5
—Lupita.
—Mmh —contestó.
—¿No dirás buenas noches ni nada?
La pelinegra abrió los ojos ante el tono medianamente molesto de la muchacha.
Ay, se le olvidaba que no estaban en guerra.
Se giró lento hacia ella y maldijo que la cortina estuviera entreabierta, pues Kass lograba ver su rostro con claridad y no lograría ocultar su nerviosismo.
—Ah, sí. Buenas noches.
Kass frunció el ceño. Lupita estaba actuando extraño y no le parecía justo. ¡Ella debía ser la que actuara así! ¡Fue Lupita quien confesó querer besarla!
Está bien, Lupita no lo recordaba. Pero aún así Kass estaba haciendo un esfuerzo inhumano para intentar llevar las cosas normales. Tampoco fueron fáciles esos días para la castaña, llena de cuestionamientos y esa ansiedad que creyó mejorar con el paso de sesiones con su psicóloga.
Se equivocó. Volvió a sentirse como la Kassandra de diecinueve años: un caos andante.
¿Qué se hacía cuando tu mejor amiga quería besarte? No había un manual, ¿o si? Porque si lo hubiera, mierda, se compraría cien copias.
Y eso que Quesito estaba ignorando rotundamente pensar en que, quizá, Lupita no era la única que deseaba robarle un beso. Aquello era demasiado para ella. Por eso hizo como si no existieran esos hilos de pensamientos y solo se enfocó en lo que sentía Lupita.
Era: "Lupita me quiere besar, ¿qué hago?", y no: "Lupita me quiere besar y creo que yo también, ¿qué hago?".
La mayor vio cómo la actitud de Kass cambió en esos momentos de silencio acostadas en la cama, y quiso golpearse contra una pared porque creyó estar siendo demasiado evidente en su rechazo hacia la chica.
Por Dios, no ha hecho nada malo y ni siquiera recuerda, y aún así me comporto como una idiota con ella, se regañó, decidida a dejar todos sus problemas personales de lado para que Kass no se sintiera mal.
—Lo siento, chiqui, me amurré porque quería seguir con la pijamada. Ven aquí —abrió sus brazos hacia Kass y esta la miró con leve sorpresa.
Igualmente, se acercó, quedando en su pecho como solían dormir.
—Te extrañé estos días.
Quesito quedó impresionada ante las palabras, esas palabras que habían salido de su propia boca. Escuchó a la otra reír suave y acarició su cabeza.
—Yo también, Quesito. Mucho.
Kass soltó un suspiro relajado ante los cariños, como si la ansiedad de hace un minuto se hubiera esfumado con esos brazos rodeándola.
El silencio se apoderó de la habitación durante varios minutos antes de que la pelinegra lo interrumpiera.
—Hueles tan bien.
—¿Si? —preguntó la castaña, separándose hasta quedar cara a cara—. ¿A qué?
—Almendras.
—¿De verdad? —dijo, tratando de olerse a sí misma con una risita.
—¿No lo sientes? Que lástima, chiqui. Es realmente relajante.
Kass observó los ojos cerrados de la muchacha y sintió el impulso de besarle la nariz.
—¿Sabes a qué hueles tú? —susurró, admirándola con la vista.
—Si vas a decir a algo malo, guárdatelo, Queso —gruñó Lupita abriendo los ojos y Kass carcajeó.
—¡Claro que no! —sonrió ligeramente—. A verano. Flores, quizá —ahora estaban observándose fijo—. Cada que percibo tu aroma, siento que estoy en una casa en la playa a punto de tener el mejor día soleado.
Esperó que Lupita soltara un comentario engreído como solía hacer cuando la halagaba, pero en cambio, a pesar de la oscuridad, Quesito pudo visualizar el sonrojo que se pintó en los mofletes contrarios.
A Kass le pareció tan preciosa así, que no pudo resistir en alzar su mano hasta dar un toque con la punta de su dedo en la mejilla de la mayor. Por fin sabía cómo era la Lupita de pómulos rosas.
