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Cap. 20 - Obligada a ser adulta

Un par de años atrás.

—Esta será nuestra nueva casa —presentó la mayor de los hermanos Blight, abriendo la puerta principal.

Lucía hogareño: set de mueble para la televisión, un par de sillones verde oscuro, una mesita de cristal para el centro y unos cuadros de flores a los lados. Nada fuera de lo común, típica casita promedio sin alquiler demasiado alto, cómoda para una familia de cuatro con varios límites financieros. Mención que los hermanos se dieron cuenta al instante: polvo, demasiado y eso no era bueno para sus naricitas.

—Creo que tardaremos un poco en limpiar —ordenó Amelia, suspirando del cansancio—. ¿Uh?

La hermana mayor sintió una presión en su torso y bajó la mirada, topándose con una pequeña de cabello castaño con colita, aferrada como si fuera un chicle o una cría recién nacida hacia su madre. Con un brazo, la niña envolvió la pierna de Amelia, mientras que con el otro abrazaba un peluche de conejo rosa.

— ¿Ya podemos volver a casa? —preguntó la pequeña Amity de forma tímida.

La mayor acarició el cabello de la niña, luego de hincó de rodillas para tenerla a su altura y mirarla directamente a los ojos

—Olvida todo lo relacionado a Michigan. Este es nuestro nuevo hogar, ¿sí? —pidió Amelia. La menor en un principio esquivó verla a los ojos—. Por favor, confía en mí. Es para ustedes también —refiriéndose a Edric y Emira—, todo saldrá bien en tanto tengamos un techo y no nos separemos, ¿de acuerdo?

El trío restante aceptó los hechos. Tenían una nueva oportunidad adelante en una ciudad por descubrir, y comenzarlo con burdas peleas de hermanos, que fastidiaban en exceso a Amelia, resultaría contraproducente. Ellos siempre confiaron en la mujer, hermana, amiga, que los protegió y crió lejos de un abusivo padre; no sería diferente solo por cambiarse de casa.

«Amelia sabe lo que hace», pensaron al unísono.

—Amity, sé buena niña y trae tus pertenencias —pidió Emira amablemente.

La menor entre saltitos fue hasta la fachada de la casa para traer su mochila de conejo y su libro de cuentos que leyó durante el trayecto en el autobús.

— ¡Prenderé la televisión! —apresuró Edric, emocionado porque en su anterior residencia la televisión se había estropeado por casi un mes entero.

Además, el ruido de fondo de las noticias siempre resultaba como un buen acompañamiento al ambiente.

—Hagan lo que les pedí, luego decidan cuáles serán sus habitaciones en el segundo piso. La casa no es muy grande como para que se pierdan —señaló Amelia a los pasillos.

— ¿Nos ayudarás a desempacar? —cuestionó Emira.

—Son pocas cosas —objetó Amelia. Lo único importante eran un par de mochilas y dos cajas de cartón que esperaban ser traídas desde la fachada—. Aparte, saldré por unos asuntos.

— ¡NOOO! —interrumpió Amity de repente. Ni bien escuchó los tacones de su hermana alejarse, y la llave de la puerta chirriar, se le apegó nuevamente a las piernas—. ¡No te vayas! Prometiste que comerías con nosotros.

—Es cierto —murmuró Edric decepcionado.

—Aún podemos hacerlo, pero será para la cena —señaló Amelia, aplicando algo de fuerza para que la niña se le desapegue. Fue inútil por el momento—. Regresaré antes de que anochezca y... Aish. Amity, ya, ¿puedes soltarme?

—Eso dices siempre —masculló Emira. La intención no era que Amelia la llegara a escuchar —. Al final...

Cierta vena de enojo asomó en la frente de la hermana mayor. Empezó a sentirse irritada en tiempo récord, algo anormal para ella con sus hermanos, pero hasta cierto punto entendible por la enorme marea de problemas que debe solucionar.

— ¡Pues qué quieren que haga! Necesito buscar trabajo. El dinero que logré retirar antes de que bloquearan las tarjetas no durará por siempre. ¡Necesito que dejen de quejarse y...! 

La mirada triste de sus hermanos la hizo detenerse, sentirse avergonzada por alzar el tono en un mini ataque de ira que agradece no haya pasado a mayores.

—P-Perdón  —se lamentó Amelia. A modo de expiación, los engreiría con deliciosos alimentos—. Tomen 20 dólares. En el teléfono está grabado el número de la pizzería que vimos a unas cuadras. Pidan una familiar de tocino solo para ustedes, yo comeré en la calle.

Directamente Amelia les entregó su billetera rosa. Resultaba más práctico cargar con pocas pertenencias en un sitio desconocido dónde divagaría hasta el anochecer. Lo único de valor en ella sería su celular y cartera con documentos primordiales.

—Wow, gra...

—Calladito —molestó Amelia a su hermanito, acto seguido lo jaló a él y a Emira para charlar de un par de cosas fuera del alcance de Amity—. Compré leche y compota de manzana para Mittens, se lo dan de comer antes de las seis. Ya se recuperó de su dolor estomacal, necesita calorías para crecer sana y fuerte.

— ¡Ameliaaa! —La hermanita bebé los interrumpió con la acción usual de apegarse como chicle a la pierna de la mayor—. T-Te extrañaré. Por favor no tardes, debes descansar y protegernos de los mus- mounstros y muñecos asesinos.

— ¿La están haciendo ver películas de terror otra vez? —reprochó Amelia seriamente.

