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Capítulo 58: Comienzo del fin

https://youtu.be/wOmCPoaBY68

«Octavo combate del Ragnarok»

El rodillazo en el pecho del einherjer resonó por todo lo alto del coliseo, ante el gran escupitajo de sangre, los espectadores divinos saltaron emocionados al ver sangrar al oponente de su representante, mientras que la otra parte de las gradas solo gruñeron, lamentando que el estrangulamiento de Gawain no hubiera llegado a más.

Heimdall: —¡Lugh se libera e impacta a su oponente! ¡La pelea continúa!

Recobrando el aliento, mientras era curado por Eir, Gawain tuvo un ápice de consciencia, en el que solo pudo ver al sonriente dios avanzando hacia él.

Heimdall: —¡El dios no le concede más tiempo al humano y ataca! 

La patada ascendente de Lugh pasó de largo con un acertado esquive del humano, teniéndolo a centímetros de él, Gawain arrojó sus puños al rostro del dios, quien continuando con el impulso de su patada, dio un giro hacia atrás. En el aire, una patada doble chocó en el cuello del einherjer, quien solo pudo gruñir al padecer lo que sentía pocas veces en ese estado, dolor.

Pero alguien como él, un caballero incluso en su inconsciencia, no cedería ante algo tan minúsculo. Aprovechando el momento antes de que la segunda pierna del dios volviera a tocar el suelo, la tomó e intentó quebrarla de un golpe con la mano extendida, no obstante, antes de actuar, Lugh había aplicado fuerza en su pierna, y alzado a su oponente hasta hacerlo impactar en el suelo debajo suyo. 

Lugh: —¡Vamos, vamos, vamos! ¡Aún no he ardido de verdad!

En las gradas, Cúchulainn desvió la mirada.

Thor: —¿No seguirás viendo la pelea de tu padre?

Cúchulainn: —No me emociona verlo querer suicidarse. ¿A ti te gustaría ver al tuyo así?

Antes de responder, se detuvo a pensar, lo que el celta intuyó como un gesto de darle la razón.

Cúchulainn: —Ningún hijo está listo para ver morir a sus padres.

En la arena de combate, Lugh enterró a Gawain en el oricalco del piso, dándole tiempo para saltar y darle un golpe mientras seguía inmovilizado. El cual sucedió, pero ni siquiera alteró a Gawain. Quien bufó como una bestia y tomó la cabeza del dios para estrellarla en su frente. Lugh intentó resistir al forcejeo, pero no pudo y el choque lo contusionó.

Heimdall: —¡El humano da muestras de seguir con vida! 

A ojos de Lugh, todo pareció acelerarse de un momento a otro: parpadeó y Gawain se estaba levantando junto a él sin soltarlo; otro parpadeo y sentía las rodillas del humano incrustarse en su abdomen, la sangre salía de su boca sin parar; un parpadeo más y con cada rodillazo, el einherjer también lo azotaba con su frente. Intentaba regresar en sí para cerrar la boca y dejar de manchar el suelo de rojo, pero no podía.

Heimdall: —¡Miren esto! ¡Mírenlo todos! ¿¡Cómo puede estar ocurriendo esto!? 

Con cada golpe en el dios, las gradas divinas temblaban, no, todo el coliseo temblaba al resonar los impactos constantes. Los más jóvenes de los dioses menores sollozaban en silencio, pidiéndole a Lugh que reaccionara. Los demás dioses menores solo gritaban para hacerlo entrar en razón, pero ninguna de sus voces llegaba a los oídos del celta.

El campo de batalla no dejaba de retumbar, Cúchulainn se había puesto de pie en la barda del palco celta, apretando más y más fuerte su Gae Bolg con cada embate atinado en su padre. Volteó a ver a Dagda, luego a Morrigan, también a Cernunnos. Aunque ellos tenían claro las reglas del Ragnarok, él no, o quería fingir que no. Golpeó la barda con la punta de sus pies, desesperado por saltar a ayudar a su padre, sin que lo notara, al igual que Gawain estaba gruñendo, pero lo suyo era por dolor y no por satisfacción, aunque el einherjer en la arena no lo estuviera haciendo con su entero razonamiento, solo era la parte más bestial en él.

Y Cúchulainn le haría conocer a una bestia que rugiría más fuerte que él.

Flexionó sus piernas y al mismo tiempo que se formaba un nudo en su garganta al ver a su padre a punto de cerrar los ojos, finalmente saltó en su ayuda quebrando el barandal del palco, sin importarle qué dios iría tras de él para castigarlo por infringir las normas. Sin importarle si jamás podría volver al reino divino celta. Solo tenía en su mente salvar a su padre.

Pero una mano se aferró a su pierna, reduciendo su impulso y haciéndolo caerse debajo del palco. Pero aquel ser que lo había detenido también caía junto con él.

Cúchulainn: —¡Aléjate de mí, Nórdico! —mientras caía, pateó el rostro de Thor con su otra pierna, pero no hizo que lo soltara.

Cayeron en las gradas encima de algunos dioses menores, que al notar quiénes eran, se disculparon por no ofrecerles un soporte más suave.

