Capítulo 43: Sangre reveladora
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Ambos luchadores entraron en una acalorada pero corta disputa a corta distancia. El humano casi pierde un brazo y salió mayormente ileso a diferencia de su oponente, a quien le cercenaron parte de una de sus dos alas derechas. Las heridas que antes exhibía el ángel han sido amarradas con lazos de plumas fundidas por el calor celestial, alargando el tiempo en el que su sangre abandone su cuerpo, para así, intentar conseguir ganarle al humano antes de que lo mate, o que el tiempo lo haga.
Beelzebub manipula la barrera mágica de Odín, haciéndola reducirse en tamaño, a lo que el rey nórdico ignora a propósito, viendo en silencio desde su balcón el desarrollo de la pelea. Brunhilde arde en furia porque las deidades estén haciendo eso, pero ya que es algo que puede beneficiar y perjudicar a ambos contendientes, no se puede contar como intervención externa para que el combate terminara con la victoria de la humanidad.
Sanngrior: —¡Cómo demonios podría estar perdida la pelea! ¡Yo no vine a perder!
Behram: —Ya que no quieres buscarlo por ti misma, lo resumiré...
Miguel terminaba de colocarse sus plumas en sus heridas como torniquetes evitando que la hemorragia continuara. Sin embargo, no avanzaba hacia Behram.
Behram: —Muchas veces antes tuve que pasar días o semanas enteras en aislamiento tras consumir mucha sangre. Mira —recordó aquellas ocasiones, memorias que también pudo ver Sanngrior.
Aunque la conversación interna entre einherjer y valquiria se había detenido, Sanngrior había entendido que Behram no mentía.
Sanngrior: —¿Cómo alguien como tú es casi tan invencible como yo lo fui para los míos?
Entre la agrupación de los Thugs, Behram no pudo ser vencido, fue un temido líder al que nadie se opuso, ni nadie atacó; ya que era común entre ellos matar a su líder para que alguien más subiera a la cima; era casi la misma historia con la valquiria, una valquiria temida a la que casi nadie se pudo oponer, a la que nadie atacó por temor a perder. Sin embargo, a pesar de ser aborrecidos en sus planos; mortal y divino; ambos tuvieron alguien que les tendió la mano y se preocupó por ellos. Tyr por Sanngrior, quien era el único interesado en que no muriera de hambre, ya que nadie la cuidaba en su celda. Y un Thug al servicio de Behram, casi un hermano para él.
Sanngrior: —Pero a diferencia de ti, yo no morí —internamente, Behram apretó sus dientes—. A todo eso, ¿Cómo moriste? Lo estuve buscando en tus recuerdos, pero parece que no lo recuerdas.
Behram: —Tú lo dijiste, no lo recuerdo. Solo recuerdo que un comisario británico estaba detrás de mi grupo.
Sanngrior: —Aunque no puedo saberlo, sé que solo tu maldición pudo ser responsable de tu muerte.
Behram: —Quizá.
El arcángel dio dos pasos hacia Behram, dispuesto a seguir después de un breve periodo de paz. Sin embargo, las serafines estaban al borde de sus gradas con pavor por la condición de Miguel. Estaba hiperventilando, su respiración era tan agitada que parecía que sería el segundo dios en morir por lo que los humanos llamarían infarto.
Gabriel: —¡Dioses y humanos! ¡Desde hace algunos minutos han presenciado este emocionante encuentro! ¡El deplorable humano, quien solo ataca a traición y con palabras ha orillado al grandioso Miguel! ¡El representante de los dioses, a pesar de tener tantas heridas sigue de pie, firme para pelear y obtener otra victoria! ¡El arcángel se arriesga y demuestra su superioridad divina!
Espectadores humanos: —¡Hubieran dejado al anterior anunciador! ¡Este no es imparcial!
