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Todo se salió de control.
Cuando Kass volvió a la mesa después de salir del baño, tanto ella como Lupita se ignoraron por completo.
Pero Lupita, evidentemente afectada, comenzó a beber cada vez más, acompañando a Alfredo y Fernanda en su desenfreno.
Una hora después, Arturo y Kass se ofrecieron a llevar a Fredo a su casa, ya que les quedaba relativamente cerca, mientras Irma se hizo cargo de las otras dos borrachas.
A la mañana siguiente, el teléfono de Lupita sonó con insistencia. Tardó en encontrarlo entre las sábanas, aún con la cabeza dándole vueltas.
—¿Quién es? —murmuró con la voz ronca, sintiendo un dolor sordo en el cuerpo.
—Por fin contestas, Dios...
Quesito, claro.
Dios. El estómago se le encogió. No recordaba con claridad todo lo ocurrido la noche anterior, pero sí lo suficiente: su estúpida confesión.
—Irma me dijo que te dejó en casa, pero quería saber si estabas bien —la voz de Kass sonaba normal. Demasiado normal.
Lupita tragó con dificultad, insegura. ¿De verdad Kass lo había olvidado? Era posible. Solía decirle que no retenía bien las cosas cuando bebía en exceso.
Dejó escapar un suspiro, sin estar segura si era de alivio.
—Sí... llegué bien, creo —respondió, apretando los labios—. Gracias por preocuparte, Quesito.
—No es nada. Tengo que colgar, pero cuídate, Lupita.
El tono despreocupado de Kass le revolvió las entrañas.
Apenas la llamada terminó, Lupita se quebró. Un sollozo áspero le subió por el esófago y antes de poder detenerse, las lágrimas ya corrían por su rostro.
Sentía como si le aplastaran la tráquea. Las paredes de su habitación se cerraban sobre ella, ahogándola poco a poco.
Repasó cada palabra, cada maldita frase dicha la noche anterior, y el peso de la vergüenza le oprimió aún más fuerte. Había confesado sentimientos erróneos frente a quien no debía oírlos. Su mejor amiga. Su mejor amiga con novio.
Una mujer.
Cuando se marchó de casa de sus padres, Lupita comprendió que la homosexualidad no era algo malo. No era antinatural. Lo aceptó y siempre agradeció a todas aquellas personas de la comunidad que las apoyaban cuando subían videos. Pero ella, ¿atraída hacia otra mujer? ¿Luego de treinta y cinco años en donde solo se fijó en hombres?
No lo entendía, parecía mentira. Pero a la vez, nunca sintió algo tan real.
Le gustaba Quesito, le gustaba y por fin lo admitía hacia sus adentros.
Intentó esconderlo, disfrazarlo con un simple afecto amistoso. Pero era amor. Amor que traspasaba la amistad.
Sollozó con más fuerza, desgarrándose, sintiéndose la peor versión de sí misma. Fue horrible, quizá tan mal como el día en que se enteró que su ex marido la engañaba.
Se sintió perdida.
Lloró hasta que le dolió la cabeza y se encerró en la ducha, dejando que el agua intentara arrastrar el desastre en su pecho. Mas, las lágrimas siguieron cayendo, tercas y tan calientes como el nudo en su garganta.
El simple recuerdo de Kass besando a Arturo la hacía marearse. Odiaba sentirse así. Odiaba gustar de Kass.
Irónico, considerando que siempre fue una enamoradiza del romance.
A la hora del almuerzo, apenas pudo dar un bocado sin sentir náuseas. Y, entonces, lo supo.
Necesitaba a su madre.
No importaba lo adulta que fuera. Quería volver a esos brazos que, cuando todo se desmoronaba, siempre la sostenían.
Decidida, compró el pasaje a su antigua ciudad. Llamó a su mamá y le avisó que iría a visitarla porque el corazón le dolía y la mujer no insistió en saber el porqué una vez Lupita le rogó que no la cuestionara más.
