1
Olvidé mencionarlo, pero modifiqué algunas cosas. Por ejemplo, amo a Juan, pero aquí él y Lupita no están juntos.
El resto quedará claro en la misma lectura, solo les aviso para no tomarlos por sorpresa.
—Amor, ¿sigue en pie la cena? —le preguntó Arturo a su novia.
Ella se tapó la boca con la palma de la mano.
—Olvidé decírtelo, quedamos en grabar hoy en la tarde con las chicas. Perdóname, Arturito.
—No te preocupes, sabes que no hay problema —se acercó para robarle un pico y le sobó la espalda—. Ahora debo ir a buscar a mi mamá al aeropuerto, pero ¿lo dejamos para mañana entonces?
—Síp, sin falta —sonrió mientras lo acompañaba a la puerta de su departamento.
En la entrada, Arturo acarició su mejilla y Kass cerró los ojos ante el tacto.
Pero de repente, se encontró a sí misma pensando en Lupita, como si ella estuviera frente suyo.
Abrió los ojos de golpe, asustada de lo que imaginó. Y es que la superficie del anillo de su novio que le rozó el pómulo, esa con una esfera metálica en medio, era muy parecida a la que tenía el anillo que la pelinegra usó ayer.
Arturo la observó confundido, pero Kass lo hizo salir rápido del departamento, excusándose con que llegaría tarde a buscar a su madre.
Cerró la puerta y se apoyó en esta, suspirando profundo. Debía estar volviéndose loca.
Lo dejó pasar, yendo a su habitación a seleccionar el pijama que usaría luego. Hoy grabarían un episodio llamado "Pijamada Alusín: juego de chavas" e invitaron a dos amigas más.
Al menos, ahí tenía una nueva dinámica para distraerse.
Cuando dieron las siete, salió de su hogar para ir al de Lupita, quien le pidió que la pasara a buscar porque su auto estaba en el mecánico.
Desde el asiento del conductor, vio a la pelinegra salir gritando y aplaudiendo, y no pudo evitar soltar una carcajada a la vez bajaba la ventana: Lupita ya traía puesto su pijama con el antifaz sobre la cabeza y unas pantuflas de vaca. Parecía muy emocionada.
Aunque su alboroto llegó a su fin una vez estuvo frente a Quesito.
—¡Espérate, ridículaaaaaaa! ¿Por qué no traes puesto tu pijama? —reclamó, frunciendo el entrecejo.
Kass rió con más ganas.
—Lupita, obviamente no me lo iba a poner de inmediato.
La mayor volteó el rostro hacia un lado, ofendida.
—No me hables —le puso la mano enfrente—. Háblale a la mano.
—Yaaaaaaaaa, súbete.
Lupita hizo lo pedido sin cambiar su expresión, mas, cuando estuvo sentada, una sonrisa se expandió por sus labios.
—¡Ah, pero qué bueno que no lo traes puesto —comenzó a hurgar en su bolso—, porque te había comprado uno para que estuviéramos iguales!
Le tiró el pijama a la cara y aplaudió mientras Kass se reía, mirando la tela.
—Gracias, Lupita. Está bello.
—¡¿Sí te gustó?! —saltó emocionada. Amaba que vistiesen igual.
—Mucho, se ve... —tocó su mentón, analizándolo—, costoso. Como nosotras.
—Claro, preciosísima, viene directo de Francia. Es hipoalergénico y todo.
—¿De verdad?
—¡Obvio no! —rió y la menor la acompañó—. Ay, mi chiqui, siempre creyendo cualquier cosa.
—De apoco se me irá yendo la inocencia junto a ti, ya verás.
Se observaron con una sonrisa, alegres. Eran tan diferentes que calzaban a la perfección.
Cuando se encontraron con Irma y Fernanda, Lupita se lanzó a ellas en un abrazo y escándalo contagiado, y tuvo que tironear a Kass para que se les uniera.
Al encender las cámaras, las chicas se dejaron llevar y todo fluyó con éxito. O eso era lo que pensó la pelinegra, porque cuando se despidieron de las chicas y Kass la llevó a su casa, se la pasó en silencio, casi perdida en su mundo.
—Quesito —decidió hablar una vez la menor se estacionó. Kass se tardó unos segundos en mirarla—, ¿qué pasa? ¿Todo bien?
—¿Eh? Oh, sí, sí, todo bien —sonrió, pero Lupita sabía que no era una sonrisa sincera.
—No mientas, Queso —arrugó los labios—, te conozco.
—En serio, todo bien, Lupita.
—No me bajaré de este auto hasta que me digas qué te ocurre —se cruzó de brazos infantilmente y Kass la observó mordiendo
su labio inferior.
Terminó por apoyar la frente en el manubrio, soltando un quejido por lo adorable que fue eso. Dios, a veces le gustaría matar a Lupita.
—Lo siento, es solo que... Bueno, y-yo...
—Ey, mírame —Lupita tomó sus manos y las acunó—, puedes contarme cualquier cosa, lo sabes.
—Es que, Lupita, es una estupidez. Yo, mmh —sintió sus mofletes sonrojarse—, no lo sé, lo pasé muy bien hoy, pero te vi con Irma y te reías tanto... —suspiró—. Es ridículo, pero yo no te hago reír así y ahora me siento como la persona más aburrida del planeta, porque tú eres tan graciosa y...
Lupita cortó sus palabras, inclinándose para rodearla en un abrazo. El perfume de Kass inundó su nariz y la apretó con más fuerza ante aquello. Olía a almendras, delicioso.
