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Capítulo 3: La muerte del guerrero

Comenzamos a volar sobre Little Whinging, viendo todas las casas del lugar recubiertas por una capa de llovizna. El señor Weasley se acerca un poco haciendo una maniobra con su escoba y me hace una seña con la mano.

—Irás a la casa de la tía Muriel, Sky, ¿Entendido?

—Entendido

El señor Weasley acelera dejándome en la parte trasera, parece que lo han planeado así pues nadie dice nada respecto a mi posición.

Después de menos de diez minutos comienzan a rodearnos, al menos treinta figuras encapuchadas suspendidas en el aire, lanzando hechizos que todos intentamos evadir. La motocicleta de Hagrid da giros como loca mientras que los demás se dispersan al salir del Little Whinging. Intento recordar la dirección de la tía Muriel, pero no logro hacerlo.

Hace un par de años, cuando Fred y yo comenzamos a salir, me habló de la mayoría de su familia y de donde vivían cada uno de ellos. Creo recordar algo de la famosa tía Muriel, pero en estos momentos no consigo vislumbrar la casa.

Los ojos me pican a causa del aire y estoy tan distraída que uno de esos hechizos me roza el lado derecho de la cara haciéndome sangrar. Por un momento pierdo el control de la Saeta y uno de mis pies resbala. Voy justo detrás de Hagrid, notando como un rayo verde los intercepta provocándole un chillido a Hedwig, segundos después su jaula cae al vacío con los gritos de Harry de fondo.

Deseo bajar por Hedwig, pero la lechuza ya se ha perdido de mi vista. El vacío en mi pecho se hace presente cuando recuerdo aquel día en que Hagrid nos regaló la lechuza a Harry y a mí. Voy tan distraída que uno de esos mortífagos choca contra mi escoba y me toma por el brazo. La cicatriz me palpita y cierro los ojos para hacer que el dolor disminuya

— ¡La tengo! ¡La tengo mi señor!

Reconozco la voz de Lucius Malfoy a través de la capucha negra. Antes de que pueda hacer un movimiento me toma por el cuello apretando tanto, que puedo escuchar los latidos de mi corazón. Quiere sacarme de mi escoba, pero aferro los pies a la base antes de que intente siquiera patearla. Trato de buscar mi varita, pero recuerdo que Harry la ha empacado en la mochila junto a los otros cachivaches que llevamos. Lucius rápidamente se da cuenta y con su varita me golpea la cicatriz.

El dolor que me ha durado todo el verano se hace más potente, causando que por un momento pierda a Hagrid y a Harry de vista. Procuro alejar un poco el brazo de Lucius de mi cuello más su agarre es tan fuerte que no logro moverlo ni siquiera un par de milímetros. La Saeta se remueve perturbada queriendo seguir con su trayectoria debajo de mis pies, estoy por darme por vencida al tiempo que otro de esos mortífagos aparece a mi lado contrario.

Su capucha es bajada y de su manga saca la varita apuntando hacia mí. Maldigo la hora en la que Harry y yo dejamos que esta idea alocada se llevara a cabo.

El mortífago baja la tela que le cubre el rostro y susurra algo que no alcanzo a percibir, aunque poco después, un rayo plateado sale de la varita e impacta a Lucius alejándolo de mi mientras recupero el control de mi escoba. Miro al mortífago y me doy cuenta de quién es.

Entonces sonrío.

—Profesor Snape

—¡Vete Lilian!

—Pero profesor...

—¡Ahora!—Asiento, sin embargo sigo sin recordar la ubicación del hogar de la tía Muriel. El profesor Snape gruñe y apunta con su dedo hacia abajo, en las casas de la derecha—Esa es la casa de Muriel. Vete

Lo detengo del brazo antes de que se aleje. Él me mira con el ceño fruncido. Le sonrío haciendo que su semblante se suavice.

—Es bueno volver a verlo, profesor

El profesor Snape me sonríe, esas sonrisas que a kilómetros de distancia se notan que son verdaderas. Me reconforta volver a verlo y a pesar de que Harry no cree nada de lo que él dice o hace, yo sí que lo hago.

