanos... te necesitamos —concluyó la peliverde.

Sin muchas fuerzas, quiso derrumbarse en el suelo, a nada de implorarle a Lucía como si fuera un berrinche, que no haga una idiotez que atente contra su integridad. No obstante, conocía a la morena, nunca se echaba atrás en sus decisiones, no importase el contexto.

—Por lo menos dime —murmuró dolida—. Dime dónde es que trates de joder tu vida.

—Una vez abra la boca, tú y tus hermanos formarán parte de algo peligroso —sentenció Lucía, negándole el pedido por segunda oportunidad—. Todo saldrá bien —quiso calmarla, lentamente poniendo una mano en su hombro.

— ¿L-Lo prometes?

Amelia entibió su actitud, tomando por sorpresa a Lucía... que no se esperaba tamaña muestra de cariño como lo era un abrazo.

—Se siente bien —afirmó la morena en un susurro, aferrándose más en la peliverde, percibiendo su aroma y calidez.

—Tengo que irme —indicó apresurada.

—Cierto, debes recoger a... —Lucía tuvo que seguirle el paso a la peliverde, que había salido de la habitación—. Caramba...

Raudamente, Amelia bajó por las escaleras, golpeando sonoramente sus tacones con la madera, lo que generó que se gane la mirada curiosa de las menores y Edalyn.

Amity entreabrió la boca, no pudiendo pronunciar palabra porque súbitamente fue tomada con una pizca de rudeza, del brazo por su hermana. Fue arrastrada hasta la puerta, allí Amelia se detuvo y se despidió torpemente con un ademán. Edalyn y Luz no le tomaron mucha atención, sabían que todavía tenía un compromiso de recoger a Edric y Emira en la clínica. Mittens, por otro lado, sí pudo vocalizar su despedida, reafirmándole a Luz que estuviera atenta a la laptop, porque la llamaría y hablarían de miles de cosas antes de ir a dormir.

Lucía visualizó todo desde la mitad de las escaleras, finalmente bajó hasta la última grada.

— ¿De qué hablaste con Amelia? —cuestionó Clawthorne cerrando la puerta principal.

—Uh... sobre dónde poner la denuncia y así —palmó a los costados de su chaqueta, curiosa de no sentir nada, pero poco preocupada por ello.

«Seguro lo dejé en mi cama», pensó.

— ¡Lucía! —Desde el sofá, Luz la llamó, y la mayor se acercó a ella—. Me preguntaba si podíamos dormir en tu habitación, hacer una pijamada —pidió, rogándole al abrazarla de la cintura.

Estaría también con Amity mediante una videollamada. Es como si todas las personas que aman la acompañaran y consolaran con su presencia y cariño tras uno de los más terribles días de su vida reciente.

—De acuerdo —suspiró Lucía. Con palabras jamás fue buena para consolar a su hermanita, pero tenía la certeza que engreírla de esa manera funcionaría—. No te acostumbres.

La mayor le jaló de la mejilla. En otras ocasiones, Luz se habría quejado, porque siempre lo hacía por molestarla, pero en ese contexto, entendía que no lo hizo con intenciones de burla, sino porque de esa manera Lucía expresaba su torpe cariño.

De la mano, la menor tomó a su madre para arrastrarla a la habitación designada para la pijamada.

—Adelántese, primero cenaré —indicó la Noceda mayor.

—Por cierto, ¿puedes llamar a Raine? —pidió Luz—. Debería haber llegado, mañana le toca acompañar a mamá a la clínica y quiero que durmamos temprano.

—Uhmmm... —balbuceó. Por el momento no tenía ningún punto de energía para moverse, a no ser que sean dos pasos hacia el sofá—. Seguramente está con los hermanos de Amity, ya regresará.

—Pero le llamarás. —Luz entrecerró la mirada, como si estuviera advirtiéndole que lo haga.

—Más rato, muero de hambre.

Y la media pizza casera que dejó Luz en la mesita en medio de los sofás, comenzaba a hacerle caritas.

Una hora después.

Raine cumplió exitosamente con la misión encomendada: Edric y Emira obtendrán los resultados mediante un muy bien ordenado PDF que arribará a sus correos en un plazo no menor a una semana, luego tendría que regresar para que un último informe.

Luego de dejar a Mittens en casa para que descanse un poco, Amelia llegó justo a tiempo para recoger a sus hermanos a la salida de la clínica. Entró al recinto y averiguó en la recepción si podían brindarle una reprogramación para Amity. Mientras eso pasaba y la recepcionista revisaba algunos archivos de la computadora, la Blight mayor fue directa con Raine, contándole acerca del incidente que tuvo Luz. Whispers apretó ambos puños, lamentándose el no haber estado al lado de su hijastra durante esas turbulentas horas posteriores al asalto. Sin embargo, maquinaba un regalo especial para Luz en lo que Amelia terminaba de discutir con la recepcionista sobre la cita a la que Amity no pudo asistir.

