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Veinte.

¿Debía empezar por la versión larga, la que se remontaba a diez años atrás, o debía pasar a un rápido resumen sobre cómo se encontraba la situación? A mi lado, Jia no despegaba la vista de Avril, seguramente haciendo lo mismo que había estado haciendo ella antes: elegir si era alguien en quien confiar o no.

Sin embargo, yo confiaba en la hermana de Mina porque necesitaba desesperadamente apoyos. La traición de Kasper me había dejado tocado, y ya no estaba seguro de quién más podría trabajar para él dentro de mi manada... además del resto que habitaban en Nueva York, por no hablar de los miembros del Consejo.

Me humedecí el labio inferior, ganando algo de tiempo.

-Necesitamos recuperar a tu hermana –dije, ganándome una fulminante mirada por parte de Avril-. Alguien de dentro de mi manada me ha traicionado y se la ha llevado consigo; creemos que al mismo sitio donde se encuentra Thomas.

El rostro de la chica se descompuso al mencionar a mi hermano menor. Sus labios se fruncieron y sus ojos verdes me contemplaron con cautela, vigilando por el rabillo del ojo a Jia, que parecía enfadada conmigo por el hecho de que hubiera hablado antes siquiera de comprobar que estaba de nuestro lado; yo ya sabía de antemano que lo estaría: la vida de su hermana y su lo-que-quisiera-que-fuera-para-ella, mi hermano Thomas, estaban en peligro.

-Vale –suspiró despacio, como si estuviera mentalizándose-. ¿Cómo es posible que Mina esté... secuestrada? Chase se marchó a Blackstone con los gemelos porque mi hermana se lo pidió. ¿Qué me he perdido?

-Mi hermana Rebecca –su nombre me supo amargo.

A pesar de compartir lazos de sangre, Rebecca había conseguido hacerme entender qué era lo que significar odiar a alguien hasta querer verlo muerto y bajo tierra; había tenido que dar muchas vueltas al tema, pero había llegado a esa misma conclusión: aquella competición solamente terminaría con alguno de los dos, muerto. Preferiblemente, ella.

Habíamos creído que habíamos cerrado ese capítulo diez años atrás, cuando mi padre había conseguid enviarla a Willard y Mina había regresado a su pueblecito, convirtiéndose en cazadora; años después se había casado, seguida la boda del nacimiento de sus mellizos.

Entonces todo se había retorcido hasta que habíamos acabado en aquella tensa situación.

-Creí que estaba encerrada –musitó Avril, mirándonos a Jia y a mí alternativamente-. Hace diez años que debía estarlo...

Solté una seca carcajada mientras sacudía la cabeza de un lado a otro.

-Mi Beta me traicionó y estuvo planeando junto a mi hermana su huida –le expliqué, notando una punzada en el pecho al pensar en Kasper; era mi amigo, casi mi hermano... y no había dudado en elegir a mi hermana por encima de mí, de su Alfa-. No he sabido lo que sucedía hasta hace poco; al parecer, mi Beta visitaba a Rebecca en Willard y ambos llegaron a crear un plan que funcionó. Ahora mi hermana busca venganza.

Me di cuenta que los labios de Avril se habían puesto blancos de la fuerza que hacía con ellos.

-¿Esa es la mujer que envió a Mina al hospital y nos hizo creer a todos que Chase había muerto? –adivinó con un tono ronco.

Asentí con un seco gesto.

-Voy a matarla con mis propias manos –gruñó Avril.

Jia se removió a mi lado, no le estaba sentando nada bien estar tanto tiempo en silencio.

-Me temo que ese placer me pertenece únicamente a mí –repuse, encogiéndome de hombros.

La mirada de Avril recorrió la sala de estar del hospital, como si hubiera caído en la cuenta en ese preciso momento de dónde se encontraba. No sabía siquiera cómo había dado con nosotros en aquel hospital, pero necesitaba desesperadamente su ayuda; mi contador estaba vaciándose a marchas forzadas y tenía a un sustancioso grupo de personas deseando tener mi cabeza servida en una bonita bandeja.

No era una estampa de futuro que me emocionara mucho, la verdad.

-¿Cuál es el plan? –quiso saber Avril con una feroz energía; sus ojos verdes chispeaban, dándome la sensación de que tenían vida propia-. ¿Tienes suficientes hombres para ir a por Mina y Thomas? ¿Sabes dónde se encuentran?

