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Extraña despedida

Terminé esa semana de escuela evitando por las mañanas pasar por aquella esquina. No sabía cómo enfrentar a Elios luego de haber soltado aquellas palabras. Había quedado como una tonta. No lo niego, ese rubio presumido es realmente guapo y es tan misterioso que dispararía la chispa de la curiosidad en cualquier chica. Pero, aún así, no lo imagino como alguien que me pudiera gustar, o incluso que gustara de mí.

Ni siquiera para alguien invidente soy atractiva, nunca me he considerado así. No podría interesarle a alguien tan… ¿tan qué? ¿Qué tenía de especial Elios? Nada venía a mi mente como respuesta a eso, solo la imagen de él sonriendo de esa forma tan confiada y orgullosa.

Aún rondaba mi cabeza, por mucho que Sigit, con sus vagos intentos, tratara de hacerme pensar en otra cosa como las clases. Al menos me acompañaba y conversar con él era bastante agradable y normal, no como con Elios.

-Kayla.- mi madre abrió la puerta de mi habitación sacándome de mis pensamientos.- Ah, estabas estudiando.

-¿E-eh? Sí, estudiaba.- era cierto que lo hacía, pero, desde hacía ya varios minutos, soñaba despierta.

-Necesito que vayas al mercado a comprar unas cosas.- dijo mi madre apenada por interrumpir mis estudios.

-Está bien, mamá, de todas formas necesito despejar mi mente.

Tomé lo necesario para las compras y, tras vestirme y alistarme, salí a la calle mirando al cielo casi despejado y soltando un suspiro en sonrisa.

No era tan mala esta nueva casa después de todo. Nuevo barrio, nuevos amigos… bueno, Sigit tal vez era un comienzo de amigo, pero Elios era más bien una molestia.

Me causó una risa leve el pensar cómo sería Elios y Sigit siendo amigos. De seguro no se soportarían. ¡¿Qué?!

Frente a mí, así como si el mundo no importara, a la última persona a la que quería ver. Elios se acercaba a mí, con su bastón tocaba el suelo y su despreocupada expresión… 

¿Qué hacer? Si le hablaba, corría el riesgo de que me dijera a viva voz cualquier insulto que le apeteciera y, además, con razón.

Ya casi estaba frente a mí y los nervios no se disimulaban. Me aparté del camino e intenté pasar por su lado sin que me notara. Tal vez ni siquiera se daba cuenta de que era yo.

Caminé hacia el lado contrario y me crucé con él dejándolo atrás. Solté un suspiro de calma, pero luego escuché ese sonido metálico contra el suelo. Al voltearme, vi su bastón en el suelo. Giré los ojos y lo recogí dándoselo.

-Gracias.- dijo sonriendo.

-De nada…

-¡Ja!- chillé cuando él gritó.- ¡Sabía que eras tú!

-¿Qué rayos?

-¿No me ibas a saludar? ¿O es que me estás evitando?

Maldigo la hora en la que esa sonrisa se cruzó en mi mirada. Era imposible no responderle. Simplemente no me sentía capaz de privarlo de una respuesta.

-Lo siento si fue así…- dije apretando los puños, pues aceptarlo no era sencillo.

-¿Acaso me tienes miedo?

-Pero… ¿Tú te oyes?- mi tristeza se convertía en rabia ante sus preguntas tan absurdas.- Por supuesto que no te tengo miedo ¿A qué le voy a tener miedo de ti?

-A que de verdad te termine gustando.-
me sonrojé a más no poder mientras daba un par de pasos hacia atrás. Era atrevido hasta la médula. No sabía cómo lidiar con esa actitud.

-Eres un engreído.- se puso serio de repente.- No sé qué estás tramando conmigo dándome la mitad de tu número o diciendo que me terminarás gustando ¡Dime ya! ¿Qué planeas engatusándome de esa manera?

Elios se quedó unos segundos igual de serio, pero luego sonrió. Casi me molesto otra vez por esa actitud, pero su mano volvió a reposar sobre mi cabeza cuando se acercó a mí. Bajé la mirada e hice un puchero.

-No hagas esto como si me tuvieras lástima.- dije en un tono bajo y algo molesto.

-Tú sientes lástima hacia mí.- respondió sin tapujos.

-¿Qué?- levanté la mirada y negué tanto con mi cabeza como con mis manos.- ¿Qué dices? Jamás tendría lástima hacia ti… - me apresuré a decir.

-¿Entonces me odias?

-No te odio.- recapacité.- Bueno, de vez en cuando me sacas de mis casillas, pero eso no quiere decir que te odie.

Levantó su mano de mi cabeza retirándola lentamente y su semblante parecía meditar mis palabras una por una. Eso me hacía sentir aún más nerviosa, era peor que sentir que me analizan con la mirada.

-Entonces, no te desagrado.- concluyó.

-Supongo que no…- desvié mi mirada.

-Me basta.- su respuesta me hizo sorprender.

-¿De qué hablas?

-¿Te acompaño?- suficiente pregunta con reverencia incluida para que bajara mis armas y mi corazón saliera desbocado de mi pecho.

-S…solo voy al mercado…- dije con la voz entrecortada.

-¿No quieres que vaya contigo?

-No dije eso…

Ajustó la forma en la que sujetaba el bastón y me tomó del brazo haciéndome caminar. Casi me da un infarto cuando hizo eso, por lo que me moví apartando su mano de mí.

-¿Qué haces?

-¿No vas al mercado? Está del otro lado de la calle, enana.

-¿Qué?- no podía caer más bajo, era la segunda vez que un ciego me daba direcciones.- Bien, vamos entonces.

Aunque hablamos poco, no era tan mala la compañía de Elios. De hecho, era bastante cortés. Noté que, para no poder ver, tenía bastante soltura, aunque lo atribuí al hecho de que había crecido en ese lugar y de seguro estaba acostumbrado.

Me ayudó con las compras, pero cuando salimos, unos gemelos se acercaron corriendo a nosotros y me dejaron desconcertada. Me percaté de que se dirigían a Elios.

-Jefe, hay gente sospechosa por la zona.- dijo el niño, lo que hizo que Elios se pusiera muy serio.

-Kayla, espero que me disculpes.- me sonrió al decir aquello y se fue a paso muy rápido con un gemelo a cada lado de su persona.

No pude decir nada, ya que se fue apresuradamente. Sin embargo, ese único momento me había planteado más interrogantes aún sobre el rubio que tan raro se me hacía. ¿Por qué ese chico lo había llamado “jefe”? ¿Gente sospechosa? Y… de ser así ¿Elios iría a luchar contra ellos?

Mi mente estaba más cargada que antes de salir de casa, pero algo sí me hizo decidir. Aún me quedaba otro día libre del fin de semana. Al otro día, aún si tenía que perderme mil veces, daría con Elios y hablaría con él.

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