Capítulo 9: Lecho de sangre
Cuando despierto Sirius ya no está a mi lado. Veo el reloj mágico que está en un taburete a mi derecha y me doy cuenta que ya es de mañana. Suspiro y me siento en la cama, froto mis ojos queriendo que lo de ayer sea solo un sueño, pero sé que no es así.
El pecho me duele, pero no me quejo, después de todo yo misma me busqué esto. Los pajarillos fuera de la madriguera cantan, como si quisieran alegrarme con su canto, aunque no lo logran del todo.
Supongo que Sirius se fue de la habitación cuando caí dormida mientras me relataba una historia sobre mis padres:
—No tienes por qué sentirte mal, Sky—dice, frotando mi espalda—Lily y James también fueron padres muy jóvenes
— ¿En serio?
—Bueno, no tan jóvenes. Pero si
—Eso no me consuela
Él ríe.
Después de eso no recuerdo algo más, a excepción tal vez de que cuando Sirius me ofreció un poco de comida yo la rechacé. Ahora estoy sola, viendo como el sol sale cada vez mas.
No he tenido la oportunidad de ver a Remus ni a Fred, lo que me hace pensar que fueron esos dos los que peor recibieron la noticia. Quiero llorar, pero mi cara se siente tan hinchada e irritada que desisto de hacerlo, aunque la garganta me queme.
La espalda me pesa y el estómago me duele; lo froto un poco tratando de calmar el dolor, sin embargo este se niega a desparecer. Es como si me pincharan con una aguja una y otra vez.
Maldigo cuando las lágrimas se me escapan. Aprieto mi estómago dejando que los recuerdos del día anterior se ciernen sobre mí. Apoyo la cabeza contra la almohada y sollozo. No puedo ni pensar en mis padres sin sentir que les he fallado.
Cubro mis ojos con mi antebrazo y escucho como la puerta se abre lentamente. Me niego a mirar y a aceptar que alguien mas ha venido a acusarme de haberlo defraudado. Un peso hunde la cama y me retira el brazo de la cara.
Es Molly, y está cargando una bandeja de comida
—Señora Weasley
—Hola, querida
Sus ojos se encuentran con los míos, dejándome ver un brillo que antes no tenían. Sorpresivamente está sonriéndome, poniendo la bandeja sobre mis piernas.
—Te he traído algo de comer
—Yo... no sé qué decir
—No es necesario que digas algo
Bajo la mirada y me encuentro con lo que ha traído; es mi comida favorita, acompañada de esas natillas de uva que tanto me gustan. Tomo la cuchara y la hundo en el pudín. Mi boca tiene una fiesta al probar la natilla; entonces la tristeza vuelve a hacer de las suyas.
Una lágrima recorre mi mejilla hasta perderse en mi barbilla.
—Lo siento, señora Weasley. Lo siento muchísimo
—Está bien, Skyler
—No, no está bien. Usted y toda su familia me han ayudado desde hace años y les pago de esta manera tan...—suspiro, dejando la oración a medias— Debería odiarme
—Oh Sky, no sabes lo que estás diciendo—pasa una de sus manos por mis mejillas limpiándolas—Sé lo que estás pensando, pero quiero que sepas que no me has defraudado ni nada que se le parezca, cielo.
—Lo dice únicamente para no hacerme sentir mal—declaro, a pesar de que ella niega
—En absoluto. Te lo digo porque es verdad. Y aunque si me preocupa que vayan a ser padres tan jóvenes, me alegra saber que mi Fred te ha escogido a ti para estar a su lado. Ni Arthur ni yo estamos molestos, Skyler
—¿En serio?
—En serio. ¿Y sabes algo? Arthur ya hasta está encerrado en el granero. Dice que debe fabricar una cuna para el bebé. Está muy emocionado
Mis mejillas se vuelven calientes. La señora Weasley aprieta mis manos y junto con las de ella, las coloca sobre mi abdomen.
—Lamento si te hicimos creer que esto no era una buena noticia. Es solo que nos tomó a todos por sorpresa, pero sin duda estamos felices. Hasta Bill le ha mandado una carta a su hermano Charlie para contarle la noticia y bueno, a Percy también
—¿Y qué hay de Remus? ¿Y Fred?
Una mueca se forma en su rostro en lo que frota mi estomago.
—Remus está furioso. No contigo, con Fred. Mi hijo no ha subido a verte porque él se lo ha prohibido
—Él confiaba en mí. Harry también y ahora ambos me odian
—Oh cielo, no digas eso—acaricia mi cabello. Una lágrima le resbala por la nariz—Nadie aquí te odia, al contrario, nos preocupamos por ti.
—Pero yo...
