Capítulo 16: Perdiendo la razón
La historia de Pandora y su famosa caja se enmarca dentro del mito de Prometeo, que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, según la mitología griega y uno de esos libros que tío Vernon tiene escondidos debajo del librero de la casa.
La Caja de Pandora se conoce como aquella que contiene todos los males y que fueron liberados cuando ella abrió la caja. La jarra se cerró momentos antes de que la esperanza pudiera salir. De aquí se atribuyen la existencia de todos los males del hombre.
La historia de aquella famosa caja me golpetea las sienes al pensar lo que deben de estar viviendo todos en la madriguera, ¿Y si Voldemort está torturando a alguno de ellos? Quizá está ocupándose ahora mismo de Sirius, de quien no ha dejado de ensañarse desde las visiones que le hacía tener a Harry sobre su paradero en la Sala de Misterios
Me levanto de un salto y camino por toda la estancia del Grimmauld Place. Las imágenes de todos los Weasley siendo torturados me carcomen el alma provocando que la inestabilidad de mi mente se intensifique.
Si bien esa historia mitológica no es fundamentada, se asemeja mucho a lo que estamos viviendo ahora; Voldemort ha liberado los males de la caja, convirtiéndolos en sus Horrocruxes. Están escondidos, para que con el paso del tiempo el hombre no tenga más remedio que sucumbir ante sus propios deseos y peticiones.
Harry me toma por los hombros, intentando descifrar lo que he dicho acerca de Lucius Malfoy. No quiero desgastarme demasiado, el hecho de pensar en cosas de las que no podré salir me sofoca de una manera que no soy capaz de remediar.
Mis labios se secan, al igual que mis manos comienzan a ponerse frías. Harry lo nota y desiste de que le cuente lo que he visto. Me devuelve al sofá mientras suspira profundamente.
— ¿Cómo... como ha pasado eso?
—No lo sé—digo en un susurro—Nunca antes había pasado algo como esto. Quizá Lucius nunca ha estado tan molesto como ahora
— ¡Pues entonces tienes que cerrar tu mente!—grita Hermione—Vamos Sky, eres buena en Oclumancia, el profesor Snape te enseñó bien, no dejes que se arruine ahora
Asiento, a pesar de que el único factor por el que he practicado la Oclumancia es por Voldemort, ignoro si también debo hacerlo del señor Malfoy.
Harry nunca ha sido bueno en la Oclumancia, las veces en las que acudíamos a la oficina del profesor Snape, la sesión siempre terminaba en peleas entre ellos dos, por lo que Harry nunca aprendió a hacerlo; y bueno, debo admitir que se me ha olvidado un poco el como llevarlo a cabo.
Me levanto una vez más, fingiendo que observo el tapiz en el que está plasmado el árbol genealógico de los Black hasta que escucho el chillido de Hermione. Me giro, desenfundando mi varita para apuntar a lo que fuese que hay en la casa; suspiro al ver que se trata del Patronus del padre de los Weasley.
—La familia está a salvo, no respondan, nos vigilan
El Patronus se disuelve en la nada. Ron suelta un ruido entre un gemido y un quejido y se deja caer en el sofá. Hermione se reúne con él, cogiéndole del brazo. Mi pecho se siente menos cargado ahora que sé que todos están bien. Un bostezo se escapa de mis labios haciendo que mis ojos se inunden de lagrimas.
Una nueva imagen de la mansión Malfoy me llega a la mente y al instante me cierro ante esos pensamientos; recuerdo lo que el profesor Snape solía decir y segundos después todo indicio del dolor por la cicatriz desaparece; al contrario de Harry, quien siente el dolor cada vez mas fuerte.
—Es... es mejor que nos quedemos a descansar aquí—dice, cubriéndose la frente—Yo... iré... iré al baño
Quiero alcanzarlo, pero Harry sale disparado hacia el baño cerrando la puerta detrás de él. No me queda mas que esperar a que salga y hablar con él de lo que está pasando. Ron me sonríe de lado y extiende su mano para que la tome. Lo hago y junto a Hermione, nos abraza por los hombros, aliviado de que su familia esté bien.
