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Capítulo 2: El dios más justo Vs. El humano más honrado



La arena de combate albergaba algo que nadie pudo haber previsto, al imponente y fiero dios de la guerra nórdico, y a un humano que solo parecía un espectador colado. 

La arrogancia del dios ante tal oponente no se hizo esperar.

Tyr: —¿Qué esperas? ¿Viniste a pelear o saludarme a la distancia? —levantó su espada e hizo un corte al aire para hacer gala de su poderío—. Espero seas rápido, porque no te quiero romper en el primer ataque.

El peleador humano no respondió, solo bajó sus manos a los costados. Su postura jorobada hacía sentir lástima a Tyr.

Tyr: —¡Ho! ¡Ho! ¡Ho! Está bien, anciano, te dejaré dar el primer...

De repente, Gandhi cayó al suelo, sentado en posición de loto y con los ojos cerrados.

Gandhi: —Lo único que escucho salir de tu boca es arrogancia, si eres dios de algo, seguro eres del orgullo. Y de la negación.

Tyr se estremeció con la última afirmación del contendiente.

Tyr: —¡Qué! —señaló su pecho con el pulgar—. ¡Yo jamás niego nada! Es mi honor como guerrero.

Gandhi: —Digas lo que digas, yo lo sé. Y no pelearé contra alguien así, más bien contra nadie. 

El dios se rio a carcajadas, clavando su espada en el suelo de nuevo para sostener su panza del dolor de la risa.

Tyr: —¡Eres gracioso! Pero te trajeron aquí para pelear por la salvación de tu especie, aunque quizá en vida hayas logrado más de lo que hoy podrás.

Gandhi: —Di mi vida por los demás, por defender a quienes no debía, y si debo darla de nuevo ahora por todos los humanos. Lo haré sin temer.

Tales palabras motivaron a Tyr, quien con emoción latente retiró su espada del suelo y se dispuso a atacar.

Odin: —Y ahí va... el primer combate terminó... 

Hugin: —¡Por supuesto señor! —graznó feliz.

Munin: —¡Era de esperarse del que sacrificó su mano por atar a Fenrir! 

Avanzando con fuertes pasos,  empuñó su gran arma frente a él.

Tyr: —¡No importa qué arma tengas, el escudo de mi mano me protegerá!

Los espectadores de las deidades saltaron de sus asientos, motivando al dios de la guerra a terminar el aburrido encuentro.

Zeus: —Ese chico es muy fuerte, y su escudo también lo es... —habló con su voz ronca y débil.

Hermes: —Así es, gran Zeus. El escudo de su mano ausente es el segundo más resistente después de los guantes de Thor. 

Hermes: —Aunque fue desafortunado lo que ocurrió para que lo recompensaran con algo así...

Heimdall saltaba de un lugar para otro, viendo a los luchadores desde todos los ángulos posibles.

Tyr: —¡Lo siento viejo, pero tengo que hacerlo! 

Levantó su espada hacia arriba y luego detrás de su espalda. Puso una pierna atrás de la otra con gran espacio entre sí.

Tyr: —¡LA ESPADA DE TYR! —una estela escarlata iluminó sus ojos y luego a la espada, ondeó un tajo en diagonal hacia el humano sentado, que seguía con los ojos cerrados.

La espada impactó, pero no en Gandhi, una cúpula invisible había retenido el portentoso ataque. Y no solo eso.

La misma estela rojiza de la espada rodeó la cúpula, la cual reaccionó, y lanzó un destello escarlata al dios.

Un corte diagonal pequeño se dibujó en su armadura, luego, partes de ella salieron destrozadas. Sangre brotó a raudales salpicando al humano enfrente.

Los dioses y los espectadores se afirmaron a sus asientos, Zeus abrió los ojos, los que parecían no existir, hicieron presencia en sus ya no cuencas vacías. Hermes y Ares también se sorprendieron.

Zeus: —¿Qué... qué es lo que acaba de ocurrir? 

Hermes: —Espero no equivocarme, pero eso fue lo que llamó satyagraha. O en otras palabras, obstinación de la verdad. Con ella evitará revueltas y combates... pero no sé cómo pueda Tyr superarla.

Devuelta en el combate, Tyr abrió sus ojos a lo grande, estaba sorprendido de ver su sangre.

Tyr: —Tú... ¡Eres impresionante! —gritó con los brazos extendidos a los lados, en su mano, cargaba con facilidad su enorme espada—. ¡Cómo lo hiciste sin moverte!

Gandhi: —No me moví —abrió los ojos, vio sus lentes cubiertos de sangre—. Es la primera vez que veo a un dios, y no sabía que sangraban...

Analizó su ropa, por lo menos había sido el corte en el pecho y no en el abdomen, o si no le hubiera empapado todo su ropaje. 

Tyr todavía contemplaba su herida, al final se percató que su oponente se ponía de pie.

Gandhi: —Disculpa, ¿Me podrías conceder un favor? 

Tyr: —¡Oh claro que sí! ¡Es lo justo que puedo hacer por aquel que me hizo sangrar! Anda, dime en qué te puedo ayudar.

Se retiró los empapados anteojos.