Amity dejó de tener "accidentes nocturnos" hace unos meses, pero el experimentar con películas de miedo podría hacerla regresar a unos incidentes ya solucionados.

—Apoyo lo de la bebé —desvió Emira—, necesitas descansar.

Amity entrecerró la vista, volteó la cabeza donde Emira sin soltar a Amelia y le sacó la lengua a modo de negar el adjetivo "bebé" impuesto en ella.

—Em tiene razón. ¿Hace cuánto no duermes? —cuestionó Edric punzante.

Por la iniciativa del gemelo, el otro par de hermanas se acercaron insistentemente a Amelia con una ceja levantada para que confiese.

—Bien, bien. Basta de dramas —amonestó la mayor—. No duermo hace un día, pero no es para tanto. Estoy... lechuga como fresca —guiñó un ojo para el remate, de ese modo disipó cualquier preocupación y le arrancó unas risitas.

Al ultimar detalles del alquiler de la nueva casa, preparar los boletos de autobús y organizar las maletas, casi no tuvo tiempo de siquiera una merienda. Relacionado con eso, el dato que le brindó a sus hermanos fue una verdadera mentira. La verdad es que Amelia no duerme desde hace más de dos días. ¿Y cómo hacerlo? Cuando se enteró que en el colegio donde asistían sus hermanos, un hombre sospechoso preguntó por ella, la primogénita de Alador Blight, supo que era momento de abandonar la ciudad. Volver a su castaño natural fue lo mejor que pudo haber hecho.

Alador podría encontrarlos en cualquier momento, obligarlos a volver bajo sus garras. Ella tendría que revivir la pesadilla. Amelia había sacrificado demasiado: sus estudios, amistades, salud y estilo de vida para cuidar de sus pequeños hermanos. Se vio forzada a madurar. Era la adulta de 15 años responsable de que la vida de sus niños no sea abusada por el hombre al que alguna vez se le dirigió como padre.

Un día después de aquellos incidentes, sin avisarles previamente, obligó a Edric, Emira y Amity a empacar ropa en sus mochilas y una caja de cartón. Subieron a un autobús con destino final en los barrios de Connecticut, lo demás es ya sabido.

Pensó y repensó, pero Amelia simplemente no halló una excusa creíble que contarles a sus hermanos gemelos. Les dijo la verdad, aunque a medias... era lo mejor para no alarmarlos. Estaban en peligro, los detalles serían expuestos una vez lleguen a su nueva casa. Ellos supieron despegarse de su anterior vida a pesar de sus cortos 10 años. La pequeña Mittens obedecía ciegamente a Amelia, de quién nunca se despegaba, cualquier excusa vaga serviría. Al fin y al cabo, cumplió siete años hace relativamente poco, nunca forjó amistades, solo necesitaba a sus hermanos y una deliciosa compota de manzana para ser feliz.

—Me retiro, aseguren la puerta principal y llámenme en caso pase una emergencia —indicó.

De su cartera, Amelia sacó un teléfono antiguo con teclas y de considerable grosor.

— ¡Teléfono! —exclamó Amity jovialmente. Le encantaba jugar a la culebra que comía manzanas y al sudoku en aquel precario dispositivo.

—Solo para emergencia, ¿de acuerdo? Qué tal me llaman en plena entrevista o algo por el estilo. —Amelia alzó el aparato por encima de su cabeza para que Amity, por más que se ponga de puntillas o salte, no pueda alcanzarlo—. Además, hay que ahorrar hasta para el saldo de las llamadas — indicó, entregándoselo a Emira.

—Captado, hermana —afirmó la peliverde como si fuera una soldado.

—Cuídense, confío en ustedes —reiteró Amelia, dirigiéndose a la puerta dando pasos hacia atrás—. Oh, cierto. —Amelia se detuvo en la puerta—. Quiero verlos instalados en sus habitaciones cuando regrese, ayuden a Mittens con sus libros y ropa.

—Y-Yo puedo...

Como prueba, la menor levantó la pesada caja. Forzó hasta la última fibra de sus músculos, hasta una vena se le marcó en su muy colorado rostro, pero no pudo cargarla más de dos pasos. Estaba muy chiquita.

—Vean televisión y coman mucho —indicó Amelia.

—De acuerdo —asintieron los gemelos con determinación.

—Bien, bien —asintió también Amelia dubitativa, retirándose lentamente por la puerta. Cerró con llave, pero tres segundos después la volvió a abrir para asomar su cabeza—. ¿Les dije que compré leche y compota de manzana?

— ¡Lo sabemos! —exclamaron los gemelos.

—Okay, okay —jugueteó intranquila con un mechón de su largo cabello castaño. Sin más, Amelia se retiró de la vivienda entre suspiros—. ¿Soportaré ser niñera a este paso?

Encontrar empleo teniendo escasos 15 años, a punto de cumplir 16 en unos meses, le resultaba un escalón más que difícil a la peliverde. No obstante, manejaba un tentador as bajo la manga que ningún adulto podría rechazar: trabajar más de ocho horas al día, sin descanso los fines de semanas. Obviamente, para ello, decidió abandonar permanentemente la escuela o cualquier actividad similar. Le bastaba con volver a casa para cuidar de sus hermanos, podría dormir y comer en el autobús de regreso o en sus escasas horas libres.

La salida de Amelia también es para buscar un centro de estudios cercano en el que puedan asistir sus hermanos. Que sea particular y con pocos requisitos de uniformes o útiles escolares si era posible; de camino a la nueva casa y por las calles observaba varios llamativos afiches.

