♡ Parte Cuarenta y Cinco
Nayeon
No quería hacer esperar mucho a Mina, no quería que le doliera y probablemente ni supresores compró, así que rápidamente me vestí para ir a la farmacia a comprar lo que me pidió.
Dos cajas de preservativos y una pastilla del día siguiente, creo que era suficiente para todo su celo, le preguntaré luego.
Me sentía irradiada de felicidad, podía sentir una leve excitación por parte de ella por el reciente vínculo pero lo ignoraba mientras ya estaba cerca de la casa.
Solo podía escuchar leves quejidos en la parte de arriba. Toda la casa, exceptuando la habitación de Mina, estaba sola.
No perdería el tiempo en observar todo cuando fácilmente podría estar con mi omega feliz y pasando su celo.
Cuando entré, apenas pude mantenerme de pie porque en un segundo la tenía colgada a mí como koala gimiendo en mi oído, seguía siendo muy tierna aún así.
A veces no podía creer que hace unos meses deseaba tenerla a mi lado y estaba mal porque no podría cumplir ese deseo, y que ahora la tenía pegada a mí, sonriendo, abrazandome, besandome.
A veces no podía creer que me correspondiera pero un beso o un abrazo más tarde era suficiente para que estuviera feliz.
Me senté en la cama teniéndola en mis muslos donde repentinamente sentí movimiento, al parecer ya había empezado su segunda ola de calor porque lloriqueaba de vez en cuando y quejaba.
— ¿Por qué te fuiste, alfa? — preguntó con la voz más dulce que ella podría tener. Reconocí que no estaba dominando ella, sino su lobo porque literalmente ella me había mandado a la farmacia.
— Por lo que me pediste, omega — respondí apenas porque que estuviera dando pequeños saltos en mi erección no era como que me dejara muy estable o muy cuerda.
Acerqué la bolsa donde tenía los preservativos y la pastilla, la coloqué en la mesita de noche para que cada que necesite uno ahí estén.
— Mgh... Atiendeme, alfa — ansiosa, la tomé de las caderas para sentarla más firme en el bulto de mi pantalón.
Ella estaba totalmente desnuda y gruñó quitando mi camiseta.
Su cuerpo era una escultura bien tallada, era perfecto.
Cada lunar que había en ese hermoso cuerpo se me hacía perfecto, porque lo eran, eran pequeñas estrellas bonitas en su cuerpo que servía como galaxia. Su piel pálida hacía resaltar más aquellos lunarcitos que me encantan.
Algunos músculos de su abdomen se marcaron con el movimiento que ejerció en mi bulto, y yo pestañeo varias veces para hacerme reaccionar. Tomé iniciativa de dejarla en la cama para quitarme la ropa que ella había intentado quitar pero solo logró con la camisa y el sostén.
Era intensa la mirada que me daba pero me encantaba que me mirara así, me encantaba que me dejara estar con ella.
Cuando quité todo la volvi a tomar de la caderas para sentarla en los muslos, gemí por sus lindos labios uniéndose con los míos y sus muslos acomodándose para frotar su intimidad con mi entrepierna.
Era tan cálido volverme a sentir dentro de ella que se me olvidó poner el preservativo de nuevo, ahí estaba la pastilla de todos modos pero se suponía que debía usarlo.
No me dió tiempo para pensar en sacar uno cuando comenzó a saltar en mi erección, y sus pechos estaban tan bonitos cerca de mi rostro que no me contuve a lamer y mordisquear, escuchándola gemir y sintiendo que apretaba mis hombros con sus manos.
El como gemía con su voz suave cerca de mi oído 'Alfa', me fascinaba, todo lo que ella estaba haciendo ahora me fascinaba.
La tomé de las caderas y acaricié para luego sentarla sin mucha rudeza en mi erección, siguiendo cuidándola porque no quería ir a comprar ninguna pastilla para el dolor, mas bien no quería que ella sintiera dolor.
— Alfa... — dijo mientras yo me guardaba mis ruidos para concentrarme en que ella disfrutara — ... ¿No usaste condón? — pareció volver en sí mientras me miraba pero no paró de moverse encima mío, cosa que me hizo dificultar hablar.
Negué apretando los labios porque en realidad no quería hablar ahora, no cuando seguía saltando sobre mi erecto miembro.
— Mina, si sigues moviéndote tan bien no podré decirte mucho — confesé solo recibiendo que me sonriera y besara. Por mis labios entreabiertos pude sentir su lengua acariciando la mía y cerré los ojos disfrutando de todo lo que me hacía.
— Entonces no digas nada, alfa, y sigue atendiendome — estaba segura que me volvería loca esta mujer. Era una diosa.
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