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Capítulo 24

Nota previa: No he tenido experiencias con el I Ching, pero es una práctica que me parece muy interesante y quería aprovechar que Mateo lo mencionó durante la novela para que Edgar y Sylvia tuvieran una primera experiencia. La escena está construida en base a lo que me parece sería una sesión con este oráculo y según lo que he leído al respecto, tratando de mantenerme respetuoso en todo momento, y para tener los hexagramas decidí hacer las preguntas como si yo fuese Sylvia, primero, y luego Edgar. Este es el capítulo que precede a los exclusivos de Amazon y el de las demás tiendas. Con respecto al orden en el que van, prefiero no decirlo para que cada quien los acomode como mejor le parezca. ^^' Están pensados justamente para eso.

La sala estaba más silenciosa que de costumbre. Mao, el padre de Mateo, se veía bastante tranquilo, a diferencia de los amigos de su hijo. Sylvia le había preguntado al muchacho si no habría problema con que ella también participara, producto de la curiosidad, y sonrió al saber la respuesta.

Los cuatro estaban sentados en la sala de la casa de los Silva. Al igual que Edgar, a Sylvia le pareció que una sala blanca con puertas de madera y el piso anaranjado era demasiado poco asiático. Edgar reconoció los dragones dorados en la mesa cuando entraron, al igual que los tres ancianos en una de las muchas repisas que había.

La luz que entraba por las ventanas hacía que el lugar se viera más amplio de lo que era en realidad, aunque el aire mantenía el calor a raya. No parecía que estuvieran en la Costa Oriental del Lago, mucho menos en Ciudad Ojeda, en donde cualquiera sudaba a los cinco minutos de estar afuera.

Mientras esperaban a que su padre llegara, los tres se fueron al cuarto de Mateo a pasar el tiempo jugando. Ni Sylvia o Edgar pudieron ganarle dos veces seguidas luego de casi una hora, la cual se les pasó volando. Las risas bajaron de intensidad, y los insultos desaparecieron por completo, cuando escucharon que alguien abría la puerta.

Edgar y Sylvia se miraron expectantes. Mateo salió a recibir a su padre seguido por sus dos amigos. Luego de conversar un rato, Mao les preguntó qué era lo que les interesaba del I Ching.

-Esto es un arte para nosotros -dijo mirándolos a ambos-, y no tengo problemas en usarlo un momento para que lo conozcan por ser amigos de Mateo, pero normalmente no lo hago a menos a que sea para algo importante.

Tanto Edgar como Sylvia sonrieron. Ambos entendían a qué se refería, pero cada uno tenía sus propias dudas, sus propias preguntas. Sus mentes barajearon cada posibilidad y cada pregunta, pero una seguía asomándose constantemente, ese misterio personal que el otro conocía muy bien y que últimamente les quitaba el sueño.

-Claro -dijo Sylvia, solo para romper el silencio-, lo entendemos, y de verdad que muchas gracias por hacer la excepción, señor Mao. -Este sonrió y miró a Edgar, como esperando respuesta.

-Lo que ella dijo -se apresuró en decir-, sería la primera vez que hacemos algo como esto, y no sé qué pensar, pero... Mientras sea de ayuda, supongo que estoy abierto.

-Eso es lo importante, pero olvídense de todo lo que esperan y lo que quieren. Vamos a hacer lo siguiente. -De uno de los estantes, Mao sacó unos pedazos de papel y dos lápices. Le dirigió una mirada a Mateo antes de hablar-. Xiao Chen -lo llamó-, pásame el libro y las monedas. -Edgar y Sylvia lo miraron sin entender.

Habían escuchado ese nombre, o suponían que era un nombre, el primer día de clases, pero ya se les había olvidado para ese entonces. Era normal que los profesores preguntaran por Torres Castillo Edgar y Lobos Matos Sylvia Helena el primer día de clases para verificar que sus datos estuvieran bien, pero volvían a ser Torres Edgar y Lobos Sylvia al día siguiente.

-Es mi segundo nombre, papá lo usa cuando me pide ayuda en esto, o cuando estamos con la familia, porque a ninguno le gusta que me digan Mateo. Prefieren decirme Xiao Chen, que significa amanecer.

-Asumo que naciste muy temprano -bromeó Sylvia.

-Sí -respondió él-, según papá, nací apenas estaba saliendo el sol. Fue un nombre que me puso mi abuela paterna. Ella estaba aquí ayudando a mamá a llevar el embarazo, pero tuvo que devolverse cuando tenía dos o tres meses.

-Tres -corrigió Mao.

-Y voy de vez en cuando a visitarla a Wuhan, ella y el abuelo siguen allá, pero no quieren venir a Venezuela -dijo riendo-, dicen que no les gusta, pero al menos se llevan bien con el teléfono y me llaman todas las semanas.

-Ay, qué bonito. -Sylvia sonrió.