«Escuela Glan-Waaah», murmuró y gritó mentalmente. Dio un paso en falso en un bache de la descuidada acera y casi se va de cara contra el piso. Usaba tacones, poco acostumbrada, Amelia creía que de ese modo se vería más adulta... sobre todo alta.

Reflexionando sobre los pros de que sus hermanos estudien en Glandus, esperaba a la luz verde de semáforo para cruzar hacia la avenida principal, concurrida a esa hora del mediodía. Aquel templo sin mensualidades o cara matrícula resultaría un lugar adecuado para que Edric, Emira y Amity continúen absorbiendo conocimientos. Aunque eso conllevaba otro problema a la lista casi infinita que revolvía la cabeza de Amelia y no la dejaba dormir en paz: regresar a Michigan para tramitar las boletas y certificados de estudios. Arriesgarse de esa manera, que alguien que trabaje para Alador la logre reconocer, supondría la ruina de los últimos dos años escapando de él. Sin embargo... estaría dispuesta a correr peores riesgos por sus pequeños. Después de todo, la adulta era ella. No tenía nada ni a nadie quién la ayudara con esos temas.

Amelia llegó a la avenida principal, sorprendiéndose de que no estuvieran tan concurrida como parecía en un inició. «Gente en sus trabajos diarios de ocho horas», supuso. Desearía poder hacer lo mismo para obtener dinero y entregarle la más digna vida a sus hermanos.

Pasó por diversos locales dónde parejas, amigos o solitarias personas mataban el tiempo, pero eso no era lo importante, solo le interesaban los afiches en las ventanas o puertas que señalen la búsqueda de nuevo personal. Estudios completos no poseerá, experiencia previa en un café de gatos sí, y tenía la fe de que sea suficiente para colar como candidata. Pero... antes de todo más ideas, ¡si quiera un maldito pedazo de papel o algo!

Amelia recorrió más de 20 cuadras, las personas comenzaban a salir en su hora libre; los anuncios laborales escaseaban o eran poco llamativos por el trabajo a realizar, la mayoría físico en los almacenes repletos de latas y cajas. El único que le resultó atrayente resultó ser del año pasado, cuándo llamó la línea estaba vencidas. Rendida, trató de despejarse del estrés y se dirigió cabizbaja a un parque cercano.

Más de mediodía matándose en tacones no dio frutos. Admirando el despejado cielo azul de Connecticut, se sentó en una larga banca de madera mientras suspiraba del cansancio. Duró en aquella posición muy poco tiempo, el mundo jamás se detendría por ella, pero al menos le dio un ápice de esperanza a su problema. Metros más adelante, logró visualizar un gigantesco cartel de madera, incluso más alto que la propia Amelia de 1.50 cm, repleto a explotar de afiches con números telefónicos de los dueños, quienes buscaban personal a contratar. En el medio del nido de carteles, resaltaba uno de color rosado con letras negras en mayúsculas.

«Bienvenidos al Aquelarre de Empleos: Encuentre trabajos completos, de medio tiempo y por comisiones en nuestras oficinas de apoyo social. Si quiere dar a conocer su negocio o hallar socios, deje su número y el nombre de su empresa para algún entusiasta. Válido para gente con estudios secundarios completos cómo mínimo», leyó Amelia optimista, anotando el número y dirección en su libretita de notas. El detalle de los estudios tal vez tenga una solución, o falsificación si pagaba cierta cantidad de dinero por lo bajo. Antes de enfrascarse en esa idea loca, continuó leyendo más anuncios.

—Se necesita camarera —ojeó. La idea sonaba interesante, aunque la esperanza se diluyó rápidamente—. Experiencia mínima de dos años. Ugh. Qué tontería.

—Lo sé, ¿verdad? —agregó una segunda voz—. Aish. Se supone que los anuncios son destinados únicamente a gente sin experiencia que quiera salir adelante. Hablaré con la encargada.

—Uh...

Por mantenerse absorta en los empleos, apenas notó la nueva presencia de una señora aledaña a ella. Sin problemas, decidió seguirle un poco la corriente por curiosidad.

— ¿Usted busca trabajo? —preguntó Amelia.

—Nah, iba de camino a casa. Me gusta pasar por el tablero, la oficina de apoyo social le pertenece a una amiga... que deberá de oír mis quejas por un buen rato  —señaló la señora. Amelia le calculaba, por algunas arrugas en el rostro y complexión física, que rozaba los 40 años—. ¿Cómo te llamas?

—Amelia —soltó sin mucho interés.

—Lindo nombre, Amelia. Por cierto, me gustan tus tacones —señaló la mayor, buscando una ligera conversación que pueda seguir la corriente en ayudarla a encontrar un empleo. Solo por motivos empáticos, entiende lo difícil del mundo laboral para las jóvenes de Connecticut.

La hermana mayor de los Blight no mentirá acerca de la ligera incomodidad, manifestada como un escalofrío en la espalda, por la repentina compañía e intento de conversación. No obstante, se trataba de un tema burdamente inofensivo sobre moda. Sería grosero no responder con amabilidad. Después de todo, si se consideraba la adulta de la familia, pretendía tarde o temprano compenetrarse al cien con gente de su mismo "nivel".

—Gracias, señora... —alargó para esperar la presentación de ella.

—Soy Lilith—trastabilló la curiosa peliazul.

