
Capítulo 25: Espectáculo
Louis Cyr había retenido con su mano desnuda el puño de Ares, y lo había mandado lejos con un golpe recto simple.
Heimdall: —¡El primer ataque del quinto combate le pertenece al humano! —miró cómo Ares iba alejándose tras el impacto, dirigido a estrellarse al muro de contención de las gradas—. ¡Louis no teme ocultar su fuerza!
Lamentablemente, en los apartados especiales de las gradas no había suficientes apoyándolo, solo Hermes veía con tristeza el primer cruce de ataques mientras pisaba los restos de aquellas gradas griegas.
Ares: —¿Cómo pude dejar que me dañara así? —mientras seguía en el aire, se preguntó al sentir un hilo de sangre viniendo de su nariz. Y antes de que impactara en la pared, se preparó y con una ligera repulsión con las falanges de sus dedos, se reincorporó de pie tras tocar el muro con sus manos—. Veo que tienes buena suerte. Pero no me hagas enojar.
El dios se limpió con el dorso de su puño la sangre que derramaba por su nariz, al mismo tiempo, Louis avanzaba con largas zancadas a él.
Louis: —¡No es suerte! ¡Son mis músculos!
Arrojando un gancho derecho al dios, Louis planeaba sacudirlo enormemente, pero el dios estiró su brazo y le retuvo del antebrazo. Enseguida, ondeó una patada poderosa como la que usaba su padre, pero Louis lo interrumpió dándole otro golpe directo con su brazo libre y haciéndolo retroceder.
Mientras trastabillaba hacia atrás, Louis continuaba con su ofensiva simple, queriéndole acertar un golpe sencillo en su abdomen, pero el dios se incorporó a tiempo para patear su brazo hacia arriba y lanzarse a atacarlo con una embestida, la cual impactó en el humano y por primera vez era expulsado algunos centímetros hacia atrás.
Ares: —Al final no eres tan fuerte.
Louis: —¿Acaso sabes si me dolió? ¡Mis músculos lo resisten!
Imitando la ofensiva del dios, se reclinó al frente y se cubrió la parte superior de su cabeza con los brazos cruzados, para avanzar como toro y acometer hacia él, queriendo conseguir mucho más de lo que Ares había logrado. Pero en el transcurso de su acción, el dios se había desplazado hacia un lado como un toro es burlado antes de impactar en quien busca asesinarlo.
Ares: —Se nota que no tienes experiencia peleando, eres torpe.
Louis: —No necesito ser experto.
Volvió a acometer hacia él, con los brazos extendidos a los lados pero sin reclinarse. A tal velocidad que el dios pudo esquivarlo pero no quiso, recibiendo el impacto y rodando por el suelo hacia atrás, luego, Louis le arrojó un gancho derecho incompleto a su rostro que le impactó e hizo retroceder un par de metros, el Einherjer continuó con un gancho izquierdo medio y al instante otro derecho, los cuales no hacían nada más que impactar en el dios de la guerra, el cual estaba siendo apaleado por la brutal fuerza del humano.
Heimdall: —¡¿Ares va a perder?!
Con sus dos brazos hacia arriba, el forzudo impactó los hombros del griego y ya faltaban pocos metros para llegar hasta el muro más cercano, tomándolo de su toga griega y empujándolo mientras acometía, decidió querer enterrarlo en la pared para así también lograr dañarlo de mejor manera.
Estando Ares contra la pared, y Louis acometiendo con más fuerza y velocidad, lo sostendría de los hombros para enterrarlo con mayor efectividad en el muro, pero, el dios se había hartado, a pesar de que tenía algunos manchones de sangre su rostro, había querido probar la experiencia del humano combatiendo.
Por lo que reaccionando, ejecutó un agarre de los antebrazos del humano con sus manos para así doblegar su fuerza para que su previa acometida por los hombros no pudiera continuar.
