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INAZUMA: Episode 1 [CAP-8]

CAPÍTULO 8:
CUANDO LA SANGRE PLATEADA LLORÓ

Las risas que iban de par en par por su presencia, cedió a la consecuencia de su longeva ausencia; sin desperdiciar ni un solo momento, el platino de su temperamento fue recto y sincero.
Había fallado, no se podía hacer absolutamente nada más, pero su aventura tendría un nuevo significado para una nueva venganza.

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¿Qué es lo que más amas en este mundo? Nunca le preguntarían eso a un extraño, ni aún desconocido ¿Y porqué a un conocido? Lo mismo para Aether, nadie le plantearía esa pregunta, pero el ya tenía una respuesta a cuestionamientos rebuscados; supongo que valía la pena arriesgarse tanto para él ¿Ganó algo con eso al descuidar sus más profundas conexiones? Todo su esfuerzo, motivación e inspiración reunidos durante su viaje fue como tirar un tacho de basura al fuego, al único hueco que había, sus probabilidades eran tan pocas y aún así fue derrotado, no físicamente, sino emocionalmente.

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Corte de Inazuma:
Exterior

Fue lo menos esperado pero lo más acertado, la octava de los once Heraldos Fatui estaba tan solo a unos pies de distancia de Raiden y Elyse entre la cortina de humo que desprendía el fuego de los alrededores y las masivas destrucciones y secuelas que dejaron las explosiones.

"La Signora" era la que se autoproclamaba la número 8, su gentileza idiotez la hacia un enemigo formidable, ya que era sumamente confiada, orgullosa, tal cual como Tartaglia; Raiden y Elyse solo la miraban con sus espadas en mano solamente esperando el acecho putrefacto que ella emanaba.

Debido a las escarchas de hielo a sus alrededores, ellas pudieron deducir que su afinidad elemental era "Cryo", aún así por más que esos detalles resaltaban como nunca, esa estrella dorada en el cielo que parecía que estaba cayendo directo hacia la Corte de Inazuma no daba esperanzas de que fuese algo causado por un humano; en cuestión, era la primera de muchas veces que El Viajero domaría los cielos.

-Signora: *Alzando su cabeza, mira a los cielos viendo esa espléndida belleza de un amanecer milagroso, y también horroroso* Vaya vaya... quien está haciendo ese escándalo allí por los cielos. *Jugando entre manos con el destructivo cristal, emanador de poderosas cantidades de energía elemental, el Gnosis Electro*

Y fue así como, detrás de Signora, finalmente esa misma fugaz estrella dorada descendió completamente de los cielos para caer en la Corte causando una explosión aberrante. La situación por si sola, sin incluir ni excluir ni una sola palabra, describía visualmente el resultado de la exhaustiva pelea que tuvieron Aether y Tartaglia; estaban los dos tirados en el suelo dentro de la Corte sangrando como nunca, irremediablemente lastimados y heridos.

Solo el que tuviese la voluntad de vivir, como el hierro incandescente cuando se funde y se forja, se levantaría de las cenizas y el polvo que desprendía los escombros y estructuras de este mismo. Sin duda, él fue el que se levantó. Tartaglia mientras estaba tirado, agonizando y desangrándose a un lado, Aether se levantó moribundo, con el impulso y voluntad más grandes de vivir se colocó cerca de Tartaglia, lo levantó de su miserable cuello que se torcia como el cuerpo de una lombriz, y lo empezó a golpear, una y otra y otra vez.

Parecía que nunca iba a parar, de verdad lo quería matar. Cada vez que lo golpeaba se veía la cara de odio de Aether, su más profundo infierno ardía en llamas negras que se destripaban en puños sin misericordia, en cambio para Tartaglia, estaba siendo un océano de sangre, su nariz, su boca, el escupitajo que daba lleno de sangre después de cada maldito golpe que recibía del Viajero, simplemente insoportable.

¿Increíble, verdad? ¿De verdad le ganó? Esa sería la reacción de Signora al darse la vuelta, indagar entre el polvo y ver qué en el interior de la Corte de Inazuma estaba su compañero, siendo brutalmente masacrado, torturado y golpeado por nada más ni nada menos que el hombre al que le dijo y preguntó si es que en verdad podría ganarle solo sin ayuda. "Una batalla grosera", y en serio que tuvo razón, lo fue.

