Capítulo 0: Prólogo
Solemnidad se derrochaba en aquella sala, personalidades de todas las características cohabitaban de forma ordenada. Postrados en tronos, aguardaban a las palabras del presidente del consejo, el consejo del Valhalla.
No era lo que alguien esperaría, no era alto e imponente, ni esbelto con elegancia, era un anciano. ¿Un anciano era el regente? Sí, y alguien con la capacidad de hacer temblar a casi todos los seres presentes.
Esa figura arrugada y vieja no era nadie más que Zeus, el líder del Panteón Griego.
Dirigiendo la reunión, hablaba sobre la peor creación de la tierra: los humanos.
Zeus: —Tras la última votación han pasado dos mil años. Ya que hemos estado respetando un acuerdo al que se llegó. No había razón para ponerlo a votación, pero las cosas han cambiado.
El regente solo iniciaba su monólogo.
Zeus: —La humanidad ha avanzado a pasos lentos, razón que ha provocado que en su progreso, otras especies se vean amenazadas o extintas —su voz era ronca, casi áspera, su edad se reflejaba cuando articulaba palabras—. No parece que entiendan, incluso, hace dos mil años, el hijo de Aquél dio su vida por ellos, pero hallaron la manera de despreciar su sacrificio.
La sala se llenó de conversaciones indistintas, pero algunos podían distinguir que se lamentaban lo ocurrido con el hijo de Él.
Zeus: —Así que, debo proponerles una votación definitiva. Los humanos han llegado muy lejos, y hemos sido muy piadosos con ellos.
El dios levantó sus manos, y dos lienzos se materializaron sobre ellas.
Uno con una tacha manchada con tinta, y la otra con un círculo.
Zeus: —Tacha para su extinción, círculo para más piedad. Elijan con sabiduría compañeros míos.
Pasaron algunos minutos, y la votación había concluido.
Un recuadro con el planeta tierra dibujado apareció al costado de Zeus, y dos porcentajes en distintos lados.
La votación había sido casi absoluta, solo algunos dioses habían optado por perdonarlos.
Zeus: —Entonces será así, la reunión de hoy...
La sala de reuniones se sacudió antes de que Zeus golpeara con su mazo para decretar el veredicto.
Una figura alada llegó por el cielo, descendiendo frente a Zeus, reverenciando en una rodilla y luego irguiéndose.
¿¿??: —No tienen derecho para decidir nada, Zeus. Él no tiene planes de extinguir a la humanidad.
Zeus: —Oh —los ojos abismales de Zeus se abrieron de la sorpresa al ver al hombre de pelo albino—. Arcángel Miguel, nos honra con su presencia.
Miguel: —No vengo por formalidades, griego, deshagan la votación.
Zeus: —¿El gran señor lo ha ordenado?
Miguel dudó, endureció su rostro, pero luego lo relajó y se arrodilló. Levantando su rostro y manos al cielo.
Miguel: —Oh, señor, grande señor ¿Usted aprueba esto?
El silencio reinó, Miguel aguardaba pacientemente de rodillas. Apretó los dientes y su pacífico rostro se alteró. Se puso de pie.
Miguel: —No lo aprueba, pero tampoco lo rechaza —apretó su puño, volteó a un lado haciendo un dejo de impotencia—. Pueden proceder.
Zeus: —Entonces que así sea.
Zeus iba a amartillar su estrado para hacer oficial la extinción, pero hubo otra interrupción. Un par de valquirias se abrieron paso por las escaleras del lugar, tenían una propuesta.
¿¿??—Con el debido respeto, dioses, si la decisión no ha sido absoluta, los humanos no pueden ser eliminados con tanta simpleza.
Thot: —Para seres simples, decisiones simples —articuló Thot, el dios egipcio de la sabiduría. Con exasperación continuó—: Guarda silencio y siéntate.
¿¿??—Señor Thot, usted mejor que nadie saber que hay una mejor manera.
El dios con cabeza de ave casi se levantó de su asiento. Estiró su mano al frente e hizo aparecer un aparatoso libro.
Al mismo tiempo que el dios examinaba las escrituras, la valquiria no se detuvo.
¿¿??: —No tiene que buscar más, yo lo tengo aquí —estiró su mano, otro libro apareció frente a ella, pero estaba abierto.
Antes de poder hablar, los cuervos parlanchines interrumpieron.
Hugin: —¡Cuidado con tus palabras, Brunhilde! —graznó con fuerza Hugin, el cuervo blanco.
Munin: —¡Estúpida, respeta la jerarquía y lárgate antes que alguno te fulmine! —graznó Munin revoloteándose, el cuervo negro.
Ambos cuervos en los hombros del dios nórdico Odín, quien solo arrojó una mirada penetrante al par de valquirias.
Brunhilde: —Está clara su superioridad, tanto conmigo como con los humanos, pero solo diré esto: El Ragnarok.