La mayor de cabello peliazul y largo vestido negro de mangas largas conoce a la dueña del local y podría pedirle de favor que le notifique sobre trabajos en los que la castaña cuadre con algún perfil de empleabilidad. Claro que primero debe intimar algo mínimo con ella, sobre todo saber la opinión de sus apoderados... ya que se acaba de percatar de que, a pesar del outfit semi formal y uso de largos tacones, la cara de niña reduce significativamente las primaveras que Lilith pensaba que Amelia tenía con la primera impresión.

—No creo haberte visto antes frente al tablero. Te ves muy joven como para que debas preocuparte por este tipo de obligaciones.

—Tengo la edad suficiente —expresó Amelia con seriedad.

Aquel dato no era el más cómodo para preguntarle sin más a una señorita. La mayor entrecerró la mirada, como si hubiera visto la dolorosa caída de una persona, comprendiendo lo anormal de su pregunta sin antes un contexto previo.

—Oh, no quise ser grosera —disculpó Lilith, acercándose de a pocos. Amelia instintivamente inclinó el cuerpo hacia el lado contrario—. Verás, conozco al dueño de esta oficina de apoyo social. Tal vez si voy contigo, podamos encontrar o separar algo adecuado para tu edad si en serio deseas trabajar. Niñera, cajera de un café de gatos o...

De forma amistosa, Lilith acostumbraba a poner una mano en el hombro con quien mantenía una charla. Ese fue el primer error que cometió.

— ¡O-Oiga! —expresó Amelia asustada, sudando frío.

Odia que la toquen, de imprevisto y peor si se trataba de una desconocida. La acción trae una serie de malos recuerdos... abusos, de su llamado "padre" en cada intento de querer tocarla sin consentimiento. Sus hermanos son los únicos capaces de efectuar un abrazo con ella sin que sienta una masiva opresión en el pecho, aunque un par de meses le llevó a Amelia poder asimilarlo.

La señora se le acercó, tocó su desnudo hombro y Amelia dio un súbito paso hacia atrás mientras inconscientemente escondía sus pechos con los brazos cruzados. Aquel acto hizo que la chica se desestabilizara. Dio un paso en falso por culpa de su escasa experiencia empleando tacones, lo que produjo una grave torcedura de su tobillo derecho. Lilith juró sentir hasta el alma el crujir de la articulación.

— ¡MIERDA! —bramó Amelia, cayendo bruscamente de lado.

Lilith llegó a paniquearse por la inesperada reacción de la joven. Se reprochó de que su amabilidad haya sido mal vista por culpa de un imprudente actuar ni bien conocerla. Agachó la mirada para fijarse en la gravedad del problema, alarmándose por la rápida hinchazón manifestada.

—Dios, tu tobillo —masculló adolorida—. ¿Tienes celular? Llamaré a tus padres para que vengan por ti.

— ¡NO! —bramó Amelia molesta, actitud que se rebajó por culpa de la gran urgencia en su tobillo—. No... no tengo celular —gimoteó.

— ¡Sabes el número de tus padres al menos! —apremió Lilith. La menor negó lentamente—. Qué negligencia por el amor de... —se detuvo en seco, lo primordial era auxiliarla, aunque Lilith no dejaba de pensar en varias "hipótesis".

—Déjeme sola —renegó Amelia.

Aunque admitía que era necesario solicitar auxilio, jamás regresaría a casa si seguía en ese estado, cierto lado menos lógico de Amelia, más arraigado a sus volátiles emociones que pocas veces deja escapar, hacía que trate de alejarse de aquella mujer.

—Eso nada. Llamaré a una ambulancia y...

Un chillante timbre proveniente de la cartera de Amelia cayó a Lilith en plena oración. La mayor se cruzó de brazos y arqueó una ceja al mismo tiempo que la Blight quedó tensa por ser catalogada como una mentirosa. Para última idea, la castaña no tuvo tiempo para darle más vueltas. Que alguien la llame significaba solo una cosa.

—Emergencia —susurró Amelia. Solo tres personas en el planeta conocían su número.

Con dificultad, debido al intratable dolor de su tobillo, extrajo el aparato de entre sus pertenencias.

«Deben ser sus padres. Aún si no lo son, usaré sus contactos para citar a un conocido suyo», meditó la mayor.

—Si me permites. —Lilith se adelantó. Aprovechándose de la fragilidad de Amelia, le arrebató su teléfono.

—Devuélvamelo —gimoteó la castaña, presionándose a ponerse de pie para encarar a la señora de cabello azulino.

Lamentablemente para ella, Lilith contestó rápidamente. La mayor esperaba una voz gruesa o de mujer madura; ya que el contacto se nombraba "Hogar"; sin embargo, del otro lado de la línea captó la vocecita de una dulce niña.

— ¡Amelia! —chilló de felicidad—. Soy yo, Amity. Sé que dijiste que te llamara en caso de emergencia, pero es que... —habló pausado, avergonzada de continuar y que sus hermanos gemelos la escuchen o volverían a tacharla de bebé miedosa—... te extraño.

Finalmente soltó un susurro. Posterior a eso, dejó salir una dulce risita mientras ambas mejillas se le entintaban de un leve rojizo.

Lilith quiso empezar su discurso, primero preguntarle si fuera tan amable en traer una persona adulta responsable, a mami o papi. Mientras tanto, la herida Amelia intentaba quitarle el celular en modo altavoz.

Lilith no tuvo tiempo de abrir la boca, Amity dejó colar una avalancha sentimental que le estrujó el corazón.