Signora estaba descuidadamente perpleja y paralizada, de poco decir realmente, mucho más que eso; no podía creerlo, incluso llegó a pensar si su percepción de la realidad le fallaba, pero no, era lo que era, vió lo que vió, un despreocupado y olvidado campesino, Viajero, pasando la guadaña de la muerte por el cuello de su querido y onceavo Heraldo y más débil compañero. Tartaglia.

-Signora: ¿¡TAR-TARTAGLIA!? *Se giró para mirarlo, solo para saber que estaba siendo golpeado sin piedad alguna* ¡Qué fastidio que te haya ganado un pobre campesino! *Con irritación en su cara, de las congeladas antarticas escarchas de hielo alrededor, de manera tan sencilla sacó otra de su misma mano, tan afilada y fría como su sangre*

Sin ni siquiera poder percatarse, Signora lanzó esa fina, pero puntiaguda y pequeña lanza de hielo, hacia las costillas de Aether y este mismo del dolor, de la agonizante temperatura bajo cero que le provocaba cada una de sus venas y nervios, cayó casi moribundo y desmayado al suelo, con todas esas heridas acompañadas de vidas no salvadas.

Tartaglia no hizo más que intentar arrastrarse, mientras Signora la veía con repudio y odio, con desprecio, de como su compañero era vencido por un simple don nadie; antes de siquiera poder lanzarle un insulto a Tartaglia, el cuerpo de Signora se reventó contra la pared helada que su hielo desprendía, debido a un incremento y ataque de poder de la misma Raiden junto a Elyse a su lado. Era como una combinación de sus ataques.

Tirado en el suelo, con una espina de hielo clavada en la parte inferior de su torso, sus costillas, Aether abrió adoloridamente sus ojos intentando resguardar su esperanza de vida; se levantó, y en un impulso de adrenalina, noradrenalima, se sacó la espina hielo de hielo que tenía incrustada solo para darse cuenta de que Tartaglia con aires y suspiros de sobrevivir estaba intentando escapar.

Vientos fuertes soplaron de forma indescriptible, como si ráfagas incontrolables de aire interfirieran con Inazuma. Signora estaba tal cual sangrando como todos, sangrando de odio y rencor hacia los humanos que ella consideraba como "inferiores". Bastó un solo grito de ella para que las alas de ese inmenso dragón aleteasen.

-Signora: ¡DVALIN! *El mismo Dragón de la Tempestad era llamado por una Fatui ¿Cómo era posible que la mascota de un Arconte se inclinace ante seres tan despreciables como los Fatui? De todos modos, el dragón aterrizó en el suelo mientras escombros y ruinas ya desechas caían* No pensé que iba a tener que hacer esto... *Dijo ella mientras se subía en la montura del dragón* ¡TARTAGLIA, PEDAZO DE IDIOTA, VEN! ¡EL GNOSIS YA ES NUESTRO, TENEMOS QUE IRNOS!

Así como era de gentil y sarcástica, también lo era de grosera, ya golpeada y enojada por los ataques de Raiden y Elyse quienes solo estaban distanciados como medida de protección al ver el dragón de la Arconte Venti siendo manipulado por un Heraldo Fatui.

-Tartaglia: C-Carajo... ¿Porqué a-al menos no me ayudas? Tarada. *Con bronca en su voz, se notaba su frustración por la poca cooperación que Signora ofrecía*

-Raiden: ¿¡El dragón d-de-!? *Simplemente no le salían las palabras, demasiados cabos sueltos en una escena helada de sangre desperdiciada, en la cual ella solo miró a Aether viendo su pésimo estado* ¡A-AETHER! (Mierda... ¿Qué hago?)

-Elyse: ¡VIAJERO! *Ella intento acercarse a él ignorando la calamidad dragónica que hizo acto de presencia, pero cuando vió que ese era el plan de escape de Tartaglia y Signora, simplemente se quedó quieta mirándolos, al igual que Raiden*

Raiden mirando a Aether sangrar y también a la ruta de escape de ellos dos, que era el Dragón de Venti, tenía que decidir si impedir su escape o ayudar a Aether. Antes de que pueda reaccionar, la luz forjó el futuro que los látigos negros iban a desgarrar; Aether desprendía una horrenda aura negra, de la misma textura que cuando le provocó esa herida al guardia de la frontera. Unos extraños, disipados látigos oscuros salieron de él para detener a Tartaglia de escapar; nadie entendía nada, pero solo ellos lo entendieron, y supieron a qué se enfrentaban. Aether se levantó con los brazos colgando.

