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segundo aniversario

El cigarrillo resposa entre los dedos de Kim Taehyung.

Ha pasado un año desde la última vez que la vió; no habían vuelto hablar hasta apenas una semana atrás, cuando Taehyung le mando un email felicitándola por su cumpleaños. Había sido la excusa perfecta para sugerir este encuentro.

Parece una broma de mal gusto el pensar en ese lapso de tiempo: un día estaba recogiendo a Hana del trabajo para llevarla al restaurante donde le organizó una fiesta sorpresa y al otro estaba viendo desde su ventana como la mujer de su vida abordaba un taxi.

A Taehyung le gusta pensar que el fantasma del que pudo haber sucedido si continuaran juntos, es el que mantiene vivo este fuego que aún entre ellos no se apaga. Porque, entonces, ¿cuál es la razón para aceptar verlo?

También, le gusta pensar que, para los dos, aún está prendida la llama. Que no solo es él quien cuida que no se apague.

La vio bajar del taxi, superferolítica. Si algo caracteriza a Hana es la elegancia, tanto en su forma de vestir como en sus movimientos; Taehyung se lo atribuía a que debe portar y transmitir su poder debido a que se desenvuelve en un ambiente liderado por hombres, siendo ella, parte de ese mínimo porcentaje de mujeres en la industria.
Hana alisó su abrigo mientras camina sobre esos stilettos azul rey. Es imposible no reconocerlos, cuando él mismo se los había regalado hace tres navidades. Hana estaba encantada con dicho regalo ya que son de una prestigiosa marca y llevaba un tiempo buscando un par. Aún recuerda lo fervientes que sus labios se sintieron sobre los suyos esa mañana.

Con su mirada recorre el parque donde habían quedado de verse tratando de encontrarlo. Puede acercarse a ella pero prefiere alargar tanto tiempo sea posible para seguir observándola. No es un privilegio que tenga derecho a gozar todos los días.

Cuando sus miradas chocaron, el mundo se detuvo.

O al menos así lo sintió.

Hana dejó de avanzar y Taehyung se levantó de la banca donde se encontraba segundos antes; a medida que avanzaba, pudo notar a la mujer a unos metros de él levantar su mano para poder saludarlo, sonriendo con la melancolía de aquel viejo conocido que no había visto en un tiempo.

Porque así se siente ahora; compartiendo el espacio con una persona que solía conocer.

¿Por qué siente como si el pecho le pesara en el instante en que sus ojos se posaron sobre él?

No puede decir que se arrepiente de venir, ya que estuvo planeando hasta lo que llevaría puesto, por supuesto, las coincidencias no existen y los stilettos no fueron casualidad. Sin embargo, algo dentro de ella quiere echarse a correr y llorar hasta al cansancio. Su mente es un remolino y quiere que se detenga, la esta mareando.

Hace un tiempo dejó de llorarle a su recuerdo, provocando que lo mirara como lo que es ahora: Kim Taehyung, una persona que solía conocer.

Taehyung se plantó frente a ella, con las manos detrás de la espalda y sus labios una línea recta.

— Choi Hana, tu cabello luce diferente, ¿corte nuevo?

Sonrió tímidamente, agachando ligeramente la cabeza y acomodando un mechón detrás de su oreja. Las ganas que Taehyung tenía de ser él quien pudiera acomodarle ese mechón son inmedibles.
Taehyung siempre notaba los pequeños detalles, sin importar que tan pequeños fueran.

— Decidí cortarlo un poco, necesitaba un cambio. ¿Luzco bien?

Los ojos avellana del hombre recorrieron lentamente su rostro, admirando cada centímetro de su piel. ¿Cuándo dejará de verla como la mujer más hermosa que existe? Quiere decirlo, quiere decir que ella se ve bien con todo, quiere decir que le encantaba cuando despertaba junto a él y era lo primero que veía al abrir sus ojos. Quiere decirle que no hay nada que no le luzca bien.
Que...le hubiera encantado...no, debe olvidarlo.

—¿Hay alguna ocasión en que no lo hagas?—replicó, retándola.

Entre sonrisas cómplices y vagas pláticas, llegaron a la cafetería que Taehyung ansiaba mostrarle. Es un pequeño lugar al final del parque, se siente cálido y hogareño, las paredes son color crema y los sillones son viejos de cuero café, como si los hubieran comprado en una tienda de cosas anticuadas. La barra es de madera desgastada y el aroma a café inunda todo el lugar. Le recordó a la antigua oficina de Taehyung. Los muebles habían sido herencia de su tío y las paredes también eran color crema. Una media sonrisa adornó sus labios por el agradable recuerdo, habían pasado buenos momentos ahí.

—Creo que necesito cambiarme a un lugar más grande, ya no tengo suficiente espacio aquí,—anunció Taehyung, dudoso, mirando el desastre que había a su al rededor. La verdad es que no quiere irse, pero Vante Editorial está creciendo como no se imagino que pasaría y con el editor y publicista que contrató, el espacio se está volviendo cada vez más pequeño.

Hara esta recargada sobre su escritorio, con los brazos cruzados sobre su pecho, analizando si podría sugerir algo para ampliar el lugar, sabía que su novio no quisiera dejar este lugar, había sido regalo de su única familia, aparte de ella; pero, no hay nada que puedan hacer, el espacio es pequeño y con dos computadoras más, no tiene una visión de cómo podrían solucionarlo.

—Creo que debemos empezar a buscar otro lugar,—sentenció, aterrizando su mirada sobre su novio. Sonrió levemente porque él ya estaba mirándola.

