La omega estaba dormida en el pecho de su alfa, enredando sus brazos en su cuello y asomando su cabezita en el hueco que había entre esta y el hombro de ella.

Mientras tanto, Mina tenía posicionado sus brazos entre la pequeña y fina cintura de Nayeon, disfrutando su cercanía.

Hoy pensaba en que cuando llegaba la madre de la omega y su propia mamá -ya que eran amigas-, le pediría quedarse en la casa de Nayeon, para descubrir las actividades que entretenían a la omega y quizás armar algunos planes con la señorita Im, quizás ir al cine o alguna feria, puesto que sabía que a Nayeon le gustaban esas cosas.

Pero ella quería llegar más lejos, saber las cosas que a la omega no le contaba a cualquiera por vergüenza, saber sus gustos más raros, afirmar su teoría de que a la omega le encantaban las caricias que le brindaba por las tardes en su jardín.

Pudo divisar a dos mujeres mayores, caminando en su dirección y sonriendo enternecidas ante la escena de sus dos hijitas brindándose cariño. Pues el enamoramiento de la alfa no pasa desapercibido ante las mamás, reconocían que las dos eran niñas pequeñas, pero mientras que las dos estén cómodas y seguras de lo que sienten, no tienen ningún problema ante su relación amorosa, que claro está, no parece quedar en una simple amistad.

Las mamás saludaron a las dos niñas, por más de que la omega estaba profundamente dormida.

La mamá de este lo cargo en sus brazos y le dio un merecido "muchas gracias, cariño".

Justo cuando Mina le estaba por pedir a su mamá ir a quedarse a dormir en la casa de Nayeon, está hablo primero.

“¿Quieres ir a quedarte con Nayeon, verdad?” pregunto con una sonrisa juguetona.

“¡Es mi omega!, debo cuidarla muchito...” exclamó la alfa con un puchero.

“Bien, tranquila. Puedes ir.” Dijo su mamá, acariciando su cabecita. “Pero primero iremos a buscarte ropa para dormir a la casa, porque no pienses que dormirás con eso.” Agrego.

“Está bien, mami...” respondió Mina, mostrando su característica sonrisa gomosa.