A pesar de que uno estaba hiperventilando, y el otro dialogaba con su valquiria, a ambos nada los detiene, a ninguno. Aunque la culpa aún corroía a Miguel por la muerte de los espectadores, sabía que Odín estaba protegiendo desde unos momentos atrás las gradas, así que podía atacar sin discreción aunque lo orillara a su muerte. Tampoco a Behram hay algo que lo ate, debe tener cuidado con ingerir sangre, pero la ventaja está a su favor.
Los dos tienen que matar al otro para terminar con la pelea, ninguno quiere morir, pero al menos uno deberá hacerlo.
Cuando Behram fue acogido en la banda de los Thugs como hijo del líder, fue entrenado desde su corta edad. Sirviendo a la agrupación para generar confianza en sus víctimas; ya que un niño no podría tramar algo maligno en contra de ellos, y no se equivocaban del todo, pero él solo era el cebo; en reiteradas ocasiones vio morir ante sus ojos a muchos que le entregaron su confianza.
Creció, se volvió ágil, fuerte, y aunque la edad azotaba la vida de su padre, su vitalidad no menguaba. En ese entonces, Behram ya había acumulado cien asesinatos y un par más. El amor de una familia la había perdido, pero solo el corrosivo deseo de matar a su padre lo impulsaba a seguir haciendo lo que debía para superarlo y tener la habilidad para asesinarlo.
Y llegó el día en el que Nirek le suplicó de rodillas a su hijo que se apiadara de él por su vejez, que podía tomar el manto de líder y dirigir a los Thugs en su lugar sin que lo matara. Pero Behram lo hizo estando en su casa, tomó un cuchillo de su cocina y lo apuñaló más de cien veces por todo su cuerpo. En el lecho de la muerte de su padre, bebió una gota de su sangre preguntándose si había hablado con honestidad. Pero no. Sus palabras no habían sido sinceras. Nirek solo quería sobrevivir para luego tramar la muerte de su hijo.
Así funcionaba su bendición-maldición, algo que Behram se preguntara sobre la persona de quien bebía la sangre, lo vería a través de sus ojos. Lo alojaría en su mente como si fueran recuerdos propios, y prácticamente podría saber la que verdad de alguien, aunque la verdad siempre dolía.
Como líder, siguió siendo un Thug, asesinar ya estaba impregnado en su sangre y no pensaba dejar de hacerlo. De lo que realizaba el grupo dependían un sinnúmero de personas, quienes se beneficiaban de lo que robaban a los que mataban. Y así continuó haciéndolo.
Sin embargo, debido a que su madre había muerto por el ceremonial rumal de los Thugs, él decidió llevar consigo cuchillos y dagas para asesinar a sus objetivos. En ocasiones incluso se forzaba a imaginarlos como su padre para que no se arrepintiera de hacerlo. Bebía la sangre de algunas de sus víctimas y veía a través de sus recuerdos dónde podrían tener más dinero o pertenencias, o si podía aprender algo que le sirviera.
No obstante, cuando llegó a Oudh el comisario británico William Henry Sleeman, los Thugs cayeron de poco en poco. Ese oficial estuvo a punto de capturar a Behram incontables veces, pero él siempre conseguía escapar, o matar a quienes lo retenían.
Al menos hasta que capturaron a Inder, uno de sus más fieles asesinos, al único que podía llamar amigo.
Behram decidió que él mismo lo liberaría, y esperó que más le ayudaran, pero nadie lo hizo. Tenían miedo porque muchos otros de su agrupación habían sido ejecutados por el británico que los cazaba, y temían que les pasara a ellos. Pero Behram no tenía miedo, y él fue solo.
Llegando a la prisión de Jabalpur, mató guardias y policías, bebió su sangre para averiguar dónde tenían a Inder, pero en su afán de liberarlo antes de que lo ejecutaran, olvidó llevar la cuenta, y a unos cuantos metros de la celda en la que su amigo estaba recluido, bebió la sangre del último guardia.
