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Capítulo 23: Almas



[OST correspondiente]

https://youtu.be/5MbIiQKkhg4

A pesar de ser una victoria para la humanidad, y una derrota para los dioses, ninguno de los dos bandos mostraba alegría o enojo. Los dioses, habían sumido sus expresiones a la melancolía y desesperación, tan profunda que aunado al cielo oscuro que se había producido anteriormente por el representante divino, no se vio alterada cuando el sol volvió a salir.

Ni siquiera el presentador se dignaba a dar el veredicto de la contienda, los dioses en las gradas temblaban, pero no de miedo, si no de tristeza. Los dioses en sus apartados especiales, no demostraban emoción alguna. 

Y como muestra de respeto, los dioses no entonaron ningún canto victorioso.

Heimdall: —El... —incluso su voz temblaba, y lo notó, tragó saliva para aclarar su garganta—. El cuarto ganador... es Odiseo.

A pesar de salir triunfante de su batalla, ni él tenía la integridad en plena condición para regodearse por haber matado a un dios. Su cuerpo le gritaba que descansara, pero su mente aún lo mantenía consciente, pero no sería por mucho más tiempo. Porque empezaría a colapsar para caer en seco de espaldas.

Pero la Valquiria se habría apresurado a volver a su forma normal como medio de desunión momentánea, para así, posicionarse detrás del héroe con los brazos estirados hacia arriba para intentar sostenerlo.

Hlokk: —¡Odiseo! ¡Odiseo! —dijo al sentir el peso del humano moribundo sobre sus brazos, no podría mantenerse así por siempre—. ¡Coopera y no me dejes todo el trabajo a mí!

Pero el humano no respondía, y haciéndose a un lado la valquiria consiguiendo reducir el impacto que habría sido, cayó de espaldas. Los golpes de Hércules ya le habían surtido efecto, y el dolor era lo poco que podía servir de prueba para saber si seguía vivo.

Hlokk: —No te puedo dejar aquí para que mueras, ¿Por qué no pudiste tener una armadura no tan pesada?

La valquiria, hablando sola, tomó de las hombreras al humano y haciendo grandes esfuerzos, comenzaría a tirar de él para sacarlo de la arena cuanto antes, una mirada en las gradas veía eso con pena, pero no podía hacer nada.

Llegando a la entrada, la cual también era la salida, la valquiria estaba exhalando grandes cantidades de aire por llevar consigo al humano y su divinal armadura. 

Pero, a pesar de haber guardado varios segundos en tristeza y silencio, las voces temblorosas de los dioses se dirigían hacia ese par, y no solamente sus voces. Nuevamente, los dioses demostraban lo que en verdad eran, pero no era para menos, el gran hijo de Zeus había muerto, y buscarían superar el dolor arrojando piedras al humano y a la valquiria.

La joven semidiosa vería aproximarse los proyectiles a ella y Odiseo, y en un acto por proteger al que había salvado inicialmente su vida, se antepuso con los brazos extendidos para cubrir la mayor área y recibir ella la apedreada. 

Pero aquél que había visto con pena a ese duo, no se quedaría con los brazos cruzados ante ese escenario. Y había saltado hacia la arena desde muy alto de las gradas.

Brunhilde: —¡Espera!

Aquiles había aparecido frente a Hlokk, con un escudo en su brazo y defendiendo a ambos. Pero no solo eso, tomó a ambos con su brazo libre y se fue a gran velocidad hacia la enfermería para que escaparan de la rabieta divina.

Entre la multitud humana, la familia mortal de Álcides lloraba desconsoladamente, pero se habían contenido de querer vengarse con un acto semejante al de los desconsiderados dioses.

Áyax: —Así que... Lo has hecho, Odiseo. Tu rencor fue capaz de asfixiar a un dios, y me has hecho reconocerte como digno poseedor de la armadura de mi primo... Parece ser que al final de todo no eras solo un cerebro andante.

