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Parte 2.

Al llegar a casa me dejé caer sobre el mullido colchón de mi amada cama. Un mensaje de mi madre decía que no llegaría hasta la noche, había salido a una cita, como de costumbre. Un "no me esperes para cenar" al final del mensaje me dio permiso para pasar el resto del día tranquilamente y pedirme un pizza. Tenía un trabajo que terminar y el domingo tenía medio día ocupado en la peluquería en la que trabajo días sueltos del mes.

Al caer la noche dos nuevos mensajes llegan a mi móvil: "No me esperes despierta. Bss, mamá" y "Mañana sábado, salgamos a dar una vuelta y te invito a un helado, como recompensa por el mechón perdido" de Jimin, obviamente. Jimin se estaba cebando a risas con el tema. Me eché una foto señalando mi cabeza y se la envié acompañada de un "Sigo sin estar calva. Ya veremos que te pasa a ti en el futuro con tu melena", estuvimos con las bromas hasta tarde, hasta que noté que mi madre había llegado; no escuché la puerta, pero si que percibí el penetrante hedor a exceso de perfume que se había echado. No sé si era ella la que rechazaba a sus citas o sus citas acababan huyendo del baño de perfume.

Cuando me encontré al día siguiente con Jimin todo había vuelto a ser como antes, antes de que llegara aquella chica. Estuvimos hablando en varias ocasiones sobre situaciones del pasado, alguna que otra incómoda, pero finalmente todas y cada una de ellas tomadas a risa. Al llegar a la heladería pedimos nuestro helado de chocolate, siempre comprábamos los mismos, ya más por costumbre que por gusto.

Y repentinamente, una extraña calidez se apodera de mis hombros, apoyándose en ellos. Giré el rostro para descubrir al pelinegro de mi amigo, que me observaba sonriente con una tarrina de sandía en la mano. Jungkook, un chico que había conocido recientemente en clases y con el que coincidía en bastantes cosas, suceso que hizo que congeniáramos en cuestión de segundos.

-Me vas a manchar el pelo - me quejé sonriente, consiguiendo que levantara ambas manos.

-¿Cuándo te volviste una de esas chicas coquetas que se preocupan por su cabello? - reí por su pregunta.

-Es sólo que no me gusta ir con una mecha de helado por la calle - ambos reímos por un momento. Acerqué la silla más próxima a mí y la palmeé -. ¿Quieres sentarte con nosotros? - miré de reojo a Jimin, pero no me miraba, tenía la vista fija en su helado.

-Claro, no tengo nada mejor que hacer - tomó asiento junto a mí y pegó aún más su silla a la mía -. ¿Has terminado el trabajo de sociolingüística? - bufé.
-No me hables de ello, lo acabé ayer y aún tengo la cabeza echa un lío con los sucesos socioculturales - me quejé - realmente esto no es lo mío.

-A mi tampoco me gusta, pero mejor que matemáticas...

-Mejor que matemáticas cualquier cosa - interrumpí. Otra cosa en común con el era que odiábamos las mismas asignaturas y amábamos los idiomas. Una conversación llevó a otra y acabamos riendo de nuevo, esta vez a carcajadas.

-¿Quieres probar? - preguntó alzando la cuchara. Nunca decía que no a un helado, así que como era obvio, acerqué mi boca a su cuchara y probé el refrescante sabor a sandía que inundó mi paladar. Alcé el pulgar en muestra de buena elección.

-Quizás debería pedirme uno de esos la próxima vez - reí. Jimin sacó su móvil tras terminar su helado.

-Deberíamos irnos, mi madre dice que necesita ayuda con una cosa - habló por primera vez Jimin en toda la tarde. Terminé mi helado en dos cucharadas y me levanté, junto al pelinegro.

-El próximo día vengamos juntos a comer helado de sandía - se despidió con una sonrisa. Asentí y me despedí de él cariñosamente.

-Suerte con el trabajo - dije cuando empecé a alejarme.

Jimin iba unos pasos por delante de mí, manteniendo la distancia, ¿tanta urgencia tenía?. De repente, se paró en seco. Al fin pude alcanzarle, le miré a los ojos.

-¿Por qué paras?

-He mentido. Mi madre no me ha hablado ni nada - explicó. Me quedé sin palabras, ¿debía preguntarle el por qué?, ¿debía exigir explicaciones?. Al darse cuenta de las dudas reflejadas en mi rostro suspiró -. Solo me dio rabia verte ahí, hablando tan amistosamente con ese chico, con vuestros gustos tan parecidos - ¿rabia? -. Ha sido como si realmente tú y yo no tuviésemos nada en común - suspiró de nuevo y se acercó a mí, pegando su frente a la mía y acortando la distancia entre nuestras anatomías -. ¿Te gusta ese chico o algo? - abrí mis ojos ante la pregunta. Por un momento me planteé la opción de que estuviese de broma y no lo preguntase en serio, pero parecía ir totalmente en serio. Me alejé de él y bajé la vista al suelo.

-Deberías dejar de acercarte así a mí, solo me esperanzas a algo imposible.

-¿Algo imposible? - preguntó, como si realmente no entendiese. Suspiré, cansada.

-No me gusta, no me gusta Jungkook. Ya deberías saber cuales son mis sentimientos, te los dije hace un año.

-¿No... no han cambiado? - se atrevió a preguntar. Negué con la cabeza y escuché como tragaba en seco, nervioso. Sus manos comenzaron a temblar y me replanteé la idea de ser amigos, ¿estaba realmente bien seguir siendo amigos cuándo mis sentimientos no conseguían cambiar? - ¿Me amas? - le miré, con lágrimas en los ojos. ¿Por qué volvía a hacerme esto?, ¿por qué volvía a estrujarme y hacerme pedazos? Acortó la distancia que había establecido entre nosotros.

-Para - exigí, a pesar de que parecía no escucharme -. ¡Para!, ¡déjame! - estaba llegando a mi límite, no podía parar de hacer el ridículo, de gritarle que me dejase, de llorar.

Creí que no habría forma alguna de parar de llorar. Mis piernas flaqueaban, y mis rodillas amenazaban con dejar de sostenerme. Me sentía débil, triste, y las lágrimas no me ayudaban. Quería parar de llorar, de romperme en miles de lágrimas; y justo cuando pensé que no podría detenerme, sus labios acunaron los mios.

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