Thor: —¿Crees que Lugh agradecería que te metieras en su pelea? —estiró su mano y Mjolnir llegó a él. No sabía qué ocurriría, pero no huiría—. Cúchulainn, si quieres desahogarte, peleemos. Pero no dejaré que interrumpas una pelea que tu padre está disfrutando.

Cúchulainn: —¡¿Eres ciego?! —tomó su Gae Bolg con ambas manos—. ¡Está sufriendo! ¡Está por morir! —giró dos veces su lanza, reposicionándose para atacar al dios del trueno—. ¡No me detendrás!

Thor: —¿Esa sonrisa te parece de alguien que sufre? —la furia y dolor del celta se apagaron de un momento a otro al escuchar al nórdico, volteó a ver el campo de batalla, y vio a Lugh sonriendo aunque no dejaban de golpearlo.

Cúchulainn: —¡Sí que eres un chiflado, viejo! ¡Deja de jugar! 

En el escenario de combate, Lugh esquivó un cabezazo de Gawain con carcajadas estruendosas, sin embargo, aunque Morrigan vio que su amigo tomó la ventaja al rodear al humano casi en un abrazo celta, pudo discernir en sus risas un pizca de dolor. Y una lágrima recorrió su mejilla.

Morrigan: —¡Más vale que me escuches, Porquería, no olvides tu deuda! —disfrazó su aflicción de ira, viendo a su izquierda de reojo a Dagda que se ponía de pie para callarla al ya no estar el hijo de su mano derecha para intimidarlo. 

En su puño derecho se acumulaba un brillo púrpura.

Dagda: —¡Te he dicho que...! 

Cernunnos se levantó de su asiento, aterrado por lo que había ocurrido a un lado de él.

Cúchulainn había detenido el golpe de Morrigan con su lanza, mientras que a espaldas del hijo de Lugh estaba Thor, viendo a Dagda con dureza. El supremo celta supo ocultar su temor, sonriendo y reverenciando antes de volver a sentarse.

Cúchulainn: —El viejo no querría tener que matarte al salir de su combate si atacabas al rey. Así que descuida, ya volví, y el nórdico me acompañó. 

Mientras Morrigan tuvo un ligero brillo en sus ojos al ver a Thor girarse hacia ella, no de terror, sino de emoción, todos en el palco celta redirigieron su atención al escuchar un crujido que estremeció el coliseo.

Gawain había conseguido liberarse del casi abrazo de Lugh, y además, había lanzado un duro embate, que el dios correspondió lanzando uno igual, chocando los puños de ambos y generando una grieta en el suelo que dejó ver las nubes debajo del Valhalla. 

Lugh: —¡Lo estás consiguiendo, solecito! —siguió riendo a carcajadas sin bajar el brazo que chocó con el de Gawain.

Gawain: —Solo has visto el alba —entonó con voz rota y áspera. Enseguida volvió a gruñir mientras preparaba otro golpe.

Heimdall: —¡El escenario ha sufrido grandes daños! ¡Y ellos siguen de pie!

Cuando el combatiente humano abanicó su puñetazo, Lugh repitió la acción. Ambos nudillos volvieron a encontrarse.

Dos grietas más se formaron en el piso, generando un chisporroteo ardiente que levantó restos del oricalco por los aires. Más tramo del campo de batalla comenzó a cuartearse, haciendo vibrar el Valhalla.

Espectadores divinos: —¡Señor Odín, haga algo, destruirán todo! ¡Caerán a la Tierra si despedazan el suelo!

Heimdall, corriendo a saltos, intentó llegar a las gradas más cercanas para salvarse. Haber vuelto al escenario tras la desaparición de la masa solar minutos atrás no le había resultado buena idea. Sin embargo, cuando dio un último salto para salvarse antes de que las ondas expansivas lo alcanzaran, chocó con una barrera invisible que lo hizo detenerse en un instante. No pudo evitar voltear a ver a su rey con ojos desesperados, quien le regresó una mirada frívola. 

Odín: —RATATOSKR —una esfera de energía cubrió a Heimdall y lo hizo llegar en un pestañeo al lado de Odín—. Baja a las gradas para tus comentarios.

Heimdall asintió sin decir más, mientras saltaba, vio cómo ondas expansivas no dejaban de producirse mientras los nudillos de ambos contendientes chocaban, ascendiendo por lo alto  del Valhalla hasta desagarrar las nubes y sacudiendo el suelo, por las grietas, pequeñas porciones de las ondas se filtraron, despedazando las nubes que cubrían la parte inferior del Valhalla. Pudiendo ver detrás de ellas, a la misma Tierra.

Heimdall: —¡Los representantes están chocando sus fuerzas sin importarles las consecuencias! ¡Uno no deja de reír, y el otro no deja de gruñir! ¡¿En este momento se decidirá la conclusión del octavo combate?!