—Lo mismo digo, Lily

Doy un giro en el aire dirigiéndome hacia donde Snape me ha dicho. Busco a los demás por todos lados, pero nadie hace acto de presencia. Quizá ya han llegado a su destino y yo sigo aquí, rodeada de decenas de mortífagos.

Desciendo sobre la casa de la tía Muriel; la reconozco pues está fuera de la casa haciéndome señas para que entre y cierre la puerta. Hago lo que me pide y me dejo caer en el sofá inmediato a la pared. Respiro con dificultad a causa de la cicatriz punzante.

— ¿Eres tú? ¿Eres Skyler Lilian Potter?

—Si—Jadeo apartando el cabello de mi rostro. Ella asiente y me sonríe

Por algún motivo su sonrisa me recuerda a la asquerosa Umbridge. Sacudo la cabeza y le devuelvo el gesto a pesar de que ella ya ha convertido el suyo en una mueca.

— ¡Debiste de haber llegado hace media hora! ¡Ronald y Nymphadora ya se han ido!

— ¿Ellos también llegaron aquí?

—Si, dijeron que tu debías llegar aquí primero, pero los mandé a casa de Molly cuando seguías sin aparecer

—Lo lamento. Tuve una situación con los mortífagos y...

—Ya, ya. No me expliques nada. Toma—dice y me acerca una humeante taza de té con un pequeño plato de porcelana recubierto de ranas de chocolate—El té es para que te calmes un poco y el chocolate... en realidad no sé para qué es, pero Lupin dice que ayuda mucho

Acepto lo que me da y bebo el té de un sorbo. El agua caliente me irrita la garganta y los ojos me lagrimean. Le doy un mordisco al chocolate y lo dejo en la pequeña mesa de centro de la tía Muriel.

—Es hora de que me vaya—Anuncio, aunque la tía Muriel niega colocando una de sus arrugadas manos sobre su pecho

—Ya ha pasado el tiempo para usarlo, querida. Tienes que esperar a que ese cepillo comience a brillar de nuevo

Observo el cepillo de plata que me señala y en efecto noto que el resplandor que debería estar ahí es inexistente. Suspiro y me dejo caer de nuevo en el sofá, esperando a que el traslador vuelva a funcionar.

Muriel se sienta a mi lado, mirándome con sus enormes y viejos ojos. Le sonrío para no ser descortés y ella coge mi brazo.

— Así que tú eres la novia de Fred—pregunta

—Oh, sí. Lo soy

— ¿Por qué?

— ¿Por qué, que?—sonrío incomoda y ella hace un ademán con su mano para que responda

— ¿Por qué eres su novia? Es decir, ese chico no es muy agraciado que digamos. Y tu... bueno, tú eres linda. A pesar de que estés un poco escuálida y flacucha. Pero eso se arregla comiendo más. Fred no podría ser más guapo ni aunque volviera a nacer

Sé que su comentario ha sido malo y ofensivo, pero no puedo evitar reírme por eso último. Niego mientras la tía Muriel hace aparecer otra taza de té

—Yo lo quiero

—¿Te ha dado Amortentia? Porque si es así...

—No. Claro que no

—Entonces no lo entiendo

—Fred es un gran chico. Me ha apoyado incontables veces en el pasado y sigue apoyándome ahora. Además... él me acepta aun con todas las consecuencias que pueda llevarle a su vida

Muriel se queda en silencio y asiente lentamente en lo que sonríe y palmea mi hombro. El cepillo comienza a brillar de nuevo y le agradezco a Merlín antes de ponerme de pie.

—Lo siento, debo irme. Deben estar preocupados

—Claro linda. Vuelve cuando quieras. Esta es tu casa

—Gracias

Coloco un dedo sobre las cerdas del cepillo y la sensación de que soy jalada se posa detrás de mi ombligo. Un par de vueltas en todas direcciones y caigo estrepitosamente sobre el jardín de los Weasley.

Los gnomos de jardín me rodean y los aparto con un manotazo. Alguien me levanta con brusquedad y me pega a la pared de la madriguera.

Remus me apunta con su varita deteniéndome con fuerza contra la pared.

—Remus...

— ¿Qué fue lo que te regalé en tu cumpleaños pasado?—pregunta y yo sigo sin entender que sucede

— ¿Qué? No entiendo que es lo que...

—¡Responde!