Su macabra alegría por destrozar a Rebecca era contagiosa.

Jia me lanzó una mirada de advertencia, conminándome a que no hablara más de lo necesario. Seguía creyendo firmemente que Avril no era una persona de confianza, aunque yo sí.

-Tendremos que esperar –le pedí a la hermana de Mina-. Aún tengo un par de asuntos pendientes que arreglar.

-Eres el nuevo señor de Willard –intervino Jia, aclarándose la garganta-. Tienes unas responsabilidades...

La corté de golpe con un aspaviento de mano.

-Gillespie se hará cargo de ello –le aseguré, sin desviar la mirada del rostro de Avril-. Le avisaré en este preciso momento para que lo ponga todo en marcha.

No podía contar con los miembros de mi manada porque no sabía si habría más traidores entre ellos; sin embargo, al convertirme en señor de Willard, había conseguido un buen pellizco de hombres lobo a mis órdenes que podrían suplir la falta que habían dejado. Tampoco nos vendría mal la presencia de algunos cazadores, de alguien que pudiera dar su testimonio sin que se nos acusara a los licántropos de haber tergiversado la situación; incluso tenía intención de hacer una rápida llamada a alguno de los miembros del Consejo que habían decidido darme una pequeña oportunidad.

Hice un gesto de espera con mi dedo índice y saqué mi teléfono móvil.

Sabía a quién debía llamar en primer lugar.

-Alice Iwata –aquella forma de saludar tan fría y profesional me arrancó una sonrisa.

-Alice, soy Gary –la saludé con formalidad-. ¿Sigue tu madre confiando en mí o ha decidido pasarse al Lado Oscuro?

Escuché el gruñido de Alice. Nuestra relación había mejorado notablemente desde que había decidido alejarme de manera definitiva de su hermana Hope y me había disculpado con ella por todo el daño que le había causado; además, era una de las mejores amigas de Mina aquí, en Nueva York.

-Las apuestas señalan en tu contra, Harlow –ladró y tuve la sensación de que la había despertado... y encima con el pie izquierdo-. Pero mi madre aún sigue dándote el beneficio de la duda. ¿Qué ha sucedido para que hayas decidido marcar mi número de teléfono?

Me mordí el interior de la mejilla, buscando una forma de planteárselo en la que Alice, al final, no estuviera gritándome desde la otra línea que no descansaría hasta verme decorando su salón.

-Es Mina.

Alice ahogó una exclamación.

-¿Qué le has hecho, Harlow?

-No sé si las líneas son seguras para que pueda hablar de ello, Alice –respondí con cautela; lanzando una rápida mirada por encima de mi hombro, comprobando que Jia y Avril no se hubieran enzarzado en una pelea-. Pero es importante.

-¿Tienes algo? –se interesó Alice, refiriéndose a Rebecca.

-En cuanto tenga una línea segura, os enviaré toda la información que he reunido –hice una pausa, humedeciéndome los labios-. Ya no sé en quién confiar.

Aquella repentina confesión me salió por sí sola, sin que mi cerebro pudiera filtrarla. Mi tono estaba cargado de sinceridad y era parte de lo que me estaba destrozando; siempre había tenido muy claro quiénes eran los buenos y los malos, incluso quiénes eran amigos y quiénes mis enemigos; la traición de Kasper había conseguido trastocarme, hundiendo su garra en mi interior y removiendo la oscuridad que conseguí encerrar en una parte de mí, creando pequeñas grietas.

Las circunstancias me estaban empezando a superar, a afectarme de manera profunda.

Alice suspiró hondo, casi apiadándose de mí.

-Todo esto acabará pronto –prometió.

Cerré los ojos y recé para que así fuera. Quería cerrar ese capítulo de mi vida; quería tener la oportunidad de seguir adelante y quería dejar de hacer daño a personas que se cruzaban en mi camino; nos encontrábamos en aquel hospital por mi culpa, por culpa de mis errores que había cometido.

Si aquel día, en aquel almacén, hace diez años, hubiera cogido la pistola y hubiera apretado el gatillo, no nos encontraríamos en aquella tensa situación. Yo seguiría siendo Alfa de mi manada y no tendría a la mayoría de miembros del Consejo pidiendo a gritos mi propia cabeza; aunque ¿qué hubiera sucedido con Kasper? No tenía ni idea de cuándo había comenzado su relación con Rebecca, de por qué había decidido traicionarme para conspirar con mi hermana en mi contra.