Las miradas de Gawain y Lugh se cruzaron, luego, ambos vieron debajo suyo, notando que el oricalco ya calcinado por el sol de minutos atrás, volvía a carbonizarse. Ambos estaban emanando un aura abrasadora como nunca antes. Los gruñidos de Gawain por momentos se volvían rugidos, y los más observadores de las gradas podían notar que la armadura del caballero se unía con su carne en un suceso doloroso, sin embargo, algo en específico que portaba se mantenía intacto. Por otro lado, las carcajadas del celta llamaban la atención para que no todos vieran que su cabello seguía creciendo, su barba también, que sus arrugas se extendían, y que su ropa se estaba desintegrando.

Cúchulainn dio un suspiro ahogado, Morrigan también y la volteó a ver, solo intercambiando miradas supieron lo que pensaba el otro.

Mientras que en las gradas humanas, la ansiedad alteraba a los padres de Gawain, sus hermanos lloraban, y los caballeros de la Mesa Redonda tragaban saliva sin discreción. El rostro serio de Galahad se había ido, incluso él estaba preocupado.

Geir: —¡Hermana! ¡No puedo ver esto! ¡Me pone muy nerviosa! —la pequeña valquiria se refugiaba detrás de Brunhilde.

Brunhilde: —¡Vamos, Gawain, no desistas!

Geir: —¡Hermana! ¡Protégeme!

Brunhilde: —Eir... —dijo más bajo, casi susurrando—. No abandones a Gawain, solo contigo puede ganar...

Ante los espectadores del octavo combate, sin que los peleadores lo anunciaran, se estaba dando el comienzo del fin en su enfrentamiento. Cada uno estaba llegando al estado más poderoso de sus vidas.

Hermes: —Mi hermano Ares se habría emocionado mucho al ver esto... —suspiró, feliz, pero un un ápice de nostalgia—. Como él habría dicho: un duelo siempre puede ser más apasionante si ninguno teme morir.

El choque entre ambos cesó, con una onda expansiva que levantó oricalco y polvo, cubriendo la vista de los espectadores.

Pasados unos segundos, pudieron ver a un alterado Lugh, casi desnudo. Mientras que Gawain, igual de exasperado que su adversario, se postraba de pie con la funda de su espada aún intacta.

Lugh: —Supongo... —daba bocanadas de aire—. Que... —respiró profundo—. Eir está en tu funda, ¿verdad?

Gawain había recobrado la consciencia, podía ser él una vez más.

Gawain: —Depende... —hiperventilaba—. ¿Preguntas para saber... —exhaló— qué destruir primero?

Lugh: —¡Hola, Eir...! —sonrió, guiñando un ojo hacia la funda, aunque en sí ella no lo viera desde ahí, sino desde los ojos de Gawain.

Eir: —¡¿Estás de regreso conmigo, Gawain?! ¡Por un momento creí que no volvería a hablarte hasta que ganáramos!

Gawain: —Aquí estoy... pero... ¿Tú quieres seguir estando? Puedo continuar solo...

Eir: —Una médica sabe cuando mientes, no lo hagas, por favor.

Gawain: —Solo decía, me sorprende que sigas resistiendo aun con todo el ardor a mi alrededor.

Eir: —Si no me estuviera curando a mí misma, ya estarías solo en el combate, no te preocupes por mí.

Gawain: —Lo hago —vio a las gradas—. ¿Segura que quieres seguir? 

Eir: —Mientras no me uses para herir a otros, te acompañaré hasta la victoria.

Gawain: —Entonces lleguemos.

Lugh: —¿Terminaste de platicar con tu valquiria, Gawain?

Gawain: —¿Terminaste de sofocarte, Lugh?

Ambos sonrieron, viéndose de frente.

Lugh: —Ha sido un honor enfrentarte, pero a partir de aquí no habrá marcha atrás hasta que caigas.

Gawain: —O hasta que caigas tú. Sea como sea, el honor también es mío. 

Ambos estiraron su puño al frente.

Lugh y Gawain: —Por la victoria.

Lugh: —LUGHNASADH.

Gawain —CAMLANN —Gawain sacudió su puño, dejando una estela llameante, listo para enfrentar a su oponente.

Lugh: —Por favor no retrocedas, ¡que hasta ahora ha sido un digno combate celta!

Gawain: —Mi honor no está en juego, aquí, Lugh. Supongo que lo has notado —sonrió, recorriendo las gradas con su mirada—. Mi misión es velar por la paz, sin importar la circunstancia en la que esté. Este poder lo tengo por algo, y actuaré para obtener el bien para todos los míos —Lugh rio a carcajadas, emocionado, no desacreditando sus palabras—. Aunque a diario mueran, otros más nacen, soy un caballero, y mi misión no ha cambiado aunque yo mismo pasé a otra vida —tomó aire—. ¡Esa misión ha tomado más importancia! ¡Salvaré a la humanidad! —levantó su brazo hacia el frente, como si aún empuñara su espada.

En las gradas, los caballeros de la Mesa Redonda, su padre y hermanos hicieron lo mismo.

Gawain: —¡Así que, da tu último rugido con todas tus fuerzas!

Lugh: —¡Lo mismo digo!

Gawain: —¡Decidamos quién merece ganar!

https://youtu.be/FwnBJHQDx8Q


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