—Solo quiero tus brazos, mami —le había dicho.
—Está bien, mi amor. Mami te abrazará hasta que dejes de llorar.
Fue inevitable que sollozara con vigor al escucharla.
En el aeropuerto, dos horas después, comprendió que debía que avisarle a sus amigos que se iría por unos días, aunque tuviera que mentir acerca del motivo.
Mentir. Mentir y mentir. Lupita ya no se sentía Lupita.
De todas maneras, partió por Quesito.
Lupita
Quesito.
Recién mi mamá me pidió que fuera a Hermosillo porque hará una reunión con toda la familia aprovechando que están de visita.
Así que no podré grabar para el lunes.
¿Pero te parece si publicamos ese episodio que ya habíamos grabado y no subimos?
Lo siento, ya sabes cómo es la señora Villalobos.
Quesito
Ayyy, me alegro de que vayas a ver a tu familia.
No hay problema, subamos ese episodio que dices.
Saludos a todos allá.
Lupita
Graciasssssssssss.
Kass leyó el último mensaje de Lupita y solo le dio like.
Ha pasado el día nerviosísima. Pensó mucho si llamarla por la mañana, pero realmente estaba preocupada por el estado de su amiga, así que dejó las tensiones de lado y lo hizo.
Pero luego de escuchar su voz, que no sonaba extraña, y ahora con estos mensajes que no indicaban que la estuviera ignorando -realmente creyó que la mayor iría a visitar a su familia-, entendió que Lupita no recordaba nada.
Y no sabía qué sentir al respecto, porque a ella, su mente no dejaba de transportarla a ese baño, en la pelinegra susurrando sobre la curva de su cuello y lo alterado que se vio su sistema nervioso al pensar en que Lupita quería besarla.
Al pensar qué haría ella si Lupita la besara.
***
Mamá no insiste, como le pedí. Mas, veo en sus ojos negros, iguales a los míos, que necesita saber qué le ocurre a su hija.
¿Cómo expresar algo que ni esa misma hija comprende?, es la pregunta que me hago.
Afuera está soleado, pero me llora el cielo y estoy hecha pedazos en el cuarto en que crecí.
Creo que te gustaría si lo conocieras.
La garganta me quema, las yemas de mis dedos están heladas y mis mejillas coloradas.
Años segura de lo que me gustaba y solo te bastó de una sonrisa para desmoronar mis creencias. Tu risa me invita a seguirte hasta las estrellas, tus celos con las chicas me hacen sentir viva, aunque verte besándolo me atormenta.
Soy sincera esta tarde en que te escribo, lejos de ti: no sé para qué dirección mover mis piernas, no sé cuál debería ser mi siguiente paso. ¿Cómo dejar de sentir cuando lo menos que quiero es dejar de hacerlo, pero a la vez, es lo único que mi instinto me suplica?
Me pierdo en latidos carentes de sentido.
Dije que quería besarte, ¿qué te provoca eso? Si te beso, a pesar de lo erróneo que sería, ¿fundirías tus labios con los míos hasta olvidar tu nombre? ¿O te separarías y me abofetearías?
Cualquier opción me parece dolorosa.
Aunque no debo preocuparme por tu respuesta, pues en tu memoria no habita el recuerdo de ese baño en un bar de barrio.
¿Cómo pudiste olvidarlo? Fui sincera, te entregué todo en mis susurros.
Digo que es lo mejor, que no recuerdes mi confesión, pero quisiera saber, muero por saber, qué harías tú si lo supieras.
Mi niña, no sé qué haré contigo.
Al terminar de escribir, al menos pudo respirar con mayor efectividad. Le aliviaba en parte dejar registros, pero su vuelo, luego de cuatro días afuera de su vida cotidiana, estaba por aterrizar y no sabía si se encontraba lista para volver a la realidad.
Compartió un par de mensajes con Kass, solo para no levantar sospechas. Fingir normalidad era más sencillo a través de la pantalla, aunque mirarla a los ojos era completamente distinto. Temía perderse en esos iris castaños.