Néstor: —Y a pesar de que lo logró, pareció que no lo tomó así, todos los que lo conocimos sabemos que no se detendrá jamás hasta cumplir su objetivo —el guerrero griego llevaba entre sus brazos al perro de Odiseo, Argos—. Y si es matar dioses, posiblemente los números de divinidades presentes bajarán en poco tiempo.

Telémaco: —Mi padre va a estar bien. 

Penélope: —Si sobrevivió diez años perdido y perseguido por los dioses, aquí no será peor.

Áyax: —Maldición, ¿Por qué Odiseo? ¿Por qué no te mostraste como en verdad eras con tus compañeros de guerra? De haber sido así, mi muerte habría sido más honorable.

Telémaco: —De haber sucedido, no habría peleado representándonos. Los dioses lo hubieran matado antes.

Mientras los humanos que habían conocido a Odiseo hablaban, las divinidades tenían emociones encontradas, pero hasta el momento, todos se mostraban neutrales.

Al menos hasta que Ares rompió en llanto silencioso.

Hermes y Loki miraron entre sí, sorprendidos por ver al feroz dios derramar algo que no fuera sangre. Apolo solo se sirvió más vino en su copa y lo bebió de un trago.

Zeus: —Phew... Qué lament... —se había parado del suelo en el que se hallaba, y girado, cuando vio a Ares y detuvo su habla—. Solamente te he visto llorar una vez antes, hijo, cuando naciste. ¿Por qué lloras si despreciabas a Hércules?

Ares: —No era alguien que me agradara, pero en el fondo, le tenía aprecio por ser de la familia —sus lágrimas se detuvieron, y su expresión volvió a la normalidad—. Pero ya lloré demasiado por alguien que no considero más un dios. Y hay cosas más importantes que tratar.

Zeus: —¡Bien dicho! —el herido y flaco Zeus creció en tamaño en un instante, destruyendo consigo parte de su apartado en la parte superior del coliseo—. Ahora estamos dos a dos, ya no podemos perder.

Zeus: —No podemos dejarlos que tomen ventaja. 

Al otro lado de las gradas, el supremo nórdico se había puesto de pie, y lanzado una mirada al supremo griego. Sabían lo que debía hacerse, y lo discutirían plenamente en la residencia divina mientras el siguiente participante humano fuera elegido.

.....

Brunhilde se había marchado tras ver saltar a Aquiles a la arena. Dejando a Geir sufriendo por la pérdida de su hermano. Pero la pequeña valquiria la había alcanzado al poco tiempo, y reprochado por la nula reacción ante el fallecimiento de Hércules.

Pero Brunhilde no se detuvo, solo oprimió su mano tan fuerte que hizo que sangre se derramara dentro de su palma. Geir se quedó en el pasillo sin comprender lo que estaba pasando por la mente de su hermana.

Llegando a una habitación, la valquiria líder abrió una compuerta y cruzó el umbral. Dentro del lugar, habían largas columnas blancas, y al fondo, un altar.

Brunhilde: —Sabía que esto iba a pasar.

En el altar, habían dos copas áureas. Llenas de líquido cristalino, y detrás de cada una, una imagen holográfica de los dos representantes humanos que habían caído hasta el momento.

Brunhilde: —Pero... —su voz se quebraba, no era fácil para ella hacer lo que estaba haciendo—. No es fácil de aceptar...

Tomó otra copa dorada, y la puso al lado de las otras dos. Luego, tomó un áurea jarra y vertió el líquido.

Brunhilde: —Hércules habría aceptado ser conmemorado por mí como humano...

.....


Zeus: —Otra vez nos encontramos aquí, es un placer recibirlos.

Odín: —¿Ya estás contento?

Zeus: —Huh... —resopló, con la mirada baja y un poco decepcionado—. Esperaba de ti al menos un lamento.

Odín: —No tengo que ofrecerte mis condolencias si fue tu culpa en primer lugar.

Zeus: —¿Qué? 

Odín: —Creíste que era buena idea enviar a otro de los tuyos después de que tu hermano fue asesinado. Y no eran dioses cualquiera.

Zeus: —Y tú mandaste a asesinar a uno tuyo.

