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El bar contaba con una pista de tamaño medio y pareció perfecto para distribuir las horas en bailar y sentarse a conversar con cócteles.
Sin embargo, Lupita necesitaba un respiro del baile. Avisó a las chicas que iba al baño, pero en lugar de eso, terminó plantándose en la barra.
Estaba llamando a Quesito. Una pésima idea, por supuesto, pero el alcohol en su sistema la empujaba a actuar sin filtros, y los deseos de escuchar su voz resultaron irresistibles.
—¿Aló, Lupita? —la voz ronca y somnolienta de Quesito atravesó la línea, como si acabara de despertarla.
—¡Quesito! —exclamó con una sonrisa de dientes—. ¡¿Dónde estás?! ¡¿Saliste?!
Con la mezcla de la música que tronaba desde los parlantes, su entusiasmo por andar tomada y su tendencia a ser ruidosa por naturaleza, Lupita prácticamente estaba gritando.
—No, no salí —hubo un silencio—. Lupita, son las dos de la mañana. ¿Dónde estás tú?
—¡¿Qué te paaaaaaaaaasa, por qué no saliste?! ¡Es viernes, ridícula! —rió y recibió el mojito que le había pedido al barman—. ¡Vente para acá, te mando la dirección!
—Lupita, estoy cansada. Salí a cenar con Arturito y mañana debo levantarme temprano —la garganta de la mayor dejó de emitir sonido y Kass percibió el cambio con ligera inquietud—. Pero podemos salir mañana, ¿si?
La pelinegra abrió la boca en un intento de responder, sin embargo, su cabeza hizo cortocircuito, como si cables se enredaran entre sí, y terminó por colgar la llamada.
Dejó caer el celular sobre la barra de madera y miró su vaso lleno.
—Ah, caray.
Una carcajada a su derecha interrumpió su desánimo. Al voltear, vio a un hombre de barba canosa observándola con diversión.
—¿Y tú de qué te ríes, barbón? —bufó.
Era guapo, pero ahora estaba amurrada.
Él solo rió con más entusiasmo.
—Lo lamento, es que moló un montón cómo cambiaste de humor. Estabas de risas y, de repente, te quedas así —la señaló.
—¿Moló? ¿Molo de molote? Y, ¿qué es ese acento?
El hombre negó con la cabeza, entretenido.
—Algo que mola es algo que agrada. Soy español, Juan, un gusto —le ofreció la mano a forma de saludo.
Lupita arqueó una ceja, dudosa.
—Mm, tus antepasados ya nos robaron el oro. No estoy segura si esto sea buena idea —a pesar de sus palabras, estrechó su mano con la contraria.
Juan carcajeó y a Lupita le nació una sonrisa; lo había hecho reír al menos tres veces y cómo disfrutaba provocar aquel efecto en la gente.
—Sí, la conquista fue injusta, pero te juro que yo estoy aquí en paz. Nada de saqueos —aseguró—. ¿Puedo saber tu nombre?
—Mmmmmh, nop —hizo sonar la "p" y le dio un sorbo a su bebida—, pero puedes saber mi sobrenombre. Soy Lupita.
—Un gusto, Lupita. Eres guapísima si me permites decírtelo.
Ella se acomodó en la silla, adoptando una pose dramática.
—A ver, don español, te diré dos cosas. La primera: necesitarás mejores halagos si deseas algo de mí —comentó, haciéndose la diva—. Y la segunda, solo me sirves si estás dispuesto a emborracharte hasta vomitar porque creo que me han hechizado el corazón —tomó una respiración, pensando en almendras y piel bronceada—, y requiero de un buen acompañante para esta ocasión.
—Me sé muchos piropos, doña Lupita. Te diré los mejores de España —le guiñó un ojo—. Y por ti, sería un honor ponerme ebrio hasta los huesos.
Convencida, Lupita curvó los labios en una sonrisa mientras veía a Juan pedir una botella de tequila.
Fue, en efecto, un excelente acompañante. Las siguientes dos horas pasaron entre risas y charlas diversas. Juan era encantador, inteligente, de rostro atractivo y con un humor que se acomodaba al suyo, aunque confesara que solía ser más serio estando sobrio.
Realmente el hombre perfecto.
Pero... Mierda, por supuesto que habría un "pero".
Pero cuando Juan la besó, no sintió ese chispazo eléctrico que tantas veces había experimentado en bares con ligues pasajeros.
Dos años soltera, le fascinaban los hombres y ese español parecía ser su príncipe azul. Entonces, ¿por qué no podía simplemente disfrutarlo?
La respuesta la aterraba de pies a cabeza, por lo que se obligó a cortar aquella línea de pensamiento. Siguió bebiendo con Juan y aceptó las otras dos veces que él la besó.
Al menos, don español no fue insistente y pareció conformarse con lo que compartieron, sin sugerir llevarla a su departamento ni intentar nada extraño.
***
Al día siguiente, Lupita despertó con una resaca del demonio, digna de película de terror.
Su maquillaje aún mostraba leves rastros de la noche anterior y solo recordaba que las chicas le habían pedido un Uber pasada las cuatro de la madrugada.