Con las manos puestas al frente y sostenidas por el dios de la guerra, el humano miró con impresión al dios, quien demostraba fuerza al poder romperle su agarre. Acto continuo, el griego contrajo sus dedos y con la palma de su brazo derecho impactó en el pecho del forzudo, el cual fue privado del aliento que conservaba y debía reponerlo.
Pero ni el dios y ni el humano se quedarían parados a esperar que uno de ellos estuviera listo para continuar, y así fue, como retomando postura, el que avanzaría contra el otro era el dios.
El humano lanzó un golpe directo con su brazo derecho al rostro de Ares, pero él giró su torso y rostro para que solo se deslizara el ataque del humano en su hombro derecho, y al instante le repelía con su mano izquierda el brazo de Louis mientras con su codo le impactó en la mandíbula haciéndole ascender su rostro al cielo.
Aunque el einherjer no procesaba del todo lo que ocurría, no podía dejarse ver superado, por lo que regresaría al encuentro con un gancho derecho que el dios esquivó deslizándose hacia la izquierda e impactando su puño en el lateral del canadiense. Con furia latente, el humano continuó lanzando múltiples golpes que eran sorteados o desviados por el dios, el cual aprovechando la cercanía con el representante de la humanidad, le propinaría golpes en la cara y pecho.
Tomándolo del cuello en su triunfante ofensiva, con su otro brazo dio iterativos golpes en la cabeza del humano, y luego retomándolo por la nuca, lo haría bajar con celeridad hacia su rodilla que también ascendía velozmente para el encuentro con el humano. Desconcertado, el einherjer ya no reaccionaba, pero el dios indemne, lo cargaría por encima de su cabeza con sus brazos y lo arrojaría lejos, de regreso al centro de la arena.
Ares: —Sí necesitas ser experto —dijo mientras avanzaba al humano derribado en el centro del campo de batalla, alegre y triunfante, Ares volteó a las gradas griegas esperando ver a su padre y hermanos compartiendo su emoción, pero solo estaba Hermes—. ¿Siempre tienes cosas más importantes que yo, cierto, padre?
Regresando su atención al humano, vio que demostraba aún tener vida, y se ponía de pie.
Ares: —Demuestras tener espíritu, pero para ganar se necesita más que eso.
Louis: —Me sorprendiste, dios, con nuestro primer intercambio de golpes creí que no sería una buena competición de fuerza —se sacudiría su pantalón y cinturón, luego, volvería a presumir mis músculos—. Pero ahora sé que será un buen espectáculo.
Ares: —Pareces ileso, ¿No tienes varios huesos rotos?
Louis: —Mis músculos nunca me fallarían, tendrías que hacerlos polvo primero para dañar mi interior.
Ares: —Parece un buen reto. Su crujir será mi sentencia de victoria.
Louis: —Deme un momento —volteó a las gradas, cambiando de posturas musculadas, veía a una mujer y una niña—. ¡Strongman!
Ares: —¿Esposa e hija?
Louis: —¡Sí, verán a su gran Louis ganar una vez m...!
El dios había arremetido contra Louis, con una patada voladora semejante al hacha divina de su padre pero que impactó en el rostro del humano y lo envió rodando varias veces hacia atrás.
Ares: —No, te verán morir —volteó nuevamente a las gradas, dándole tiempo al humano para levantarse. Buscaba a su padre en el apartado especial griego, pero seguía estando solo Hermes—. Pero siempre fue así, ¿Por qué me sorprende?
«Isla flotante del Monte Olimpo, hace mucho tiempo»
Un pequeño y varonil dios crecía junto a sus hermanos. Eran ya varios hijos de Zeus, pero parecía que seguirían llegando más, puesto que, su padre era débil al ver a su amada esposa, y siempre le demostraba su amor de una u otra forma.
Su edad avanzaba, y destacaba como el mayor hijo que Zeus pudo tener, a pesar de no ser el primogénito, puesto que ese era Hefesto. Sus dotes en la guerra eran incomparables, e incluso podía batirse en combates con su padre, aunque todos concluían pronto.