Esa noche de miércoles tendrían que hacer una pijamada con Quesito en casa de Fredo, pues así lo habían acordado en la salida de la semana pasada -cuando ella estaba demasiado ebria- y sabía lo insistente que podía ser su amigo.
Sería muy difícil actuar como si nada le ocurriera después de haber llorado días por Quesito.
El reloj marcó las cinco de la tarde cuando llegó a casa. Desarmó su maleta con desgano y se echó en su cama, analizando cómo debería actuar cuando la viese frente suyo. En realidad, sabía qué hacer: seguir aparentando que nada pasaba.
La verdadera pregunta era cómo mierda lo lograría.
Estuvo las siguientes dos horas preparándose mentalmente para aquello, para saludar a sus amigos con emoción falsa, para reírse de sus chistes y aportar en la conversación.
Quizá era eso lo que más odiaba Lupita, el tener que fingir. Mentirle a Fredo, a Quesito y hasta a su propia madre, a quien no se atrevió a contarle del motivo de su llanto. Detestaba la falta de sinceridad y llevaba semanas comportándose tal cual.
Está bien, lograría actuar feliz, no por ella, sino por Kass. No quería hacerla pasar una incomodidad.
Con esa meta en mente, tocó la puerta de la casa de Alfredo, siendo recibida por un abrazo rompe huesos. Kass aún no llegaba, le comentó él mientras Lupita saludaba al novio de su amigo.
Verlos le pareció lindo, dos hombres amándose libremente en un mundo hecho para parejas hombre-mujer. Eso era valentía, eso se admiraba.
—¡Mi otra chiquiiiiiiiiiiiiii! —escuchó la voz de Fredo en la puerta y se giró hacia él, viendo a Kass recibiendo el abrazo con dificultad.
Estaba preciosa con su chaqueta de cuero café.
Tomó una respiración y comenzó con su, casi cínica, actuación:
—¡Quesitooooooooooo! —corrió hacia ella, envolviéndola en sus brazos.
Temía que fingir fuera más complicado, que el simple contacto le ardiera. Pero abrazarla no fue una farsa. Se sintió como un consuelo a su agrietado corazón.
—¡Lupita, Fredo, me duele! —gritó ella, tratando de alejarse.
Rieron, y al separarse, Lupita creyó verlo.
Un destello.
Un parpadeo apenas.
Miedo.
Un pánico fugaz en los ojos de Kass, algo que no cuadraba con la sonrisa que mostraba.
Quizá se estaba volviendo loca, pero Lupita sintió que ese miedo que vio en los orbes ajenos, era el mismo miedo con el que ella había luchado todo este tiempo.
—Vamos, les he preparado un kit de pijamada.
Siguieron a Alfredo al cuarto de invitados, donde ambas dormirían.
—¿Un kit de qué?
—De pijamada, bebé. Miren.
Fredo apuntó el cubrecama gris donde reposaban dos cajas de plásticos sin tapa, repletas de cosas de color rosa. Desde termos de metal hasta toallas y velas aromáticas.
Lupita, fascinada, olvidó por un momento su malestar y tuvo una reacción genuina, completamente feliz.
—¡Ay, ¿quéeeeeeeeeeeeeee?! ¡Esto es una pijamada de chavas! —exclamó, tomando unas pantuflas que parecían imitar el pelaje de un oso polar rosadito.
—Wow —le siguió Kass—. Ve todo lo que nos dio —le dijo a Lupita con emoción.
—¡Wey, la verdadera pijamada real!
Lupita comenzó a quitarse las botas para colocarse las pantuflas mientras Fredo grababa entusiasmado su reacción.
Cortó el video cuando Lupita se le trepó por el cuello. Estaba tan atormentada que se le olvidó lo feliz que la hacían.
Kass era el motivo de su llanto, sí, pero Kass jamás la haría llorar intencionalmente y con Fredo lograban sacarle una sonrisa sin importar las circunstancias.