Bueno, también recuerda a Juan.
Y a Quesito.
¡¿Cómo carajos no olvidó la conversación que tuvieron con la castaña si estaba súper borracha cuando la llamó?!
—Ahhhhhhhhhh —gritó, sentándose en la cama y sobando sus sienes.
Desconectó su móvil e ignoró los mensajes de Kass que preguntaba si se encontraba bien.
Para distraerse, entró a TikTok.
—¡Cállate el hocico! —refunfuñó, apagando la pantalla—. ¡Ughhh! —y finalizó por esconder la carita entre sus almohadas.
El primer video que le apareció era un edit de ella y Kass con la canción "Primera Cita" de Carín León. ¿El mundo la odiaba o qué?
A las doce de la tarde seguía en pijama, se había desmaquillado y ahora comía palomitas mirando televisión en la sala.
Dejó el celular en silencio en su habitación para que nadie interrumpiera su sábado depresivo
Pero no se requería de celulares para joderle el día.
—¡Lupita, Lupita! —se oyeron golpes en la entrada.
Esa voz, esa maldita voz.
Soltó un gemido frustrado, escondiéndose bajo la manta.
¡No quiero verte, Queso!
—¡Por favor, dime que estás aquí!
Los puños contra la madera fueron tan insistentes y desesperados que se vio obligada a levantar el culo y abrir la puerta.
Un silencio pesado llenó el espacio al observarse y Lupita notó los ojos llorosos de Kass, quien se abalanzó hacia ella luego de recuperarse del trance.
—¡Oh, por Dios, estaba tan preocupada, Lupita! ¡N-no sabía con quienes habías salido anoche, n-no sabía con quién contactarme para saber de ti y tú no me contestabas las llamadas! —balbuceó en medio de un sollozo y las facciones de Lupita se suavizaron.
Ups.
—Ya, Quesito, tranquila, estoy bien. Sana y salva —acarició su espalda.
Kass se separó y Lupita limpió sus mejillas húmedas, aunque la angustia de la menor cambió súbitamente, arrugando sus cejas.
—¡Eres una imbécil, Guadalupe Villalobos Beltrán! —la empujó por el pecho con su dedo índice, furiosa—. ¡¿Cómo se te ocurre desaparecer sin decirle nada a nadie?! ¡Lo último que supe de ti es que estabas borracha!
Lupita miró el suelo, abultando los labios y balanceando los pies de un lado a otro.
—Perdón... —murmuró—. Es que anoche sí se me pasaron las copas, desperté hace poco y mi celular recién está cargando... —infló sus mejillas.
Okay, mintió, ¡pero solo un poquito! Nada terrible.
Kass rodó los ojos, todavía algo molesta, aunque terminó fijándose en que Lupita no traía maquillaje y vestía un pijama de gatitos.
Y, vaya, se veía hermosa con el rostro libre de productos. Sus labios rosados resaltaban, dándole un aire de ternura que la hacía lucir encantadora.
—Está bien, solo... no vuelvas a hacerme esto, por favor. Lo pasé horrible.
Lupita la miró y sonrió, asintiendo repetidas veces. Era lindo que estuviera tan preocupada por ella.
—¡Sí, sí, nunca más, lo prometo!
La hizo entrar, olvidando de momentos que la noche anterior -y esa misma mañana- se la había pasado sufriendo por ella. Así le ocurría con Quesito: cualquier malestar desaparecía cuando se encontraban.
—Me baño rápido, ¿si? Puedes esperarme en mi cuarto.
—Pero debo ir a... —Kass enmudeció su negativa al ver los ojitos emocionados de Lupita, esperando que pasaran ese rato juntas—. Está bien, vamos.
Lupita la dejó sentada en su cama y fue al baño que incluía su habitación. Cuando salió, ya estaba vestida. De la estantería sacó su bolsita con maquillaje básico mientras Kass la miraba curiosa.
—¿Puedo maquillarte?
La pelinegra sonrió ante el cuestionamiento, sabía que la menor disfrutaba de maquillar y se le daba fenomenal. Asintió y ambas se acomodaron en medio del colchón.
—¿Por qué... por qué ayer me cortaste la llamada? —se atrevió a preguntar Quesito mientras le aplicaba corrector con una esponja.
Lupita evitó mostrar demasiado nerviosismo y buscó una excusa.
—Justo las chicas me quitaron el celular porque querían que fuera a bailar y no les estaba prestando atención.
Excusa de mierda. Bien, Lupita, bien, ironizó la propia mente de la mayor.
Kass iba a decir algo, pero el móvil de Lupita, que reposaba en su regazo, comenzó a sonar. Quesito apartó la esponja y sus ojos cayeron en la pantalla. "Don español", decía junto a un emoji de corazón y un hombre de barba.
—¿Don español? —preguntó con una risa confusa más que de gracia.
—E-eh, un amigo que hice ayer. Espérame dos segundos.
Lupita se levantó, atendiendo la llamada y regresó cinco minutos después, no dos segundos.