Lo siguiente que se supo de Behram fue que delató a todos los Thugs, y días después fue ejecutado.
En su devoción por Dios, Miguel siempre cuidó a la humanidad, la guio en los momentos que más necesitaban. Fue uno de los dioses que se preocupaban por las inferiores existencias mortales. Con frecuencia le rogaban congregados que querían esparcir la palabra de Dios, pero que no lo harían sin que alguien los protegiera desde los cielos, y pedían una señal. La cual les dio cada vez que los acompañaba en sus viajes.
En todas las expediciones, cuando los humanos llegaban a tierras extranjeras y desconocidas, descubrían a otros humanos que eran protegidos por seres nada similares a ellos. Miguel los discernió, eran dioses. Aquellos dioses que habían fundido su parte de territorio del Cielo que obtuvieron después de que Lucifer se rebelara. Muchos panteones vivían junto a los humanos casi en armonía.
Y esos dioses respetaron a Miguel. Él dialogó con ellos para que cedieran su territorio bajo el cuidado del Cielo. Sin embargo, siempre los humanos y sus dioses estaban unidos de tal forma que confiaban los unos a los otros. Y ninguno retrocedería sin que el otro lo hiciera.
Pero Miguel se hizo cargo, panteón tras panteón fue destruido, los humanos que acompañaba se beneficiaban al expandir su territorio, haciendo que más humanos amaran al Dios que Miguel mismo adoraba. Al que le debía todo.
Nunca tocó a un humano, porque era la creación que su Señor quería preservar y quien era libre de elegir de diferente forma que los dioses.
Pero aquellas deidades que imponían sus deseos por sobre los de Él, no los dejó vivir, a ninguno. Aunque muchas veces estuviera desangrándose y al borde de la muerte, se levantaba con más fuerza para continuar mostrando su profunda devoción y evitar que más humanos entregaran sus esperanzas en seres que no fueran Dios.
Lo último que supieron los dioses que no atacó, fue que arrasó con un formidable panteón, y dejó que los humanos de ese territorio fueran conquistados por quienes acompañaba.
El arcángel y el asesino estaban de frente a varios metros de distancia, ambos de pie. Aquel que solo había matado dioses contra el que solo había matado humanos.
Behram: —¿La espada con la que mataste a Aamon en verdad era tan poderosa como la recuerdas?
Miguel no respondió nada, pero, se alistó para atacar.
Behram: —Creo que le agradezco a Aamon que se deshiciera de ella, Sanngrior dice que no sabe si podría enfrentarla.
Sanngrior: —¡Yo no dije eso!
Behram: —Lo estoy ablandando, Aamon era cercano para él, le dolió tener que matarlo.
Miguel suspiró, calmando su respiración agitada de antes, y se impulsó con sus pies hacia Behram, quien esquivó el corte horizontal de la espada en llamas que materializó Miguel. Flexionado hacia el suelo, Behram impulsó su daga a la pierna izquierda del dios, pero él la alzó hacia atrás y atacó al einherjer, pero el humano se impulsó hacia la única pierna de soporte del ángel. Golpeando con su espalda la rodilla del dios y haciéndolo precipitarse al frente.
Behram se levantó de un salto antes de que Miguel cayera por completo, y ondeó un corte con su daga a la espalda de Miguel, a lo cual reaccionó su oponente volteando hacia atrás su mirada, y pateando no su volund, sino su muñeca, alejando el ataque de él.
Miguel dio una voltereta hacia el frente, reposicionándose de pie completamente y girando hacia su adversario, quien ya se acercaba a él con la daga de frente.
Behram atacaba a Miguel, quien solo usaba su arma como un minúsculo obstáculo para que el arma del einherjer no lo tocara. Cada vez que la hoja deshacía sus llamas daba un paso hacia atrás y volvía a encenderla para seguir luchando.
