Capítulo 15: Lo que es un héroe
Un terrible acontecimiento había sucedido mientras los dioses discutían las razones del asesinato del dios de la guerra nórdico, Tyr. Una miembro de las fuerzas Celestiales había incurrido en un área antitética a ella, llegando con furor en su sangre y sin cordura, decidió atacar al mayor de los hermanos infernales en ese lugar.
Lo que solo había resultado con su humillación frente a los seis representantes de los Pecados Capitales.
A lo lejos, tan rápido como podía, Miguel se acercaba al área infernal en las gradas.
Miguel: —¡Alto en el nombre del Señor!
Los seis demonios voltearon a verlo por encima de sus hombros, le estaban dando la espalda al arcángel, habían estado viendo a la serafín derrotada.
Elemiah: —Miguel... Viniste...
El demonio de apariencia masculina más fina se acercó al representante del Cielo.
Lucifer: —¿En nombre del Señor? Yo soy el que decide cuándo parar —dijo alzando su rostro con altivez el destacado pecado de la soberbia.
Miguel: —He dicho que se detengan, o haré desaparecer su inmunda existencia oscura con la luz de mi poder.
Uno de los demonios inició un coro de carcajadas, a lo cual sus hermanos lo siguieron, luego abrieron el paso, pero ése individuo se interpuso justo cuando Miguel iba por Elemiah.
Beelzebub: —Solo porque también quieres extinguir a la humanidad dejaré que rescates a esa serafín de mierda, que siéndote sincero estuve cerca de devorarla.
El arcángel frunció su expresión, acortó la distancia que lo separaba del representante Infernal.
Miguel: —Dejaré algo en claro, no estoy en el torneo para extinguir a la humanidad por voluntad propia, estoy porque así lo decretó mi Señor.
Beelzebub: —¡Oh mira! Tu misericordioso y solemne rey decide que el arcángel más importante en el reino de los cielos combata contra un humano y sume un punto a favor de la destrucción... —soltó una risa solitaria, luego se quitó una falsa comezón de su nuca—. No sé si estoy mal pero recuerdo haber dicho que era misericordioso, quizá no lo es después de todo.
Los ojos celestes de Miguel parecieron reflejar la luz del sol al tornarse naranjas en un pestañeo.
Beelzebub: —Pasa, llévatela antes de que nos hagan perder más tiempo.
Miguel suspiró y avanzó sin decir más palabras, su templanza se mantenía aunque muy lejanamente una minúscula parte de su ser se lamentaba por ver a Elemiah en esas condiciones.
Miguel sabía que era normal que Elemiah hubiese deseado vengarse teniendo a la vista al asesino de su hermano, pero esperó que se contuviese de hacerlo por más que su sangre hirviera.
Luego de cargarla entre sus brazos, y disponerse a caminar en medio del mismo pasillo donde los demonios los veían regocijados, cerró sus ojos para suplicar a su Señor que le proveyera la energía necesaria para que no exhalara su último aliento en vida aquella flébil celestial.
Justo cuando pasó al lado de Beelzebub, el demonio le susurró casi al oído.
Beelzebub: —La próxima vez le sucederá lo mismo que a Metatrón, y a ti si decides acompañarla.
El arcángel suprimió todo deseo por imprecar a tan despreciable ser, sabía que no era natural en él hacerlo, y que solo estaba siendo influenciado por sus envolventes palabras.
Beelzebub: —Nos volveremos a ver, Miguel.
Miguel: —Yo espero que no, hasta entonces, ocupa tu tiempo en ver la presentación de la siguiente pelea.
El demonio dudó al ver de reojo que la arena estaba sin movimiento alguno, pero de un instante a otro, el habitual escenario plano de combate cambió. Trayendo consigo un hallazgo importante al ver que Miguel sabía que en instantes después daría comienzo la batalla.
Heimdall: —¡Ahora para la cuarta batalla del Ragnarok! ¡Los dioses tienen dos victorias en el marcador! ¡Mientras que la humanidad solo una! ¡Y ahora daremos la bienvenida a la siguiente pelea!
Al terminar de enunciar sus palabras, la luz que solamente lo iluminaba a él se desvaneció, pero en su lugar, todo el escenario tomó claridad. Una ciudad había aparecido casi de la nada.
Botes, escudos, lanzas, sangre, incluso una playa.
Espectador humano: —¡Increíble! ¡Es enorme!
Espectador divino: —¡Es el escenario más grande hasta ahora!
Heimdall: —Estarán viendo la pelea a través de unos monitores por esta ocasión.
