Capítulo 54: Riesgos asumidos
https://youtu.be/wOmCPoaBY68
«Ragnarok, Octavo combate, Lugh Vs. Gawain»
Gawain había blandido su espada con su mano principal en una oportunidad única cuando Eir terminó de curarle su bíceps derecho, siguiendo a Lugh después de que este diera volteretas hacia atrás para recuperar su Fragarach, ambos contendientes arrojaron un tajo al acortar distancias. Pero cuando las hojas solo debían chocar y ellos forcejear, la hoja de la Galatine cortó a la Fragarach, y siguiendo su curso, el dios recibió un corte diagonal desde su hombro hasta por debajo del pecho.
[NT: Supongamos que detrás de Hades no está Ares, porque recuerden que en este fic, Ares murió enfrentándose a Louis Cyr en la Quinta Ronda]
Los espectadores divinos gritaron sorprendidos, mientras que la humanidad estaba emocionada por la primera muestra del poderío de su representante. Con una herida como esa, Lugh no lucía bien, y el derramamiento de sangre no paraba mientras este se precipitaba de espaldas hacia el suelo.
Las gradas aullaban ante el inesperado resultado de los choques entre espadas, Lugh cerró sus ojos y suspiró.
Lugh: —Has ganado, Sir Gawain, un duelo entre espadachines termina cuando uno pierde su arma. Puedes matarme.
Espectadores divinos: —¡Lugh! —gritaron al unísono, enfurecidos—. ¡Esto no es un duelo! ¡Es una batalla a muerte!
Aun con toda la furia recorriendo cada centímetro del cuerpo de los dioses menores y mayores, en el palco celta una diosa suprimía sus deseos por llorar. Con su esposo a un lado, solo recibiría gritos y reprimendas ante esa muestra de dolor. Morrigan sabía que para Lugh significaba mucho el orgullo celta de nunca rendirse, pero igual era su respeto por los duelos.
Dagda: —¡Inútil! ¡Si te dejas matar, Morrigan sufrirá las consecuencias!
El representante celta cayó de espaldas al suelo sin resistencia alguna, estaba listo para ser rematado. No obstante, junto al sonido de su caída, escuchó algo más impactar el suelo, un arma. Extrañado, levantó su rostro en busca de la fuente del sonido, pero solo pudo ver a Gawain avanzando hacia él con pasos fuertes, con la intención de asesinarlo con un golpe.
La Galatine estaba en el suelo, Lugh arrugó su entrecejo y en el momento cuando Gawain incrustaría sus nudillos en la cara del dios, él movió su cabeza, acto continuo, giró su cintura junto a una de sus piernas, dándole una patada en la cien al caballero, que logró expulsarlo con fuerza hacia uno de los muros. Su calor propio cauterizó la herida que el einherjer le había causado.
Ante el recalcitrante estruendo de un impacto más, las gradas divinas saltaron de la emoción, luego el siguiente choque del humano con la pared los llenó de júbilo cuando en un segundo vieron a Lugh reincorporarse de pie tras un salto.
Cuando todas esas miradas se posaron en él, hubo un instante en el que se pudo apreciar, como pocas veces, un rostro enardecido y serio del dios celta, que tras un pestañeo cambió al esbozar una sonrisa de oreja a oreja.
Gawain sacudió su cabeza después de liberarse del muro, reaccionando a lo que intentó hacer, supo qué ocurriría después. Aún así, Eir le gritaba en su interior por qué había hecho eso, por qué desaprovechó la oportunidad de cortarlo por la mitad, pero él solo pudo responderle que no fue él.
O al menos no él conscientemente.
Lugh flexionó su cuello y tronó sus nudillos, estiró sus piernas y brazos sin quitarle la mirada a su oponente.
Lugh: —Tres faltas caballero, tres faltas —dio un golpe hacia el cielo que hizo vibrar el suelo debajo suyo—. Admito que tu poder creció grandemente con el cénit. Sin embargo, hasta aquí ha llegado tu leyenda.