El cuarto se llenó de un inquietante silencio, Zeus y Odín se desafiaban con la mirada el uno al otro, y ninguno cedería.

Loki: —¿Y Freya? Creí que estaría contigo, tío. 

Sin desviar su mirada, Odín respondió: 

Odín: —Tras la muerte de Hércules quiso regresar al Folkvangr, le dio una mala impresión el torneo que el presidente aceptó en la que sus representantes no han dejado de morir.

Ares: —¿Regresó al Folkvangr o está planeando una emboscada hacia nosotros? 

El comentario encendió el interior de más de uno de los presentes. 

Baldr: —¿Crees que seríamos tan cobardes para tender una emboscada? —ofendido por las palabras del griego, tomó la empuñadura de la Tyrfing con más fuerza y comenzó a levantarla del suelo, su hoja estaba enterrada en el piso.

Odín: —No se te ocurra voltear esa arma y cállate. Aprende de Vidar —Vidar solo miró nervioso a su hermano, Odín continuó—: Ares, ¿Por qué crees que estaríamos planeando una emboscada?

Ares: —Freya se fue, Loki apareció con nosotros, y Thor se fue del Valhalla.

Loki: —Woops... 

Odín: —Como ya dije, Freya no quiere ver el Ragnarok por ahora. Loki es Loki, y mi hijo tuvo que liberar su rabia tras enterarse de la muerte de su hermano, está en Jotunheim matando gigantes de hielo. Pero ustedes, griegos, ¿Cómo explican que no está Apolo con ustedes?

Zeus: —Apolo tenía más vínculo con Hércules que Hermes o Ares, se fue sin decirnos a dónde iba. Posiblemente haya hecho como tu hijo y haya ido a distraerse.

Nuevamente, el silencio llenó la habitación.

Zeus y Odín: —No podemos perder —recitaron al unísono, luego, Zeus sonrió al ocurrir tal coincidencia, Odín solo parpadeó.

Zeus: —Qué bien que coincidimos, con tu poca empatía a un padre que perdió a su hijo, creí que no ocurriría.

Odín no respondió, solo respiraba.

Vidar: —Mi padre lo lamenta, al igual que yo, pero también entiende lo que debe estar pasando mi padre al haber sido quien dio la orden de la muerte de Tyr. Era su hijo también.

Zeus: —De una vez a otra en la que hablas olvido tu voz siempre, niño, pero parece ser que aprendiste bien la diplomacia.

Odín: —Con Thor no puedes contar ahora. No creo que quieras que el coliseo sea partido a la mitad si desata su ira contra un humano. 

Zeus: —Yo no estaba pensando en tu hijo para el siguiente.

Odín: —Habla.

Zeus: —Te ofrezco un trato, Odín —el nórdico asintió cerrando su ojo—. Deja ir a mi hijo Ares para que masacre al humano.

Odín: —¿Quieres seguir enviando a la muerte a los tuyos? ¿No tienes límites?

Zeus: —Sabía que dirías eso, pero no podrás resistirte a esto, déjalo ir, y que gane. Si pierde...

Ares cruzó sus brazos y sacó el pecho al mismo tiempo que levantaba su quijada, denotando molestia ante el comentario de su padre.

Zeus: —Dejaré el puesto restante de los griegos para los nórdicos. Si te arriesgas, y gana, retomamos la delantera. Si no, tú ganas, podrás pelear.

Odín: —¿Y por qué asumes que quiero pelear?

Zeus: —Solo decía —encogió sus hombros y luego se relajó en el respaldo de su sillón.

El rey nórdico lo pensaba, hacerlo significaba que si perdía, podía tener más adelante un triunfo asegurado enviando a Loki, Baldr, Vidar o quien fuera. Pero no le convencía del todo.

Odín: —Tengo una contrapropuesta —el dios griego sonrió, asintiendo—. Gane o pierda, dejas el puesto restante de los griegos para los nórdicos.

Zeus: —Hecho.

.....

«Enfermería del Valhalla»


Aquiles: —Siempre es bueno volver a verte, Eir.

Eir: —Yo también diría lo mismo si no me hubieras traído a un muerto.