En reacción, la pelinegra soltó un suspiro sumamente bajo, a tal punto que la menor se preguntó si acaso lo había imaginado.
Luego, Lupita tomó la mano que reposaba en su mejilla y el ambiente tranquilo se quebró en cuanto Quesito notó el cambio en la mirada contraria: las pupilas de la mayor se dilataron y un escalofrío violento se deslizó por su columna.
Ahora Lupita le estaba mirando los labios.
Con el aire espeso, Kass sintió un nudo caliente en el estómago. La respiración se le entrecortó al verla inclinarse, apenas, hacia ella.
Su mente gritó un confuso "no puede ser", pero su cuerpo se quedó paralizado.
Y entonces, cuando el espacio entre ambas se había reducido casi por completo, Lupita le apartó la mano con brusquedad, poniéndose de pie tan rápido que la cama crujió. Le estaba dando la espalda.
—Mierda, no puedo —dijo, agarrándose el rostro con frustración.
Kass se sentó en la cama, sin entender.
—¿Qué no puedes, Lupita? —trató de sonar tranquila, pero falló.
Kassandra estaba muy confundida ahora.
—¡Kass! —se volteó hacia ella, gritando—. N-no... Dios, no lo recuerdas, pero yo...
—¡¿Tú qué?!
—¡Hice algo malo, ¿okay?!
Quesito se quedó callada de golpe, desconcertada.
Imaginó un sin fin de escenarios de lo que pudo haberle hecho Lupita, pero por su cabeza no corrió la posibilidad de que la muchacha se refería a que le dijo que quiso besarla, porque, de manera inconsciente, Quesito no consideraba aquello algo malo.
Entonces, ¿qué podía ser tan terrible para que Lupita reaccionara así?
Arturo vino a su memoria. Eso era lo peor que podría hacerle una mejor amiga a otra, ¿no es así?
—¿T-te... te metiste con Arturo?
—¡¿Q-qué?! —parpadeó, como si Kass hubiera perdido la cabeza—. ¡No, ewww! Digo, sin ofenderlo a él. ¡O s-sea, no es que sea feo, pero no-!
—¡Guadalupe! —interrumpió su balbuceo, parándose de la cama—. ¡¿Qué carajos hiciste?!
Lupita cerró los ojos, suspirando. Kass la observó expectante luego de caminar hacia ella hasta quedar frente a frente.
—Quesito... —murmuró—, no sé c-cómo... cómo decirlo. Está mal, arruinará todo y, por Dios, lo último que quiero es dejar de ser tu amiga, p-pero yo... Kass, dije cosas que no debía, cosas que... que aunque estén mal, realmente siento.
Sorbió por la nariz, dándose cuenta que comenzó a llorar. Kass estaba muda, no sentía movimientos de su parte.
Se frustró nuevamente al imaginar cuánto perdería al decir lo que estaba a punto de decir.
Pero debía hacerlo. No podía seguir viviendo así.
—¡N-no lo recuerdas porque estabas demasiado ebria, pero en el b-bar dije que quería besar-!
Sus palabras fueron abruptamente interrumpidas por Kass tomándole las mejillas con fuerza mientras unía sus labios con una desesperación que jamás experimentó antes.
Lupita abrió los ojos en grande, sintiendo las lágrimas de la castaña llegar a sus labios.
Kass también estaba llorando.
Pero Kass la estaba besando.
¡Mierda, Kass la estaba besando!
Correspondió con dificultad, cerrando los párpados. Los labios de la joven eran suaves, pero el beso no lo era. No con esa urgencia, no con ese desespero casi dolido.
Kass la besaba como si no pudiera evitarlo.
Como si lo hubiera contenido tanto tiempo que ahora no contaba con el control para parar.
Lupita gimió sin darse cuenta, sintiendo las lágrimas de Kass mezclarse con las suyas. Los labios de la menor eran adictivos y está segura de nunca haber sentido algo como eso. Sus dedos se hundieron en su cabello castaño, su cuerpo temblando mientras la acercaba más.