Aquello fue un subidón de energía, suficiente para grabar un episodio sin tener que fingir risas.
Cada minuto se rió de verdad.
Al acabar con el episodio, los tres se quedaron en la habitación de invitados conversando.
—Vi que las están shippeando en TikTok —comentó Alfredo con gracia, comiendo Doritos.
Kass fijó sus ojos en los de la mayor, quien no la miró de vuelta, concentrándose en su amigo.
Con su mejor tono, imitando diversión, respondió:
—Sí, algunos alucines lo hacen.
—Bueno, no es sorpresa que en su fandom hayan un montón de gays —rió.
—¿Y cómo se relaciona eso con que nos emparejen? —Lupita sintió frío ante las palabras de Kass.
—¿No es obvio? —cuestionó él. Ante sus rostros perdidos, rodó los ojos y les explicó—. A los homosexuales les encanta volver todo homosexual. Y, ojo, me incluyo —carcajeó y se alzó de hombros—. Si la gente de la comunidad que las sigue, las ve interactuar, aunque sea un poquito que consideren de forma especial, no dudarán en volverse locos por ustedes como novias. Así funciona esto, babys.
Novias. Ambas bajaron la mirada a sus regazos, como cachorros regañados. Fredo arqueó una ceja, llamándole la atención su repentino apague.
—¿Les molesta?
—¡¿Qué?! ¡No, no, para nada! —se apresuró en negar la mayor, con miedo a que su amigo se sintiera ofendido.
—Oigan, está bien si les molesta. No por eso son homofóbicas o algo —intentó relajarlas—. Digo, si a mí me shippearan con mi mejor amigo, sería extraño y no por eso estoy siendo anti-gays o algo.
Los músculos de la pelinegra seguían sintiéndose tensos, sin saber qué decir.
Miró a Kass, quien parecía perdida en su mundo, jugando con el borde de una almohada de forro gris.
—Bueno —Fredo aplaudió y dejó el pote con los Doritos de lado—. Es tarde y mi novio me espera para dormir cómodamente, así que...
—¡¿Ya te vas?! —Lupita formó un puchero mientras Kass se fijaba en la hora.
2 a.m marcaba el reloj del velador. Vaya, cómo pasaba el tiempo.
—Lupita, ¿no estás cansada? —preguntó el chico, parándose de la cama.
—Claro que no, ni siquiera es tan tarde —argumentó con carita enojada.
—Son las dos de la mañana, Lupita —intervino Kass.
—Oh —murmuró ella, dejando de protestar.
No era por la hora, era porque hace al menos media hora que Kass no le dirigía una oración directamente hacia ella. Cuando grabaron conversaron, pero luego ambas se enfocaron en Fredo.
—Sí, oh —imitó él y se acercó a las chicas para despedirse de un beso en la frente—. Las quiero mucho, locas. Descansen.
—Buenas noches, Fredo —correspondió la castaña.
—Buenas noches... —susurró Lupita, pensando en qué pasaría ahora.
—¿Nos dormimos?
Bien, no fue necesario darle una segunda vuelta, Kass ya había decidido por ambas. Prefería dormir.
Intentó no sentirse ofendida, aunque fácilmente podían quedarse más tiempo charlando. O sea, ella no quería eso por obvias razones, ¿pero Quesito? Qué mala era, pensó Lupita infantilmente.
—Bueno —respondió, abriendo la cama.
Se acostó como un robot, dándole la espalda a la menor.
Adiós, pijamada de chavas, se dijo Lupita algo amurrada.
El capítulo que viene seguirá con esta escena. No lo continué aquí mismo porque ya me estaba pasando de las 2300 palabras y no sé si les acomoda tanto escrito, kskskka.
Fue algo ¿aburrido? este capítulo (según yo pq no hubo mucho encuentro lupesito, jfkdk), pero es que quería profundizar en los sentimientos de Lupita.
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