—Un poema. Me escribiste un poema y lo recitaste para mi durante la cena

Remus suspira, afloja su agarre y deja de apuntarme con la varita para inmediatamente después besarme la frente.

—Lo siento hija, tenía que asegurarme de que eras tu—Me toma de los hombros convirtiendo su cara en una de enojo—¿Por qué llegas hasta ahora, Lilian? ¿Te das cuenta de la hora que es? ¡Llegas cuarenta minutos tarde!

—Lo lamento—digo aparentando calma pues cuando Lupin me llama Lilian, es hora de bajarle un poco—Lo siento. Tuve una situación con Lucius Malfoy y...

— ¿Malfoy te encontró? ¿Cómo?

—Me distraje un poco. Cuando reaccioné él ya me tenía acorralada—Lupin bufa, demasiado molesto como para seguir contándole la hazaña. Guardo silencio mientras él me suelta

—No puedes distraerte, Lilian. En estos tiempos debes estar siempre alerta

—Perdóname, pero Hedwig...

—Voldemort también reconoció a Harry- informa llevando una de sus manos a sus labios— ¡Ambos se pusieron en peligro!

— ¿Harry está bien?

—Lo está, pero solo por muy poco. ¿Y tú? ¿Cómo escapaste de Lucius?

—Uh... alguien me ayudó

La ceja de Remus se levanta sin creer lo que le digo.

—¿Quién? Ibas en la parte trasera, nadie de nosotros pudo haberte ayudado, ¿Quién fue?

—Yo... no lo sé. No me dio tiempo para saberlo

Me siento mal por mentirle a Remus, pero si se entera de que el profesor Snape me ha ayudado, es capaz de ir a buscarlo y decirle que no se acerque más a mí y en realidad no quiero eso, por el bien de ambos. Él está por decir algo más, pero lo ignoro y entro en la madriguera. Ya todos están ahí, rodeando un sofá donde George está recostado y con una venda en la cabeza. Se giran a verme y Harry se lanza a abrazarme de inmediato.

— ¡Sky! ¡¿Por qué tardaste tanto?!

—Yo... tuve una situación con los mortífagos y bueno, con la tía Muriel—Veo a Harry y noto sus ojos enrojecidos. Lo abrazo de nuevo, recordando a Hedwig

Bill se acerca a nosotros, me separo de Harry y lo miro. Su cara está tan triste que sé que algo malo ha pasado. Se frota la nuca y le da un vistazo a los demás.

—Bueno Sky, hablábamos de Ojoloco antes de que llegaras

— ¿Dónde está?—pregunto al ser quien falta junto a Mundungus y Kingsley. Bill niega y me pasa una copa rebosante de Whisky de fuego

—No lo logró. Ojoloco está muerto

— ¿Qué?—Quiero creer que es una broma, pero mis esperanzas se agotan al ver a Hagrid y Tonks llorar cerca de una de las esquinas de la casa. Me asusto aún más al recordar a los otros dos que faltan

—Mundungus...

—Ese perro usurero se desapareció antes de que los mortífagos atacaran a Ojoloco. No sabemos donde está

—Y Kingsley...

—Él está bien. Ha regresado a Downing Street

Es ahí donde comprendo la copa que me ha pasado. Están brindando por su muerte. No, por su vida; por lo que hizo a lo largo de su carrera como auror y por ser el líder de esta proeza de la que no ha salido para contarla. Me bebo el Whisky de una sola y me dejo caer en una silla cercana a mí. Bill suspira y se dirige a Lupin.

—Iré a ver si el cuerpo de Ojoloco quedó en algún lugar, ¿Vienes?

—Claro

Ambos salen por la puerta de la madriguera antes de que Fleur, Molly y Tonks puedan replicar. La mano de Harry se aferra a mi hombro y le devuelvo el apretón, sumiéndonos en un silencio doloroso del que somos enteramente culpables.

—Nosotros nos vamos también—Anuncia Harry tendiéndome su mano para tomarla. Lo hago y me pongo de pie

—No seas tonto, Harry. Ustedes no irán a ningún lado

Miro a Molly, está cerca de George y Fred. George me devuelve la mirada con una sonrisa, pero Fred no lo hace. Ni siquiera se digna a verme. No lo culpo. Algo malo le ha pasado a su hermano y no es más que mi culpa.