Toco a la puerta del baño, pero Harry no responde, insisto un par de veces hasta que el chasquido de la puerta denota que por fin ha salido. Lleva el cabello alborotado y las gafas torcidas. Algo dentro de mi se enternece y le acomodo las gafas como deben de ir.
—Hey
—Hey
—Es hora de dormir, Harry
—Uh... si, vamos
Caminamos de la mano hasta la estancia donde Hermione está ya dormida en el sofá y Ron a su lado en el piso, con las manos tomadas. Agito mi varita, apagando las luces.
He tendido un par de cobijas en el piso para dormir ahí, he bajado un par de almohadas de la alcoba de Sirius y algunas sábanas. Harry me ayuda a recostarme y el hace lo mismo a mi lado, colocándose sobre su codo.
—Podrías haber tomado la habitación de Sirius—me dice, yo niego
—No quiero estar lejos de ustedes
Me abrazo a su pecho y él acaricia mi cabello. Su corazón late como un loco y yo pongo una mano ahí, intentando calmarlo.
—Sé que estas molesto conmigo—comienzo—Pero esto era lo mejor, Harry. Estar juntos, ayudarnos
Él besa mi coronilla mientras ríe.
—Está bien, Skyler. Supongo que es mejor así, ya sabes, porque dos Potters son mejor que uno—Ambos reímos entre susurros—Lamento haber querido hacer esto sin ti, es sólo que me preocupo mucho por ti
Exhalo, cansada de este día tan largo
—Tengo miedo, Harry
—Está bien, yo también lo tengo—Acepta—Pero estamos juntos en esto, ¿No? Ahora que estás conmigo nada va a pasarte, ni a ti, ni a mi sobrino—Harry soba mi barriga y besa mi frente—Te lo juro
Despierto temprano a la mañana siguiente, el sol apenas está saliendo y los demás duermen tranquilamente. Harry se ha quedado dormido abrazado a mi cintura, con las sabanas a medio cuerpo y la boca ligeramente abierta. Me levanto, viendo como mientras duermen, Ron y Hermione siguen tomados de la mano. Pienso en Fred y una sensación de soledad me abruma.
Quiero mandarle un mensaje, decirle que estoy bien y que no se preocupe, pero no sé como hacerlo sin que los mortífagos intercepten el mensaje y se den cuenta de donde estoy y lo que estoy haciendo, así que desisto de la idea.
Miro hacia arriba al ensombrecido techo, al candelabro está plagado de telarañas. Menos de un mes, había estado en la madriguera, llorando la muerte de Ojoloco y enterándome de que seré madre y ahora no tengo nada. Parece que desde entonces ha pasado toda una vida. ¿Qué va a pasar ahora? Me siento en el piso, con las piernas cruzadas y cerrando los ojos pienso en la turbia misión que nos ha encomendado Dumbledore...
Dentro de la casa de los Black hace bastante frío. Me levanto con intenciones de coger otra sábana de la alcoba de Sirius, por lo que trato de no hacer tanto ruido y despertar a los demás. Subo las escaleras y abro la que tiene las iniciales del animago.
Si bien Sirius siempre ha demostrado la lealtad que le tenía a la casa de Gryffindor, esto es un fanatismo desmesurado. Las paredes están tapizadas de posters del equipo de Quidditch de Gryffindor además de estandartes, colgantes, estampas, vasos y cornetas impregnadas del león de la casa. Mis mejillas toman color al ver los posters de chicas muggles semidesnudas colgando de la pared
Intento mirar otra cosa que no sea la depravación del padrino de mi hermano, hasta que mi vista se posa en un retrato enorme de Sirius y los otros merodeadores. Mi padre aparece abrazando a Sirius por los hombros mientras que éste a su vez abraza a Remus y mi padrino, con una pequeña sonrisa, abraza a Peter, quien sostiene una bolsa de caramelos. Los cuatro están ahí, sonriendo y tonteando entre ellos en lo que mi padre hace muecas graciosas haciendo reír a todos los demás; Sirius le sigue el juego, como siempre.