La mayor presentía un mal augurio, mirando de reojo el rostro fruncido de Amelia. Que la maltrecha joven se tiña de vergüenza, poco ayudó a calmar esa sensación. «Capaz y... Amity sea su hija o algo por el estilo», sacó una de tantas apresuradas conclusiones con tan pocas pruebas. El término de "hermanita bebé" también coló en su cerebro.

—Em y Ed pidieron pizza, desempacaron y fueron a descansar a sus habitaciones. Me sentí solita y me preguntaba si volverás pronto. Pensaba también si podíamos terminar de leer el cuento de la semana pasada, fue muy interesante como el señor conejo Otabin encontró la madriguera perfecta para vivir. Se parece a nosotros, que encontramos una nueva madriguera, pero es mucho mejor que la de Otabin. ¿Sabes por qué? P-Porque tengo una familia muy bonita de cuatro integrantes, dónde tú eres la más bonita. Cierto, ¿volverás a pintarte de verde? Digo, tu color natural es cool, pero... me gustaba apreciar tu cabello verde todos los días. Te parecías... mucho a mami. P-Pero si no te agrada, no hay problema —parloteó Amity sin cesar, y cuándo quiso darse una pausa para tomar de su vasito de plástico, se percató de una desgracia—. Oh, mi leche se enfrió. No importa, esos cabeza hueca me sirvió una compota de... ¡manzana! Es mi favorita, ¿cómo lo supieron? ¡Amelia tú les dijiste! Apuesto que me la puedo comer en menos de un minutooo.

—Uhhh —balbuceó Lilith, atolondrada por el tamaño de la información random dispuesta por la hermana de la joven con el tobillo lastimado.

—Oh, cierto, llamada para emergencias —se reprochó la menor a sí misma—. P-Perdón si estabas ocupada. Como contestaste, creí que...

—Amity, ¿cierto? —interrumpió Lilith.

—Oh —balbuceó temerosa la menor.

Nadie la verá o sentirá como se estrujaba el pecho para evitar que el pecho llegue a dolerle por si su hermana no contestaba pronto.

— ¿D-Dónde está mi hermana?

Lilith se sintió más aliviada tras el descarte de la opción HIJA. «Bajo ese contexto, Ed y Em también deben de ser sus hermanos, sin rastros de padres por el momento...», meditó, ya con ello una mejor perspectiva asomó en el horizonte.

—Amity, aquí —respondió Amelia de pronto, aprovechando la reflexión de Lilith para arrebatarle el celular—. Volveré pronto, lo juro. S-Solo que... demoraré un poco más, todavía no encuentro trabajo y me falta ir a Glandus por información para su nueva escuela —señaló la mayor, añadiéndole una pizca de mofa para no preocuparla—. ¡Eso quiere decir que el fin de semana iremos de compras! Y-Yey...

—Blegh —se quejó Amity, olvidando momentáneamente el tema de la señora.

—No te pongas... así —pidió Amelia. Trastabilló en su voz por el pinchazo de la aparente rasgadura de ligamentos del tobillo que empezaba a tornarse en un tono violáceo.

La dinámica entre hermanas le resultaba muy... linda a Lilith. Suspiró, tragándose sin más sus malas hipótesis. Juzgó muy pronto a la castaña, ya que, si una niña hablaba de amarla y extrañarla con intensidad y amor, ¿qué tan mala podría llegar a ser Amelia? Orfandad o abusos eran de las últimas historias de trasfondo que Lilith se imaginaba sufrieron las menores, mediante el sustento ofrecido por los datos random de Amity, y por esa razón la hermana mayor se vio obligada a buscar empleo.

—En compensación hoy terminaremos de leer a Otabin, ¿okay? —prometió Amelia para desviar la atención del problema. Aún no sabía cómo regresaría a casa en su actual estado.

— ¡Sííí! Gracias, ma... hermana —emitió una risilla, con una manita avergonzada cubriendo sus labios—. Te amo, no tardes mucho. Adiós también, señorita desconocida.

—Bai —Enternecida, Lilith se despidió por el altavoz.

Inmediatamente el corte, Amelia expulsó la maldición desde lo profundo de su alma. "¡M-Mierda!". Era un nivel superior de agonía, directamente hasta tenía ganas de arrancarse el pie.

—Era tu hermanita...

—Sí, ¡necesito volver con ella, con mis otros dos hermanos! —habló Amelia, agitando su respiración hasta la cuenta de tres para tensarse e intentar ponerse de pie por su cuenta.

Nada. A ese paso llegaría a lastimarse más, Lilith lo tenía en cuenta.

—Supongo que... no tienes padres.

— ¿L-Le tengo que responder? —hipó Amelia muy adolorida, al borde de que un sollozo frustrado la ahogue.

Furiosa, Amelia frunció el ceño mientras apretaba los dientes para tratar de concentrarse en otro tipo de malestar y disponerse a salir de allí. Trató de reincorporarse al apoyarse con ambas manos en el respaldo de la banca. Sin embargo, se le hizo casi imposible. Adolorida y vencida, desbaratada mentalmente en gran medida, Amelia gruñó al sentarse nuevamente y poner ambas manos en el rostro para que la desconocida no la vea lloriquear de la exasperación.

—Vamos, no seas grosera. Quiero ayudarte, empezando por ese tobillo —señaló Lilith suavemente, ofreciéndole una mano.

La propuesta duró unos segundos. Aún con el brazo extendido de ella, Amelia demoró en tomar un respiro y procesar la ayuda. «Ir a casa pronto con mis hermanos», sinceramente no tenía demasiado opciones si es que ni siquiera podría dar dos pasos antes de caer.

