CAPÍTULO 8
—Maxwell —pronunció Jaime Blood mientras se mecía en una silla y miraba hacia la ciudad.
—Dime —respondió sin mirarlo, al igual que él se mantenía con la mirada clavada en las luces de la metrópolis.
—Hay algo que no entiendo, ¿dices que planeas exterminar a los Alterados porque son un peligro para todos, no es así? —James lo miró intrigado—. Bueno, a mi parecer tus motivaciones parecen más, personales, hay algo no nos dices -le sonrió de manera molesta. Maxwell aspiró ligeramente y lo miró sin parpadear, con aquellos ojos fríos que penetraban cual navajas.
—Escúchame atentamente, los motivos que yo tenga para hacer lo que hago no son de tu incumbencia, no somos amigos, ni mucho menos compañeros, trabajas para mí, así que no te metas en mis asuntos si no quieres volver al asqueroso agujero de donde te saqué. —Respondió ciertamente enfadado. Jaime se levantó con los ojos rojos y lo encaró.
—¿Qué dijiste? —preguntó frente a él, parecía que la cosa se pondría violenta. Hasta que un delgado hilo de fuego verde envolvió el cuello del velocista y lo hizo arrodillarse. Verónica apareció detrás de él.
—No puedes hacerme nada, compórtate o ella te pondrá en tu lugar —los demás lo miraban un tanto extrañados, James recuperó su compostura y sonrió—. Estamos por cambiar al mundo, tal vez no lo vean, pero lo harán, el juego comenzó y solo un equipo saldrá vencedor.
—Espero y eso sea cierto —dijo Harold llegando al lugar, tenía puesto un traje completamente oscuro, con algunas aleaciones metálicas lo cual le daba un aspecto mucho más extraño. James sonrió con los brazos extendidos como si le fuera a dar un abrazo.
—Lo es, mi amigo, en el tablero yo tengo las piezas ganadoras. Lo único que necesitamos es aplicar bien nuestra jugada. —Entrelazó los dedos y sonrió con malicia—. Prepárense, nos vamos a París.
El viaje de Los Defensores duró alrededor de un par de horas, estaban acostumbrados, pero Gwen era quien desde el inicio había resultado más maravillada. Abandonar su ciudad natal, viajar por los aires, convivir con héroes, todo había sido como estar en un sueño.
Y una vez que llegaron a París, simplemente no pudo contener su emoción. La nocturna ciudad era iluminada por millones de luces que la hacían parecer un páramo extraído de una novela de amor, sonrió y siguió mirando por la ventana.
—Gracias por traerme —besó repentinamente a Jack en la mejilla y él la miró feliz.
—No fue nada —respondió ruborizado.
—Chicos, debo ir a ocultar la nave así que deberán hospedarse en un lugar, para su suerte hice una reservación en un hotel.
—¿Tiene jacuzzi? —preguntó Quick.
—Tiene paredes y un techo, creo que con eso es suficiente, toma —le entregó un documento a Iron. —El hotel se llama Les Étoiles Brillent yo los alcanzaré en un rato.
Cooper dejó al equipo a toda prisa en una zona no muy pública, a penas y todos bajaron él se fue. Todos fueron directo hacia el hotel mientras admiraban las bellas calles parisinas, finalmente llegaron al hotel, un gran edifico lleno de luz y que a simple vista era muy atractivo.
Todos entraron, vistiendo ropa completamente normal, casi como si fuesen un grupo de amigos de vacaciones, en lugar de un equipo de superhéroes a punto de embarcarse en una misión.
—Permíteme los papeles de la reservación —dijo Evan, Iron se los entregó con cierta duda, caminó hasta el mostrador y comenzó a conversar con el gerente del hotel, con un francés tan fluido que parecía su lengua natal. Una vez que terminó de hablar le entregaron unas tarjetas—. Listo, ya solo es cosa de elegir cuartos —todos se le quedaron viendo.
—Eres una caja de sorpresas —se burló Cold tomando su maleta. Todos fueron directo a sus habitaciones, Evan tomó una de las tarjetas y al abrir para ver el cuarto vieron que era una suite de lujo.