Gandhi: —En mi cultura, manchar mi vestimenta con mi sangre es un completo acto de deshonor... y más porque no soy un guerrero que vaya a ser herido... ¿Podría...? —estiró los lentes al dios, hacia su brazo sin espada.

Tyr: —¡Claro que sí! Límpiate en mi ropa, para mí, sangrar es más que un honor, ¡Es vida!

Gandhi: —Sí, eso creí —antes de limpiarse en Tyr, él limpió los anteojos con su mano.

Tyr: —¡Qué! ¿No ibas a limpiarte en mi ropa? 

Gandhi: —Eso estuve por hacer, pero recordé que dijiste que tu escudo es de lo mejor que hay... y sería aún más deshonorable para mí que la valquiria ataque empapada de sangre.

Gandhi estiró su mano y los lentes tocaron la cubierta de la mano ausente de Tyr, destruyendo el escudo. Dejando aún más boquiabierto al dios.  Pasmado, no se enfocó en su oponente que volvió al suelo en posición de loto. 

Solo rugió: 

Tyr: —¡Randgriz! 

Todos los dioses miraban aterrados lo ocurrido, era imposible que unos simples lentes acabaran con el escudo de Tyr.

Zeus: —Esto no puede estar pasando... No tiene sentido. Los humanos no pueden destruir armamento de los dioses...

Hermes: —Lamento decirlo, señor, pero sí pueden... recuerde.

El dios líder griego abrió los ojos de tal forma que se volvieron a notar. 

Zeus: —Ya veo... así que fue eso...

Brunhilde, a la distancia, desde su espacio en las gradas, notó que Zeus lo había descubierto.

Zeus: —El cuerpo de una valquiria puede tomar la forma de un objeto humano, lo que significa que esa arma u objeto se vuelve divino... 

Hermes: —Así es, señor... —una muñeca apareció en manos del dios, la fue retorciendo hasta quedar transformada en algo casi distinto—. Su nombre es... Volund.

Tyr:  —¡Eso no lo tolero! ¡Atacaste con deshonor! —levantó su espada para atacar—. Tanto tú como la rompeescudos de Randgriz.

Gandhi: —¿Deshonor? Te dicen el legislador de la guerra, si fueras justo, tu arrogancia no te cegaría, solo te demostré cuán arrogante eres.

El corpulento dios lanzó varios cortes a Gandhi, pero la barrera de antes contuvo los ataques y se los devolvió, causándose más daño con sus propios golpes.

Tyr: —¡Basta! —bramó, harto—. ¡Levántate y pelea de verdad!

Gandhi: —¿Pelear? Quizá lo haría si no ocultaras tanto... no leo la mente, pero sé cuando alguien ostenta algo falso.

Tyr: —¡El que dice falsedades eres tú! 

Seguía atacando, y solo recibía más y más daño. Al poco tiempo, la ropa del nórdico estaba llena de sangre, había perdido demasiada. Pero eso no lo detendría.

—¡Tú! Si eso fuera cierto... ¿Cómo es que puedes cubrir y regresar mis ataques?

—Satyagraha, es una resistencia pasiva... evito que inicien disputas, hasta ahora, solo tú has peleado contra ti mismo a raíz de lo que guardas para ti.

No había momento en el que los espectadores divinos no se estremecieran tras cada ataque devuelto de Tyr, y los humanos se alegraban porque por primera vez en la existencia de la humanidad, habían superado a los dioses. 

Zeus se estremeció en su asiento, destruyendo parte del trono.

Zeus: —¡No hay duda! ¡Esto es una rebelión!

Ares, el musculoso dios se levantó de su trono, vestía una túnica blanca simple, no estaba listo para una batalla.

Ares: —¡Esas valquirias lo van a pagar! ¡Debían guiar las almas al Valhalla para formar un ejército para los dioses! —sus ojos se tornaron rojos, y una armadura llegó flotando a él, enteramente negra e índigo—. ¡Pero su objetivo no fue ese! ¡Era reunir una armada para enfrentar a los dioses! 

Ares: —¡Las voy a matar a todas y cada una! —el entorno alrededor de Ares se volvía más denso. Una fuerte palmada de Zeus lo tranquilizó.

Zeus: —¡Por qué matarlas si es lo más divertido que ha ocurrido desde la tifonomaquia!

La armadura oscura e índigo desapareció del cuerpo de Ares, dejando ver sus ojos normales y tomó asiento.

Ares: —Disculpa, padre, me alteré...

En la arena, la sangre había parado, el dios tenía la capacidad de no morir desangrado en una batalla.

Tyr: —¡Yo no guardo nada para mí! ¡Yo no niego nada! ¡Todo lo que he ganado ha sido honorable!

Gandhi: —Ahora no puedes defenderte de tus ataques, si continúas puedes recibir un ataque mortal.

Tyr dio varios pasos para atrás, recordó cuando obtuvo el escudo. Estaba casi al borde de la desesperación por saber que su enemigo podía ganarle sin atacar siquiera.

Tyr: —Quizá... quizá el escudo no lo obtuve siendo justo... ni honorable... —bajó su cabeza. 

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