Amelia finalmente aceptó. Era la mejor y única salida rápida en su cerrado círculo de opciones, sin recurrir al hospital. Desde que llegó a Connecticut, tenía en claro que deberían abstenerse de llamar a un médico o ir al hospital por dos simples razones: no poseen seguro de vida en la ciudad y no desean gastar dinero en una clínica privada.

—N-No se atreva a... tocar de más —advirtió Amelia, su afilada mirada y tono serio dieron qué pensar a Lilith.

«Amity mencionó a su madre y que se parecía a ella», reprodujo Lilith en su mente. Por el nostálgico comentario de la niña, supone que la progenitora murió o los abandonó hace relativamente un buen tiempo. El padre es otro tema; sin señales y con una chica con miedo al contacto físico, Lilith presagiaba lo peor.

—De acuerdo.

La mayor se limitó a solo tomarla de un brazo para estabilizarla. El andar de ambas era más lento, pero si así lo pedía Amelia. Lilith poco reprocharía ya que, para empezar, fue culpa de su tonta imprudencia amable que la joven se lastimara.

—Mi auto está a unas dos cuadras, dime tu dirección y te llevaré a casa.

Casa de la familia Blight. 

A las afueras de la residencia, bajo el nublado cielo que empezaba a oscurecerse para dar paso a la noche, un auto azul oscuro se estacionó. El bullicio despertó a Amity, quién se dormitaba en la mesita de la sala luego de tomar su vaso de leche diario. Con baba en el cachete y la televisión prendida de fondo, dejó de lado sus dibujos con crayones para dirigirse a la ventana para ver si Amelia por fin había regresado.

—Con cuidado —expresó Lilith, ayudando a la Blight a salir del auto—. Ahora intenta pisar un poco fuerte.

— ¡D-Decídete! Auch... —gimoteó Amelia. Lentamente pisó la vereda de la fachada de su casa para poder extraer la llave de su jean. Sin embargo, antes de que gire la perilla, la puerta fue abierta por la integrante más pequeña.

— ¡Amelia, llegas...! —exclamó Amity, dando saltitos ansiosos en espera de que sus hermanos la acompañen a recibirla—. Holi...

Siendo bajita, desde su punto de vista, la altura de Lilith le resultaba intimidante. Pese a ello, Amity supo que no estaba en peligro si Amelia venía con ella. Edric y Emira se asomaron desde la cocina, de prisa fueron a reencontrarse con su hermana.

—¿Q-Quién es usted? —preguntó Mittens, jugueteando con la parte baja de su camiseta.

—Larga historia —sentenció Amelia serena, empujando levemente a Lilith para que la suelte.

Por medio de apoyarse en las paredes, saltando en una pierna, llegó a sentarse en el sillón individual de la sala. Amelia sudaba frío mientras miraba exhausta el techo. Buscaba concentración para pensar en un plan de sanación de su accidente, pero esta jamás llegaría si es que sus alarmados hermanos no dejaban de taladrarle la cabeza con incesantes preguntas.

— ¿Qué le pasó a tu tobillo? // ¡Dónde estabas! —interrogaron los gemelos, ambos de cada lado, sacudiéndola de un hombro y exigiendo respuestas.

—Larga historia...

—T-Tu pie —balbuceó Amity—. ¿Vas a estar bien? ¿T-Te vas a...?

Un pinchazo se hizo presente en su corazón. La mente de una niña de su edad tergiversaba cualquier simple herida a un concepto de alta mortalidad. Dejó de estrujar la parte baja de su camiseta, directamente apretó su pecho antes de soltar toda su preocupación, que no era poca ni mucho menos.

—Carajooo...

Volvió a gimotear Amelia, esta vez entumeciéndose con un cojín en su rostro para que ellos no la vean expresarse de ese modo tan lamentable. Temía que en cualquier momento se quebraría. Pero para su sorpresa, ella no fue la primera.

— ¡¿T-TE VAS A MORIR?! —vociferó Amity con la garganta quebrada, peor, como si alguien se la rasgara mientras moría de agonía—. ¡NO TE MUERAS!

Dolió el cómo Amity se expresó de esa manera, tan asustada, moqueando mientras su cristalizada mirada no dejaba de brotar gotas de tristeza que caían en sus pies y en la alfombra de la sala. «N-No te mueras, no te mueras», hipó la niña.

Amity se hincó de rodillas y aferró a su hermana de la pierna, implorando que nada malo le pase. Los gemelos, consternados por el hecho, también se apegaron a ella. En escasos segundos, Amelia se vio sofocada por tres almitas en busca de tranquilidad que solo su hermana mayor podría brindarles.

La mayor de los Blight quedó petrificada. Desde antes lidió con problemas similares: la vez que a Edric le picó una araña, Emira cuándo se dobló el dedo meñique, incluso Amity con su dolor estomacal de la semana pasada que parecía interminable. Sea lo que sea, Amelia siempre terminaba resolviendo la situación. A su modo, logró que la única familia que le queda subsista sin ayuda de un adulto. Para sus hermanos... Amelia Blight era la mejor heroína del mundo, y que sea heroína ahora se ve presa de un accidente, sin alguien aparente que pueda ayudarla... se entiende perfectamente el repentino miedo que invadió la casa.

—Su hermana estará bien; ustedes la ayudarán —aseguró Lilith, rompiendo la burbuja negativa que absorbía a los menores.