—Este es el nuestro —dijo y empezaron a entrar, Gwen y Jack estuvieron a punto de cruzar la puerta cuando Evan los detuvo.— Dije que este es el nuestro, el de ustedes está en el pasillo —le entregó la tarjeta a Jack y cerró la puerta.
Ambos, completamente extrañados fueron a su habitación, Jack abrió la puerta, era un cuarto hermoso, lleno de detalles que no parecían ser muy comunes, una decoración un tanto más ''atractiva'' de lo usual.
Jack se acercó a una mesa de centro en la que había una botella de champaña y una nota, era del gerente del hotel, Jack la leyó y emitió una risa un tanto nerviosa.
—¿Qué ocurre? —preguntó Gwen mientras se estiraba y admiraba todo el lugar.
—Cooper nos reservó un cuarto un tanto... diferente. —Respondió como un niño a punto de dar un discurso ante toda la escuela.
—¿De qué hablas?
—Es un cuarto para parejas —admitió sonrojado. Gwen se rió al igual que él.
—La habitación es muy linda, es un gran detalle de parte de Cooper y el hotel —se acercó y tomó la botella—. Champaña, ¿esto es costoso, verdad?
—Un poco, sí, pero nada que no podamos costear —dijo abriendo la botella, el corcho salió disparado cual bala y la delgada espuma comenzó a salir. Sirvió el líquido brillante en un par de copas, le entregó una a ella.
—¿Deberíamos brindar? —dijo ella a modo de broma.
—Seguro. —Levantó su copa y ella igual.
—Entonces, un brindis, por... porque esta velada sea única. —Jack sonrió y ambos chocaron sus copas, Gwen bebió el líquido y abrió instantáneamente los ojos—. Jamás había probado algo como esto.
—¿Te gusta?
—Oh sí —respondió con las mejillas rojas.
—Bueno, pues a disfrutar.
Jack estaba tendido sobre la cama, había bebido bastante al igual que Gwen. Miraba tranquilamente el televisor, hasta que se dio cuenta que la película que veía estaba obviamente en francés. Se sintió como un idiota y se rió de si mismo.
—Oye, Gwen, dormiré en la sala si no te moles...ta —se quedó catatónico al verla salir lentamente del baño, con solo su ropa interior—. Gwen... ¿qué haces?
—Me pongo cómoda para ti —le sonrió de manera distinta—. ¿Te gusta?
—Ajá —respondió boquiabierto, no podía apartar la mirada de aquellas ligeras ropas negras que resaltaban de forma magistral su figura y su sensualidad. Caminó lentamente hasta la cama, se inclinó un poco y besó apasionadamente a Jack. Él correspondió tomándola suavemente del rostro.
—Te amo —dijo ella mirándolo. Jack sonrió una vez más.
—También te amo. —Gwen se colocó encima de Jack sin dejar de besarse, se cubrieron con una manta, y simplemente se dejaron llevar por el encanto de París.
—Rojita, Rojita despierta —dijo Quick con una voz muy suave y cariñosa, movió un mechon de cabello que le cubría la cara, Pepper abrió los ojos, se veía muy cansada.
—¿Qué hora es? —talló sus ojos y se incorporó.
—Son las diez de la mañana.
—¿Por qué me siento tan cansada?
—Es por el cambio de horario, no estás acostumbrada —respondió su hermano tomando su equipo.
—¿A dónde van?
—Iron, Evan y yo iremos a las instalaciones en donde tienen la pieza para la máquina, tenemos que asegurarnos de que está suficientemente protegida.
—¿Qué hay de nosotros? —preguntó Quick.
—No quisiera decir esto, pero pueden aprovechar y conocer la ciudad. Pero manténganse alerta por si necesitamos su ayuda.
—¿Qué hay de Jack? —preguntó Pepper bastante extrañada. Cooper sonrió.
—Digamos que él está algo ocupado —Pepper pareció enfadarse. —Nos vemos en un rato. —Salió de la habitación.
—Bueno, ¿tú que opinas, Rojita, quieres salir?
—Seguro, solo tomaré un baño y salimos —le sonrió.