«100 dólares para la reprogramación en un máximo de 14 días», fue lo que le dijeron a Amelia, o por lo menos eso recuerda, ya que Raine y los gemelos tuvieron que llevarla de los brazos hasta su auto para evitar que se desmaye. Ya en el asiento del piloto, Amelia abrió su cartera. Se veía irreal y cómico como una mosca era lo único que salía de allí.

Raine negó el aventón que los Blight le ofrecieron en su coche, prefería ir por un postre de fresas para Luz a una lujosa tienda del centro, luego de una vez se dirigiría a la casa de Edalyn para pasar la noche, como era habitual cada cierta semana. Por su lado, los hermanos Blight hicieron lo mismo mediante el coche de Amelia, que Emira condujo cierto tramo por temor a que la actitud un tanto inestable de la mayor sea motivo de un accidente por no concentrarse en los cambios de las luces del semáforo.

Edric preguntó tímidamente la razón por la que Amelia se veía tan... demacrada. A su vez, insistió en que le contara, también a Emira, todo sobre el tema de Amity, que al parecer Amelia quería mantenerlo escondido.

Fue inútil para la mayor quedarse callada. Rememorar la llamada de esa mujer, "Snapdragon", la asustaba. Sin embargo, sus hermanos merecían saber la verdad de lo que pasó con Amity. Se los narró y culminó al mismo tiempo que llegaron a casa y Emira apagó el motor del auto.

—Por favor, sean conscientes de que fue una experiencia terrible para Mittens—reafirmó la mayor, esperando que ambos eviten sofocar a Amity—. No quiero que hablen del tema, solo estén con ella. Y si quiere contarles lo que sucedió, limítense a escucharla. Nada de insistir.

—De acuerdo —asintió Edric. Sabía de qué el mensaje, "no insistir", sobre todo era para él—. Yo haré la cena.

—Bien, te lo iba a pedir de todos modos. Estaré ocupada —dijo Amelia.

— ¿Qué harás? —cuestionó Emira mientras la mayor buscaba las llaves de la casa en su bolsillo trasero.

—Por más que desee pasar tiempo con ustedes, el que Amity no haya podido ir al chequeo atrasa muchos planes. Buscaré otra clínica, más barata. Tengo también que llamar a Bump, ver lo de la quimioterapia de Eda de mañana y... —Giró la perilla.

Al Amelia dar un paso adentro, recordó otro punto en su agenda de la noche, tal vez el más importante, y que estaba estrechamente ligado a Lucía.

—Oh, creí que se demorarían más —saludó Amity con un ademán. Al instante, fue apachurrada por ambos preocupados gemelos—. Me asfixian...

—No sean tan invasivos —reprochó Amelia, deshaciendo la coleta de su larga cabellera verde y dirigiéndose a las escaleras—. Bajo en una hora, necesitamos hablar... seriamente.

— ¡Perdón, perdón! —exclamaron los gemelos al unísono, separándose de la menor enrojecida por la falta de aire.

Las últimas palabras que soltó Amelia, añadidas a la filosa mirada de reojo que le otorgó, y ese tonito de enfado; Amity presentía que estaba en problemas a pesar de haber faltado a la clínica por un motivo mayor.

Edric dijo que prepararía la cena, el estómago de Amity rugía por no comer nada desde la mañana, si es que una media taza de anís y medio pan integral significaba un buen desayuno. Ir a la clínica pudo desvelar su terrible secreto, pero no lo hizo.

«¿Alivio o culpa? Debería acaso... disculparme", se cuestionó Mittens. Sinceramente, antes que subir para dialogar con Amelia, prefería derretirse en el sofá, dormir y no despertar jamás. Tal vez de ese modo su familia y la de Luz se librarían de muchos problemas.

Amelia cerró lentamente la puerta de su habitación y procedió a quitarse las botas sentada en la orilla de la cama. Cayó de espalda, con todo el cabello extendiéndose en la sábana roja. De su bolsillo sacó el celular de Lucía. Aquel abrazo de despedida fue por trampa. Si la morena no había ido a su casa, o llamado mediante el celular de Edalyn, significaba que todavía no se percataba de su ausencia por estar viendo la televisión o quedarse dormida en el sofá: ambas con la misma probabilidad de suceder.

Exhaló pesadamente. Amelia pudo centrarse sin la necesidad de empezar a divagar locuras sobre temas de Lucía y su relación con Snapdragon. Hizo timbrar el teléfono.

— ¿Ho-Hola? —saludó nerviosa. Esperó por unos segundos, sin respuesta, hasta que se animó a dar más información de sí—. Soy la...

—La tóxica —interrumpió la voz de una mujer. Amelia perdió dos barritas en su escala de serenidad.

