Solía pensar,
cuando era niña,
qué los objetos sienten
tanto como nosotros,
y es así que vi
mi sensibilidad,
y ahí comprendí
que algo pasaba.

Hay historias que nadie sabe,
sobre mí,
hay sentirse que no he dicho,
solo a mí.
Con las mismas ganas
y un nervioso ser
no me gusta expresar
quién soy en verdad.

Es que si sucedía,
terminaba fingiendo
que nada me dolía,
aunque sus palabras sí.

Me arriesgué varias veces
y me equivoqué,
atraje mis pensamientos,
un poco dolidos tal vez.

Ahí es dónde me digo,
miraré cómo crecen las flores como el alelí,
para concentrarme solo en ellas,
sin dolores que cargar.

Flores bellas,
que se marchitan con el tiempo,
aún así se ama su belleza,
sin concentrarse en qué morirán.

Y mi sensibilidad me advierte que
tarde o temprano lloraré por esto,
y me pregunto ¿vale la pena seguir así?

Pues no se encuentra lo que no se busca,
y a veces las ganas de buscar no son suficientes para encontrar.

Sin embargo, vale la pena sí.
amar a una flor en poco tiempo
que no amar y marchitarse
por la culpa del "y si..."
"hubiera", "quizás... "Algún día..."
hoy prefiero ser la que guía.

Y amar, lo que en algún momento se marchita.