Quiero quitarlo de la pared, pero no puedo, está tan adherido que no se puede mover ni un solo centímetro fuera del tapiz; suspiro, pensando en que tal vez Sirius pudo haberlo encantado.
Miro alrededor por el suelo. El sol apenas está saliendo. Un rayo de luz revela trozos de papel, libros, y pequeños objetos desparramados sobre la alfombra. Evidentemente la habitación de Sirius no es la mas limpia de todas, aunque su contenido parece haber sido juzgado en su mayor parte, aunque no enteramente, sin valor. Algunos de los libros están esparcidos por el suelo con las hojas arrancadas. Todo un desastre.
Decido limpiar su habitación. Después de todo esta es su casa y nosotros la estamos allanando, es lo menos que puedo hacer.
Me agacho, levantando unos pocos trozos de papel, y examinándolos. Reconozco uno como parte de una vieja edición de Historia de la Magia, de Bathilda Bagshot, y otro como perteneciente a un manual sobre el mantenimiento de motos. El tercero está escrito a mano y arrugado. Lo aliso.
Querido Canuto
¡Gracias, gracias, por el regalo de cumpleaños de Harry y Skyler! Apenas tienen un año y ya se elevan rápidamente sobre las escobas de juguete, se les veía tan complacidos consigo mismos. Te adjunto una fotografía para que los veas. Sabes que solo se elevan unos dos pies del piso, pero casi matan al gato y destrozaron un jarrón horrible que Petunia me envío por navidad (no me quejo de esto). Por supuesto que James creyó que había sido muy gracioso, dice que van a ser unos grandes jugadores de Quidditch, pero tendremos que guardar todos los adornos y asegurarnos de no apartar los ojos de esos dos diablillos mientras están en ello.
Tuvimos un muy tranquilo té de cumpleaños, solo nosotros y la vieja Bathilda que siempre fue muy dulce con nosotros y se le cae la baba con los bebés. Sentimos tanto que no pudieras venir, pero la Orden tiene que ser lo primero, y de cualquier forma ¡Harry y Skyler no son lo bastante mayores como para saber que es su cumpleaños! James se siente un poco frustrado por estar aquí encerrado, trata de no demostrarlo, pero yo puedo verlo... además Dumbledore todavía tiene su Capa de Invisibilidad, así que no tiene posibilidad de hacer ni una pequeña excursión. Si pudieras visitarnos, eso le alegraría muchísimo. Colagusano estuvo aquí el fin de semana pasado. Me pareció que estaba triste, pero probablemente fuera por lo de los McKinnons; lloré toda la noche cuando me enteré.
Remus también ha venido, aunque sus visitas son pocas, ya sabes, por lo de su pequeño problema peludo; aun así, Skyler se emociona mucho cuando lo ve entrar por la puerta cargado de esas barras de chocolate que siempre les da a ella y a Harry ¡Los tiene tan consentidos!
Bathilda nos visita casi todos los días, es una viejecita fascinante que cuenta historias de lo más fantásticas acerca de Dumbledore. ¡No estoy segura de sí a él le agradaría mucho si se enterara! De hecho, no sé cuánto creerle, porque parece increíble que Dumbledore---
Mi garganta arde conforme sigo aguantando el que las lágrimas no salgan de mis ojos. Retrocedo hasta el colchón y me siento, tratando de recuperar el aliento. Leo la carta de nuevo, admirando la caligrafía de mi madre. Tenía la misma letra estilo patas de araña que yo. Rio entre lágrimas, esta carta es ahora lo único que tengo de mi madre y eso la convierte en mi pequeño tesoro.