Tanto retrocedieron en el asalto, que Miguel quedó de espaldas a la barrera mágica de Odín, chocando con ella, Behram lanzó una estocada al pecho de Miguel, y el ángel al pecho de Behram. Antes de que sus armas hicieran contacto con los dos, se reclinaron hacia un lado, desviando los cortes. Ambos acertaron en el hombro del otro.
Pero Behram reaccionó primero, debido a que Miguel se retorcía internamente por la energía infernal dañándolo. El einherjer retiró su daga del ángel y cortó la espada incrustada en su hombro, luego agitó una vez más su volund para decapitar al ángel, pero Miguel se flexionó hacia el frente y embistió al humano, alejándose del borde.
Siendo arremetido por la fuerza del dios de los arcángeles, solo pudo escupir sangre hasta que el avance se frenaba, y luego blandió a Sanngrior para perforar la espalda de Miguel, lo que terminó ocurriendo, deteniendo la embestida.
Sin embargo, el arcángel no se detuvo por el dolor, y antes de que se irguiera, Behram desenterró su arma y presionó con su otra mano su hombro herido. Pero no pudo contener por mucho tiempo la hemorragia, ya que Miguel engrandeció su espada de llamas y se dirigía hacia él.
Espectadores divinos: —¡Vamos Miguel, acaba con el humano!
Behram necesitaba saber más sobre su oponente para atacarlo con sus palabras, o para saber de qué era capaz y tener cuidado.
Bebió la sangre que reposaba en su daga después de haber perforado la espalda del arcángel, y sus ojos se iluminaron, viendo todo lo que se preguntó de él. Vio también que cuando masacró a los panteones, muchas deidades infantes y ancianas le suplicaron por su vida, diciéndole que ellos no tenían conflicto con el Cielo y no merecían morir, pero él siempre los ignoró y siguió haciendo lo que su corazón creía que estaba bien. Acabar con los que reemplazaron a Dios en la adoración de los humanos.
Behram: —¿¡Crees que con esa espada me harás suplicar como esos dioses inocentes!?
Miguel vaciló por un segundo, frenando su acometida, tiempo que aprovechó Behram para abalanzarse sobre él. Lo grande que era la espada también era contraproducente porque no era manejable a tan corta distancia como la que requería Behram para usar su daga, por lo que nuevamente Miguel empuñó una espada común de llamas.
Espectadores humanos: —En este punto... creo que no podemos evitar apoyarlo. Aunque haya asesinado a tantos, está peleando por nuestra salvación —dijo uno, y otros concordaron con él, pero otros más dijeron—: ¡No podemos apoyarlo! ¡Estaríamos perdonándolo por todas las vidas que arrebató!
Parte de las gradas discutía que debían apoyarlo y otras que no. Sin embargo, aquellos que no discutían se enfocaron en la batalla, y en aclamar por primera vez a Behram.
Espectadores humanos: —¡Vamos Behram! ¡Asesínalo!
Brunhilde: —¡Tú puedes Behram, tú puedes! —Brunhilde tenía a Geir rodeada por sus brazos en el cuello, liberando la emoción que sentía, aunque hacía que Geir no pudiera apoyar al humano.
La acometida salvaje y desenfrenada de Behram volvió a hacer retroceder a Miguel, la herida de su espalda le estaba provocando dolor, también la de su hombro, pero ya no podía tomarse tiempo para vendarlas con sus plumas.
Cada corte de Behram tenía la intención de matarlo o hacer más fácil su asesinato, dirigiéndose a brazos, piernas, cabeza y torso. No podía perder completamente una mano porque la derrota estaría asegurada, así que se protegió de un tajo con su ala restante.
Pero su ala no fue tan resistente como esperaba, había sido rebanada y la sangre que brotó empapó las caras de ambos. Miguel cayó de rodillas, ya que sus cuatro alas fueron cortadas y una reacción en cadena hacía que por su cuerpo corriera un dolor descomunal incluso para los dioses. Lo que ocasionó que se quedara casi sin poder moverse. Algo que también le había pasado a Beelzebub, razón por la que lo único que pudo hacer después de que le fueran cercenadas sus alas, fue ver morir a su hermano frente a él a manos de Miguel.