—No podemos quedarnos aquí—digo—Lo siento. Nos vamos

Harry y yo caminamos hacia la puerta tomados de la mano; la señora Weasley corre y se interpone, levantando los brazos para que no logremos pasar.

—No se irán

—Todos están en peligro si nos quedamos aquí. Ya han pasado bastantes cosas malas

— ¡No sean tontos!—grita el padre de los Weasley—El objetivo de esta noche ha sido traerlos a ustedes sanos y salvos. Gracias a Dios funcionó. Todos hemos sacrificado muchas cosas para que estén aquí. Fleur ha aceptado casarse aquí en vez de hacerlo en Francia. Arreglaremos algo para que todos podamos vigilarlos y que puedan estar seguros

Me froto la frente, deseo que el dolor pase pero se intensifica cada vez conforme la conversación avanza. Me suelto de Harry y camino hasta la entrada del jardín, buscando que el aire fresco me golpee la herida punzante.

—Si Voldemort averigua que estamos aquí...—Refunfuña Harry. Todos replican

—Hay una docena de lugares en los que podrían estar. No tiene por qué darse cuenta en cuál de ellos se están refugiando

La última palabra del señor Weasley me inquieta más de lo que debería. Desde que Harry y yo nacimos hemos estado refugiándonos prácticamente en cualquier lugar: con los Dursley, en Hogwarts, en el Grimmauld Place, en la madriguera... no queremos llevar una vida errante. Ya no.

—Nuestros esfuerzos de esta noche serán en vano si se van ahora

—No podremos quedarnos aquí para siempre—digo mirando hacia el jardín y dándoles la espalda. Siento la presencia de alguien detrás de mí pero no hago esfuerzos por girarme

—No irán a ningún lado, ¡Caray, chicos! ¿Después de todo lo que pasamos para traerlos aquí?—pregunta Hagrid sentado en el piso

— ¡Si!—grita George—¿Qué hay de mi oreja sangrante?

—Lo sabemos

—Ojoloco no querría que ustedes...

— ¡Lo sabemos!—gritamos al mismo tiempo. La sala se queda en silencio y yo sigo mirando hacia afuera. No lo soporto y salgo al jardín. El aire fresco me quita un peso de encima y por un segundo añoro no estar aquí.

Es decir, no estar aquí en lo absoluto.

Deseo hablar con Fred, aunque sé que debe estar demasiado dolido por lo que ha pasado con George. Suspiro y me cruzo de brazos mientras escucho voces dentro. No entiendo mucho de qué hablan, y tampoco me importa.

Un gran brazo se coloca sobre mis hombros y sonrío ante su calidez.

— ¿No tienes frío aquí afuera?

—Sirius— lo abrazo por la cintura y el padrino de mi hermano posa su barbilla sobre mi cabeza. Nos quedamos así, mirando las estrellas que parecen danzar a lo largo del cielo negro

Sirius acaricia mi cabello y agradezco por tenerlo todavía conmigo y con Harry. Él es nuestro motor para seguir con el ánimo arriba; claro, Remus también lo es, pero Sirius es como esa persona que con su sola presencia te hace reír olvidando todos los males que te acongojan. Sigue acariciando mi cabello mientras ríe.

—Amo tu cabello. Tu madre nunca me dejó tocar el suyo y contigo es como si tocara el de ella

Ruedo los ojos y lo alejo de mi pelirroja cabellera. Sirius sonríe y me abraza únicamente por los hombros.

—Ya te he dicho lo mucho que te pareces a ella

—Si. Lo haces cada vez que nos vemos

—Es que es tan extraño. Es decir, tú y Harry son mellizos, pero son completamente diferentes. Él es una copia de James, pero tú eres una de Lily. Hasta se llaman igual que ellos. Pero los ojos... tú tienes los ojos de tu padre

—Y Harry los de mi madre. Si, lo hemos oído mucho

—Ya, claro— Patea a un gnomo y éste se aleja chillando— ¿Dónde está Remus?

—Ha salido con Bill por el cuerpo de Ojoloco

—Ah, el buen Alastor—Suspira y posa su mejilla contra mi cabeza—Es una lástima haberlo perdido, pero ni modo, así son estas cosas

—Sirius, ¿Tú crees que sea una buena idea que Harry y yo...?

