Basura en la playa
El mar...
¿Cómo describir aquello a alguien que no ve? No sabía siquiera si Elios alguna vez había visto. Era un reto que me había puesto y yo solo me había quedado callada. En silencio, aún impactada por esas palabras. Una suave brisa comenzó a soplar, moviendo ligeramente nuestros cabellos.
-Es inmenso... tal es así que no se puede dominar con los ojos. Se te escapa y aún así lo tienes justo frente a ti. Refleja la inmensidad del cielo aunque no es tan grande. Aún así la calma que da el suave movimiento de las olas llega a apaciguar el corazón.
Otra vez silencio, tal vez, solo el susurro del agua en movimiento creando espuma frente a nosotros. Él sonrió levemente y mi corazón volvió a acelerarse debido a esa imagen tan hermosa. Siquiera la belleza del mar junto a nosotros era comparable a la de esa muestra de felicidad tan natural en él.
-¿Nos sentamos un rato?- su voz me sacó de mis pensamientos y me hizo buscar, por reflejo, un lugar para descansar.
Aún mi voz no volvía a salir de mí tras haber dado aquella descripción. Siquiera sabía si le había gustado o si había entendido lo que quise decir. Noté que caminaba, pero no como normalmente. Me hizo recordar a ese día en el parque cuando lo vi tan extraño. Rodeé su brazo con el mío para poder guiarlo. Reaccionó incómodo, aunque yo solo sonreí.
-Se me ha metido arena en los zapatos y es incómodo caminar así.- dije para justificar mi agarre, aunque estaba ligeramente sonrojada al hacerlo.
-Vaya si eres torpe.- respondió con esa sonrisa vampiresca y orgullosa.
-¡¿Por qué me tienes que insultar?!- reaccioné soltando su brazo con molestia.
-Porque eres torpe.- siguió caminando con soltura.
-¿Estabas... fingiendo?
-Sip.- solté un gruñido.
-¿Por qué lo hiciste?- lo veo ir y sentarse en un banco cerca de los árboles.
-Sencillo.- se encogió de hombros.- Quería saber cómo reaccionarías si me veías actuar así de nuevo.
-¡No juegues conmigo, rubio!- gruñí.
-No lo hago. De hecho, fue bastante tierna tu... "justificación".
Me estremecí por eso, y claro, los colores fueron a mi cara como si esta fuera la meta de un maratón. El dobló su bastón y lo guardó en su bolsillo manteniendo aquella sonrisa. Dando un golpe en la arena con mi pie, fui a su lado a sentarme también.
-Apuesto mi bastón a que estás sonrojada.
-¡No lo estoy!
-Oye, hace años que no uso audífonos por los ruidos fuertes. No me hagas usarlos por tus gritos, ¿sí?
-¿Qué?- aunque ese comentario debía hacerme sentir ofendida, me dejó con una gran confusión. ¿Serían esos tapones que había usado recién?- ¿Qué es eso de audífonos?
-Nada importante.- soltó mientras se recostaba en el banco como si de un mueble de su casa se tratara.
-¿Qué te cuesta decirme, Elios?- dije apretando los labios.
-Saliva, tiempo, energía y soy muy vago para gastar todo eso.- volvió a sonreír.
-Bien, como quieras. No sé ni por qué me convencí de que confiabas en mí.
-Nunca he dicho que no confíe en ti.- ¿me podía poner más roja? Si es que ya lo estaba entre mi molestia y sus coqueterías.
-¿Y entonces por qué rayos no me quieres decir?
-Porque no quiero.- simple, como si eso lo explicara todo.
-Eres un creído.- me crucé de brazos.
-¿Y eso ahora a qué viene?
-A nada.- me hice la difícil para provocar lo mismo en él.
-Bien.- pero su actitud de "no me importa" solo me puso peor.
Refunfuñé una vez más y le di la espalda. Una vez más, me la había jugado. Di un suspiro para tratar de relajarme, pero... ¿Cómo hacerlo cuando veo y siento su brazo por sobre mis hombros? Me ericé, por suerte no lo notó, pero sí, obviamente, el entumecimiento de mi cuerpo.
-¡¿Qué descaro es este?!- dije apartándome.
-¿Podrías solo hacer silencio y disfrutar del paisaje?
-¿Paisaje?- cuando miré al frente, noté la hermosa vista que nos acompañaba, era cierto que el mar estaba bello, y el momento también, pero algo lo interrumpió.
-¡Hermano Elios!- esa voz interrumpió el momento y me hizo casi pegar un brinco del asiento.- ¡Hermano Elios, estabas aquí!
Cuando volteé a ver, reconocí a aquel chico que había visto en la tienda y mi mano fue instintivamente a la herida de mi brazo. ¿Quién era este chico?
Obviamente estaba interesado en Elios, pero... Este no reaccionaba como si lo conociera. Más bien, sonreía con una especie de odio. Tomó mi mano y se levantó tirando de mí, llegando a colocarme tras de él encarando al chico.