Gawain se distrajo en la mitad del discurso de su adversario, su mente lo ofuscaba al igual que todo su cuerpo. Eir no tardó en notar que estaba ardiendo más que antes.
Eir: —¿Qué te está pasando? ¿Tienes una enfermedad de la que no me hayas hablado?
Gawain: —Supuse que conocerías mi bendición, como le dicen ellos.
Lugh: —¡Despídete de los espectadores y de tu valquiria! —estiró una de sus manos al costado, materializando una lanza. Enseguida, esta se liberó de la mano de Lugh y avanzó hacia Gawain como con vida propia—. En otra situación no me complacería hacer esto, pero rompiste las reglas —comenzó a reir.
Espectadores divinos: —¡Solo mátalo y ya!
Mientras la lanza color zafiro de Lugh avanzaba hacia el humano, Lugh también se puso en movimiento.
Eir: —En verdad no sé de lo que hablas.
Gawain: —¿En serio?
Eir: —No salgo mucho de la enfermería.
Gawain: —A Brunhilde se le olvidó algo importante que decirte. Pero no hay segunda oportunidad, tenemos que ganar.
Inició una carrera hacia el lugar donde había dejado caer su espada, esquivando la lanza y yendo de frente hacia Lugh, un segundo después, pudo escuchar el batir del viento detrás suyo, la lanza se había girado y regresaba a él.
En las gradas, los caballeros golpeaban las vallas, desesperados por ver a su compañero en tal situación, pero no por miedo.
Agravain: —¡¿Qué esperas, Gawain?! ¡No puedes desperdiciar este minuto!
Bedivere: —¡Es tu mejor oportunidad!
Tristán: —Dejen de gritar. Si fuera su oponente un humano, ya habría usado su cuerpo.
Antes de colisionar con el puño de Lugh, Gawain flexionó sus piernas y saltó por encima de él, esperando que la lanza del propio dios se clavara en su cuerpo, pero esta reaccionó eludiendo a su dueño.
Gawain retomó su Galatine y giró a tiempo para defenderse de la lanza que seguía indómita por querer matarlo. Retenerla era más difícil que la Fragarach, y peor porque debía estar atento a la aproximación de Lugh. El arma giró en el suelo, queriendo derribar a Gawain, pero saltó, lo que aprovechó el representante divino para arrojarle un golpe que no podría esquivar.
Pero lo retuvo, y de nuevo salió expulsado hacia uno de los muros. Salió de la pared, respirando fuertemente, hiperventilando no por la fuerza del dios, sino por su interior que no dejaba de arder.
Gawain: —¡Deja de hacer lo que haces!
Lugh se detuvo y la lanza también, el dios levantó una ceja, sin saber de qué hablaba.
Lugh: —No sé de qué estás hablando, Gawain.
Gawain: —Mi poder llega a su cúspide con el cénit —apretó su arma—. Pero sigue creciendo y el mediodía está por acabarse. ¡No alimentes el brillo del sol!
Lugh: —¿Alimentar al sol? —se rio—. Soy dios del sol, niño, pero yo no dependo del astro encima nuestro para volverme más poderoso —oprimió sus puños, luego chocó uno con su palma.
Lugh: —Yo soy mi propio sol.
El comentario de Lugh resonó en lo profundo de Gawain, Brunhilde sonrió en el palco valquiriano y Geir la sacudía buscando respuestas.
Brunhilde: —Lugh ha estado liberando poco a poco su poder conforme Gawain se acercaba a su cumbre. Buscaba un duelo justo y lo igualaba, pero ahora, dudo que continúe así.
Geir: —Eso quiere decir que...
Brunhilde: —Gawain aún no conoce el máximo de su poder. Y Lugh lo hará conocerlo, si es que tiene límite. No solo tiene a su favor el sol artificial que creó Odín, también tiene el sol divino que es su propio oponente.