Lo agitada que ambas estaban, las obligó a separarse y se sintió como una tortura.
Suspiraron sobre sus bocas y Lupita supo que era ella quien ya no podría detenerse. Volvió a besarla, agradeciendo que la otra no la rechazara y una de sus manos viajó por sí sola a su cintura, metiéndose bajo la camiseta de dormir de la menor, aferrándose a su piel bronceada. Su otra mano se quedó en la mandíbula de Kass, obligándola a que abriera la boca para tantear con su lengua.
Kass soltó un jadeo y tiró de la ropa de Lupita para llevarlas a la cama. Cuando estaba por subirse al regazo de la pelinegra, sus ojos se abrieron, separándose y sonrojándose hasta las orejas.
Ni cuando se besaba con Arturo era así. La vergüenza la paralizó, mirando a la muchacha hacia abajo.
—Mierda —susurró, alejándose de ella.
—Q-Quesito...
Lupita vio el momento exacto donde el terror se expandió en los orbes de la joven y su respiración se agitó, pero una agitación distinta a la de cuando se besaron.
Parecía como si estuviera a punto de tener un ataque de pánico.
Lupita nunca vivió esas cosas, pero aprendió algo gracias a Kass, a quien ya había ayudado una vez en donde la chica tuvo un ataque así.
—Hey, está bien —se paró de la cama, intentando acercarse.
—¡N-no me toques! —Lupita abrió la boca, dolida—. ¡Esto está muy mal, pésimo! ¡¿P-por qué lo hiciste?!
—¡¿Disculpa?! ¡Tú me besaste! —reclamó, y ya ambas se encontraban enojadas.
Era increíble cómo el ambiente cambiaba tan agresivamente.
—¡O sea, s-sí, pero...! —se observaron—. ¡Tú dijiste que querías besarme, me acuerdo de todo, Lupita!
Oh. Está bien, Quesito también fingió no recordarlo. ¡Pero eso no justificaba que fue ella quien la besó! Molesta, frunció el ceño.
—¡Pero no lo hice! ¡No lo iba a hacer! ¡No entiendo por qué te enojas conmigo si tú me acabas de besar!
Kass cerró los ojos mientras las lágrimas bajaban sin control. Era cierto, ella lo hizo y ya no podía con el peso de sus acciones.
—Me voy —dijo, tomando su bolso y colocándose la chaqueta.
—¿Qué? No, Q-Quesito... hablemos. ¡Hablemos las cosas!
—¡No quiero! —la miró con dolor y Lupita sintió su corazón oprimirse. Nunca la había visto así—. No puedo, n-no...
Tomó sus últimas pertenencias y caminó hasta la puerta.
—¡Kass, no te puedes ir así como así!
La nombrada se giró hacia ella con las cejas arrugadas. Estaba enojada porque no sabía qué haría y Lupita insistiendo no le ayudaba. Era algo injusto, lo sabía. Pero necesitaba irse de allí en ese instante.
—Por favor, Quesito. Solucionémoslo.
—¡No hay nada que solucionar, Guadalupe! ¡No hay nada que solucionar cuando dos mejores amigas se besan, eso está mal! ¡T-tengo novio, por Dios!
—¡Tú me besaste! —insistió, pero ya era demasiado tarde. Kass salió por la puerta y supo que era inútil correr tras de ella.
Se largó a llorar, sentándose en la cama y tapándose la boca con ganas de desaparecer.
Todo estaba arruinado.
Escuchó la manilla moverse y alzó la vista con esperanza.
—Lupita...
Era Alfredo.
Sollozó con más fuerzas, derrotada y dejó que el chico fuese a sus brazos a consolarla.
Pasó media hora donde Fredo solo acariciaba su espalda y Lupita soltaba lágrimas hasta que los ojos le dolieron.
Cuando pareció más tranquila, Alfredo habló.