Odiseo: —Aún no muero.

Eir: —¡Vas a morir si no te callas!

El humano, adolorido, suprimió una mueca y se tranquilizó, la valquiria médica empezaba a escudriñar por la habitación en búsqueda de sus herramientas comunes, pero, preferiría hacerlo rápido.

Eir: —¿Es cierto que le ganó a Hércules?

Aquiles: —Sí, así fue. 

Eir: —¿Sufrió?

Aquiles: —Eh... —el héroe repasó lo ocurrido en el desenlace de la batalla, cómo Hércules batallaba por sobrevivir y sus gruñidos reflejaban desesperación—. No mucho, es decir, la muerte por sí sola tiene un poco de sufrimiento.

Eir: —Bue...

¿¿??: —¡Te dije que ya estoy bien! ¡Ya me quiero ir de esta habitación! —gritó una voz femenina en el cuarto médico a la par del que estaban. 

Los que acompañaban a Odiseo, Aquiles y Hlokk vieron a Eir inquiriéndola con la mirada. 

Eir: —Mi paciente de antes.

¿¿??: —No puedes salir hasta que Eir te diga que puedes —dijo una voz masculina, del mismo lugar de donde había provenido la femenina.

Eir: —Y su acompañante.

Abriendo la puerta donde estaría Eir, el hombre había entrado para asegurarse de que lo estuviera. Un ser de ojos azules y pelo albo, que repasó rápidamente con su mirada a los presentes en ese lugar.

Eir: —Dame un segundo, Miguel, ahora reviso a Elemiah y pensaré si puedo darla de alta.

Miguel: —No hay problema —se calló, y un silencio incómodo se suscitó, hasta que se dignó a dejar de mecerse en su lugar y hablar—. Así que un segundo humano ha ganado.

Eir: —Sí, pero está hecho polvo, de haber llegado unos minutos más tarde, habría muerto igual que el dios que asesinó.

Elemiah: —¡Ya me quiero ir!

Miguel: —¡Espera! ¡Eir está ocupada!

Eir: —Te haré una revisión rápida, Odiseo, para saber qué es lo que tienes y cómo solucionarlo cuanto antes.

La valquiria levantó su brazo y colocó su palma en la frente del humano. El cual solo cerró los ojos y reposó.  Parecía que segundo a segundo, la mujer recibía resultados de múltiples estudios, pues sus ojos parecían estar leyendo algo que solo veía ella. Sin embargo, retrajo súbitamente su brazo, y se levantó de su asiento en un estrépito.

Eir: —Bueno... —su rostro parecía aterrado, no, más bien, pasmado—. Esto no es común, lo que sí lo es, es que detecté múltiples contusiones...

Odiseo: —Sí, yo también las detecto.

Eir: —Decía... También tienes varias costillas rotas, parte del estómago perforado, huesos rotos en tus brazos y algunos cortes ligeros.

Aquiles: —¿Qué es lo que no es común? Parecías desconcertada, ¿Tan malo es?

Elemiah: —¡Ya no puedo esperar más aquí! —gritó con fuerza, Miguel reaccionó al instante introduciéndose por completo en la habitación del humano y acercándose a la camilla.

Miguel: —Deja lo curo y ya, Odín no tiene por qué enterarse. Y lo próximo que haga Elemiah no será gritar.

Eir no respondió a la pregunta de Aquiles, y nadie objetó nada a Miguel. El cual extendió su palma derecha y empezó a irradiar su luz para curar toda herida en el cuerpo del humano, pero, algo sucedió.

Al mismo tiempo, Elemiah se había levantado de la camilla, arrastrando el equipo médico y llegado a la entrada de la segunda habitación, viendo el momento en el que la mano de Miguel era repelida y soltaba un quejido agónico ligero.

Nadie supo cómo reaccionar, Eir agachó su cabeza y Aquiles esperaba respuestas, Hlokk solamente se mantenía al lado del humano esperando saber cuándo se recuperaría. Elemiah caminó trastabillando hasta el costado de su hermano, queriendo que le aclarara la duda que le había surgido.