Miguel se alteró, avanzó hacia ellas. Los dioses quedaron pasmados.
Brunhilde: —Constitución del Valhalla, artículo 62, explicado en el párrafo 15 de la cláusula súper especial. Enfrentamientos 1 contra 1 entre dioses y humanos.
Las deidades seguían incrédulas. Miguel había caído al suelo de repente, arrodillado.
Brunhilde: —13 contendientes por bando, el primer lado que consiga 7 victorias será el ganador del Ragnarok. Si la humanidad pierde, su historia habrá llegado a su fin, mas en el improbable escenario en el que ganen, mil años más de vida le será otorgada a su especie.
Nunca antes había sido aplicada esa regla. La razón era simple.
(Leer de derecha a izquierda).
La impresión del momento había terminado, y las carcajadas no se hicieron esperar.
Las hormigas no tenían posibilidad contra botas, tal como los humanos contra las perfectas divinidades.
Hugin y Munin: —¡Tus propuestas son absurdas, Brunhilde! —graznaron los cuervos al unísono.
Los demás dioses balbucearon entre sí, dándole razón a los cuervos, no debían desperdiciar su tiempo en luchar contra ellos.
Brunhilde: —Oh... ya veo —cerró sus ojos—. La solemnidad de los dioses dicta evitar confrontaciones directas con seres inferiores, ¿No es así?
El interior de las deidades vibraban al son de las palabras.
Brunhilde: —Queremos destruir a ese virus sin luchar contra él, no queremos ser puestos en el mismo campo de batalla que ellos —musitó la valquiria casi para sí misma, parecía pensar en voz alta, pero todos los dioses fueron capaces de escucharla—. No me digan que ustedes... —habló con entonación creciente. Abrió los ojos con una mirada desafiante—. ¿Están asustados?
Aunque no lo reflejaron, los dioses se consternaron. Pero la valquiria no había terminado de hablar.
Brunhilde: —En ese caso olvídenlo... fue un error mío, sigan con lo que iban a hacer, olvidemos todo sobre esto.
El silencio tensó a la valquiria que acompañaba a Brunhilde, la sacudió desde su cadera, pues era más pequeña. Suplicaba que parara.
En lugar de que se ofendieran y atacaran a muerte al par de valquirias, sus risas se volvieron débiles, esos comentarios habían sido hilarantes e ingenuos. Pero la gracia en las palabras había desaparecido unos segundos después, acto continuo, un gran número de dioses se aferraron a sus asientos y destrozaron parte de ellos demostrando su molestia por la insolente valquiria. Algunos la maldecían, otros solo dedicaban miradas cargadas de furia, Brunhilde estaba tranquila, era el mismo tipo de reacción que esperaba.
Miguel seguía en el suelo, aclamando en silencio. Luego, abrió sus ojos y se levantó dando un aleteo con sus alas. Volteó a ver a Zeus. Solo asintió pero parecía frustrado.
Zeus: —¿El Ragnarok? Esa propuesta es... peculiar... o más bien, ¡Es fantástica! ¡Magnífica! ¡Magnífica! —exclamó con vigorosidad el raquítico presidente del parlamento.
El trono de Zeus se cuarteó mientras se ponía de pie, uno de sus brazos delgados se tornó voluminoso de un momento a otro. Luego el otro, y también sus piernas.
Zeus: —Esa es una buena... —nubes cubrieron la parte más alta del parlamento—. ¡Idea! —un portentoso trueno cayó frente a él, haciendo eco por varios segundos.
Extasiado por la fascinante idea, gritó preguntándoles a sus congéneres si era una buena idea, hacía tiempo que ninguna deidad mostraba su poder, antes de que le respondieran, dominado por la emoción, tomó su mazo de ceremonia y lo azotó contra su estrado, que junto con su puño, destruyó por completo. Creando un cráter alrededor.
El Ragnarok estaba decretado, Dioses Vs. Humanos, y las batallas pronto darían comienzo. ¿Quiénes iban a defender a su especie? ¿Quiénes triunfarían?
De regreso a su alcoba, las valquirias caminaron tranquilas, pero el entorno se volvió denso, y abrumador. Un hombre grande con cabello rapado a los lados y sin una mano caminaba hacia ellas. Portando una gran espada en su hombro.
¿¿??: —Brunhilde —seguía avanzando por los pasillos, parecía hablar al aire—. Más te vale que esto no lo hayas hecho enteramente por ellos... si es así... te mataré luego de mi pelea.
Sin cruzar miradas, siguió con su camino, directo a la arena de combate. Göll, la valquiria que acompañaba a Brunhilde y la menor de las trece hermanas, casi se había muerto de miedo.
En su habitación, la valquiria líder desplegó cientos de imágenes de humanos.
Brunhilde: —Ya tengo a mi primer peleador. Si él será el contendor de los dioses, no hay nadie mejor que él para oponerse a él.
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