Lugh: —¡Basta de palabrería! —flexionó su cuello—. ¡Tengo una deuda que cumplir!
El representante divino avanzó hacia su contrincante a la par de su lanza, atacarían en simultáneo.
Gawain: —Espero estés lista.
Eir: —¿¡Para qué!?
Gawain: —Para algo arriesgado.
El caballero talló la suela de su bota en la arena y avanzó hacia sus enemigos. Logrando eludirlos en un momento, se colocó en medio de ambos. Vio a los ojos a Lugh y suspiró antes de que iniciara la pugna.
Con la lanza color zafiro de Lugh de un lado moviéndose hábilmente en busca de aberturas del einherjer, y el mismo Lugh arrojando golpes y patadas al humano, mientras que este, de manera asombrosa lograba anteponer su espada a tiempo para retener los impactos, y no solo eso, también para contraatacar y crear una ventaja.
Espectadores: —¡Vamos, sigan así! ¡Peleen! ¡A corta distancia todo puede pasar!
Heimdall: —¡Dioses y humanos! ¡Presencien este intercambio de ofensiva y defensiva de mano del representante celta y del representante de la humanidad! ¡¿Quién será el primero en sangrar?! ¿Quién se llevará la victoria? ¡Con estos dos, en cualquier momento termina la batalla!
En el palco griego, algo había hecho molestar a Zeus.
Zeus: —¡Detente! ¡Ya fue suficiente! ¿Qué buscas con todo eso, Hades?
Hades: —Que abras los ojos, porque el que solo tiene uno se ha querido aprovechar de tu bonanza.
Apolo: —¿Hablan de Odín? ¿Qué hay con él?
Zeus: —Nada, hijo mío, solo tu tío que siembra los más venenosos pensamientos en mí. Diciendo que Odín planea algo.
El dios del sol griego dejó caer la copa en la que bebía ambrosía.
Hades: —Apolo, considero que eres tan capaz para poder ver la verdad y no cegarte por la amistad.
Apolo: —Yo... —vio a los ojos a su padre, luego a Hades. Se puso de pie y tomó otra copa, en la que se sirvió vino—. No tengo nada que decir. Problema de supremos. Y a menos de que mi padre diga que me nombra supremo, no diré nada.
Zeus: —Haces bien, no tienes por qué preocuparte por lo que Hades diga. Yo no lo hago.
Hades: —Solo recuerda, hermano, recuerda mis palabras —suspiró y se relajó en su asiento, arrojando una mirada tranquila al palco nórdico.
Desde ese otro lado, alguien sintió la mirada.
Freyja: —Hades volteó a verte, Odín, supongo que lo notaste.
Odín: —Aún está molesto por el Juicio. No consiguió a Buda.
Freyja: —Yo creo que sus motivos para que siga en el palco son otros.
Odín: —Y a menos de que tengas alguna prueba para tus creencias, guarda silencio.
A un lado del palco nórdico, Dagda vio de reojo la corta tensión que hubo, para luego relajarse él mismo tomando a Cernunnos como gjallarhorn y gritarle al oído que Lugh era un inútil.
El desequilibrio que duraba fracciones de segundo entre los representantes de los dos bandos no era el suficiente para crear una ventaja significativa y que uno hiciera sangrar al otro, pero con tantos ataques de los que defenderse a tan corta distancia, Gawain parecía estar hiperventilando.
Pero ni Lugh, ni él sabían que fuera por desgaste, por cansancio, o por respirar demás. Solo era el caballero consiguiendo depurar y concentrar sus ataques con el poder que no paraba de crecer, y que el celta superaba, para enseguida ser igualado otra vez.
Tenía que tomar más riesgos, lo sabía, y lo hizo al soltar el doble agarre de su Galatine después de defenderse de un puñetazo de Lugh y mover su mano para asirse a la lanza indómita. Cuando se afirmó a ella, quiso redirigir su bravura hacia el dios que enfrentaba, pero ella reaccionó girando para romperle la mano a Gawain.