—Excelente, te espero.
Una vez que Pepper estuvo sola se preguntó ¿A qué se refería Cooper con que Jack estaba ocupado? Mientras más pensaba en eso más se daba cuenta que la respuesta no le gustaría, suspiró y fue directo al baño.
Jack despertó lentamente, había dormido plácidamente en un colchón suave y en una habitación completamente fresca, volteó y se encontró con ella, seguía dormida, Jack sonrió, acarició delicadamente su espalda y se acercó a su oído.
—Hora de despertarse —susurró con suavidad y besó su mejilla. Ella se volteó, lo miró y le sonrió.
—Hola —dijo ella sin dejar de verlo.
—Hola —respondió de igual manera.
—Anoche... anoche fue increíble, jamás lo olvidaré.
—Yo tampoco. Te amo —nuevamente se besaron un buen tiempo. Jack se levantó, una vez que se colocó un pantalón fue directo al baño.
—¿Quieres bajar a desayunar o pedimos en la recepción? —preguntó ya vestida con una bata.
—Déjame ver si ellos ya están listos y bajamos a desayunar. —Se colocó una camiseta y fue directo a su habitación. Para su sorpresa Barry estaba afuera mirando su teléfono.
—Buenos días.
—Buenos días, Jack. —guardó su celular. Abrió la puerta de la habitación y se encontró con esta completamente vacía.
—¿Dónde están los demás?
—Iron, Cooper y Evan fueron a las instalaciones para ver si eran seguras.
—¿Solo ellos? ¿Por qué no me avisaron?
—Cooper dijo que estabas ocupado, y que solo iban a verificar, no pasa nada —mencionó despreocupado.
—¿Qué hay de Quick y Pepper?
—Ellos salieron a desayunar por su cuenta. Tal vez puedan alcanzarlos —le llegó un mensaje, lo leyó y comenzó a caminar.
—¿Y tú, que harás?
—Bueno, el Museo del Louvre cierra hasta las seis, Cold y yo lo visitaremos.
—Espero y les guste.
—Seguro que sí, nos vemos.
—Y yo que pensé que no veníamos de vacaciones. —Dijo una vez que se quedó solo en aquel pasillo. Volvió a la habitación, Gwen estaba observando detenidamente su traje y su visor.
—¿Qué se siente, ser distinto a los demás, ser un héroe?
—Es una responsabilidad, y muchas veces un peligro —le entregó su traje y de uno de los bolsillos de éste resbaló su diario. Jack se quedó unos segundos mirándolo, ni siquiera recordaba desde hace cuanto estaba ahí.
Gwen lo tomó y después de verlo unos segundos se lo entregó.
—¿Qué me dices si salimos a desayunar?
El edificio Lumière Solaire, era un recinto dedicado a la investigación y avance tecnológico, ahí es donde los mayores logros científicos franceses vieron la luz por primera vez.
Con mucha facilidad los tres Defensores lograron entrar ahí, al parecer el gobierno francés estaba en ''deuda'' con ellos tras verlos derrotar al gobierno en Nueva York, eso los impulsó, al igual que en todo el mundo, a revelarse contra sus opresores.
—Caballeros, por aquí —indicó el jefe de seguridad al verlos.
Los tres llegaron con él y se presentaron—. Los conozco a la perfección caballeros, y déjeme decirles que en verdad es un honor.
—Muchas gracias... —Iron miró su nombre—. Abélard.
—Puedo preguntar, ¿qué los trae a nuestras instalaciones? —preguntó con cortesía.
—Tenemos razones para creer que planean robar su tecnología para crear un arma de destrucción masiva. —Le contestó Cooper sin dilatar más el asunto.
—Que horror. Pero bueno, nuestras instalaciones cuentan con uno de los mejores sistemas de seguridad en el mundo, nadie entra o sale de aquí sin que lo sepamos.
—¿Y si el ladrón no es humano? —inquirió Evan mirando directamente una cámara de seguridad.
—Bueno, de igual forma pueden intentarlo. —Respondió completamente seguro de sí.
—Abélard, ¿podría mostrarnos las instalaciones? —dijo Iron.