El dios que cargaba la fuerza de Zeus habría sido el próximo heredero al trono del rey de los dioses griegos, pero, un dolor en la cabeza aquejó a su padre por varios días y sus noches. Cada uno de sus hermanos temía que fuera demasiado pronto para reemplazarlo, incluso, Ares temía tener que dirigir el Olimpo y al consejo del Valhalla. Puesto que sin su padre, sentía que estaría perdido.
Pero fue peor, puesto que Hefesto, sin más remedio más que obedecer a su padre, forjó una gran hacha con la que pretendería abrir la cabeza de su padre y así, pudieran averiguar qué era lo que lo atormentaba a diario. Sin explicación, una mujer había saltado desde el interior de la cabeza de Zeus, armada y lista para cualquier batalla, incluso crecida con la edad del mayor de sus hermanos. Fue entonces, que Zeus lo supo, la hija que cargaría con su inteligencia había nacido, y aquella también que, tendría la suficiente sabiduría para liderar a los griegos y ser la presidente del Valhalla relevando a su padre.
Poco a poco, Ares fue desplazado, aunque en sus inicios siempre estuvo dispuesto a ayudar a su hermana Atenea a entrenar, ella parecía saberlo todo y prescindía de su ayuda. E incluso le robó el crédito que merecía Ares cuando Tifón asaltó al Olimpo.
Hera: —¿Qué le ocurrió a su padre? —Ares había entrado al templo principal del Olimpo, con su padre en brazos y sus hermanos al lado de él. Lo colocó en el suelo recargado a un pilar.
Ares: —Gea ha enviado un monstruo llamado Tifón para asesinarnos, y ha conseguido extraerle los tendones al rey. No puede pelear.
Hera: —¿Y dónde se encuentra ahora mismo esa criatura?
Un estruendo aterrador había llamado la atención de todos, mientras que otro de sus hermanos llegaba al templo.
Hefesto: —¡Oigan todos! ¡Tifón acaba de llegar! ¡Está intentando atravesar los muros! ¡Parece que no van a resistir!
Atenea: —¿No puedes hacer nada bien? ¿No se suponía que tus puertas eran impenetrables?
Ares: —Hermana, ya no es hora de reprochar y lamentarse por lo que no fue. Debemos actuar ya.
Atenea: —¡Cállate! Ya lo estaba pensando también, que Hera se vaya junto con padre lejos de aquí. Noso...
Hera: —¡Eres realmente estúpida si crees que huiré sin antes matar al que hirió a mi esposo!
Ares: —Madre, Atenea tiene...
Atenea: —¡Está bien! ¡No me importa lo que quieras hacer! ¡Yo iré a matar a ese maldito! Si alguien quiere acompañarme para distraerlo, puede hacerlo.
Atenea se había colocado su casco y empuñado su escudo y lanza, al instante, había comenzado a correr a la salida del templo, y algunos de sus hermanos la habían seguido.
Hera: —¿Hijo? ¿Qué esperas?
Ares: —Atenea no está pensando, no parece ella. Se supone que esa reacción debió ser mía, y ahora se ha lanzado a la pelea sin un plan.
Afrodita: —Todos los demás han ido, yo me quedé porque no vi que avanzaras.
Hera: —¡Cómo quieres que cualquiera piense mientras un monstruo llega a nuestro hogar!
Ares: —De entre todos, Atenea debía hacerlo, desaprovechar la inteligencia de Zeus es lo peor.
Zeus: —¡Desde que Atenea llegó te has acobardado! ¿Ese es el hijo que tiene mi fuerza?
.....
El primero en llegar hasta Tifón había sido Hermes, que sin un plan, pensaba distraer y ganar tiempo mientras sus hermanos llegaban. Golpeaba repetidas veces al monstruo por todo su cuerpo, pero no estaba resultando, en un suceso inesperado, el veloz dios fue superado por Tifón con pocos golpes, y estaba a su merced, pero los demás habían llegado.
Hefesto: —Hermana, ¿Qué debemos hacer?