Arrodillado frente a Behram, Miguel solo podía ver, hablar y escuchar, y su mirada expresaba más furia de la que nunca había mostrado. A pesar de que en los cielos se le conocía por ser un guerrero celestial al nivel de dioses supremos, también lo tenían en consideración por ser calmado. Y esa calma no estaba. Su rostro estaba empapado por la sangre de su ala; al igual que el de Behram; y cubierto de algunos cortes de la daga del einherjer, sin embargo, sonrió para relajarse.
Miguel: —Dios, perdóname.
Behram tragó saliva.
Gabriel: —¡No Miguel, no lo hagas!
Elemiah y Mahasiah: —¡Detente!
Miguel: —Tengo que hacerlo —tenía la esperanza dentro de su corazón que la barrera de Odín resistiera—. Apocalip...
Sin embargo, el rumal de Behram, entonces de color rojo por la sangre, había tapado la boca de Miguel. Behram lo había hecho. Sabía qué pasaría si lo dejaba pronunciar esa palabra, y el pañuelo evitándolo, Miguel volvió a consternarse.
No podía hablar, no podía hacer nada. Arrodillado a merced de Behram y con el rumal en su boca siendo sostenido por el humano.
Behram: —Creo haberte dicho al inicio que te asfixiaría, pero Sanngrior merece el mérito de matar a un Celestial.
El pañuelo impedía que ninguna palabra se articulara correctamente, solo se escuchaban quejidos y gruñidos del arcángel más fuerte. Del Celestial más fuerte después de Dios.
Behram: —Sin embargo, una muerte tan rápida para alguien como tú es un acto demasiado piadoso, incluso los dioses pueden ocultar algo que los avergüenza, algo que han ocultado de otros o incluso de sí mismos, ¿Serás una excepción?
Espectadores humanos: —¡Solo mátalo y ya! ¡Eres un asesino, haz lo que sabes hacer!
Behram: —Dime, ¿Te has engañado a ti mismo para olvidar algo? —ató el rumal en la nuca de Miguel, ya que no podría moverse, no corría el riesgo de que se liberara. Se posicionó al frente suyo.
Blandió su volund e hizo un corte en el pecho del ángel, la sangre recorrió la hoja de la daga y finalmente se preguntó en su interior si Miguel tenía una razón más allá para querer ser tan devoto a su Dios.
Lamió la sangre de la daga, viendo a los ojos furiosos de Miguel, mientras que los suyos se iluminaban al estar reaccionando su bendición-maldición.
Los dioses estaban dolidos y atribulados, desesperados por el resultado que tendría quien los representaba.
Sin embargo, Behram comenzó a dar pasos hacia atrás, había recordado que cuando rebanó la última ala de Miguel, la sangre del ángel había hecho contacto con su rostro, pero no se percató que entrara en su boca. Soltó su daga, e intentó escupir la sangre que tenía en su lengua en ese instante, pero ya era demasiado tarde. Se agachó a recoger su daga para terminar con Miguel antes de que algo ocurriera.
William Sleeman: —Ya no tiene sentido lo que hice en vida, así que admito que no quise engrandecer su reputación en ese entonces, si decía la verdad, las personas se aterrorizarían mucho más —los espectadores humanos prestaban atención, en la arena, Behram hacía el corte en el pecho de Miguel—. De su propia voz confesó que las 931 víctimas que se le atribuían en verdad él era absolutamente responsable de cada una, todas las mató él, no las cien que dije... Algunas las asfixió, otras las acuchilló, sin embargo... —en el campo de batalla, el einherjer relamía su daga—. Toda la vesania que le vi antes, cuando estuve a punto de atraparlo, no estaba cuando lo confesó. Él mismo decía que no era él, pero sabía lo que sabía y quería justicia, sabía dónde estaban todos los Thugs...