-Mina estará bien –continuó Alice, consciente del silencio que se había instalado entre ambos-. Es una mujer fuerte.

Sonreí casi sin ganas.

-Todo el mundo me lo dice –reí-. Y yo no puedo evitar pensar que ya no la conozco, que la Mina que me pidió que me convirtiera en el padrino de uno de sus hijos es una completa desconocida; que ya apenas queda nada de la chica que conocí hace diez años.

«De la chica de la que me enamoré.»

Sufría cada segundo que pasaba sin saber cómo se encontraba Mina. La joven recepcionista del hospital no había parecido alarmada cuando le había preguntado por ella; eso quería decir que Mina se había ido con Kasper de manera voluntaria, quizá engañada por mi amigo.

-Gary, hay heridas que deberías dejar que cicatrizaran –me recomendó, pero me era imposible.

No era la primera vez que escuchaba ese consejo, además de una gran variedad de ellos; todo el mundo me pedía que abandonara mi pasado, que no mirara hacia atrás y siguiera con mi vida. Pero ninguno de ellos sabía que tenía a Mina grabada a fuego en mi cabeza... en mi corazón; lo que creí que era un simple capricho, una nueva presa a la que perseguir para que saciara mi apetito, se convirtió en algo mucho más gordo. Algo que llevaba arrastrando diez años.

No hay nada más jodido que estar estancado tanto tiempo en la «friendzone», pero yo era algo masoquista. Una pequeña parte de mí seguía fantaseando como si fuera un puto quinceañero el momento en el que Mina decidía abandonar definitivamente a Chase para elegirme a mí.

-Habla con tu madre, por favor –pedí, haciendo caso omiso a su anterior comentario-. Pero adviértele que no haga correr todo lo que te envíe entre los miembros del Consejo; no estoy seguro de cómo lo utilizarían alguno de ellos.

Alice captó la indirecta que iba implícita en mis palabras y me prometió que hablaría con su madre; no alargué más tiempo del necesario aquella conversación y colgué tras un seco «adiós». El siguiente objetivo que me marqué fue hablar con el pequeño Gillespie; el hombrecillo no tardó en deshacerse en halagos hacia mí, pero lo corté de golpe, ordenándole que preparara a todos los hombres que estuvieran disponibles y que estuviera pendiente al teléfono.

Podría haberme deshecho de ese molesto licántropo, pero Natasha había confiado en él cuando había sido señora de Willard, y yo tampoco tenía interés en perder a un efectivo que podía utilizar en mi provecho.

Regresé hasta donde me esperaban Avril y Jia, cada una sentada a una buena distancia de la otra y lanzándose dardos con la mirada; la hermana de Mina había decidido sacarse un café y ponía muecas con cada sorbo que daba. Jia, por el contrario, seguía bastante atenta con su ordenador.

-Los licántropos de Willard ya están preparándose –le informé a ambas-. Y necesito una línea segura para poder enviarle a la consejera Iwata unas informaciones.

Jia alzó ambas cejas.

-¿Vas a mezclar en esto a esa mujer? –inquirió con un leve timbre de reproche.

Compuse una sonrisa irónica.

-Esa mujer puede ayudarnos si las cosas se ponen feas, Jia –le recordé con amabilidad-. Necesitamos gente que nos ayude a atrapar a Kasper y a Rebecca.

-Hablando de Kasper... ha utilizado de nuevo su teléfono móvil –anunció Jia con orgullo-. No he podido rastrear a quién ha realizado la llamada, pero ha sido en la zona del Bronx; siguen en el hotel.

Golpeé la máquina de cafés que tenía más cerca con frustración.

-Debemos ir de inmediato –sentencié con voz ronca.

-Tu prioridad es saber dónde se encuentra Rebecca –me contradijo Jia entre dientes.

Avril dio un brinco en su asiento, agitando el poco café que le quedaba.

-La vida de mi hermana está en peligro, pelirroja –intervino, temblando de rabia.

Jia entrecerró los ojos, molesta por el calificativo que había utilizado, que en sus labios había sonado como un insulto. Tuve que reconocer que me gustaba esa chispa que tenía Avril, la misma que había mostrado en algunas ocasiones la propia Mina; casi podía ver por qué Thomas se había fijado en ella.