Atenea: —¡Ataquen!
Dioniso bebió un gran trago de su jarra, y saltó al combate acompañado de los demás. Su embriaguez lo ayudaba a no sentir dolor por los golpes del monstruo, lanzaba puñetazos mientras se tambaleaba por el alcohol y finalmente fue derrotado por las decenas de piernas serpenteantes del oponente. Apolo había ascendido en el aire mientras hacía llover precisas flechas sobre el monstruo, pero todas eran calcinadas al atravesarlo. Artemisa lo ayudaba a la distancia, pero ni las suyas conseguían dañarlo. Hefesto empuñaba su martillo y atestaba embates sobre las extremidades, algunas eran desprendidas del cuerpo del enemigo, pero al instante, mientras resistía los ataques de los demás, retomaba sus partes y se las volvía a poner.
Apolo: —¡No estamos consiguiendo nada!
Un remolino de viento se había formado alrededor de ellos, y luego, aire sólido se dirigía a cada uno de ellos, algunos con objetivo de impactar y otros de rebanar.
Atenea: —¡Sigan atacando!
.....
Ares: —Afrodita, tú busca a Poseidón —dijo estando en el umbral de la salida del templo—. Yo buscaré a Adamás. Madre, ¿Ves a Hermes al fondo? Necesito que lo rescates, y le pidas que vayan a buscar los tendones de nuestro padre donde sea que ese monstruo los haya puesto.
.....
La mitad de la atención de Apolo era dedicada en seguir disparándole a Tifón, pero la otra mitad en lanzar flechas para interceptar los ataques que amenazaban a sus hermanos. Y eso enfureció a la bestia. Que hizo crecer una de sus manos y lo agarró fuertemente hasta hacerlo impactar en uno de los templos menores. Artemisa corrió a ayudarlo, cubriéndose mientras lanzaba flechas, pero el monstruo alejó a los demás con un torbellino y los persiguió, Atenea, entonces, usando su escudo no se había movido de su lugar y se interpuso entre sus hermanos y el que los perseguía, con su lanza en mano, saltó hacia él, rebanándole un brazo y luego intentando decapitarlo. Pero con su otro brazo, Tifón tomó su extremidad rebanada y la volvió a colocar, tan solo para sostener la lanza de Atenea y hacerla impactar fuertemente contra el suelo.
Luego, abatida y vulnerable, el monstruo la despojó de su casco y la tomó de la cabeza, para impactarle su rostro contra el piso una y otra vez. Pero algo lo había impactado y alejado de Atenea. Un portentoso golpe que pudo sentir casi con la fuerza de una patada. Al instante en el que se reincorporó, otro sujeto se abalanzaba hacia él.
Adamás: —¡Muere bastardo! —enterrando su hoz en la frente del monstruo, creyó que había ganado, pero lava había brotado de la herida y se había sellado, al instante, mandando a volar al dios de la conquista con un golpe con las manos entrelazadas.
Ares había saltado para retenerlo antes de alejarse más, y descendió junto a él para auxiliar a Atenea.
Ares: —¿Estás bien? —le tendió la mano.
Atenea: —¡Déjame sola! ¡Estaba a punto de matarlo!
La diosa se levantó, y golpeó la mano de Ares. Luego, dio un gran salto alejándose del lugar.
Ares: —Habrá pensado en algo. Démosle tiempo.
Los griegos siguieron combatiendo contra el abominable monstruo que azotaba su reino. Caían uno tras otro pero se volvían a levantar, Apolo había visto a Hera y Hermes reunidos lejos del campo de batalla, y fue a ayudar a su herido hermano.
Apresurado, curó las heridas del veloz griego, quien al instante emprendió carrera junto a Hera.
Regresando al campo de batalla, Dioniso y Hefesto estaban casi muertos, Ares y Adamás resistían, Artemisa ayudaba desde la distancia, pero Atenea seguía sin aparecer. Apolo, sin querer seguir disparando sin conseguir nada, se dedicó a rescatar a los abatidos dioses, a curarlos y cubrir su posición con sus flechas.