—Jamás vuelvas a decir eso porque te lo prohíbo, Kassandra. Eres con la persona que más me rio y siempre lo paso increíble contigo —Kass dejó que su mejilla reposara en el hombro ajeno, sintiéndose cálida con lo dicho—. Irma es divertida, sí, pero tú eres mi Quesito, mi chiqui, mi niña, mi mejor amiga, ¿bien? Yo solo te quiero a ti.
Sabía que Kass era insegura y supo también, por la forma en que la chica la abrazó, que necesitaba oír esas palabras, pero el corazón de Lupita estaba bombeando sangre demasiado rápido y temía que fuera a darle un paro cardiaco.
Lo peor, es que no tiene ni la menor idea de por qué. No entendía nada y ahora las ganas de llorar la invadieron a ella.
Se separaron despacio y Lupita notó los ojos vidriosos de la joven. Le acarició el cabello con cuidado.
—¿Por qué no te quedas a dormir? —ofreció y Quesito sorbió por la nariz.
—Mm —murmuró dudosa.
—Vamos, así hacemos una pijamada de verdad.
No fue necesario insistir más. Se bajaron del auto y Lupita le dijo que le prestaría ropa para mañana. Por suerte, Kass ya tenía un cepillo de dientes en su casa.
A las once de la noche, ambas se encontraban en la cama. Lupita era consciente de que la joven era muy de su espacio personal, por lo que le preguntó si quería dormir en la habitación de invitados, pero Kass se negó y, sorprendentemente, no se fue a orillar a una esquina como siempre hacía.
Estaban en el centro del colchón y ahora a Lupita le urgía tenerla más cerca, así que, con una confianza dudosa, estiró los brazos hacia ella y le ofreció un lugar allí. La castaña sonrió y pronto se encontraba reposando la cabeza en el pecho de Lupita.
—Buenas noches, Quesito.
—Buenas noches, Lupita.
Y ninguna durmió tan bien como esa noche.
***
Se talló los ojos, recién despertando. Cuando enfocó mejor, no vio a Quesito, pero no bastó de mucho para que notara unos brazos rodeándole por detrás.
Ella siempre se movía al dormir, por lo que no le sorprendió que haya amanecido sin las sábanas sobre su cuerpo y en una posición distinta.
Sonrió girando lentamente hacia ella, parecía tan tranquila descansando que no quiso despertarla.
Aunque Kass siempre percibía todo y los movimientos de la mayor bastaron para que abriera los ojos.
—Hola... —murmuró algo adormilada mientras se estiraba.
Lupita no respondió, solo estiró la mano hacia ella y con su pulgar bordeó una ceja de la chica. Simplemente quiso hacerlo, pues eran muy lindas.
Kass se quedó rígida al inicio, sin esperárselo, pero al notar que Lupita no la estaba mirando a los ojos, se relajó y cerró los suyos. Los dedos de la muchacha eran suaves como algodón, pensó Quesito.
—Buenos días —dijo Lupita con naturalidad—. ¿Desayunamos?
Kass asintió y decidieron comer en pijama, luego cada una se duchó y media hora después, Lupita la acompañó al auto.
—Gracias por todo, Lupita.
—No es nada, preciosa. Soy feliz teniéndote conmigo.
Se despidieron y la pelinegra volvió a entrar a su casa. Se sentía serena, demasiado para ser Lupita Villalobos.
Pasó el día trabajando y haciendo unos recados, sin cambiar su estado de ánimo, y a las ocho de la noche se sentó en su terraza con una copa de vino y su actual diario. Hace un tiempo que no escribía y ese día se sentía inspirada.
Lupita no se cuestionaba qué escribía, solo dejaba que la pluma sobre el papel hicieran el trabajo, como en ese instante:
Han pasado horas, pero mi habitación sigue oliendo a almendras. No quiero que desaparezca su estela.
Dicen que se ríe de cualquier estupidez que digo y eso me pone contenta.
En la mañana, el sol le iluminaba la cara. Su piel es más dorada que la mía y aún así sus mejillas parecen dos pétalos de rosa; siempre se sonroja.
Cuando nos vemos me siento mejor, nunca me falla su sonrisa de niña buena. Tiene labios gruesos, rechonchos como nubes. Quisiera descubrir si también saben a almend
Lupita dejó caer la pluma, sin terminar la palabra y manchando la página de al lado con tinta.
Sus ojos estaban abiertos como nunca, con terror a releer todo lo que salió de ella.
Tragó saliva duramente, tocando con las yemas de sus dedos las líneas del último párrafo. Una vez lo leyó, sintió la acidez recorrer su garganta y cerró de golpe la libreta. Su respiración se volvió irregular mientras se paraba de la silla y entraba a la casa, tensa como un gato.
Su celular comenzó a sonar y por un momento creyó que sería Quesito, pero solo era una de sus amigas de fiesta.
Era viernes por la noche y sabía lo que ese llamado significaba: salir a beber.
Antes de estar en la terraza, Lupita se hubiese negado porque aquel día se sentía pleno y tranquilo luego de amanecer con Kass a su lado, pero ahora mismo, justo por esa chica la llamada pareció ser un milagro.
Se obligó a relajarse antes de contestar y, efectivamente, estaba siendo invitada a beber.
Lupita entiende que, como adulta responsable, no puede resolver las cosas emborrachándose, pero Lupita también entiende que, si no sale ahora mismo para beber hasta olvidar la mierda que haya sido eso que escribió, se iba a arrancar la cabeza.
Así que partió a arreglarse.
Que sea lo que Dios quiera, pensó antes de pisar ese bar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro