Capítulo 3
Narra Keklyn
Hoy decidí salir una hora antes de casa para llegar de primera y organizar todos los turnos. Como voy con tiempo aprovecho para pasar a comprar flores, yo soy amante de las flores y más si son exóticas. Compro cuatro ramos de unas importadas y dos de unas regionales.
Sin distraerme con nada más decido ir a la cafetería y ya hay alguien esperando afuera, ¿por qué la gente madruga tanto? Acelero el paso y es Alain.
—Ves, no me llamaste.
Automáticamente pongo los ojos en blanco.
—¿Y el número?, ¿crees que soy adivina o qué?
Él suelta una risa boba —Por eso vine, perdón, me olvidé de ponerlo.
Le entrego las flores y busco las llaves para abrir la puerta. Después de pasar le digo que las deje sobre la barra mientras voy por unos jarrones.
—Pues no te tengo tan buenas noticias —hablo mientras acomodo las flores en los jarrones. —Te íbamos a contratar, pero no hallamos tu número y justo después llegó otro chico y mi madre lo contrató.
Observo su cara y se ve triste. —¿O sea que no?
—Si me dejas terminar... —él asiente y sigo —El otro es un economista y pues ya sabrás que funciones va a realizar, pero yo te quiero contratar a ti, creo que nos serás más útil. Estás contratado.
Él no puede evitar celebrar y yo no sé qué decirle a mi madre. Según yo, pienso crear un nuevo menú y con eso aumentar las ganancias pero creo que me va a tocar sacrificar mi sueldo mientras se van viendo reflejadas las ganancias.
—Muchas gracias por la oportunidad mi mamá va a estar muy feliz.
—No hay de qué. En la tarde vienés y te entrego el contrato, nos vemos en la tarde.
Él frunce el ceño y niega. —Voy a empezar desde ahora.
—Bueno... Por cierto, a qué horas estudias.
—Ya estoy en prácticas.
Genial, he escuchado que el gobierno ofrece unos alivios económicos a las empresas que contratan a estudiantes para sus prácticas. Creo que ya no tengo de qué preocuparme por lo que diga mi madre.
No pasa mucho hasta que llegan Andy y María, nos sentamos todos en los taburetes de la barra y les doy la nueva noticia.
—Él es Alain, el nuevo pastelero y panadero —les digo a ambos y no pasa desapercibida la cara de terror de María.
—¿O sea que ya no tengo empleo? —pregunta María y yo niego.
—Tú seguirás aquí, con tu mismo salario y funciones.
Ella se pone la mano en el pecho y respira con dramatismo —Por fin le pondrás oficio a esos hornos.
—Sí, habrá un nuevo menú y...
Suena la campanilla y es el nuevo economista.
—Buenos días —saluda y todos respondemos en coro —Llegué tarde o...
—No, nosotros llegamos temprano.
«Por primera vez» susurra Andy y María ríe, los otros aún no saben de mis llegadas a deshoras.
—Él es el nuevo economista —él en vez de sentarse del otro lado de la barra viene y se queda de pie junto a mí. Y ahora que lo pienso no sé su nombre.
—Será un placer trabajar con ustedes.
A ambos chicos les presento a los demás y les indico sus funciones, puede que ahora sea mesera pero sigo siendo la jefa.
—Yo tengo una propuesta acerca del menú, lo de los desayunos están bien, también podríamos vender refrigerios en cajas bonitas, está muy de moda.
En estos momentos estoy muy positiva así que... —Sí, dime que necesitas para ir a buscar y comenzar a hacer promociones.
—Yo tengo una propuesta, pero no tiene nada que ver con el menú —dice el economista y le hago señas para que diga su propuesta —Mi familia tenía una librería y después de la liquidación nos quedaron muchos libros así que podemos cambiar un poco y transformarnos en una cafebrería.
Parpadeo varias veces y observo a los demás.
—La verdad no sé por qué no había pensado en esto antes, me parece una muy buena idea ¿Qué tal les parece a ustedes?
María y Andy asienten —¿podemos vender alcohol los viernes por la noche o los sábados? —pregunta Andy.
Está decisión si tendría que ser consultada con mi madre porque ella siempre quiso que fuera un lugar muy pulcro y familiar.
—No sé, tendríamos que hablar con Helena. Y como planeamos hacer remodelaciones hoy solo trabajamos hasta medio día para organizar todo. No siendo más, empecemos a trabajar.
Yo como todos los días paso revista y como todo está bien enciendo el letrero.
—¿Me explicas como funciona todo?
Lo observo a o los ojos —Discúlpame, la verdad no sé tu nombre y sé que estaba en tu hoja de vida, pero no me fijé.
—Lewis.
Asiento varias veces dudo en decirlo, pero hay final lo digo, aunque no me parezca —Lindo nombre.
Le explico cómo funciona los precios y le hablo de los descuentos especiales para estudiantes y le entrego una copia de las finanzas con algo de recelo, voy a estar muy pendiente de él porque no quiero correr con la misma suerte de su negocio familiar.
Alain está haciendo muy buen trabajo, ese olor a pan fresco más el de los huevos con tocino de María están atrayendo mucha gente, más de lo normal y me mantengo bastante ocupada.
Al llegar el medio día doy gracias a Dios cuando por fin me siento a comer el refrigerio, cometí el error de venir con zapatos de tacón y me están matando.
—¿Qué tal? —le pregunto a Lewis el cual se encuentra sentado frente a mí.
—Muy rica es una de las mejores donas que he probado.
Río y niego —No me refería a eso, sino al trabajo.
Él me mira y ríe —También estuvo muy bueno, no pensé que venderíamos tanto.
Alain se nos une y se ve feliz. Veo que Mary y Andy toman su refrigerio y lo guardan.
—¿Se van? —no puedo evitar preguntar y más porque iba a darles detalles de la renovación.
—Sabes que mi hijo no espera —dice María a lo que se le dibuja un gesto de felicidad en el rostro.
Andy por su parte viene y se despide con un beso en la mejilla.
—Tengo que entrenar, hasta pronto muchachos.
Nos despedimos y ambos se van y yo quedo observando la puerta.
—¿Novios? —inquiere Alain.
Niego y mi cabello se sacude tanto que un mechón va a parar al vaso de Lewis.
Mi mirada lentamente va a su cara y luego al vaso. Lo único que puedo hacer es sonreír mientras él saca el mechón de cabello del vaso.
—Perdón, no fue mi intención.
—Tranquila, no me iba a tomar lo que quedaba —asiento mientras me limpio con una servilleta.
—Que torpe —escucho que susurra Alain.
—Iba a decir que es mi primo.
—Tienen un leve parecido —mira su reloj y luego hacia el exterior del local —Yo los dejo, muchas gracias por la oportunidad y nos vemos el lunes.
—No hay de qué.
Él va por sus cosas y sale dejando un agradable olor a pan detrás de él.
—Te envío por correo todo lo pertinente a la remodelación, ¿te parece? —Lewis me observa y asiente.
—¿Te vas a quedar?
—No —elevo un pie y señalo mi dedo gordo —Estoy esperando que mi madre venga por mí, me duele mucho el dedo.
—Te acompañaría con gusto, pero quiero desempolvar los libros.
Por mi mente pasa la vaga idea de pedirle que me venda o regale unos cuantos, más lo dejo pasar.
—No te preocupes, no ha de tardar.
....
Tres horas después.
Pensé que mi madre iba a venir por mí más no fue así. Estuve esperando tres horas y nada, llegué a pensar que le había pasado algo pero resulta que se quedó dormida después de que la llamé.
Trato de meter nuevamente la llave dentro de la cerradura y no puedo.
—Cuidado partes la llave —dice mi madre al abrir la puerta. —Perdóname, estaba tan cansada que me quedé dormida.
Me da un beso en la mejilla y solo asiento. Dejo sobre el comedor las donas que le traje y subo a mi cuarto.
Sé que si me subo a la cama ahora, no me vuelvo a levantar así que paso derecho a tomar un baño.
Mientras me ducho escucho ruido en mi habitación.
—¿Mamá? —cierro la llave para esperar una repuesta —¿Mamá, eres tú?
—Sí, hija vine a...
—A bueno.
La interrumpo con un grito y sigo en lo mío. Mientras el agua corre por mi cuerpo observo mis pies y están bastante rojos e inflamados.
Salgo del baño y la ventana está abierta, demasiado abierta y el viento frío hace ondear las cortinas. Lo que me hace pensar que el inverno ya viene y acá en esta zona del país pega muy duro.
Procedo a vestirme, tenía la idea de acostarme a dormir para descansar los pies, pero el hambre no me deja. Bajo lentamente los escalones y escucho voces en la cocina, por lo que bajo más rápido.
Llego y encuentro a mi mamá hablando con una vecina.
—Hola, Keklyn —saluda la señora Brown apenas me ve. —Vine a invitar a tu madre a una noche de chicas pero dice que no quiere dejarte sola.
—Ve, yo estaré bien —ella me mira esperando que lo confirme de nuevo. —Ve, después de comer me iré a dormir.
En rostro de mi madre se dibuja una sonrisa y de inmediato sube a vestirse.
—¿Cómo te ha ido? —pregunta Nathalie.
Nathalie Brown es la señora alegre del barrio por así decirlo, ella y su esposo suelen hacer fiestas para adultos y esas cosas, aunque también es la chismosa del barrio.
—Me ha ido muy bien gracias a Dios.
Ella hace sonar las uñas contra la mesa del comedor.
—¿Ya tienes novio?
La miro a los ojos —No es mi prioridad.
Ella sonríe y elevaba una ceja —No sabes de lo que te pierdes.
Decido no contestarle y continuó sirviendo mi comida. Mi madre baja ya lista y se ve preciosa. Antes de irse cierra todas las ventanas y puertas.
—Te cuidas hija, no le vayas a abrir a nadie.
—No te preocupes cuídate tú también.
Las acompaño hasta la puerta y Natalie antes de salir me dice «diviértete» y hace un gesto con sus dedos. Solo río al entender la referencia.
—¿A qué horas llegas?
Mi madre mira a Natalie —Cuando salga el sol, no la esperes despierta —dice Natalie y solo asiento.
Vuelvo a la cocina y me dispongo a comer. Después de lavar la loza pienso que haré, ya se me quitó el sueño y apenas son las seis de la tarde.
Voy a mi habitación y me pongo a ver videos en YouTube, pero me aburro así que dejo el celular de lado y me paro frente al espejo. Hoy me siento sexy; muerdo mi labio inferior y sonrío.
Busco el celular y llamo a mi amigo Edward.
—Estoy disponible para ti —digo apenas contesta, él solo ríe.
—Ya sabes cómo esperarme, llego en 5 minutos.
Como es de costumbre voy y dejo la puerta un poco abierta. Subo y me desnudo frente al espejo, a él le gusta que lo espere con el cabello suelto y apenas vestida con una bata de dormir blanca casi transparente.
A Edward lo conocí en el colegio, me gustaba, pero no tanto como para hacerlo mi novio, así que se convirtió en mi mejor amigo. Después de que terminé con mi exnovio nos volvimos muy cercanos, tanto que terminamos cogiendo cada vez que mi madre sale. También hay ocasiones en las que, viene cuando ella está dormida, hubo un mes en que vino casi todos los días y al parecer mi madre no se dio cuanta.
Bien podríamos ir a algún motel, pero no, nos gusta la adrenalina.
Escucho que cierran la puerta y me acomodo en la cama, se escuchan los pasos lentos y pesados al subir las escaleras. Segundos después se abre la puerta de la habitación y ahí está él.
—Hola —lo saludo y veo que trae algo en las manos.
Se acerca y me da un beso corto pero calentador —Esto estaba en la puerta.
Me entrega lo que parece ser un sobre o una carta, el hecho es que es un papel totalmente negro con unas letras amarillas. Le doy vueltas y no tiene remitente y... lo dejo sobre la mesita de noche, en este momento mi prioridad es otra.
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