-Cada uno va a escribir una pregunta en el papel. -El señor Mao les entregó a cada uno un papel y un lápiz-. Pero sin que nadie lo vea, así que se tienen que mover -agregó con una sonrisa-. Pueden esperar unos segundos en silencio mientras piensan, pero tiene que ser lo que más desean saber en este momento, la pregunta que les daría más paz si es respondida aquí y ahora. Luego doblen el papel y se quedan con él.

Los muchachos hicieron lo que les decía, y cada uno esperó en silencio hasta que la pregunta se hiciera lo suficientemente obvia en sus cabeza. Por su cuenta, ambos escribieron lo que más deseaban conocer. Las palabras se hilaron sin dificultad una vez que el silencio hizo su magia, uniendo los hilos deshechos.

Tomaron aire al entrar en consciencia. La respuesta bien podría hundirlos o podría liberarlos de la incertidumbre, sacarlos de la espera que tanto los torturaba, pero cualquier cosa sería mejor que no saber.

Cuando escribieron, las palabras no salieron de entre los dedos sino del corazón.

-Perfecto, ahora, ¿quién quiere respuestas primero? -El señor Mao los miró a ambos tentativamente.

-Supongo que las damas primero, ¿no? -Edgar miró a Sylvia. Estaba igual de nerviosa que él. Abría los ojos cuando eso pasaba.

-Adelante, ¿quién dijo miedo? -Sus manos temblaron por un momento cuando hablo.

-No, ya va. -El señor Mao le tomó las manos con las suyas-. Si estás nerviosa, necesito que te relajes y que respires profundo. Imagina que esto es una forma diferente de rezas, de pedir respuestas, solo que las respuestas no vienen de afuera sino de adentro. -Con el cuidado que solo un padre podía tener, le tocó el pecho, apenas haciendo contacto con ella-. Las personas preferimos olvidar las respuestas dolorosas, aunque ya las sepamos, y un oráculo es solo algo para sacarlas a la superficie.

Los ojos de Sylvia estaban húmedos cuando se hizo silencio. Edgar la tomó de la mano, esperando que el contacto la ayudara a calmarse. Todavía le sorprendía lo vulnerable que podía llegarse a sentir, incluso después de todo lo que había pasado.

Luego de asentir, metida en su mundo y asimilando lo que acababa de escuchar, Sylvia tomó aire, lo retuvo por un momento y exhaló por la boca. Edgar reprimió una sonrisa al verla apretar los labios.

-Cero comentarios -dijo ella, leyéndole la mente.

-Tranquila. -Con cuidado, Edgar se llevó su mano a los labios para darle un suave beso en los nudillos, justo en donde estaba el anillo que no se quitaba desde aquella noche-. Solo era una broma, puedo ir yo primero si quieres.

-No, no, estoy bien.

-¿Segura? -Edgar la miró fijamente.

-Segura. -Ella le sonrió en respuesta. Sylvia volvió a asentir cuando el padre de Mateo la miró.

-Bueno, toma las tres monedas, las vas a agitar en tus manos, sin que se caigan -agregó con una sonrisa-, y pensado en tu pregunta. Luego las vas a lanzar en tu papel. Eso lo vas a hacer seis veces, pero me das chance de tomar nota.

-Okay, sencillo.

Sylvia tomó las monedas doradas que le pasó el adulto e hizo lo que le había explicado. A medida que volvía a lanzarlas, sentía que el peso en sus hombros era menor, que podía respirar más tranquila que antes. Incluso parecía que sus ojos veían con mayor claridad.

Para cuando terminó, el señor Mao tenía varias líneas dibujadas en el papel que se había quedado para sí, junto con algunos puntos. Sylvia estuvo a punto de preguntar, pero prefirió guardar silencio al ver que dibujaba otro diseño justo al lado, bastante similar salvo por algunas líneas.

-Está... interesante. -El señor Mao dejó los ojos fijos en el papel por un segundo antes de levantar la vista-. Permíteme. -Tomó las monedas y las dejó en el centro de la mesa antes de mirar a Sylvia-. Bueno, les explico a ambos. El I Ching trabaja por medio de hexagramas, los cuales se hacen por medio de las monedas. Son estos diseños que tengo. Cuando pasa esto -dijo señalando con el lápiz a los puntos que había al lado de las líneas del primer diseño, pero miró a Mateo en vez de seguir. Este se abrió los labios un segundo antes de responder.

-Hay información adicional, directamente... Directamente relacionada con el futuro. -Mateo miró a Sylvia al seguir-. O sea, la respuesta va a cambiar pronto, o sea que tú vas a cambiar en el proceso. El primer hexagrama te lleva al siguiente, como un mapa que puedes seguir para mantenerte en calma. -Miró hacia su padre al terminar-. ¿Correcto?

-Perfecto -dijo él con una sonrisa-, en este caso, tienes el hexagrama 46, tierra arriba y viento abajo, el avance. Has pasado por un cambio muy lento, pero poderoso, y te has vuelto más sabia en el proceso. No eres la misma persona que eras antes, y estás en contacto con tu ser. Antes las dudas te dominaban, te hacían detenerte y cuestionarlo todo, pero ya no más. Debes prestarle atención a los pequeños detalles para salir adelante.