Y al escenario se había sumado Afrodita, con ágiles patadas a las piernas serpenteantes de Tifón que conseguían distraerlo mientras Adamás y Ares cortaban sus extremidades. Pero los vientos se arremolinaban y los repelían, cuando podían volver a acercarse, el monstruo tenía de regreso a él sus partes cercenadas.
Un silbido detuvo la guerra que se desataba, llamando la atención de todos.
Poseidón: —¿Esa porquería está siendo un problema? —veía de lado, a nada ni nadie, se movilizó en un pestañeo al monstruo—. Patético.
Una lluvia de estocadas cayó sobre Tifón, quien se cubrió con sus brazos intentando resistir, al mismo tiempo, Atenea regresaba con una hoz entre sus manos, y se sumó al ataque de Poseidón, pero el monstruo tomó a Atenea y entorpeció el diluvio del dios del mar. Arrojándola hacia él y teniendo que detenerse. Impactando y la hoz cayendo lejos de ambos.
Poseidón: —Estúpida.
Atenea: —Lo hubieras esquivado, imbécil.
Ares había distinguido la hoz, era la que había despojado a Urano de su poder y ahora debían despojar a Tifón del suyo. El monstruo intentó adueñarse de ella, pero duras patadas del dios de la guerra lo repelieron lo necesario para que él la tomara.
Corrió hacia el templo, donde Hermes y Hera ya habían regresado y curaban a Zeus. Poniéndose en una rodilla, el dios de la guerra le tendió el arma a su padre.
Ares: —Padre, despoja a Tifón de su poder, no podemos matarlo porque sus partes se vuelven a adherir a él.
Zeus: —¡Claro que sí hijo! ¡Ese infeliz va a sufrir! —notó que era la hoz de su padre Cronos—. ¿Fue tuya la idea de la hoz?
Ares: —De Atenea, padre, pero ella quería matarlo. Adamás y Poseidón llegaron por estrategia mía, ganaron tiempo para que regresara mi hermana cuando fue por la hoz.
Zeus: —¡Ah... Atenea! ¡Siempre tan brillante mi niña! Tranquila, iré a poner fin a esto —ignoró la segunda parte de lo dicho por Ares—. Y si quieres quédate aquí con tu madre y Hermes, ya no es necesario que salgas.
Ares: —¡Pero padre! ¡Atenea trajo la hoz y casi cae en manos de Tifón! ¡Yo te la traje a ti para que derrotaras al monstruo!
Zeus: —Mi hija trajo la hoz que me dará la victoria. Tú solo ayudaste a que llegara a mí.
.....
«Quinta pelea del Ragnarok: Louis Cyr Vs. Ares»
Ares: —Si no fueras un principiante peleando, podrías darme batalla.
Louis: —¡Eres fuerte! ¡En serio!
Ares: —Y lo seré más.
El dios saltó hacia Louis, impactando otra patada lateral en su hombro, pero el humano había interpuesto a tiempo su mano. Y evitado el grave daño que significaría otro ataque del dios.
Louis: —Si sigues entrenando podrás llegar a ser un Stronggod.
El einherjer sostuvo la pierna de Ares, y luego lanzó un puñetazo recto a su rostro, el cual esquivó el griego ladeando su cabeza, para al instante aferrarse al humano y acercársele impactando un portentoso choque de frente en el forzudo, que lo hizo soltar al dios y dar dos pasos hacia atrás.
Ares: —Lo mismo digo, si hubieras sido un luchador, con tu fuerza, quizá me habrías ganado.
Louis: —Mi fuerza lo es todo en mí, y creo que no te ganaré si uso solo una parte de ella. Tendré que usarla toda.
Ares: —¿Qué? ¿Todavía puedes ser más fuerte?
Louis: —Sí —levantó sus brazos, presumiendo sus bíceps—. Detendré tu guerra con mi fuerza. Este será el más grande espectáculo.
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