Aun así, razono los motivos de la carta. Mamá estaba preocupada por el semblante de Colagusano, el traidor. Tal vez solo estaba triste porque ese día sería el último en que los vería después de su traición.
Acaricio las letras de la carta, como si con eso estuviera tocando a mis padres. Mi cariño por Remus y Sirius crece aún más después de leer esto y quiero terminar con Voldemort lo antes posible; sin que el Señor Tenebroso logre lastimarlos.
La carta parece haber sido arrancada, ya que la parte en la que mi madre habla de Dumbledore está incompleta. A lo mejor hablaba de ese tal Aberforth o de su estadía en el Valle de Godric, no lo sé.
Busco con rapidez en el piso el resto de la carta aunque solo logro encontrar la foto de la que se habla en la carta. Un bebé de cabello negro se eleva rápidamente dentro y fuera de la fotografía en una pequeña escoba junto con una bebé de cabello rojizo, rugiendo de risa, y un par de piernas que deben pertenecer a papá los perseguían.
Es difícil lograr concentrarte con algo como esto. Después de tantos años, tengo un par de pruebas que señalan todo lo que Remus y Sirius nos han dicho: somos una copia exacta de James y Lily Potter; a excepción de los ojos. Yo... tengo los ojos de mi padre.
El hecho de pensar en Fred no ayuda.
Mis lágrimas mojan la fotografía e inmediatamente la seco. Quiero dejar de llorar pero no puedo, mi pecho aloja una mezcla extraordinaria de emociones que quieren salir a flote al mismo tiempo.
Pronto mis lloriqueos se convierten en berridos. Me aprieto el estómago mientras lloro y susurro el nombre de mis padres. Y por un momento siento lastima; lástima por esos pobres niños que quedaron solos a una edad muy temprana, esos niños que estuvieron a merced de unas personas que los obligaban a dormir debajo de las escaleras, en una alacena; de esos pobres infelices que tuvieron que crecer demasiado rápido. Por primera vez en la vida siento lástima de mi.
Unos fuertes brazos me rodean la cintura, su calidez me desmorona y me fundo contra su cuerpo, llorando tan fuerte como me es permitido.
Shh está bien, Sky. No llores, por favor, me partes el corazón
—Ellos...
— ¿Ellos quienes?—pregunta Harry en susurros. Le tiendo la carta y la fotografía y él comienza a leerla. Sus ojos se enrojecen para luego dejar escapar un par de lágrimas. Guarda ambas cosas en su bolso de piel de topo y me abraza, fundiendo su tristeza con la mía—No pasa nada, Sky. Tranquila
Me separo de él, con el sentimiento enloqueciéndome el pecho y las mejillas mojadas.
—Nosotros somos ellos—digo, entre sollozos
— ¿A qué te refieres?
—Somos idénticos
—A excepción de...
—Los ojos, si, lo sé—Me limpio la cara antes de continuar—Eso no quita que seamos su copia, Harry, ¿Te das cuenta de eso? Ellos... ellos murieron por culpa de Voldemort, ¿Qué tal que a nosotros nos pasa lo mismo?
Harry se queda callado, procesando lo que he dicho. Lloriqueo antes de volver a ver la fotografía.
—Míralos. Mira a los niños, somos nosotros. ¿Qué pasaría si mi hijo quedara solo? La historia se repetiría. Un Potter huérfano, vagando entre familias para ser aceptado
—Eso no pasará—asegura
—Todos pelearemos. Nosotros lucharemos contra Voldemort, los demás con sus mortífagos, ¿Qué si tú y yo morimos ahí? ¿Qué si él gana? ¿Y si yo muero y Fred también? ¡¿Qué pasará entonces?!
— ¡Desmaius!
Entonces caigo sobre la cama, sin saber del porqué mi propio hermano me ha noqueado.
[Editado]
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