Los espectadores se sorprendieron, sin embargo, la atención de todos fue captada por Behram en la arena, quien retrocedía y escupía agitado.
Brunhilde: —No... No...
Geir: —¿Qué pasa, hermana?
Brunhilde: —La verdad —suspiró—. Cuando Behram fue capturado para liberar a un amigo suyo, ingirió más sangre de la que debía para averiguar su paradero. Lo que lo hizo perder la conciencia. Quien delató a los Thugs, quien fue capturado en realidad no fue otro que el mismo guardia, el último que asesinó.
Geir: —¿Cómo es eso posible, hermana? ¿Cómo un humano puede pasar por eso?
Brunhilde: —La sangre, el donde Behram, revive tanto los recuerdos de alguien o varios, que su conciencia se pierde y en su lugar toma conciencia aquel de quien bebió por última vez sangre. Toma control de su tiempo —apretó su puño, y golpeó el barandal de su palco, destruyendo parte de él—. Maldita sea... —sus ojos temblaban por frustración—. Por eso se recluía cuando se exponía a que ocurriera eso... Pero el Ragnarok es una pelea, y no tiene dónde encerrarse...
Miguel seguía arrodillado sin entender por lo que pasaba su oponente, sin embargo, el einherjer se detuvo en un punto y dirigió una mirada atónita hacia el arcángel. Viéndolo de un lado y de otro ladeando su cabeza. La sorpresa que sentía en ese momento no era creíble.
¿Behram?: —¿Cómo... cómo puede ser posible? ¿Cómo es que estás vivo, Miguel? —empezó a avanzar hacia él—. Se supone que moriste, es imposible... —notó que no tenía alas el ángel frente a él, estiró su mano lamentándose, vio su mano—. ¿Qué? ¿Qué es esto? Este no es mi cuerpo... ¡No es el mío! —se sostuvo la cabeza con sus palmas, parecía tener una jaqueca—. ¡Qué está pasando! ¡¿Por qué tengo recuerdos que no son míos? ¿Por qué son los de un asesino? ¿Por qué no están los míos? —se alteró, su respiración también—. ¿Por qué recuerdo haber matado tantos dioses...? Yo no hice todo eso... No podría... No debería...
Miró con furor al arcángel arrodillado.
¿Behram?: —No sé quién me orilló a esto... No sé quién me confinó a esto... Pero tú no eres Miguel, Miguel murió. Y quienquiera que seas tú, deshonras su memoria viéndote como él —la daga Sanngrior estaba en sus manos, ella misma intentaba hacer entrar en razón a Behram para que volviera. Él empuñó con fuerza el arma.
Sanngrior: —¡Behram, Behram! ¡Despierta! ¡O vuelve, lo que sea que tengas que hacer para evitar que haga algo! —no obtenía respuesta—. Debo romper el volund, deshazte, deshazte... ¡Maldición! ¡Debe ser una decisión mutua!
Sin embago, cuando Sanngrior creyó que usaría la daga para suicidarse y darle la victoria a Miguel, se lanzó hacia el arcángel con el arma para matarlo. Corrió y luego saltó. En las gradas, alguien se puso de pie y empuñó su arma.
¿Behram?: —¡No sé quién me habla en mi mente! ¡Pero sin importar quién me haya puesto en esta situación, se arrepentirá! —con la daga preparada para separar la cabeza del cuerpo de Miguel, descendía después del salto.
Las gradas saltaron por sorpresa y espanto. Sangre derramada por doquier. Humanos entonaban en lo alto sonidos de lamentos mientras lloran coreados por los lamentos de los dioses. Parte de la humanidad se apenaba por no haber apoyado desde un inicio a quien peleó por su salvación. Y las divinidades alzaron cánticos acompañados de lágrimas y gruñidos.