—No te compliques pensando en lo que los demás puedan creer—dice—Ahora más que nunca debes mantenerte fuerte. Por esto—Lleva una mano hasta mi estómago—Y por Quien-tu-sabes
—Está bien
—Bien—La señora Weasley sonríe y me acerca mas la comida—Pero anda, come. He preparado todo lo que te gusta
—Gracias—Intento formar una sonrisa, pero se convierte en una mueca cuando siento un dolor en mi vientre—Pero no gracias. No tengo hambre
—Pero Sky, debes alimentarte bien ahora que vas a tener un bebé. No puedes ayunar
—Lo sé, pero en verdad no quiero comer ahora
—Bueno—Ella retira la bandeja insatisfecha—Pero será mejor que permanezcas aquí, ¿Si? Debes descansar
—Está bien
La señora Weasley se levanta, se da la vuelta para salir, pero no lo hace, al contrario, aparta la bandeja y me abraza. Sus brazos rodean mi cuello haciéndome cerrar los ojos por su calidez maternal.
—Gracias—me dice—Por hacerme la abuela más feliz del mundo mágico
No sé qué contestar a eso, por lo que solo me limito a asentir mientras mis ojos se perlan de lágrimas. Ella arruga la nariz y sale, más contenta que de costumbre. Entonces me recuesto, al menos alguien es feliz con esta noticia.
Me niego a comer durante el día y parte de la noche. Son casi las doce de la noche y sigo sin probar bocado. La señora Weasley, Ginny y Hermione han estado viniendo para hacerme comer algo, pero mi estómago está tan cerrado que si intento ingerir algo soy capaz de vomitarlo de vuelta. Ellas salen de la recamara, con caras largas. El señor Weasley las espera del otro lado de la puerta, esperando por noticias.
— ¡No ha querido comer nada, Arthur! —Alcanzo a escuchar a través de la puerta—Estoy preocupada
—Cálmate cariño. Quizá sea normal
— ¡No lo es! ¡Estuve embarazada seis veces! Obvio que sé lo que es normal y lo que no
Bajan las escaleras, dejándome sola de nuevo. No me he movido de esta cama en todo el día y supongo que no lo haré antes de partir en búsqueda de los Horrocruxes porque si, aunque Harry no quiera que vaya, lo haré.
Lo único que ilumina mi habitación son un par de velas a cada lado de la cama, sobre dos taburetes. Alguien entra por la puerta y logro ver que se trata de Tonks, pues su cabellera rosa chicle es llamativo a pesar de estar casi a oscuras. Se sienta a mi lado en la cama, sonriéndome.
—Hola a la futura mamá—dice abrazándome
—Hola Tonks—Mi voz sale en un hilo, mientras le devuelvo el abrazo. Ella está aquí, por lo que Remus debe estar en la madriguera también—¿Dónde está Remus?
—Él... uh... está abajo—Me mira con pena—Lo siento, Sky, Remus no quiso subir
—No importa, yo lo entiendo
Tonks se da cuenta de mi cara triste y comienza a hacer cosas extrañas con su rostro haciéndome reír. Sin duda lo que más me gusta es la manera en la que convierte su nariz en una de pato. Tontea conmigo durante un rato hasta que se hace tarde.
—Debo volver, no es muy seguro salir de noche en estos tiempos, ya sabes
—Si, lo sé
—Pero bueno, si quieres puedo acompañarte un rato mientras comes algo—dice en tono inocente. Yo niego
—Gracias, pero no tengo hambre
—Bueno, tenía que intentarlo—Se agacha y besa mi frente—Adiós Sky. Adiós bebito—Toca mi panza y la frota para luego guiñarme un ojo y salir por la puerta
Me levanto de un salto. Mi cabeza da vueltas y la cicatriz me duele un montón; me froto el estómago, el dolor se ha intensificado.
Veo el reloj y noto que es muy temprano por la mañana. No hay nadie en la madriguera pues ayer, después de que Tonks se fuera, la señora Weasley entró a la habitación, avisando que por la mañana iría a comprar las ultimas cosas para la boda y que sus hijos, Harry y Hermione le ayudarían. Seguramente el señor Weasley está en su trabajo junto a Bill; Fleur estará fueras yendo por sus padres y Tonks y Remus estaban en su casa, por lo que estaba a mi suerte yo sola.
Alejo las sabanas y bajo de la cama. El dolor en mi estómago es tan fuerte que me dobla los pies. Me sostengo la barriga en lo que salgo por la puerta.
Mis ojos se aguadan conforme avanzo ya que el dolor es tan agudo que me provoca largarme llorar a mitad de las escaleras; un espasmo me recorre la entrepierna y sube hasta mi espalda ocasionando que me deje caer sobre uno de los escalones y me detengo de la barandilla. No hay nadie que me ayude en esto.
Grito cuando un calambre me apretuja el vientre y me hace sudar; ruidos se escuchan en la cocina dejando ver a Sirius abajo, con una taza en las manos.
— ¡Skyler!
—Sirius...—susurro, apretando los barrotes de la escalera. El corre por los peldaños, suelta la taza y me toma el rostro. Mis ojos difícilmente logran enfocar su rostro
—¿Qué sucede, Sky? ¿Qué pasa?
—Yo... no lo sé
—Vamos, te llevaré a tu habitación
Me levanto, entonces veo la mancha de sangre que he dejado en la escalera. La cara de Sirius palidece y me mira.
—Skyler...
Pero no escucho nada más. Mi cuerpo deja de pesarme y lo único que siento es el fuerte golpe que me doy en la espalda al caer sobre los escalones.
[Editado]
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