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San Valentín, 6:45 am
Rodó los ojos al salir de su habitación, su madre había adornado todo el apartamento con globos de corazones y serpentinas. Lo hacía cada año desde que ella cumplió seis, mentiría si no se emocionaba antes por eso, pero luego cuando entras a la secundaria y ves que todo el mundo tiene pareja menos tú, bueno, hasta ahí llega esa emoción de San Valentín. Y es que, de cierto modo era aceptable, sólo las personas con pareja se sentían emocionadas ese día, ¿O no?
—Recuerda que debes traer a tu novio a la cena. —Le avisó su madre terminado de verse en el espejo del pasillo. Ella sólo asintió y se dirigió a la cocina para prepararse algo de desayunar. Decidió escoger lo más fácil, cereales. —Tu hermana vendrá con su esposo a las cinco, ¿Estarás aquí o con tu novio?
—Con mi novio. —Su madre sonrió por esa respuesta. Lea terminó de comer y tomó el autobús hasta su Universidad, al entrar volvió a rodar los ojos por todo el decorativo que habían colocado. En las puertas de los salones había cupidos pegados y en las escaleras había un grupo de chicos entregando flores a todas las personas que pasaban cerca; en el techo habían globos de helio rodados en forma de corazón y a simple vista podías ver a todas las parejas enamoradas tomadas de la mano o dándose besos ignorando al resto. El día perfecto para las personas solteras, sin duda. Alguien la tomó por la cintura y tapó sus ojos.
— ¿Qué tal preciosa? ¿Lista para tu día de San Valentín? —Le susurró Zac en el oído. Ella se sonrojó un poco por el cumplido y se apartó lentamente de él para estar frente a frente.
—Veo que me has traído chocolates. —Sonrió, Zac asintió entregándole la caja.
—No pude comprar las flores porque la floristería la abren a las nueve. —Le explicó. —Espero que no hayas hecho planes, porque este día será sólo para los dos. —Le sonrió.
—Vaya pero que romántico. —Le dijo. —Espero que los doscientos dólares valgan la pena. —Él rió y la tomó de la mano hasta llevarla a su salón de clases. — ¿Cómo sabes que tengo clases aquí?
—Te dije que me contaron todo lo que debía saber de ti. —Le guiñó el ojo y ella se sonrojó un poco.
— ¿Por qué haces todo esto de las citas? —Le preguntó sentándose en una de las sillas.
—Ahorro para ir a ver a mi hermana en Chile. —Le respondió. —Su esposo consiguió una oferta de trabajo y ella tuvo que irse también.
— ¿Es horrible no?
— ¿Qué cosa? —Frunció el ceño.
—Tener a la persona que quieres lejos de ti.
—Demasiado diría yo. —Suspiró. Lea frotó su espalda animándolo un poco, él le sonrió por eso.
—Irás pronto Zac. —Le dijo.
—Cambiemos el tema, por favor. —Pidió, ella asintió.
—Cuéntame algo divertido de las otras citas. —Él pensó un poco y rió.
—Una vez salí con una chica a una fiesta de su facultad y terminé con ella en el baño aguantando su pelo para que no se llenara de vómito, fue asqueroso. La chica ahora me ve con culpa.
Lea carcajeó, Zac la miró extraño porque no era tan gracioso lo que él le había dicho. Negó varias veces hasta que se fijó un poco en cómo era ella físicamente y pensó que era linda. Sí, pensó que era linda y al darse cuenta de eso volteó rápido la mirada. Ella paró de reír y se lo quedó observando, ella pensó lo mismo de él.
Vaya, ¿Quién lo diría no? Ambos miraban a otro lado incómodos por pensar de esa manera sin saber que el otro había considerado lo mismo. A esa clase de cosas yo le llamaría destino, porque él sólo da señales que pocas personas pueden presenciar.
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