Para mayor confort, palmó la cabecita de Amity, quién levantó la mirada para enfocarse en la de Amelia. Se le veía mejor, relativamente más tranquila a cuándo todos empezaron a llorar por ella, por lo menos no tenía el rostro colorado del estrés, solo del dolor.

—Bien, niños, manos a la obra. Ustedes dos traigan una tina, llénenla de agua y hielo —ordenó Lilith a los gemelos—. Pequeña... ¿Amity, cierto? ¿Serías tan amable de buscar unas vendas?

—Creo que en el baño hay un botiquín —señaló Amelia apurándola, pero a último momento se arrepintió de ello—. A-Aunque está encima del retrete. Olvídalo, puedes caerte, yo iré por...

— ¡Corre, Mittens! —añadieron los gemelos, antes de ir cada uno por su lado en búsqueda de lo requerido para curar a Amelia.

Ambas actitudes combinadas, que Amelia se queje del dolor y ni siquiera pueda ponerse de pie sin que una lágrima resbale por su mejilla, provocaron que la menor estallara en una arrancada nerviosa, chillidos incluidos, con dirección a los servicios higiénicos de la casa.

— ¡Vigílenla que se puede lastimar! —ordenó Amelia. Por instinto quiso incorporarse rápidamente—. Hijo de...

—Aquí, levántalo—pidió Lilith, ayudándola a subir el pie afectado en una pequeña ruma de varios cojines.

La Blight, resignada, acató la orden y se acomodó mejor en el sofá. De esa manera no pensaba terminar su día. Además, nunca creyó que alguien ajeno a sus hermanos se le permitiera entrar en la casa, por lo menos no durante los primeros meses. Pero allí la tenía, a una amable mujer desconocida que desperdicia sus esfuerzos en apoyar a una mocosa que fue grosera con ella.

—G-Gracias... —murmuró. Era lo único que la conflictuada menor podía ofrecerle momentáneamente: agradecimiento.

Un minuto después, los menores trajeron lo necesario para empezar el procedimiento de curación. Lilith no será una gran experta, pero posee la experiencia de también ser hermana mayor.

Una hora después.

—Listo.

Delicadamente, Lilith terminó de hacerle un nudo a la venda que envolvía el tobillo afectado. Amelia pisó la alfombra, una pequeña descarga impactó hasta su columna vertebral e hizo que se retorciera adolorida por unos segundos en el sofá.

—Ya, basta. Sanarás en menos de una semana, gracias a Dios no fue un esguince como tal. Eso sí, nada de salir a la calle por ese tiempo —advirtió Lilith, ordenando y sacudiendo algunos cojines que Amelia destrozó mientras la curaban—. Mantén ese pie elevado.

—N-No puedo darme el lujo de estar sin hacer nada por una semana —farfulló la mayor de los Blight.

—Tranquila, hablaré con mi amiga de la oficina social —calmó Lilith, lo que ocasionó que la Blight suelte un respiro más relajado. Una preocupación menos en su vida, por el momento—. Ocúpate en sanar, comer bien y cuidar de tus...

Usando ambas manitos para levantar el plato por encima de su cabeza, Amity interrumpió a Lilith y le ofreció un regalo especial luego de salvar su mundo.

—Usted la salvó. Le invito el último pedazo de pizza. E-Está un poquito mordido, es que me dio hambre a medio camino.

—Debe ser la edad —habló Emira de fondo alzando los hombros.

Conoce a Amelia, por lo que se adelantó a la pregunta que seguramente les realizaría sobre si verdaderamente tuvieron una cena apetitosa. Que Amity tenga más hambre de lo normal era raro.

—Sí, la edad —balbuceó Edric, desconcentrado hasta cierto punto porque él también poseía un apetito no saciado.

Ordenar la casa, desempacar, el cambio de ciudad en sí, fue tan súbito que, sin excepción, el estómago de los hermanos restantes gruñó, reclamando alimento.

— ¿Q-Qué me miran? —bufó Amelia avergonzada, desviando su colorado rostro de los demás. Ella fue la peor afectada al ser la única que no comió en todo el día.

—Mayoría manda —indicó Lilith

— ¿A quién llama? —preguntó la pequeña Amity jalándole insistentemente del vestido.

—Aló, pizzería, una familiar de tocino por favor —pidió Lilith con una gran sonrisa—. Y que sea en 30 minutos o menos, tengo niños a quiénes alimentar.

Una hora y media más tarde, era tiempo de que la mayor retorne a casa. Apoyada en las paredes, Amelia insistió en despedirla en la puerta de su casa.

—Ten, es el número de mi oficina. Puedes dejarle tu email a mi secretaria —Lilith le entregó una tarjetita blanca con adornos de llamativas flores en la esquina.

—Directora suprema del orfanato central de la ciudad de Connecticut: Lilith Clawthorne —leyó Amelia con una ceja arqueada, extrañada en parte por la fina escritura de tan raro nombre para un cargo institucional—. Hay un poco de tarjeta en su ego —mofó.

—Mi hermana las modificó como una tonta broma —quejó Lilith, pero le era urgente y luego tendría que ir a cambiarlo.

—Por lo menos me doy una idea del por qué fuiste tan amable conmigo —analizó Amelia; paciencia u empatía debían ser adjetivos arraigados en la señora dedicada en ese rubro de los menores desamparados.

Asimismo, también se daba una idea de porqué Lilith creyó que intentaba escaparse de casa. Seguramente sepa cientos de historias con los mismos argumentos o visibles señales; por culpa de padres abusivos, abandonos, accidentes, enfermedades y un largo etcétera.