No obstante, no tuvo la suficiente fuerza para hacer girar la muñeca del einherjer, y logró hacer que la punta se acercara a Lugh. Mientras no la tuviera en su posesión, no le pertenecía, y por ello, no podría desmaterializarla.
El celta no le otorgaría una ventaja tan grande a su rival como la herida que le pudiera propinar su propia arma, y arrojando un puñetazo como los anteriores a Gawain, quebró la punta de la lanza, y luego toda se resquebrajó.
La sonrisa del representante divino volvió a menguar, perder dos de sus armas más queridas en una batalla no era algo que habría considerado al entrar al Ragnarok. Unas que lo habían acompañado desde sus inicios cuando perfeccionó habilidades.
Dagda: —¡¿Qué pasa Lugh?! ¿¡No puedes con un simple humano!?
Gawain dirigió un tajo izquierdo al dios, pero este solo lo esquivó y envió un rodillazo a la costilla del einherjer. Los espectadores pudieron sentir el crujido de un hueso, o de varios, atravesar órganos y causar desastres dentro del débil cuerpo de un humano, aunque fuera el del representante de la humanidad.
Mas no se rindió aun con el dolor queriéndolo tumbar al suelo, y arrojó otro tajo con una sola mano afirmada al arma y un puñetazo al dios.
Lugh: —¿Distracciones, en serio? —dijo concentrándose en la espada, dirigiendo su palma a la mano con la que su adversario sostenía su empuñadura, y comenzó a estrujarla—. ¡Demuéstrame tu poder!
El einherjer apretó los dientes y no detuvo su puñetazo, confiaba en Eir, y no se detendría aunque su cuerpo peligrara en ese instante.
Con su sonrisa confiada, el celta volteó a ver de frente los nudillos del humano, presumiendo que un cuerpo humano jamás le haría daño.
Kojiro: —¡No debió hacer eso!
Todos los humanos alrededor del tercer peleador voltearon a verlo, Odiseo se mantuvo impasible a excepción de un levantamiento de ceja. La sonrisa calmada del einherjer distrajo a los espectadores cercanos a él, y cuando devolvieron su vista, vieron a Lugh arrastrando sus pies para detenerse después de ser expulsado hacia atrás.
El dios sacudió su cabeza, y escupió a un costado un poco de sangre que le hizo derramar el golpe. Para su gran sorpresa, un humano le había hecho daño, aunque aún no sabía por qué.
Ni siquiera Gawain, quien desde el momento en el que Lugh le soltó, fue restaurado internamente por Eir, y quien le pedía una explicación por lo ocurrido.
Gawain: —No creo que sea buena idea que estemos conversando mientras peleo con él.
Eir: —¡¿Pero como hiciste eso?! ¿¡Hlokk te dio un arma!? ¡¿O alguien te creó una?!
Gawain: —Ve en mi mente, ve en mi corazón, ve en mi alma —supo que Eir sabía menos de la unión de almas que él a pesar de su conocimiento valquiriano, o al menos él antes se preparó para saber cómo manejarlo—. El principio del Volund es confiar el uno en el otro; sea forzado o por voluntad propia; pero para eso necesito que sepas todo de mí. A cambio necesitaré saber todo lo que puedes hacer.
Eir: —¿¡Quieres que te diga todo lo que puedo hacer!? ¡Podría tardar horas! Puedo curar hombros rotos, tórax rotos, costillas rotas, húmeros, manos, fémures, rodillas, pantorrillas, pies...
Gawain: —¿Puedes curar algo más grave que todo eso? —la interrumpió, y no tuvo respuesta por unos segundos.
Eir: —¿Sí? Siempre y cuando no sea un daño infernal.
Gawain: —No sé si considerarlo infernal, pero espero que puedas lidiar con ello. Ahora necesito que veas en mi memoria, porque no podré seguir hablando —vio a Lugh—. Parece ser que ya sabe por qué lo dañé. Vamos juntos, Eir.