Miguel: —Igual que Elemiah... —tragó saliva lentamente.

¿Qué había ocurrido? ¿Por qué la valquiria y los Celestiales estaban tan consternados? 

Hlokk: —¡Hablen! ¡Digan algo! ¿Qué sucede?

Eir: —Odiseo tiene dentro de sí algo que... Hace imposible que sea curado de manera rápida.

Miguel: —Lo mismo que tenía Elemiah tras ser... dañada por los Infernales.

Aquiles: —¿Están diciendo que Beelzebub y los demás tuvieron algún encuentro con Odiseo y no nos dimos cuenta? 

Eir: —No realmente. Lo que tiene es semejante a lo que tenía Elemiah, pero no igual. Con eso, ni yo, ni ninguna deidad tan poderosa como Miguel podrá curarlo de manera antinatural a lo que su cuerpo está acostumbrado —Odiseo abrió los ojos, viendo fijamente a la valquiria—. Con tratamiento médico se acelerará y tendrá una mejor recuperación, pero no será tan rápido.

Hlokk: —¿¡Pero qué es lo que tiene!?

Miguel: —Residuos de oscuridad, tinieblas, restos de energía infernal.

Miguel se aproximó más a Odiseo, y ahora fue él quien puso su palma sobre su frente. A lo que el humano reaccionó molesto y sosteniendo su muñeca.

Odiseo: —¿Eres un dios, no?

Miguel: —Sí, pero no de los que te hicieron daño. Al contrario, puedo ayudarte, pero para hacerlo necesito saber dónde fue tu contacto con esta energía. Me dolerá a mí también, porque la energía Infernal repele a la Celestial y viceversa, pero es necesario.

Odiseo se relajó, los ojos de Miguel se tornaron anaranjados.

Miguel se había ido del lugar, al menos no físicamente, pero ahondaba en la vida de Odiseo con ayuda de la Omnisciencia del Señor. Su esencia viajaba a través de cada tortura vivida en esos veinte años fuera de la tierra patria del humano, pero su cuerpo apretaba los dientes intentando contener atronadores gritos agónicos por el efecto repulsivo de la energía Infernal a la suya.

Y ahí estaba, Odiseo había estado en la oscura Cimeria, y llegado al arroyo de los muertos para conseguir hablar con el adivino Tiresias, quien ya se encontraba muerto. Pero no había salido al instante, sino que más almas habían ido en busca de la sangre que Odiseo había ofrecido de su cuerpo para poder hablar con los muertos. Estaba en la única puerta desde el mundo humano al Inframundo, y las almas bebían de su sangre para que pudiera entablar una conversación con ellas. 

Miguel volvió en sí, la mano de Elemiah se encontraba en su boca, pues hacía algunos instantes su cuerpo había sucumbido al dolor y debía silenciarlo antes de que todo el Valhalla se enterara de lo que ocurría.

Todos: —¿Y bien?

Miguel: —No tiene restos infernales. Tiene almas del Inframundo gobernado por Hades dentro de su sangre. Siempre nos habíamos preguntado qué ser pudo haber robado fragmentos de los espíritus que el hermano de Zeus custodiaba y reclamó, pero nunca creí que un humano pudiera haber sido el responsable.

Aquiles: —¿Cómo pudo ocurrir?

Miguel: —Le dio de beber a las almas su sangre, y las almas que yacen en el Inframundo de Hades que por lógica ya no viven, siempre desean más y más cosas de los vivos, a tal punto de fragmentarse para volver a tener vida.

Hlokk: —¡Imbécil! ¡Cómo llegaste a pensar que era buena idea! —la valquiria golpeó a Odiseo, haciéndole resentir todo el dolor de sus heridas.

Odiseo: —¡Eso duele! 

Eir reaccionó como cualquier hermana mayor lo haría al ver que su hermana empezaba a ser molesta, rodeó la camilla en un instante y llegó hasta ella. La tomó de los hombros y le dijo:

Eir: —No puedes permanecer aquí, estoy tratando con un paciente. O vuelves a tu forma Volund o sales de la habitación.

