Caminé por las calles de la ciudad, había viajado por unas semanas a Alancante para ver a Helen.

Helen Blackthorn era una de mis mejores amigas y siempre había estado a mi lado, nos habíamos conocido cuando éramos más pequeñas y los años no hicieron que nuestra amistad se fuera a la mierda. Incluso era más fuerte que antes.

—¿Sigues queriendo saber más sobre tu historia? —asentí con una pequeña sonrisa. Ella era la única que sabía lo que quería hacer y aunque confiara en un grupo de personas, era mejor que solo ella lo supiera. 

Podía hablarlo con mi hermano Jace, podría hablarlo con Izzy, y sobre todo podría hablarlo con Alec, pero no quería hacerlo. 

—Deberías hablarlo con tu hermano también Lex —negué, eso no era una muy buena idea.

Prefería buscar información sola y cuando estuviera segura, pues le contaría todo a Jace, hasta entonces yo me ocuparía de todo, como siempre lo había hecho.

Aunque agradecía a los Lightwood por adoptarnos todos estos años.

A lo lejos vi a Maryse que se acercó a nosotros con una pequeña sonrisa.

—Cielo, ¿sigues aquí? —asentí con una pequeña sonrisa dándole un corto abrazo.

—Quise dar una vuelta con Helen antes de irme de nuevo al Instituto —ella asintió.

—¿Podrías ocuparte de algunas cosas de ahí? En estos momentos no puedo ir, y no quiero molestar a Alec porque creo que tiene bastante como para ocuparse.

Asentí.

Aunque estaba segura de que Alec se molestaría un poco por eso, pero bueno, yo también había demostrado que era capaz de muchas cosas al igual que él.

—No te preocupes, cualquier cosa que pase, pienso avisarte.

Ella asintió y vio a Helen sin quitar la sonrisa de su rostro.

—Querida, estaría bien que fueras con Lex, por lo que veo contigo está contenta —Helen soltó una pequeña risa asintiendo.

—Si ella quiere que vaya, iré —le miré mal, obvio que quería que viniera, además, siempre era bienvenida.

—Qué idiota eres cuando te lo propones que lo sepas —ella rio, abrazándome por los hombros.

—Así me quieres cielo —asentí y Maryse nos regaló una sonrisa a las dos.

—Bueno chicas, os debo dejar, tengo unos asuntos que resolver —las dos asentimos—. Tener cuidado, ¿vale?

Volvimos a asentir y ella se fue, desapareciendo por las calles.

—¿Por qué estoy sintiendo que no quieres volver a Nueva York?

No es que no quisiera, pero es algo complicado. Tendría que volver a la rutina y cuidar a mi idiota de hermano que adoraba meterse en líos.

—A veces ese lugar puede ser bastante estresante —ella asintió.

—Y más cuando tienes obligaciones que cumplir —asentí—. Bueno, así es nuestra vida querida mejor amiga. 

—¿Encontraste a esa persona para que fuera tu parabatai? —ella negó.

—Llegará cuando tenga que llegar, así que no voy a estresarme por ello. Bastante tengo de que preocuparme.

Asentí soltando una pequeña risa. 

—Anda, vamos a por nuestras cosas que debemos irnos a ver al amor de tu vida —le miré mal. 

—Alec no es el amor de mi vida —ella me miró divertida.

—Yo no dije ningún nombre querida —bufé, sintiendo el calor recorrer mis mejillas. Ella rio aún más y fuimos hacia su casa para agarrar nuestras cosas.

—A veces me dan ganas de tirarte al río y no sacarte de ahí.

—No serviría de mucho porque sé nadar, así que ni lo intentes. Además, no sería yo si no te molestara con ese tema. Los dos sois unas personas demasiado tercas e idiotas para daros cuenta. 

—¿De qué hablas?

—Alec Lightwood está coladito de ti, desde que te vio por primera vez. Qué tonta eres por no darte cuenta de eso. Se supone que eres una de las cazadoras más inteligentes, pero ya veo que en algunas cosas no lo eres —le di un golpe en el brazo haciendo que riera—. ¿Auch?

—Eres insoportable cuando te lo propones, ¿lo sabías? —ella asintió. 

—Lo sé, es uno de mis encantos aunque no lo creas —bufé de nuevo y salimos de ahí para ir hacia el portal.

No quería volver, prefería viajar por el mundo la verdad.

Al llegar las dos miramos el portal que nos llevaría al Instituto de Nueva York y nos miramos.