— ¡Yo no soy así!

— ¿Y por qué robaste el teléfono de Lucía? Sé que ella no te lo daría, te aprecia lo suficiente como para dejar que intentes arruinar gran parte de tu vida al cometer la locura de llamarme en busca de trabajo.

—No llamé para eso.

—Tampoco te contrataría. Desde que escuché tu voz temblorosa, veo que no estás capacitada.

Hubo unos segundos de tensión silenciosa. Amelia yacía al filo de la cama, esperando que Wiona continúe la conversación porque ella misma se había quedado en blanco pensando: "Qué rayos se supone que haré". No pensó exactamente en un plan, tal vez realizó la llamada por celosa o curiosa, probablemente para asegurarse de que Snapdragon no le haga daño a su familia, pero preguntar por ella podría hacer que esa gente se enoje y vayan tras sus hermanos. En última instancia, pensaba en amenazar o gritarle graves soeces a quién estuviera del otro lado de la línea. Quiso empezar por allí; no obstante, sus labios se pegaron con la siguiente oración de la mujer.

—Sabes... viendo que te enteraste dónde es que está metida tu "esposa" —enfatizó con una risilla—, no puedo dejarte ir.

—Pero ella... me dijo que mientras no supiera lo que hace.

—Cariño, me llamaste. Solo los que están metidos en esta mierda saben mi número.

Amelia apretó el teléfono. Tuvo que preverlo. Dándose cuenta de su error, la presión de su ser cayó drásticamente. A buena hora estaba en su cama, de lo contrario sus enclenques piernas la habrían llevado a una caída. Su cerebro palpitaba y sus ojos se cristalizaron. No sabía qué hacer, ya no poseía el control de nada, muchos menos de sus acciones... o su vida si es que trataban de atentar contra ella. Quiso cortar, olvidarse que eso pasó; sin embargo, Wiona volvió a abrir la boca.

—Amelia Blight, te metiste solita a la cueva del lobo. Pero tienes buena suerte... creo. Estoy demasiado ocupada como para pensar en lo que pasará contigo.

—E-Entonces... creo que es buen momento para cortar —murmuró.

—Sin embargo —detuvo Wiona—, sé consciente de que quieras o no, en algún momento serás parte... de una manera u otra. Dicho eso, tengo una pregunta para ti ocupada. ¿Qué quería lograr con esta llamada? ¿Intimidarme o gritarme? Muero de curiosidad.

Tanta información no fue bien procesada por Amelia, aunque lo último si entendió a la perfección. ¿Por qué lo hizo? En qué parte de su caótica mente creyó que sería buena idea hurtar el celular de su esposa.

Mencionar esposa en su cabeza, susurrarlo, todavía sonaba tan irreal.

Amelia no podía permitirse que Lucía hiciera tales negocios sola; pero sus hermanos...

Peligroso quedaría corto si llegara a dedicarse de lleno en aquellos negocios. Ha visto suficientes películas de narcos para saber cómo terminan la mayoría de incrédulos que pensaban solucionar rápidamente la vida con dinero sucio: en una bolsa, partidos en pedazos y con su familia desconsolada. Pero esos 100 dólares para reagendar la cita de Amity eran tan necesarios, y ella no tenía ninguna moneda en su billetera.

«No», sentenció Amelia en un pensamiento. Jamás quisiera verse involucrada por sus hermanos. «Quiero proteger a mi familia, pero Lucía es parte de mi familia. Ella es parte de mi mundo, de mi vida».

—Yo solo... no quiero que le pase una desgracia —respondió a la pregunta de Wiona.

—Tierno de tu parte. Gran parte de personas metidas aquí, desearían tener una persona tan preocupada como tú con tu esposa —sostuvo.

El sentimiento es constante en Wiona, de celos llegó a ser. Incluso una mujer como ella, distante y sin piedad en lastimar a otros para que el negocio florezca como una bella flor, querría tener un apoyo emocional. Cuánto desearía que su familia estuviera viva para ello.

Curiosidades:

—Aunque no lo parezca, Amelia es la más susceptible de los hermanos. En tiempos difíciles, ella toma el papel de mando, parece inquebrantable frente a otros, pero a solas es cuando revela cómo es que verdaderamente se siente. En algunas ocasiones piensa que se volverá loca por el estrés... y no en un sentido gracioso.

Por cierto, si tienen alguna duda de la historia, no sean tímidos y déjenla. Estaré más que feliz de responderles owo

Lamento la demoraaaaaaa. Muchas pasaron en mi vida y no me sentía en mi "prime" de escritor. Sin confianza y sin inspiración, pero supe reponerme. Espero sea de su agrado.

¡Gracias por ver! Dale estrellita si te está gustando, también sería genial si pueden compartir la historia para llegar a más personas.

¡Nos vemos! <33 Los quiero mucho uvu

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