Hlokk cruzó sus brazos y se fue. Odiseo no reprochó nada, sabía que tenerla presente iba a ser más doloroso para él si volvía a actuar impulsivamente.

Odiseo: —¿Por qué me ayudas a mí, que soy un humano?

Miguel: —Nunca he podido quedarme con los brazos cruzados si alguien necesita ayuda, sea humano o deidad.

Odiseo: —Y tu mejor forma de ayudarnos fue participar en este torneo.

Miguel: —No fue mi decisión.

Miguel dio media vuelta y se encaminó a la salida, seguido por Elemiah. Pero se detuvo antes de atravesar el umbral de la puerta.

Miguel: —Eir, trátalo con lo mismo que a Elemiah. Con su unión valquiriana podrá soportarlo.

.....


Brunhilde y Geir avanzaban por el pasillo donde las habitaciones de los Einherjer se encontraban, una de ellas estaba rota, la de Aquiles, pero era algo que ya sabía y se encaminó a su destino planeado.

Geir: —Hermana ¿Ya sabes a quién elegirás?

Brunhilde: —Desde un inicio, aunque han ido cambiado mis planes, de este estoy segura que resultará tal como lo pensé.

Geir: —¿Pero cómo sabes que el humano que vas a elegir es el correcto para enfrentar al dios que salga como contendiente?

Brunhilde: —Los dioses arden en furia, no querrán perder así que elegirán a uno de sus participantes más fuertes... Y para combatir fuerza, tengo al indicado.

Llegaron frente a la habitación designada al peleador que Brunhilde iría a llamar. 

Entraron por la puerta, y comenzaron a recorrer un pasillo que conectaba directamente con la recámara. La cual tenía aspecto urbano de los siglos más recientes del mundo humano. Y a pesar de todavía estar alejadas de la puerta final, se podían escuchar gritos agitados exigiendo más esfuerzo. La pequeña hermana no sabía con quién se encontrarían, pero la mayor sí, e iba dirigiendo la caminata con seguridad y pasos firmes.

Y llegaron, la líder abrió la puerta y dejó pasar primero a su hermana. Lo primero que ambas vieron fueron muchos humanos, monstruos, animales humanoides cargando pesas y sudando a más no poder. Y resaltando de entre todos, un hombre alto y musculoso con un bigote singular motivando a todos y cada uno de los practicantes de levantamiento de peso para que lograran superar su aguante. Luego, las volteó a ver a ellas.

¿¿??: —¡Ustedes deben ser las nuevas! 

El humano hizo gala de sus grandes y tonificados músculos, Brunhilde comenzó a avanzar sin decir nada aún.

¿¿??: —Aunque están un poco más delgadas de lo que creí ¿En verdad pueden levantar más que su propio peso?

Brunhilde: —Es tu turno. Louis Cyr.

El humano bajó relajó sus bíceps y bajó sus brazos a los costados, sonriendo.

Louis: —¡Eso es fenomenal! ¿Y con quién me uniré? ¿Será contigo o con la pequeña?

Prour: —Será conmigo, chico grande. ¿Esperabas más músculos? 

Louis: —¡A esto me refería! ¡Contigo sí habrá competencia en levantamiento de peso!

Prour: —¿Crees que un gran monstruo como yo puede tener com...?

El humano se había acercado en un instante a la valquiria, y con su palma, la había levantado del suelo sin mostrar esfuerzo.

Louis: —Eres más ligera de lo que aparentas, ¿Sabías?

Prour: —¿Ligera? —se enrojeció—. Es la primera vez que me dicen un halago como ese... Tú acaso estás coqu...

Louis: —Para nada, para nada —la dejó en el suelo y sacudió sus brazos con insistencia en negación—. Tengo... O tuve esposa, pero un hombre tan fuerte como yo no puede mostrar debilidad y serle infiel.

Prour: —Oh... Bueno... Entiendo. Aún así, humano, destruyamos a ese dios juntos.

Louis: —Ni que lo digas, cuenta con mi fuerza para eso.

El hombre estiró su mano, solicitando un estrechamiento de manos, Prour, a pesar de lo anterior, se repuso y sonrió.