Todos estaban llorando, y aunque lo hacían, no dejaban de preguntar por qué un arma que no era ni del humano ni del dios los había atravesado.
Por lo impresionante del acontecimiento, después de largo, largo tiempo, alguien había perdido. Y unos pies tocaban el suelo. En el palco celta, Morrigan celebraba la victoria en el abrazo celta, pero cuando notó lo que había ocurrido, por un segundo pasó por su mente perdonarle la derrota a Lugh, pero no tenía cabeza para pensar en eso.
Odín volteó a ver el lugar de donde provino esa arma, de donde había sido lanzada. No había nadie más que los griegos atónitos por lo que ocurrió. Sin embargo, de un momento a otro, los dioses griegos divisaron a alguien más que aparecía de la nada en un lugar vacío de su palco.
Primero vieron sus zapatos, y luego a él por completo, con el brazo izquierdo flexionado al frente.
Las deidades griegas se sorprendieron ver a aparecer a Hades, ninguno de ellos lo había notado antes, pero Zeus concluyó que se debía a su yelmo de oscuridad.
Hades: —Tres, tres muertes por las tres cabezas de Cerbero.
Las gradas divinas cercanas al balcón griego se sobresaltaron al escucharlo, poco a poco, lo que dijo se propagó por todo el coliseo.
Antes de retraer su brazo a su costado, Hades obtuvo devuelta entre sus manos su bidente, bañado por la sangre de Miguel y Behram.
Los espectadores dejaron de prestarle atención al dios griego y voltearon a ver a los dos contendientes. Por la inclinación a la que había sido lanzado el bidente, y que Behram estaba en el aire al momento del impacto. Las dos puntas del arma había dejado agujeros en la espalda de Behram, que habían atravesado hasta el abdomen de Miguel.
Sanngrior: —¡Behram! ¡No mueras! ¡Esto no fue lo que acorda...! —la valquiria se fragmentó, en sus últimos instantes se lamentó con lágrimas en sus ojos, volviéndose polvo de alma segundos después, que se alzaba hasta dirigirse a Niflheim.
Hades chasqueó uno de sus dedos de tal forma que Hefesto y Hermes se asustaron.
Sin embargo, las palabras de Sanngrior no llegaron a quien deberían. Y a pesar de no ser Behram quien lo había escuchado, el cuerpo del einherjer derramó una lágrima después de ver morir a Sanngrior. Para enseguida fragmentarse y disolverse en polvo que se dirigía al punto de no retorno.
Hades volvió a chasquear sus dedos. Esperaba tener que chasquearlos solo una vez más, no obstante, cuando Miguel debía fragmentarse, cayó al suelo entero.
El siguiente chasquido del dios del inframundo no fue de sus dedos, sino de su lengua, maldiciendo no haber acabado con los tres. Redirigió su mirada al único que seguía viéndolo y estaba con la respiración alterada.
Hades: —¿Qué pasa, Odín? ¿No quieres bajar tu arma? —Odín relajó su respiración, notando que todos en su balcón y en el celta lo miraban—. Ten cuidado, puede resbalarse y terminar con lo que inicié. ¿No quieres eso, o sí?
Gabriel, Mahasiah y Elemiah bajaron a la arena de combate, auxiliando al moribundo Miguel.
Pero en las gradas valquirianas, callando los lamentos, gruñidos y lloriqueos de Geir, Brunhilde gritó tan fuerte como para que el coliseo entero la escuchara.
Brunhilde: —¡Presidente del Valhalla, Zeus, tienes que responder por esto!
¿Qué ocurrirá?
¿La victoria es de Miguel o será cedida a la humanidad?
¿Habrá represalias contra Hades?
Por primera vez en el Ragnarok, concluida la séptima batalla, no hay un ganador anunciado, ni se siente la emoción de una victoria. Además, también ocurre por primera vez una intervención externa.
¿Cómo actuarán los dioses y los humanos ante esto?
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