—Por supuesto, caballeros, síganme.—Caminaron por los pasillos de concreto hasta llegar a una puerta circular, Abélard deslizó una tarjeta por un lector y la enorme puerta metálica se abrió.
El lugar era bastante amplio, y tenía un gran parecido a un museo, pero que en lugar de albergar arte en su lugar habían pasillos grandes que exhibían logros y proyectos científicos, áreas de investigación, laboratorios y unas cuántas áreas de recreación. Siempre con uno que otro guardia armado custodiándola.
—¿Por qué tienen esto a la vista y el alcance de todos? —preguntó Cooper al mirar el lugar y su curiso diseño.
—Estos están en exhibición ya que son proyectos completamente seguros, no representan una amenaza para nadie. Lo que ustedes buscan está abajo. —Siguieron recorriendo el lugar hasta que él los llevó a un largo pasillo lleno de guardias que protegían únicamente una puerta.
Abélard habló con el guardia a cargo y una vez discutido los términos volvió con ellos.
—Pueden entrar, pero necesito que dejen su armamento aquí —miraron a Evan, y sin chistar entregó su metálica mochila, el hombre asintió—Prosigamos. —Dijo con una sonrisa, pasó nuevamente su tarjeta y salió un panel electrónico, tecleó una contraseña y la puerta se abrió.
Era un ascensor, el cual solo tenía la opción de bajar y subir. Una vez que comenzaron a descender se dieron cuenta que en verdad el lugar a donde los llevaba era bastante profundo. El ascensor se detuvo y abrió sus puertas.
El lugar era significativamente más grande que lo anterior recorrido, parecía un enorme bunker subterráneo, pero igual que en el exterior, estaba lleno de extraños aparatos. Armas, tecnología, dispositivos, y muchas cosas parecidas estaban colocadas a lo largo de todo el lugar, puestos sobre estantes como si fueran obras de arte.
—¿Cooper qué es lo que buscamos? —preguntó Iron al ver los cientos de artefactos en el lugar.
—Eso. —Apuntó hacia un estante colocado en el centro del lugar. Se acercaron y Abélard pareció sorprenderse demasiado.
—¿Esto es lo que está en peligro? —en el estante, exhibido cual escultura había un pequeño pedazo de cristal de un color azul brillante.
—¿Qué es eso? —volvió a preguntar aún sin tener idea de lo que representaba.
—Es Viralyum —comenzó Cooper—. Es un cristal único, ya que ni siquiera es de este mundo. Cayó hace algunos años en un meteorito, el cristal tiene la particularidad de alterar la capa de ozono y el clima terrestre, con esto planeaban crear lluvias artificiales y así mantener los alimentos de manera segura, conseguir agua y detener las sequías, eso y muchas cosas más.
—Pero como siempre, el hombre solo piensa en sí mismo —enunció Evan de forma molesta—. Harían que un objeto tan útil como este terminara como algo peligroso para el mundo entero. No podemos permitir que la gente salga lastimada.
—Por eso necesitamos que nos la entregue, Abélard, para evitar una catástrofe.
—En verdad lo siento, caballeros, pero lo que me piden es imposible, esto está más allá de mis capacidades. — comenzaba disculparse, cuando de repente su radio sonó, uno de los guardias le decía que una mensajera llevaba un paquete para él. —¿Paquete? —dijo él confundido. El elevador llegó hasta el lugar.
—¿Como demonios pasó la seguridad tan rápido? —dijo Iron alerta. Las puertas de abrieron y Verónica Wilson apareció, dejó caer una caja y después de sonreír con sus ojos verdes y después aplaudió. Una gigantesca onda expansiva azotó el lugar, los cuatro fueron lanzados con tanta facilidad que parecía que estaban hechos de papel. Una fuerte alarma comenzó a sonar en todo el edificio, mientras que ella se acercaba con suma tranquilidad al cristal que había caído al suelo.
Iron abrió sus ojos con dificultad y la vio tomado el cristal, se levantó haciéndose de concreto. Ella se burló al verlo ponerse en guardia y listo para pelear.
—Veremos si sigues riendo una vez que te tire los dientes.
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