—¿Lista? —asentí y cruzamos. 

—Hogar dulce hogar —ella rio y vi a lo lejos a Alec, Lizzy y a Jace hablando de a saber qué. 

—¿Vamos con ellos? —negué.

—Ni les mires, ni saludes. Iremos corriendo a mi habitación —ella asintió divertida y eso hicimos, pero como era obvio, ninguna de las dos paso desapercibida. 

—¿Por qué huis? —la voz de Alec se escuchó y las dos nos giramos para verlos.

—Porque quería ir a mi cama a descansar.

—¿Ya cansada hermanita? —me preguntó Jace divertido y le enseñé el dedo de medio. 

—No, pero quiero descansar antes de ir a alguna fiesta junto a Helen. 

La expresión de Alec cambió a una más seria de lo que ya estaba.

—¿Puedo ir? —nos preguntó emocionada Lizzy y asentimos, ella corrió hacia nosotras y nos abrazó del brazo a ambas—. Entonces debemos ir a arreglarnos, no hay tiempo que perder.

—Cierto —la apoyó Helen y caminamos hacia mi habitación, le di una última mirada a Alec, que no quitó sus ojos de mí. 

Negué mentalmente y llegamos a mi habitación. Mientras Helen y Lizzy hablaban de lo que podríamos ponernos, yo me limité a sentarme en la cama para pensar en cualquier tontería. 

—¿Qué te parece este vestido Lex? —levanté la mirada para ver el vestido que me mostraba Lizzy. 

Era uno negro, bastante ceñido al cuerpo y era muy corto para mi gusto. Sabía que era algo que ella se pondría y le quedaría de maravilla, como todo. 

—Es lindo, y seguro que te quedará espectacular —sonreí.

Helen y ella se miraron y soltaron una carcajada, logrando que les mirara raro, ¿y a estas dos que mosca les había picado?

—¿Por qué demonios os estáis riendo?

—Porque este vestido te lo pondrás tú —abrí los ojos sorprendida y negué rápidamente.

Me levanté de la cama.

—Me niego a ponérmelo, las dos sabéis que no es de mi estilo. 

—Lo sabemos, pero también queremos confirmar nuestra teoría —miré confundida a Lizzy.

—¿Qué teoría?

 —La teoría de que Alec Lightwood se muere por tus huesos —bufé ante el comentario de Helen. 

—Y dale con eso.

—Calla y pontelo, vamos a demostrarte que mi hermano te ama, y querrá quitarte el vestido —Lizzy soltó un risa, mientras yo me limitaba a verla mal. 

Agarré el vestido sin tener más escapatoria y me lo puse. Era corto y cada vez que daba un paso se subía un poco. 

Lo odiaba, salí del baño para no ver a ninguna de las dos locas, que hace unos minutos estuvieron conmigo. 

Bufé agarrando los zapatos que había al lado de mi cama y me los puse. 

De pronto la puerta se abrió sin previo aviso y vi a Alec dándome la espalda, seguramente viendo que nadie lo viera. 

Cerró la puerta y al girarse me miró sorprendido.

—Ni de broma te pondrás ese vestido —le miré confundida, ¿y a él qué demonios le había picado?

—¿Perdón? ¿Qué tiene de malo? —todo, pero no iba a darle la razón. 

—Es obvio que todo y no es tu estilo, por no decir que es demasiado ajustado y muy corto. Te verá todo el mundo y no voy a poder golpearles a gusto.

Le miré sorprendida.

—¿Qué mosca te ha picado? ¿Acaso estás borracho? —él se acercó a mí y posiciono sus manos en mi cintura, apretándola ligeramente, logrando que por mi boca saliera un pequeño jadeo que no estaba para nada previsto. 

—No estoy para nada borracho y los dos sabemos que yo no bebo. Así que no entiendo por qué crees eso. 

Bufé, él tenía razón, como la mayoría de las veces.

—Bien, ¿pero qué pretendes? —susurré viéndole a los ojos.

—Protegerte de los idiotas que vayan a mirarte si vas con ese vestido —habló de la misma manera, acercando un poco más su rostro. 

Demasiada cercanía para mí, estaba logrando ponerme nerviosa. 

Él quiso decir algo más, pero unos golpes en la puerta interrumpieron este momento.

Quien fuera me había salvado de este momento, aunque escuché a Alec maldecir antes de alejarse de mí.

NOTA DE AUTORA

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