—No quise escucharlas, pero el ruido me llamó la atención y quise venir a ver qué ocurría —Lupita volvió a llorar, avergonzada.
—L-lo siento tanto, Fredo —sorbió por la nariz—. ¿P-puedo saber qué escuchaste...? —susurró.
—Poco. Cuando Kass se fue, me escondí debajo de las escaleras —rió y agradeció que Lupita también lo hiciera. Odiaba verla deprimida—. Solo escuché su pelea. Pero debo admitir que me sorprendió que se besaran.
—¡¿Escuchaste eso?!
—¡D-digo, no las escuché besándose! ¡Solo sé que lo hicieron porque Kass dijo que no hay nada que solucionar cuando dos mejores amigas se besan! —alzó las manos, inocente—. Pero espera... ¿su primer beso fue en mi casa?
—S-sí... —lloriqueó.
—¡Dios, eso es genial!
—¡¿Genial?! —lo miró indignada.
—¡Lupita, amo a las lesbianas y tú acabas de hacer lo más lésbico posible en mi cuarto! ¡Es un honor para mí!
Fredo logró que la chica riera y le sonrió.
—¿Te... te gusta?
Ante la pregunta, la pelinegra sollozó como por quinta vez, hundiéndose en el pecho de su amigo.
—Creo que síiiiiiii —y volvió a llorar.
—Eso es lindo, Lupita —ella lo miró como si hubiera hecho un pésimo chiste—. Tener sentimientos así es lindo. Y entiendo que tu situación es súper compleja...
—Ni me lo digas.
—Pero se solucionará. No me digas cómo lo sé, pero lo sé.
—Fredo, ¡tiene novio! —su cara se deformó al recordar algo—. ¡Oh, por Dios! ¡He sido el cuerno de una relación! —se aterró—. ¡Noooooooooo! ¡No quiero ser como la vieja de mi ex!
Él rió, negando con la cabeza. Siguieron conversando toda la noche. Fredo le dijo que, en el fondo, no le sorprendía lo que ocurrió, porque siempre vio a sus dos mejores amigas ser demasiado unidas. Y un unidas muy diferente al de amistad.
Luego se unió a su charla de apoyo el novio de Alfredo y ambos le contaron sus experiencias cuando se dieron cuenta que les gustaban los hombres y que, aunque al principio era difícil, aterrador como la muerte, la aceptación llegaría tarde o temprano.
—Yo pensé que eran novias —dijo la pareja del dueño de casa.
Estaban los tres sentados en la cama del cuarto de invitados como una verdadera pijamada.
—¡¿Quéeeeeeeeeeeeeee?!
—En serio. Ella te miraba con demasiada admiración y no dejó de reírse hasta cuando decías "hola".
Lupita sonrió, recordando las tantas veces que le dijeron eso. Que Quesito le celebraba cualquier estupidez que hiciera.
De repente, abrió los ojos en grande, tratando de razonar.
—¡¿O sea que soy bi?!
—Pues... —Alfredo se elevó de hombros—. Bienvenida a la comunidad, chiqui.
—No debes colocarte una etiqueta si no quieres, Lupita —comentó el otro chico—. Hay gente a la que no le acomodan y está bien. No eres un producto de supermercado o algo.
—Eso es cierto. Digo, yo amo decir que soy gay, pero no pasa nada si no defines tu sexualidad, siempre y cuando estés cómoda con ella.
Lupita sonrió agradecida y decidieron dormir los tres en esa cama para que la chica no se sintiera solita.
Fue justo lo que necesitaba su corazón: cariño, comprensión y una serie de consejos de las personas indicadas.
No sabría qué haría mañana, pero eso se lo dejaría a la Lupita del futuro.
No me convence cómo me quedó escrita la parte del beso ni la pelea entre ellas, aahhhhhhh. Quizá quedó todo muy rápido, no lo sé.
Pero bueno, vean esta representación gráfica de la Lupita de este capítulo y del pasado:
JSKAKDK.
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