Prour: —Y con la mía.

Ambos estrecharon sus manos y al instante se produjo el Volund. 

.....


«Arena del Valhalla»

A diferencia del anterior duelo, la arena que podía ser vista por cada espectador no era otra que una común, como en la que habían luchado Gandhi y Jesús.  

En el centro del recinto ya se encontraba Heimdall, listo para empezar a hacer sonar su cuerno con su voz.



[OST correspondiente]

https://youtu.be/i_6ErrT3HMM

Heimdall: —¡Con el marcador 2 a 2, esta quinta batalla puede decidir quién toma la delantera! ¿La retomarán los dioses? ¿¡O los humanos nos sorprenderán con el resultado!? ¡Ningún bando puede ceder!

Innumerables humanos con objetos entre sus brazos empezaron a avanzar por la entrada, uno más grande y musculoso que el anterior. De sola apariencia, podía creerse que eran dioses.

Heimdall: —¡Representando a la humanidad llega este hombre! ¡Nacido en el poblado de la hoja de arce! ¡Y exhibiendo su grandeza sin competencia! 

Los humanos que habían aparecido por la entrada de la arena empezaron a cargar con dedicación los objetos que llevaban consigo y pesaban más de lo que cualquier humano promedio podría levantar. 

Heimdall: —¡Nadie lo puede negar! ¡Todos le ponen su pedestal en lo más alto!

Humanos forzudos: —¡STRONGMAN!

Mientras los musculosos y forzudos humanos demostraban todo lo que podían hacer, también intentaban lograr lo que el Einherjer logró. Entre varios intentaban cargar un caballo y les era imposible. En dúos levantaban cuartos de tonelada, pero nadie lo podía hacer solo.

Notoriamente, un hombre volvía a resaltar entre la multitud de gran volumen, llevando puesta una gabardina.

Heimdall: —¡Aunque intentara buscar una competencia justa, nunca la encontraba! ¡Este hombre es imparable! 

El einherjer avanzaba hacia el centro de la arena. Sin antes, quitarse la gabardina y dejarla caer al suelo modestamente mostrando su torso desnudo, un opaco cinturón ancho y un pantalón común.

Heimdall: —¡Donde quiera que fuera, no dejaba de ganar! ¡Ganó una y otra vez hasta que no quedó nada que ganar! ¡Ha pasado un siglo y nadie lo ha podido superar! 

Avanzaba con gran opulencia hacia donde se hallaba el dios presentador, mostrando y exhibiendo sus músculos tras cada paso.

Heimdall: —¡Su gente lo reconoce como el hombre más fuerte que haya existido! ¡Un ganador absoluto!

Humanos forzudos: —¡STRONGMAN!

Heimdall: —¡Su nombre no es otro que LOUIS CYR!

«Quinto representante de la humanidad, Louis Cyr, Canadá»

Louis: —¡Pero mira cuántos! ¡Los dioses sí invierten en publicidad! ¿Cuánto irán a ganar, tú sabes? —dijo volteando a ver a Heimdall.

Heimdall: —Eh... Supongo que sí, y no, no sé si ganan algo con esto.

Louis: —No te preocupes chiquitín, yo invito después de la pelea.

El humano empezó a observar cada instancia de las gradas, cada humano que lo veía y cada entidad fuera de lo que conocía, y la mejor forma en la que pudo reaccionar fue sencilla.

[OST Correspondiente]

[Al inicio no tiene sonido, pero déjenla avanzar tal cual mientras leen]

https://youtu.be/D8BqXa7aUyY

Louis: —Seguro que quieren ver mis músculos —pensó, al mismo tiempo, comenzó a adoptar múltiples posturas donde su musculatura resaltara cada vez más.

El nórdico ignoró las acciones del humano y recobró el aire que necesitaría para la segunda presentación.

Tomando devuelta entre sus dos manos, los dioses gritaban en espera de la presentación de su representante.

Heimdall: —¡Y ahora! ¡Haciendo frente al ganador absoluto! ¡Del lado de los dioses, el guerrero griego!