Espectadores humanos: —¿El escenario es toda una ciudad? ¡Incluso tiene playa! ¿Cómo van a pelear en un lugar así?
Heimdall: —¡La ciudad en frente de ustedes es la legendaria Troya! ¡Un campo solicitado por el participante humano y aceptado por su adversario!
Las gradas humanas y divinas se llenaron de discordia, unos dudando y lamentando si era enteramente altruismo haber aceptado un escenario así, o si el dios tenía algo preparado para dejar al humano luchar ahí. También ostentaban que era un regalo compasivo de los dioses.
Geir: —Huh... —resopló con desgana—. Tiene sentido que él haya solicitado algo así... y que el hermano Hércules haya aceptado... —balbuceó.
Brunhilde: —Él es tan ingenuo que sabía que aceptaría...
Una de las puertas de la arena del Valhalla se abrió, dejando brotar agua y un barco salió de allí. La gran vela del transporte naval hizo sorprender a muchos de las gradas.
La brisa de las olas partidas por el andar del barco salpicaban a los espectadores, quienes algunos la recibían con gozo al imaginarse el combate que podía acontecer.
Heimdall: —¡Representando a la humanidad en esta cuarta batalla...!
El hombre que comandaba el timón del barco subió al mascarón, con una amplia sonrisa y saludando a dioses y humanos en las gradas, su armadura dorada deslumbraba casi tanto como su dentadura, y su arco y espada reflejaban las miradas de sorpresa de todos.
Heimdall: —¡En los tiempos de la famosa guerra de Troya...! ¡Este hombre demostró su capacidad dirigiendo al ejército griego a la victoria con su inteligencia...! ¿Quiénes se enfrentarían a él sabiendo que ya pensó cómo derrotarlos? ¿Troyanos? ¡No!
El hombre en el barco reverenciaba las sorprendentes palabras que el anunciador decía de él, de un salto, al llegar a la orilla de la playa se bajó del barco, el cual se esfumó casi al instante.
Heimdall: —¿Héroes? ¡No! ¡Solo los dioses llegaron a ser un problema para él! ¡En una fantástica estrategia giró las tornas a la sangrienta guerra de Troya! ¡Es conocido como el más inteligente héroe de la humanidad!
El individuo ya había avanzado hasta un par de metros lejos de Heimdall.
Heimdall: —¡ODISEO! —gritó por todo lo alto con su cuerno Gjallarhorn, dioses y humanos saltaron en las gradas.
«Cuarto representante de la humanidad, Odiseo, Grecia»
«Porta una áurea armadura, que anteriormente era de Aquiles, la cual tiene avambrazos, grebas, coraza y túnica inferior del mismo color reluciente»
Espectadores humanos: —¡Él es Odiseo! ¡Es sorprendente! ¡Ni en las leyendas pudieron describirlo como es! ¡El famoso héroe de Grecia! ¡El rey de Ítaca!
Los dioses viendo al oponente humano desde las pantallas se sorprendieron de verlo participar con la armadura que llevaba.
Apolo: —Hmm... Esto es desafortunado... —balbuceó para sí mismo, pero Hermes lo alcanzó a escuchar.
Hermes: —¿Por la armadura, verdad?
Apolo: —Sí... Aquella áurea armadura que porta no es otra que la de Aquiles, la misma que nuestro hermano Hefesto forjó para él e hizo casi imposible su asesinato a manos mías.
Hermes: —Oh, es cierto. En ese momento yo apoyé a los Aqueos pero nunca llegué a enfrentarme contra ti por apoyar a los Troyanos, tú fuiste el que guió la flecha que mató al héroe inmortal, ¿Verdad?
Apolo: —No, no la guié, reemplacé la que disparó el estúpido humano Paris, ninguna de sus flechas habrían dado en el lugar adecuado. Pero no fue una, ni en dos ocasiones en las que traté de acabar con él.
Hermes: —Es cierto —rio débilmente—. Fue un gran problema para los Troyanos e incluso para los que los apoyaban.
De regreso en la arena, otra puerta se había abierto, pero la sonrisa del héroe Odiseo no se había ido. Sabía contra quién se enfrentaba.
Heimdall: —¡Y enfrentándolo... El claro ejemplo de lo que es la voluntad y la fortaleza! ¡Aquí está el semidiós que completó doce duros trabajos! ¡Aquél que naciendo medio humano quemó hasta la última parte de su parte humana para ascender al Olimpo!