— ¿Se queden aquí? Pues sí, no podemos dejar que estén los dos solos de aquí para allá con una banda de mortífagos asechándolos. Ya vez lo que pasó en el Departamento de Misterios

—Si, pero si estamos aquí, todos estarán en peligro

— ¿Y qué? Yo amo el peligro

—Sirius...

—Todo estará bien, Sky. Descuida

Me abraza con fuerza una vez más. Me encanta abrazar a los amigos de papá. Abrazarlos a ellos es como si lo hiciera con mi padre. La esencia de James Potter va con ellos a donde quiera que se muevan y yo quiero estar junto a ellos para siempre.

Sirius quiere decirme algo, pero se detiene al girar su rostro hacia la puerta del jardín. Me sonríe y se aleja.

—Creo que es mejor que me vaya. No quiero interferir

—¿Interferir con qué?—pregunto, sin embargo la respuesta me llega sola. Fred está parado en el umbral, mirándome. Mis mejillas se calientan y me giro. Sirius ríe y antes de irse me guiña un ojo

—Diviértanse, picarones

Bien, amo a Sirius, pero estos son los momentos en que deseo poder dejarlo mudo de por vida.

Cruzo los brazos aunque no dura mucho, ya que Fred se acerca por detrás y me abraza por la cintura. Sus manos frías se cuelan por mi blusa y acaricia mi abdomen desnudo. Me besa el cuello erizándome la piel; él ríe a sabiendas de lo que provoca en mí. Quiero alejarme, pero mi voluntad cede ante su maldita presencia.

— ¿Cómo está George?

—Bien—responde, pasando sus dientes por mi cuello

— ¿Qué...? ¿Qué fue lo que le pasó?

—Snape le arrancó la oreja

— ¿Qué? No—Me alejo de golpe al oír tal tontería—El profesor Snape no pudo...

—Si, si pudo—responde intentando no alterarme. Él sabe que difiero sobre sus pensamientos acerca de este profesor en específico—Lo hizo

—Pero él me salvó de Lucius Malfoy...

—Bueno, no es un secreto que Snape siempre te ha defendido. De una u otra forma

Asiento y mi vista se pierde en un lugar del cielo; Fred me pega contra sí y me besa fugazmente.

—Me asusté demasiado al ver que no llegabas de la casa de la tía Muriel

—Creí que estabas enfadado conmigo—digo y él frunce el ceño—Por lo de George, ya sabes

— ¿Y porque lo estaría? Eres mi novia y estamos haciendo todo lo posible para mantenerte a salvo y al cuñado Harry también. No podría enojarme contigo

Fred intenta besarme, pero me alejo y le doy un golpe en el hombro a lo que él se queja.

—¡Oye!

—¡Me hiciste creer que estabas molesto! ¡Me atormenté pensando que me odiarías por la herida de tu hermano!

Mi paciencia se agota y le golpeo el cuerpo a Fred una y otra vez. Y en lugar de que él se defienda, me coge de la cintura y me besa con fuerza.

Sus manos traviesas vuelven a colarse por mi blusa queriendo levantarla. Lo detengo por el frío que me golpea y me separo.

—Me has asustado

—Déjame recompensártelo. Esta noche

—No

—Vamos, mi habitación será para los dos. Mamá quiere que George se quede en su habitación para asegurarse de que esté bien. Nadie nos molestará

Aprieta mi trasero y besa mis labios sonriendo. Hago una mueca, esperando que Remus no aparezca en ese momento.

—Ojoloco acaba de morir y tu hermano ha salido herido, ¿Cómo puedes pensar siquiera en eso?

—De hecho lo pensé al convertirme en ti con esa poción Multijugos.—Me sonrojo y Fred lo nota pues quiere sacar provecho de ello—Sería agradable verte a ti en ropa interior

—Basta— Río avergonzada y sus labios vuelven a rozar la piel de mi cuello. Se separa y sonríe

—Esta noche será la mejor de todas. Recompensaré lo que ha pasado. Haré que te sientas mejor, ¿De acuerdo?

—De acuerdo—digo besando sus labios

[Editado]

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