-Raiden: ¿¡Viajero... eso es...!? *Reaccionó rápidamente y miró a Signora, ella se preparó para atacar, pero ese era el dragón de Venti, no podía hacerle un daño mayor a la mascota de la Arconte del Viento*

-Aether: ¿¡A DÓNDE CREES QUE VAS!? *Con todas sus fuerzas, el interminable labor que hacían sus cuerdas vocales para sostenerse vivas después de la palidez ya sobrevivida*

-Tartaglia: ¡E-ESTA ENERGÍA, ES ENERGÍA VISHAP! ¿¡CÓMO UN CUALQUIERA COMO TÚ LA TIENE!? *Dijo él mientras esos mismos látigos lo amarraban del brazo*

-Elyse: ¡AETHER SOSTÉNLO AHÍ! *Sostuvo el mango de su espada electrificada tan soluble como pudo y lo lanzó entre centellas a Tartaglia; el silencio, la sangre que salpicó, no duró ni segundos antes de que cayera al piso*

Su impertinencia fue dudosa, fue terrible; su aroma empezó a congelarse, se disolvió en el ártico futuro que le deparaba. Signora vió como Elyse empezó a acercarse, y mientras ella corría, Signora desde la montura del dragón a una distancia escalofriante, acarició el suelo, y lo único que pudo ver Elyse antes de que esa lanza de hielo que parecía salir del suelo le atraviese el estómago, fueron los gritos desesperados de Aether.

-Aether: ¡ESPERA ELYSE! ¡DETENTE! *Esas fueron las últimas palabras antes de ver como la última comandante de Raiden salpicó sangre mientras caía al suelo inconsciente; una pobre alma inocente, arrebatada por la frialdad que desprendía un ser sin piedad*

Mientras la sangre de Elyse se derrochaba en el suelo, Tartaglia y Signora escaparon junto al dragón de la Tempestad, buen nombre para profecías que traían presagios y maldiciones, como lo era con Elyse. La primera en acudir lo más rápido posible ante la desgracia del platino reflejado en el piso, fue Raiden, quien se acercó y solo rogó para que Elyse no cierre sus penosos y adoloridos ojos mientras solo miraba a Raiden con miedo, el único miedo el cual era ver el infinito que representaba la muerte; pero tampoco faltó El Viajero, el cuál con sus últimas fuerzas agarrándose la costilla ensangrentada y rengeando fue junto a Elyse, y solo observó, casi en lágrimas el llanto de Raiden que estaba arrodillada en el piso agarrando en brazos a Elyse.

La tan perdida mirada vacía de Elyse se dirigió a Aether, y le extendió la mano, así como cuando se conocieron, pero está vez, sería cuando se despidieron, para siempre.

-Aether: ¡N-NO NO NO! *Él se agachó para mirar a Elyse, y rogó, pidió, arrodillado mientras veía la cara de Elyse que poco a poco se desvanecía* ¡El-Elyse por favor... debes... DEBES QUEDARTE PORFAVOR!

-Elyse: Ae-Aether... *No podía aguantar más, su voz era deprimente mientras que al extenderle la mano al Viajero este mismo la tomó, se aferró y luchó por pedir que los ojos de Elyse sigan llenos de vida al igual como lo era su divina personalidad* R-Raiden...

Ni una sola maldita lagrimeante palabra era pronunciada y orquestada por el llanto desgarrado de Raiden entre dientes, sus lágrimas caían por la pálida cara de Elyse, viendo como la vida se le iba a su última comandante; todo había pasado en una sola noche, perdió a sus 3 comandantes, miles de civiles muertos, ancianos, adultos, jóvenes y niños, y el robo del Gnosis Electro. Fue terrible.

-Raiden: *Le acaricio el cabello lentamente, intentado ver por última vez la cara viva de su subordinada* ¡N-No te vayas... simplemente... NO!

En la consciencia de Elyse pasaron sus últimos momentos, sus memorias, sus bellos y destacados recuerdos de dos amistades que jamás olvidará, y verá en el más allá.

Los mejores amigos que alguna vez tuvo, se reencontraría con sus caras en un mundo más benevolente y amable, en otro plano más justo, en el cual el destino no sea tan duro.


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