Parecía que todo el regocijo que tanto en dioses como en humanos se produjo en ese cuarto enfrentamiento no podría ser superado, sin embargo, al aparecer la imponente figura del otro adversario, los antiguos gritos aclamando a Odiseo parecían simples susurros.
Heimdall: —¡Su coraje no tiene paralelos! ¡El héroe más fuerte héroe de los dioses! ¡HÉRCULES!
[Heracles para los griegos]
Heimdall: —¡Héroe contra Héroe! ¡Inteligencia contra fuerza! ¡Defensor de las puertas del Olimpo contra el Perpetrador de las murallas Troyanas!
Apolo: —Hércules no lo tendrá sencillo, deberá pensar bien sus movimientos.
Ares: —¿Hércules? ¿Ese idiota que tenemos como medio hermano?
El padre de los dioses griegos llegó a las gradas griegas a tiempo para escuchar tal afirmación de Ares, engrandeciendo su brazo débil a su forma musculosa, golpeó la cabeza de Ares.
Zeus: —Es tu hermano, y que te quede claro. Tu madre Hera lo aceptó como hijo cuando ascendió a divinidad, y es esposo de tu hermana Hebe, así que respétalo porque él mismo terminará estaba batalla tan solo para apalizarte a ti también.
Ares: —¡Que lo intente!
Heimdall: —¡En todas las peleas hasta ahora no habíamos visto un enfrentamiento así! ¡Dos héroes de casi las mismas épocas! ¡La cuarta pelea del Ragnarok da comienzo! ¡Luchen!
Odiseo reverenció con los modales apropiados de un rey, Hércules se mantenía firme en su posición. El anunciador nórdico se fue corriendo lejos para evitar ser dañado en el primer encuentro que tuvieran esos dos grandes héroes.
El hombre mitad humano mitad dios que ascendió al nivel de los dioses protegiendo sus puertas, envuelto en la gloria del renombre que ganó como humano ilumina como un sol la esperanza de las deidades, pero se enfrenta cara a cara contra el humano que sufrió algunas de las más grandes penurias divinas y fue determinante para que el bando griego ganara la guerra de Troya.
Después de un tiempo de espera entre los contrincantes, Hércules sonrió viendo a las pantallas que captaban su imagen.
Hércules: —Gracias, Brunhilde... —balbuceó con bajo volumen.
Odiseo: —Hércules, agradezco que aceptaras este terreno, me trae viejos recuerdos.
Hércules: —Cuando supe que serías mi oponente no pude negarme, y aún más que en los tiempos que libraron esta guerra, yo ya no vivía entre ustedes.
Odiseo: —Sí, una pena lo que te ocurrió, ¿Verdad?
Hércules: —Pero... —antes de continuar se preguntó internamente algo que había llamado su atención, mas no le prestó más importancia—. Me sorprende que decidieras que fuera el escenario en el momento que concluyó la batalla, y no antes.
Odiseo: —Tengo mis motivos, pero ea, que es un combate, no una charla, así que peleemos.
El héroe griego con una mano tomó su arco del carcaj que llevaba en la espalda, y con la otra mano tomó la espada de su cadera, la empujó en la cuerda mientras apuntaba a Hércules.
Hércules: —¿Estás seguro que...?
Odiseo notó lo que estaba ocurriendo y encogiendo su cuello se apenó.
Odiseo: —Ruego que me perdones —suspiró mientras colocaba el arco de regreso en su espalda—. ¡Son los nervios! No siempre se combate contra un ser que asesinó a sus propios hijos.
Aunque el héroe humano no había lanzado nada con su arco, el participante griego sintió decenas, cientos o miles de apuñaladas incrustándose en él. En su interior.
Hércules: —Tú... ¡Tú no deberías saber eso!
Odiseo: —Cosas de la vida —encogería sus hombros con una sonrisa casi perversa—. Te sorprendería lo que puedes leer en la biblioteca del Valhalla.
Las palabras anteriores de Odiseo tomaron sentido para Hércules, si bien normalmente no debía saberlo, ahora era claro lo que había pasado. Y quería tragarse sus palabras por haberle agradecido a la valquiria líder por enfrentarlo a él.
Hércules: —¡Maldición, Brunhilde! —gritó con clara molestia en su rostro—. Pero no obtendrás lo que quieres.
Sin previo aviso, Odiseo había emprendido marcha hacia Hércules con la espada en sus manos, y el héroe divino había levantado su garrote, preparado para acabar con la contienda.
Hércules ondeó un golpe horizontal de derecha a izquierda que habría mandado lejos a volar a Odiseo, sin embargo, no había impactado en nada. Por el contrario, sentía una ligera molestia en su pierna derecha.