-Sí, creo que sí... -Admitió Sylvia.

-Pero, como dijo Xiao Chen. -Mateo sonrió nervioso-. Esto no es todo. Este va a convertirse en el hexagrama 9, viento arriba y paraíso abajo, el límite. -Sylvia lo miró nerviosa-. Sí, no suena muy bien la primera vez -dijo él con una sonrisa.

-No, ni un poco -rió Sylvia.

-Pero puedes verlo como los vientos del cambio apoyados sobre el paraíso.

-Ah, así suena mejor.

-Básicamente, habla de que los límites también pueden ser buenos, que a veces es mejor tener más autocontrol cuando parezca que es imposible. Debes ir poco a poco, yo diría que de ahora en adelante, para que tengas una respuesta positiva.

-En pocas palabras -intervino Edgar, viendo lo nerviosa que estaba-, no ser tan bestia. -Esta le dio un manotazo en el hombro, pero la sonrisa que tenía valió la pena.

-Respeta -le recriminó ella.

-¿Tiene sentido para ti? -Preguntó Mao-. ¿Sí ves algún sentido?

-Sí, en realidad, creo que sí... Es como una advertencia, ¿no? Que vaya poco a poco y respire antes de reaccionar para no... -Se frenó antes de tiempo, haciendo que todos en la mesa sonrieran-. Para no equivocarme.

-Correcto. Si haces eso, todo estará perfectamente.

-Puedo vivir con ello. Tu turno, amorcito.

-Xiao Chen. -Mateo tomó el papel y el lápiz que le entregaba su padre, aunque sin verse muy convencido.

Edgar no dijo nada, sino que solo tomó las monedas, hizo lo mismo que Sylvia, dándole tiempo a su amigo para que tomara notas y verificara cuando tenía dudas. Su padre se mantuvo en silencio, sin decir o dejar entrever impresión alguna.

-Pues... A ver... Este es el hexagrama... 64, no -corrigió-, hexagrama 63. -Su padre asintió cuando volteó a verlo-. Agua arriba y fuego abajo, la precaución. -Edgar tuvo que controlarse para no apretar los labios-. Tu conciencia te juega sucio, digamos que estás creyendo algo, y es lo incorrecto, pero tú juras que no, que es lo que va a pasar o lo que es real. Tienes que estar preparado para momentos difíciles, aunque vas a estar confundido por muchas cosas, pero si vas un paso a la vez todo estará bien.

-O... Okay. O sea, me van a llover piedras.

-No -rió Mateo-, pero lo vas a creer así, porque este se convierte en el hexagrama 3, agua arriba y trueno abajo, la confusión.

-Nada nuevo -se burló Sylvia-, es parte de su naturaleza. -Edgar solo rió, pero estaba poniéndose nervioso, más cuando vio que Mateo fruncía el ceño.

-Hay algo que te preocupa demasiado, justo como los truenos que vienen con la tormenta, pero te estás adelantando a todo, te adelantas mucho -lo miró antes de volver a mirar el hexagrama-, deberías mejor concentrarte en lo que está pasando ahora, y dejar para mañana lo que sucederá mañana. También habla sobre pedir ayuda, o saber pedir ayuda y aceptarla cuando viene. -Edgar sonrió nervioso cuando Mateo levantó la vista, mirando primero hacia su padre-. ¿Sí?

-No sé -dijo él con una sonrisa cómplice-, que te lo diga tu amigo.

-No me simpatizas. ¿Tiene sentido para ti? -Preguntó mirando a Edgar.

-En realidad... Sí, y bastante. Da hasta miedo, pero es... En realidad sí me ayudó.

-Bueno saberlo.

-Hablabas de tu padre, pero como que va por buen camino -comentó Edgar.

-Sí, parecía que estabas viendo algo en esas líneas. -Sylvia lo miraba asombrada, pero Mateo solo le pasó todo a su padre, que parecía sonreír orgulloso.

-A veces le pasa, solo que le cuesta aceptarlo.

-Es cosa de suerte -dijo Mateo.

-Suerte nada -respondió Sylvia-, estuvo muy interesante, y fue de mucha ayuda. Muchas gracias, señor Mao.

-Gracias -repitió Edgar.

-Cuando lo necesiten, cuenten conmigo. Ahora, si me disculpan...

Se levantó para ir a la cocina, y los tres fueron al cuarto de Mateo, cada quién pensando en sus propios asuntos, hasta que volvieron a colocar el juego.

17 de julio de 2020 - 9:46 AM

Evidentemente no puedo agregar ni mencionar las canciones de los capítulos que siguen. ^^' El capítulo de Edgar, en Amazon, tiene como inspiración Catharsis, de Motionless In White, mientras que el de Sylvia, en Books2Read, es Miss Nothing, de The Pretty Reckless. ^^ Enjoy!

https://youtu.be/bmJAHLaVmGY

https://youtu.be/hFlHsKExcYg


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