-¡Hermano Elios, estaba preocupado por ti! Hace tanto que no vienes a casa.- ¿casa? ¿Acaso era su hermano de verdad?
-No sé quién eres.- dijo el rubio secamente.
-Soy yo, hermano Elios, soy Fabián. Ha pasado mucho tiempo y no me debes reconocer, pero...
-Cállate un poco.- volvió a hablar con ese tono.
-¿Elios, qué está pasando?- dije aún tocando mi brazo.
-Kayla, ¿qué te hizo este niño para que le tengas tanto miedo?- mientras la brisa soplaba, mi atónito rostro no tenía igual.
¿Cómo lo supo? Ese niño actuaba con inocencia y preocupación y, aún así, Elios mantenía la guardia en alto. Además, de que me mantenía todo el tiempo tras de sí. Debía confirmarlo, pero... de hacerlo, la cosa iba a dejar de ser una bonita cita en la playa.
-Elios... este chico... ¿Lo conoces?- dije con una seriedad extrema, tanto en mi cara como en mi voz.- ¿Tiene algo que ver contigo?
-Para nada...- su respuesta, sumada con ese encogimiento de hombros, fue suficiente para mí.
-¿Me prestas tu bastón?- troné mis dedos al apretar los puños.- Prometo no romperlo.
Mientras Elios sonreía por mi actitud y me cedía con disposición el objeto, Fabián nos miraba a ambos, sin entender la situación y con un atisbo de miedo al ver que yo también sonreía con esa vampiresca expresión.
-Tienes dos minutos para explicar tu presencia aquí, chiquillo. Y vas por uno y medio.- la mirada asustada que Fabián me devolvía, me hacía entender que este no era para nada su plan.- ¿Cómo es eso de que eres hermano de Elios y de que lo extrañan en casa, cuando él niega conocerte?
Tomando el bastón por el mango y levantando la punta en dirección al niño para de por sí mantener la distancia, mi expresión era de amenaza, pero mis pensamientos estaban cada vez más confusos. Aún estaba muy molesta por haber sido herida por él y esa furia era la que hablaba por mí, pero no quería que Elios supiera de ese incidente.
-Yo... yo...- Fabián parecía asustado, tal vez, más de lo que esperaba.- ¡Lo siento! ¡Yo estaba preocupado por mi hermano Elios!- rompió en llanto yendo casi como si de un bebé se tratara a abrazar al rubio.
Sin embargo, mientras este esquivaba el abrazo, yo le dejaba un buen golpe en la cabeza a Fabián debido al bastonazo que le había dado. Cayó en la arena de cara mientras Elios reía con un notable tono de burla.
-Este chico es en verdad mentiroso.- declaró por fin mi amigo.
-Buen chichón que se ha ganado por esta escenita.- dije aún bastante enfurecida mientras le devolvía el bastón a Elios.
Mientras el entrometido chico se limpiaba la arena del rostro con notable asco, el rubio lo tomó por la parte trasera de la chaqueta y casi lo levanta en peso al ponerlo de pie otra vez.
-¿Sabes? No es fácil hacerme enojar, pero acabas de convertirte en una de las personas que más miedo me pueda tener.- nunca había visto a Elios tan atemorizante, hasta llegué a sentirme un poco nerviosa, aunque sus palabras no fueran dirigidas a mí.
-Elios, espera. No le vayas a hacer daño.- traté de que el ambiente cambiara un poco.- Me molestó, pero... déjalo, es solo un niño.
Los ojos de Fabián se abrieron de par en par al escucharme defenderlo. Cuando Elios lo liberó de su agarre, el chico solo me miró con los ojos aguados.
-¿Por qué me has defendido...?- dijo con la voz entrecortada.- Yo... te lastimé...
-¡¿Qué tú qué?!
El grito de Elios se escuchó por todo el lugar. Ya no estaba siquiera enojado. No, ahora parecía que se iba a comer el mundo de solo volver a decirle alguna palabra. Aún así, me aventuré a reaccionar para calmarlo poniendo mi mano en su pecho, evitando así que fuera a lastimar más aún a aquel chico, porque esa era la dirección a la que iba cuando lo detuve.
-¡Kayla, aparta!- me pidió, aunque casi parecía una orden.
-Cálmate. Si sigue así, se va a hacer en la ropa. Está muerto de miedo.- traté de apaciguar al rubio con mis palabras.
En efecto, Fabián estaba temblando en el lugar. Petrificado y sin poder reaccionar de la impresión que le daba el rostro de Elios.
-¿Qué quieres entonces?- me dijo girando el rostro hacia otro lado.
-Que tengamos una conversación civilizada. ¿Es eso tan difícil?- pedí, asombrando aún más con esa actitud a Fabián.
-Mira quién habla de civilizado. La que arremete contra las cabezas de los chicos con un bastón de ciego.- jodidamente, no perdía su encanto.
-¿Podemos solo ser pacíficos? Toma ese golpe como mi venganza por la herida que me hizo, ¿vale?
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