¿A dónde vamos?
-¿Dónde estudia Elios?
-Kayla, no te pongas igual que él.- me decía Sigit haciendo un facepalm mientras yo reía.
Ya era el tan esperado día, solo faltaban dos horas de clase y la semana escolar habría acabado. Tomando como algo positivo el que Elios y Sigit se conocieran, quise darles de su propia medicina y atiborrar al moreno con mis preguntas. Aunque el hecho de hacerlo no significaba que las fuera a responder. Casi siempre me soltaba quejas o evasivas, o simplemente me decía algo muy obvio de Elios que yo ya sabía.
-Solo quiero saber, Sigit.
-¿Para qué? ¿Harás lo mismo que hizo él de colarse en tu escuela?- giré los ojos sonriendo con picardía.
-Tal vez.- era casi imperceptible, pero noté una leve sonrisa.
Cuando sonó la campana para la próxima clase fui a mi asiento notando que mi lápiz se había caído al suelo. Al agacharme para recogerlo, la manga de mi uniforme se levantó dejando ver el vendaje que cubría mi herida, lo cual no pasó desapercibido a los ojos del moreno.
Como ya el profesor estaba en el aula, Sigit llamó mi atención con señas y señaló mi brazo. Yo lo cubrí nuevamente y le devolví una seña para que no se preocupara. A pesar de eso, él me seguía vigilando durante la clase.
-No pareces tú mismo saliendo tan tranquilo de la escuela.
-Hoy no tengo que recoger a El. Es como un día de descanso.- soltó un suspiro.
-Parece que fuera algo que te molestara, pero igual lo haces.- dije en tono de burla.
-Elios es un idiota, pero no es mala persona.- desvió la mirada al decirlo.
-Jeeeee… así que realmente te cae bien.- reí por lo bajo.
-No tanto como a ti.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso?- él señaló al frente.
Cuando mi mirada siguió su dedo, me topé con esa galante imagen. ¿Es qué no había un momento en el que Elios dejara de parecer tan guapo? No tenía mente ni para pensar eso, mi corazón ya estaba acelerado y mis mejillas ardiendo.
-¿Ves ahora a lo que me refiero?- Sigit se encogió de hombros mientras nos acercábamos al rubio.
-Hola, chicos.- saludó levantando su mano, en la cual colgaba su bastón.
-H-hola, Elios… ¿Esperaste mucho?- ¿entrecortada? ¿Por qué? Mi voz debía de estar calmada.
-¿Estás nerviosa por mí?- dijo sonriendo con ese orgullo que tanto lo caracterizaba.
-No me voy a andar con rodeos para que me saques de quicio. Sí, te vez muy bien, aunque me sigue molestando el cabello que cubre tu cara.
¿Qué haría? Por supuesto que reír, pero al menos ya no me sentía tan incómoda por lo roja que me había puesto al verlo.
-¡Oh, pero si es muy bonita!- dijo una voz infantil que sonaba de niña.
-Hermano Elios, tiene un cabello muy lindo.- esta vez fue una voz masculina.
Eran dos niños que llegaban en un taxi que se detuvo frente a la salida de la escuela. Por sus palabras tardé unos segundos en reconocerlos. Eran los gemelos que se habían encontrado con nosotros aquel día en la tienda.
-Ya llegaron. Bien. Saluden a Kayla.- les dijo el rubio al voltearse al taxi.
Los niños se bajaron del vehículo y saludaron al unísono.
-¡Hola, hermana mayor Kayla!- estaba conmovida por la ternura que expresaba ese par.
-Hola, pequeños. Es un placer conoceros.- respondí bajando a su altura.
-Ah, que cabello tan bonito.- dijo la niña haciéndome sonrojar.
-Y sus ojos también, son tan profundos.
Mientras yo cubría mi rostro para no evidenciar la pena que sentía, Elios fue donde Sigit para consultar si lo que decían los gemelos era cierto, lo cual el moreno afirmó con un susurro. Tras sonreír con esa expresión de quien va a devorar a su presa, el rubio me tomó por los hombros y me metió al taxi montándose él luego.
-¡Adiós, hermano Elios!- gritaron los enérgicos gemelos mientras agitaban los brazos.
Elios se despidió agitando su mano, aunque yo aún estaba confundida. Mantuve el silencio entre nosotros cuando el auto avanzaba por la carretera, pues quería saber a dónde nos dirigíamos.
-¿No te pasó nada que te intrigara ayer después de vernos?- comentó mientras colocaba en sus oídos unos tapones y se mantenía algo serio con los brazos cruzados.
¿Qué? ¿Acaso Sigit le dijo algo de mi vendaje? No, podía estar hablando de cualquier otra cosa. Pero nada había ocurrido más allá del ataque de aquel chico extraño. No quería preocuparlo, bastante había tenido con lo del incidente del secuestro de Merry. Y por alguna razón, desde que estábamos en el auto, Elios no parecía ni tranquilo ni cómodo. Más bien, parecía que estaba haciendo un gran esfuerzo por estar tranquilo.
-No, no pasó nada interesante más allá de una deliciosa cena instantánea y una noche sola en casa.- respondí mirándolo.
-Sí, me lo temía. Conociéndote, lo habrías usado tan solo verlo.
-¿Usado?- el taxi se detuvo de repente y escuché un susurro calmado acompañado de un aroma salado y acogedor.- ¿Qué…?
Al voltearme, vi del otro lado de la carretera, era el mar. Estaba a lo lejos, pero se veía hermoso, brillante y azul.
-¡El mar! ¡Es el mar!- salí del auto con una sonrisa emocionada y la mirada brillante.- ¡Vamos, Elios! ¡Quiero verlo de cerca!
Cuando él también salió, lo tomé de la mano y, juntos, atravesamos la carretera hasta llegar a la arena. Tras pasar por unos pocos árboles.
-Esto en verdad es hermoso.- dije en un suspiro mientras caminaba lentamente por la arena.
Elios sonrió levemente, se quitó los tapones de los oídos y comenzó a pasar su bastón por la arena dejando líneas curvas a su paso. Me detuve a verlo, caminaba lentamente y se dirigía al agua.
-¡Espera, Elios, te mojarás los zapatos!
-No importa, está bien.- dio un puntapié a una pequeña ola que rompía frente a él y chapoteó un poco.
Me acerqué a él y suspiré con una sonrisa, pero mi corazón se aceleró cuando el volvió a hablar.
-Kayla, ¿podrías describirme el mar?
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