Volvió a sentarse y Kass arqueó una ceja; Lupita estaba sonriendo sutilmente, podía percibirlo.
—¿Quién es realmente, Lupita?
La mencionada sintió su corazón acelerado ante el tono de la chica. Sonaba curiosa, pero algo demandante.
—¡Un amigoooooo! Ya te dije, boba.
A Kass se le revolvió el estómago un poco, pero carecía de sentido -como todo en estas últimas semanas-, así que solo retomó el maquillaje.
Luego de diez minutos, lo único que le faltaba era el labial. Lo destapó y vio que se trataba de un gloss transparente.
La mirada de Lupita la atrapó y por un instante, Kass se olvidó de su propósito.
—¿Estás lista? —preguntó luego, aunque su voz sonó más como un susurro que una pregunta real.
Lupita asintió y sus ojos no se apartaron de los de Kass, quien sintió un hormigueo en las yemas de sus dedos mientras se acercaba a ella con el gloss en mano.
—Solo... un toque aquí —murmuró, su voz temblando ligeramente mientras se concentraba en el labio inferior de Lupita.
El roce del aplicador era suave, casi como si temiera romper el ambiente que las rodeaba.
La mayor cerró los ojos, absorbiendo la sensación.
—Te ves hermosa —dijo Kass, sin poder evitarlo. La verdad resonó en su pecho con una sinceridad que la sorprendió.
Lupita sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro y que hizo que Quesito también lo hiciera.
—Gracias. Pero creo que el gloss es más...
—¿Más...? —incitó a que terminara.
Ella abrió los ojos, encontrando su reflejo en los de Kass. Por un momento, el mundo exterior dejó de importar.
—Más tuyo. Te queda mejor a ti. Te hace ver la boca llamativa.
Kassandra se detuvo, el aplicador a un milímetro de su objetivo.
No respondió nada y solo se inclinó un poco más cerca, esparciendo el producto en el labio superior de la chica. La proximidad hizo que la respiración de ambas se entrecortara.
—Listo —avisó, retrocediendo con un suspiro pequeño.
Lupita se observó en el espejo de su paleta de sombras y sonrió nuevamente.
—Gracias, Quesito. Tienes talento.
—Qué dices, solo hice lo básico.
—Pues me gusta lo básico —apartó el espejo y el bolso de maquillaje, acomodándose sobre el cubrecama.
Quería tener a Kass más cerca, su inconsciente lo pedía. Sin torturarse en analizarlo bien, tomó los muslos de la joven, acercándola más hacia ella.
—¡Lupita! —soltó un gritito por el asombro y rió. La mayor la abrazó, escondiéndose en la curva de su cuello—. L-Lupita...
La respiración de la pelinegra chocó contra su piel y los bellos de sus brazos se erizaron. Las manos de Lupita se acomodaron más arriba de su cintura y sintió las ganas de que le rodeara esa zona.
Esto no estaba excediendo los límites de amistades. Era un abrazo con cariño como el que Lupita le daría a muchas personas, pero ambas sabían que algo no calzaba completamente con el término "amistoso", como si quisieran agregar una pieza extra a un puzzle ya terminado.
Kass se incomodó en tan solo pensarlo e intentó alejarse, pero la otra estaba disfrutando del olor a almendras, así que no aflojó su agarre.
Si iba a estar sufriendo por culpa de Quesito, al menos debía pagarle con esos momentos en donde sus pieles se estremecían al entrar en contacto.
La menor se rindió luego, desmoronándose en los brazos ajenos. Al fin y al cabo, sentía incomodidad simplemente por lo cómodo que en realidad era estar así con ella.
Las uñas de la mayor rasgaron su nuca, volviéndola un lío. Era tenso, pero agradable. Le picó donde tocó Lupita y cerró los ojos, sintiendo los acelerados latidos del corazón de la muchacha sobre su pecho.
Algo estaba mal, algo estaba muy mal con todo esto.
Después de unos minutos, tomó la mano de Lupita tras su cabeza, apartándola.
—Lupita... —apenas se escuchó su llamado.
—Sí, perdón —se alejó, forzando una sonrisa, como si aquello rompiera la tensión por arte de magia—. ¿Tienes hambre? Estaba viendo La Casa de los Famosos con palomitas —se paró de la cama, haciéndose la ocupada en arreglar las almohadas.
Quesito la miró con un dejo amargo, pero acabó por repetir sus pasos.
—No puedo, debo ir a hacer unos trámites.
Vio la forma en que Lupita vaciló, aunque haya intentado hacerlo pasar desapercibido cuando se agachó para recoger una brocha que había caído de la cama.
Kass se acercó a ella, tratando de sonreír.
—Pero como te dije en la llamada de ayer, podemos hacer algo en la noche. ¿Era bueno el bar al que fuiste?
—Creo que será mejor buscar otra opción. Es algo ruidoso para ti.
Quesito sonrió. Le gustaba que Lupita se preocupara por sus manías.
—Está bien, busco uno y te lo mando.
Espero no esté del pene este fic, JASJSDK.
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