—Toda chica nueva en la ciudad necesita contactos —argumentó Lilith regalándole un guiño.

—Supongo. —Amelia, con ello, se sintió mal por en primer lugar rechazar su ayuda hace horas, aunque un punto a favor tenía por desconfiar de los adultos.

—Sabes, he visto y escuchado una cantidad masiva de casos similares al tuyo en mi orfanato. Niños que abandonan o son abandonados por familias nefastas. Dios... —masculló Lilith. El solo pensarlo era suficiente para entristecerla, por esa razón se comprometió en ayudar a aquellas almas que requerían de amor y cuidados—. Con ayuda profesional, ellos pueden gozar de una segunda oportunidad de la mano de una amorosa familia, pero para ser tú sola contra el mundo... veo que tienes todo relativamente bajo control.

—Me esfuerzo por ellos. Día y noche —aseguró Amelia, dando un vistazo atrás. Con la puerta prácticamente abierta, pudo visualizar las sonrisas que compartían sus hermanos mientras terminaba de comer sus tajadas de pizza con picante—. Espero que siga de esa manera.

—Esperamos, pero... la ayuda profesional nunca cae mal. Mira, solo soy graduada de Trabajo Social, no estoy capacitada para ayudarte de pleno en tu lío legal familiar. Entonces...

— ¿Entonces...? —Amelia no entendía muy bien a dónde quería llegar la mujer.

—Conozco a alguien. —La atención de Amelia se concentró por completo en lo que Lilith diría. Una oportunidad de no batallar a solas con la vida—. Se llama Bump, es el mejor abogado de la ciudad. Casi nunca pierde un caso, y se especializa en deficiencias familiares, puede ser la solución a tus problemas.

—Pfff —exhaló Amelia pesadamente—. La palabra "mejor" me hace suponer varios miles de dólares que prefiero gastar en compota de manzana para mi hermanita.

— ¡Bump tiene un gran corazón! —Lilith trataba de que una Amelia cruzada de brazos no se desanime—. Fue mi profesor en Hexside, lo conozco bien. Ya con el tema, ¿oíste de esa escuela? Tal vez puedas inscribir a tus hermanos y... cierto, compota de manzana.

—A ella le encanta. —Y a ella le encanta mimarla para verla feliz—. Lo pensaré más adelante, quiero que ellos tengan la mejor educación posible.

— ¿Y qué hay de ti?

—Alguien debe trabajar como mula —alzó ambos hombros con desinterés.

Lilith tenía el presentimiento de que una joven tan madura y capacitada para el medio adulta, aparte de ser ya responsable de una familia, podría tener un potencial sin límite en los estudios. Poseer un pedazo de cartón que avale el estudio de varios niveles de conocimientos avanzados, ayudaría a Amelia a posicionarse en un mejor trabajo, lo que les daría una vida más digna a sus hermanos en un futuro no muy lejano.

—Hablaré con Bump para que se contacte contigo por email. Lo menos que tendrás será un asesoramiento particular para tus problemas.

—Gracias —se inclinó levemente Amelia. Agradecer a otras personas era nuevo para ella—Espero verte pronto.

—Lo harás si es que mi hermana no se mete en problemas o no me asignan a una campaña de caridad en el exterior —bufó cansada—. Adiós, señorita Amelia y... adiós, Amity.

—Bai.

Asomada por la puerta desde hace un minuto atrás, la pequeña levantó una mano llena de queso para despedirse de la amable señora que le invitó la pizza más grande que haya visto en su corta vida. Y claro, que también ayudó a Amelia con aquella fea torcedura de tobillo. Amity siempre estará agradecida con Lilith, o por lo menos esa fue la sensación que tuvo en ese instante.

Lilith subió a su auto y desde la ventanilla levantó la mano izquierda como despedida. Ambas hermanas compartieron miradas. Visiblemente exhaustas, bostezaron al mismo tiempo.

—Amelia, es hora del cuento —habló Amity en un bajo tono. Con el cuerpo tambaleante, puso una mejilla en la pierna de su hermana—. Tengo sueñito...

—Claro, fue un largo día. —Le revolvió el cabello, deshaciéndole la colita que traía—. Lávate dientes, iré contigo enseguida.

Curiosidades:

—Lilith y Amelia siguen siendo amigas en la actualidad, solo que comparten muy poco tiempo juntas por diversas razones. Entre estas, es que Lilith suele viajar muy seguido. Luego los Blight conocieron a Eda, Lucía y Luz y... bueno, se encariñaron más a fondo con ellas.

—Algunas conductas que Amelia realiza son inadecuadas, como dejar a tres menores de edad sin supervisión por varias horas. Recordar que pese a todo, ella sigue siendo una niña sin demasiadas opciones, pero que ha tenido bastante suerte desde que escapó con sus hermanos. De milagro Amity no se ha roto más de un hueso.

Regresamos con nuestras familias disfuncionales favoritas <3 Tal vez sea el último capítulo del año, de mi cuenta en general. Los mantendré al tanto si el tiempo me da para hacerle algún especial de navidad a Always Together o Mamá Búho. Por mientras, me enfocaré en avanzar borradores de ambas historias.

Próximo capítulo: Lucía y Luz chikitas.

Por cierto, si tienen alguna duda de la historia, no sean tímidos y déjenla. Estaré más que feliz de responderles owo

¡Gracias por ver! Dale estrellita si te está gustando, también sería genial si pueden compartir la historia para llegar a más personas.

¡Nos vemos! <33

Los quiero mucho uvu

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