Lugh: —¡Eso estuvo fascinante, niño, eres poderoso! —rio—. No creí que los tuyos pudieran hacerme sangrar sin un arma especial.
Gawain: —No lo sabemos si no lo intentamos, dos veces...
Lugh: —¡Dos veces! —siguió riendo, los espectadores se desesperaban—. Pero ahora sé que tú eres el arma más especial de esta batalla.
Lugh: —¡Concédeme un duelo de combatientes como yo te concedí un duelo de espadachines!
Dagda: —¿¡Lugh, qué crees que estás haciendo!? —gritó al aire, Cernunnos relajaba sus oídos.
En las gradas humanas, el cuarto einherjer sacudió su cabeza de lado a lado, negando, viendo algo que esperaba que Kojiro ya lo hubiera visto, y también su maestro.
Gawain: —Discúlpame, Lugh, pero no. Ya escuchaste a los tuyos, es un combate a muerte, y sigo teniendo mi arma.
El dios suspiró hondamente, resonó por todo el coliseo.
Lugh: —¿Entonces tengo que destruirte el arma para que aceptes? —volvió a sonreír—. ¡Que sea un trato!
Dagda: —¡Lugh! ¡Lugh! ¡Basta!
Volteó a ver a Cernunnos, el dios de la caza aceptó lo que vendría y cerró sus oídos con las ramas que manipulaba en sus tímpanos. El supremo celta movió su mano en busca del cuerno de su ciudadano, sin embargo, algo se interpuso en su camino.
¿¿??: —¿Iba a agarrar algo? Estaba pasando y no vi su mano, rey.
Dagda: —¡Tú! —retrajo su mano, a la defensiva—. ¡¿Qué haces aquí?
Morrigan sonrió disimuladamente para que su esposo no la viera.
Cú Chulainn: —Es la pelea de mi padre, no podría faltar entre los espectadores.
Dagda: —¡Vuelve de inmediato a Tuatha Dé! ¡No mereces estar aquí!
Cú Chulainn: —Hola, Cernunnos, hola, Morrigan —volteó al otro lado, ignorando a Dagda. Avanzó hasta la esquina derecha y se sentó en el barandal.
Dagda: —¡He dicho que te vayas!
Cú Chulainn: —No lo haré. Sus órdenes no influyen en mi reino.
Dagda: —¡Pero soy el dios supremo de los celtas, tú...!
Odín: —Déjalo quedarse —dijo por lo bajo, pero con tal claridad para que entre sus gritos, el celta lo escuchara. Lo hizo callar, e incluso, aunque quiso ocultarlo, temblar.
Dagda: —¡Puedes quedarte! ¡Solo no molestes, humano!
Cú Chulainn: —Quisiste decir dios.
El dios supremo celta se quedó sin palabras, y antes de reflejarlo en su palco y que Odín lo viera, suspiró, relajado.
Dagda: —Para mí es lo mismo, eres débil.
El hijo de Lugh no despegó la mirada de Dagda, se contenía la risa por verlo tan nervioso como nunca, y comenzó a reírse con el mismo tono con el que lo hacía su padre y tanto estresaba al otro dios.
Dagda se cruzó de brazos y continuó viendo la pelea, con el ceño fruncido.
Gawain: —No tendré que cumplir ese trato porque no resistirás lo que se te aproxima.
Al momento en que el caballero dio un paso hacia el arma y el dios, su capa se consumió por el calor abrasador que emitía su cuerpo.
Lugh: —¡Vamos! —se emocionó, dando un salto que acompañó con un aplauso—. ¡Por fin podré enseñarte más de mi poder!
Gawain: —Te recomiendo usarlo todo, porque ni yo, ni Eir, ni Galatine vacilaremos.
Lugh: —¡No exijas de más! ¡No soy tan brusco como para darlo todo contra un solecito!
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