Odiseo: —Hey —le silbó para llamar su atención, estaba detrás de Hércules—. Tu tamaño genera algunos problemas, ¿eh?
Los espectadores, quienes sí habían estado al tanto de todo lo ocurrido, estaban boquiabiertos.
En el momento en que Hércules había bateado su garrote de forma horizontal, Odiseo se había deslizado en el suelo y pasado por debajo del héroe divino, y de paso, cortado con la hoja de su espada una parte del lateral de su rodilla derecha.
Odiseo: —¿Tu condición divina te ha cambiado?
La sangre que derramaba estaba ahí, no era una ilusión ni un juego, realmente había hecho sangrar a Hércules en un descuido.
Odiseo: —Me pregunto si tendrás la valía para matarme igual que a tus hijos —levantó su quijada con una sonrisa agraciada en su rostro—. Claro, si es que no te ofende, dios.
Hércules: —Tranquilo... te quiere provocar... solo rompe su volund y deshazte de él —se aconsejó tomando un respiro.
Odiseo: —¿Cómo me quieres matar? —tomó su espada, la mecía de un lado a otro—. ¿Ahorcandome? ¿De un golpe? ¿Aplastándome? ¿O todas juntas?
Hércules: —Odiseo, lo diré solo una vez, ríndete y terminemos con esto.
En las gradas, un guerrero estaba molesto con el puño apretado al frente y su rostro disgustado.
Áyax: —Malditos dioses... ¿Qué esperan al traerme a ver esto? ¿Quieren que reciba más tortura? Yo debería estar ahí...
Telémaco: —Gran Áyax, no entiendo su disgusto por ver un enfrentamiento tan espectacular como lo será el de mi padre.
Áyax: —Niño estúpido, yo no estaría desperdiciando tiempo provocando, iría de frente para matar a Hércules. Odiseo no merece esa armadura, ni estar luchando por nosotros... ¿Un sujeto ingenioso será nuestra salvación contra el más fuerte héroe? ¡Calumnias de los dioses! —vio el momento en que Hércules salió herido. Al mismo tiempo, rugiría como león amedrentando a la deidad responsable de hacerlo ver esa lucha.
Odiseo: —¿Rendirme? Jamás.
Hércules: —¡Entonces ven y da la cara! ¡Luchemos de frente como héroes que somos!
Odiseo: —Oh, creo que diferiríamos en lo que significa ser un héroe.
Se agachó a gran velocidad y tomó una de las tantas armas dispersas por el campo de batalla Troyano, una lanza. Apuntó cerrando un ojo y la arrojó directo a la frente de Hércules.
La punta impactó en Hércules, quebrándose en su totalidad, luego, solo la madera caería al suelo. Y el dios la aplastaría de un pisotón.
Hércules: —Pudiste haber leído mucho en la biblioteca, pero parece que no leíste lo más importante —dio un paso hacia Odiseo, la lanza había sido aplanada—. ¡Las armas de los humanos no hieren a los dioses!
Odiseo: —Los héroes fallan en ocasiones.
El dios avanzó con todas sus energías a Odiseo, quien se preparó con su espada al frente, desviando el azote del garrote de Hércules, pero al mismo instante, rompiendo su hoja.
Sin detenerse a asustarse por su arma destruida, dio un giro en el suelo tomando distancia de Hércules, reincorporándose tan rápido como pudo y tomando su arco al mismo tiempo que partía las puntas de tres lanzas en el suelo. Las colocó en su arco y disparó hacia el torso de Hércules.
Hércules: —¡Ya te dije que no puedes herirme con eso!
Sin embargo.
Los espectadores gritaron asustados cómo las puntas de lanza se habían clavado en Hércules.
Heimdall: —¡Y Odiseo vuelve a herir a Hércules! ¿Pero cómo fue posible? ¡Disparó armas humanas!
Hércules: —No... ¿Cómo...?
Odiseo: —¿En serio preguntas? Hace un momento te pregunté si tu divinidad te había cambiado, y parece ser que sí, creíste que mi volund era mi espada porque pude herirte con ella. Pero eso tú mismo te lo hiciste creer.
Hércules se retiró las puntas de su torso, derramando sangre en el proceso.
Odiseo: —Aunque esto sea un combate a muerte y seas mi enemigo, te compadeceré, ríndete y terminemos esto aquí, no es del todo necesario que mueras.
Hércules: —¿Qué?
Odiseo: —Claro, tú me ofreciste piedad, yo lo haré también.
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