Una gran multitud podía escucharse, solamente superados por el sonido de su armamento tintineando.

Grupos ordenados de guerreros hoplitas divinos avanzaban a toda marcha con sus escudos alzados y sus espadas o lanzas preparadas para una batalla.

Heimdall: —¡Él combate, combate y combate por diversión! ¡Lo hace por distracción! ¡Lo hace por deber! ¡Él inicia y finaliza una guerra cuando quiere! ¡El bando que lo recibe entre sus filas resulta triunfador! 

Los hoplitas comenzaron a rugir, y a cambiar el orden de sus grupos, cambiando de formaciones. 

Heimdall: —¡Sangre, sufrimiento y crueldad! ¡Masacrar humanos es su pasatiempo!

Los hoplitas volvieron a rugir, y reacomodaron sus filas dejando un pasillo en medio de los dos grandes grupos de guerreros. 

Heimdall: —¡Donde quiera que vaya infunde el pánico y siembra el terror! 

Cabalgando por el pasillo entre las formaciones de los guerreros, el dios montaba a un opulento caballo ardiente.

Heimdall: —¡Con brutalidad! ¡Con violencia! ¡Él provoca los horrores de las batallas! 

El griego cabalgó con más fuerza, dejando una estela ígnea tras cada paso de su corcel.

Heimdall: —¡El protector incansable del Olimpo!

La deidad se subió en el lomo de su caballo, y luego, tras darle dos palmadas en el lateral, saltó muy alto hasta que fue imperceptible al ojo humano.

Heimdall: —¡El caos es su ambiente natural! 

Los humanos voltearon a ver al cielo, ciertamente, podían sentir algo fuera de lo común, como si un estridente sonido desgarrara las nubes. Cayendo a toda velocidad, el dios se aproximaba a su aterrizaje, quebrando el sonido, cayó con una rodilla en el suelo y mirando hacia abajo. Con su caída, un gran estruendo se produjo, los hoplitas tuvieron que asirse al piso pues la misma onda expansiva los enviaría al suelo. 

La corriente aérea fue tal, que Heimdall se resguardó detrás del humano, encontrando refugio en su imponente figura que no sería derribada.

Heimdall: —¡El dios de la guerra! ¡AAAAAAAAAAARES!

Ares: —Aquí se acaba su racha.

«Quinto representante de los dioses, Ares, Grecia»

Con ambos contrincantes en el medio de la arena, la tensión había llegado al punto más alto y la espera por fin se había acabado.

Heimdall:  —¡Comiencen!  —gritó en su Gjallarhorn, luego, se distanció de los peleadores.

Afrodita:  —¡Vamos Ares! 

Deimos y Fobos:  —¡Papá, buena suerte!

Enio:  —¡Masácralo como a todos los demás humanos!

Louis seguía presumiendo sus músculos, mientras que el dios solo lo veía con vehemencia.

Y entonces, se preparó para atacar.

Ares:  —Los humanos llevan dos victorias consecutivas, yo exterminaré su posibilidad de una tercera. Y no tengo tiempo para jugar contigo.

Louis:  —En realidad yo esperaba que trajeran unas pesas, me pregunto qué tan fuerte serás.

Ares:  —Lo suficiente...  —se propulsó hacia el humano—. ¡Para ganarte!

Su acometida desprovista de armas había iniciado, con su puño al costado y preparándose para mandar al humano a enterrarse en el muro de la arena.

Louis apenas pudo ver el momento en el que produjo su salto, y cuando estaban a rango ambos, el canadiense antepuso su palma al frente buscando retener el puñetazo cargado del dios. 

Y ocurrió, el puño de Ares había impactado en la palma del Einherjer, y no lo había despojado de dicha extremidad, ni siquiera había provocado que retrocediera.

Louis: —En serio, quería algún peso que cargar.

Lanzando un puñetazo simple al frente, semejante a un jab de boxeo, los nudillos del humano impactaron en el rostro del dios, y, contra toda expectativa divina, había salido expulsado tras la colisión, e iba dirigido a enterrarse en el muro de la arena.

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