-Mina está relativamente a salvo en manos de Kasper –pronunció con deliberada lentitud-. Rebecca la necesita viva para poder chantajearte, Gary.

Cerré los ojos, tratando de poner algo de orden en mi cabeza. Jia tenía razón respecto a Mina, sobre lo que Rebecca buscaba de ella; a pesar de la obsesión que todavía mantenía Rebecca sobre su pasado, Chase se encontraba lejos de sus garras. Sin embargo, primero quería zanjar un asunto que llevaba arrastrando desde hacía tiempo: deshacerse de mí.

-Quiero que me informes de cualquier movimiento sospechoso que haga Kasper –ordené y Jia asintió, satisfecha con haberse salido con la suya-. Y quiero que envíes un par de hombres a vigilar el hotel, por si acaso nos falla tu rastreo.

No dije una sola palabra más. Di media vuelta y me dirigí apresuradamente hacia la habitación en la que se encontraba Arlene; necesitaba tiempo solo para poder reflexionar sobre todo lo que había sucedido. Mi parte animal me exigía que saliera de aquel hospital y fuera tras la pista de Kasper para poder traer a Mina de regreso; la irritante vocecilla de Jia se coló de nuevo en mi cabeza, recordándome que, de hacerlo, perderíamos la oportunidad de encontrar a Rebecca y, por ende, dar con mi hermano Thomas.

Me desplomé sobre la misma silla de plástico que había utilizado desde que había decidido pasar más tiempo junto a Arlene y me masajeé las sienes con fuerza, tratando de aclarar un poco las cosas; el único sonido de la habitación que se escuchaba era la máquina de respiración asistida y mi propia agitada respiración. Mis ojos se clavaron en la zona del vientre que estaba tapada por una manta de manera casi inconsciente.

Debajo de todas aquellas capas de piel se encontraba mi hijo. Una criatura en la que nadie tenía muchas esperanzas puestas; el doctor había sido sincero al respecto: no había muchas posibilidades de que el bebé sobreviviera. Quizá debería sentirme aliviado si se daba el caso de que Arlene abortara debido a la gravedad de las heridas que había sufrido; si el bebé desaparecía, mi relación con aquella chica se cortaría de raíz y podríamos olvidarnos el uno del otro.

Mi mente viajó de inmediato a Natasha, a la cruel historia de su vida. El aborto al que se vio obligada a someterse hizo mella en ella, convirtiéndola en una criatura sedienta de venganza; antes de ello, Natasha había sido una chica alegre, como lo había sido Arlene cuando habíamos coincidido en aquella discoteca.

No quería que Arlene se convirtiera en alguien como Natasha, porque sabía que me culparía a mí directamente de la pérdida del bebé...

La mano me tembló cuando la dirigí hacia el vientre de Arlene, pero notaba la imperiosa necesidad de palpar la zona, aunque fuera por encima de las mantas, intentando imaginarme que esa cosita que crecía dentro de ella podía sentirme. Podía reconocerme como su padre.

Rocé con cuidado el vientre de Arlene y se me formó un nudo en la garganta. No sabía el futuro que me deparaba, ni siquiera sabía si esa cosita tendría alguna posibilidad de seguir adelante; Rebecca me lo estaba arrebatando todo poco a poco, cumpliendo así con su amenaza.

Apreté los dientes con rabia.

-Es guapa –observó una voz a mi espalda.

Pillé a Avril mirándome desde la puerta, con cierta timidez.

Volví a mirar a Arlene, que seguía ocultándose bajo vendajes debido a la multitud de heridas que había recibido por el ataque de esos lobos.

-Supongo –coincidí.

Avril ladeó la cabeza.

-¿Es tu novia? –quiso saber.

Meneé la cabeza.

-Nos conocimos en una discoteca –le expliqué-. Y mi hermana decidió que debía ser eliminada.

-Jia me ha dicho que está embarazada.

Maldije en silencio a Jia por querer enredar más la situación.

-No fuimos con cuidado –dije.

-¿Por qué tu hermana te odia tanto? –preguntó la hermana de Mina-. No le encuentro sentido... sois hermanos, compartís la misma sangre.

Esbocé una sonrisa carente de humor.

-En ocasiones, compartir lazos de sangre no sirve en absoluto.

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