Cuando Taehyung puso su mano sobre la cadera de Hana, acortó la distancia entre ellos sentándose en sus piernas y colocando sus brazos al rededor del cuello de su novio.
Por unos segundos no dijeron nada, solo se miraban, sus ojos danzando sobre sus rostros, sonriéndose tímidamente. ¿Cómo es posible que a pesar de tres años de relación seguían así de enamorados? ¿Por qué besarlo le provocaba tantas mariposas como si fuera la primera vez?

—Voy a besarte tanto ahora, que cuando alguien vuelva entrar aquí, sienta la presencia de mis besos. Quiero que cada que pisemos este lugar, recuerdes cuántos besos compartimos aquí.

Sacudió la cabeza ante el recuerdo, tomando desesperadamente la pequeña muestra de té que había aceptado cuando llegaron. Mentiría si dijera que no se le formó un nudo en la garganta ante ese recuerdo. Sería una total mentira si dijera que no pensó en cómo sería besarlo otra vez, sería mentira si dijera que, por un momento, pensó en cómo serían las cosas ahora. Si estuvieran juntos.

Por otro lado, Taehyung está callado. Cuando le preguntó donde debían sentarse y ella solo asintió, perdida en sus pensamientos, decidió que no la interrumpiría. ¿Qué tal si estaba pensando en ellos? ¿Pensaría en lo que alguna vez fueron constantemente? ¿Algunas noches también tendría que ahogarse en alcohol para poder dormir como él? O ¿debía irse a su ciudad natal porque sentía la necesidad de correr a su nuevo departamento para rogarle que regrese con él? Porque, carajo, desea que ella sienta lo mismo que él siente. Que sienta como si su piel estuviera en llamas y él es lo único que puede calmarla.

Pero ella ya lo había dejado una vez, y tiene miedo de ser rechazado de nuevo.

—¿Te gustaría probar el café de especialidad? Es delicioso, tiene notas a...

—¿Por qué ya no utilizas corbatas? Es la segunda vez que te veo sin ellas, te encantaba utilizarlas,—interrumpió, curiosa. Había recordado la última vez que se vieron y tampoco traía una, Taehyung le pedía todas las mañanas que lo ayudara con el nudo, entonces ya eran parte de su vestimenta.

Está tan absorta en sus recuerdos que recordó ese pequeño detalle.

Taehyung la miró, fija y seriamente. Se removió en su asiento y aclaró su garganta, bajando la mirada de nuevo al menú.

—Porque no sé cómo atar el nudo,—dijo tajante, entre labios.

—Entonces, ¿desde que no estamos juntos no utilizas una corbata?

Aunque su voz salió firme y curiosa, por dentro el corazón se le esta sacudiendo salvajemente. ¿Cómo es que ciertas partes de sus vidas se detuvieron porque ya no están juntos? Había dejado de desayunar huevos benedictos porque no le salen como a él, y las noches de mascarillas habían perdido sentido. Hacerlas con Minjae no es lo mismo.

—No Hana, no las utilizo desde que no estamos juntos,—bufó.

Hana pensó que lo mejor es cambiar de tema, conoce ese tono de voz y sabe que algo empezó a molestarle. No es tonta, sabe que hablar de ellos es un tema sensible, para ella también lo es. Pero, había pasado un tiempo ya, gradualmente dejó de doler con la intensidad que lo hacía. Antes, las mañanas eran muy pesadas y las noches la ahogaban. Antes, no podía ir al supermercado sola, en cualquier momento podía terminar en el piso porque el llanto era más fuerte que ella. Todo le recordaba a él, su cara estaba en todas las esquinas, encontraba su aroma por los lugares a los que solían ir juntos. Sabía que ella así lo había decidido, pero no la excusaba del dolor que sentía.

Sin embargo, un día de repente su cama dejó de sentirse vacía y le había agarrado el gusto a los huevos estrellados. Podía ir al supermercado cada fin de semana como acostumbra y sonreía cuando iba a algún lugar al que había ido con Taehyung.
Porque, podrían ya no estar juntos, pero él siempre sería lo mejor que alguna vez fue suyo.

El café de Hana se había enfriado y la galleta de chocolate de Taehyung solo tenía una mordisco. Como normalmente pasaba cuando estaban juntos, sintieron que el mundo a su al rededor no existía, hasta que el teléfono de Hana sonó. Era Minjae, la tubería del departamento que comparten se había roto y el lugar está hecho un desastre.

Taehyung estaría mintiendo si dijera que no maldijo a la mejor amiga de Hana en ese momento.

Luego de esa observación que le raspó el corazón, la plática se tornó amena. Y entre risas y bromas de Taehyung, platicaron sobre lo más relevante de su año, lo que haces cuando no ves a un amigo desde hace tiempo.

Con la diferencia que, hace tres años habían hecho una lista con todas las cafeterías que hay en Seúl para poder visitar cada una de ellas (porque por sus mentes nunca se cruzó la idea de un futuro donde no estuvieran juntos) y dejar de frecuentar las mismas tres a las que siempre iban: una cerca de la editorial, otra cerca del laboratorio y la tercera está en la esquina del departamento que solían compartir, que ahora solo es habitado por Taehyung, y el pomerania que decidió adoptar.
Este, al que la trajo hoy, era uno de la lista. El primero, de hecho.

Al terminar de insistirle porque lo dejara pagar la cuenta, salieron en silencio pero con unas pequeñas sonrisas plasmadas en sus labios. Taehyung la miró discretamente, tratando de no delatarse así mismo. Está seguro que nadie lo volverá a cautivar de la manera en que ella lo hizo.
Después de despedirse, ese abrazo compartido se sintió tan reconfortante para él que dolió, sin embargo, lo que Hana sugirió después lo hizo retorcerse del dolor por dentro.

—¿Qué tal si te enseñó hacer el nudo de la corbata?—preguntó, ajena al remolino que se había formado en la cabeza de Taehyung.

Él, tontamente, asintió. Al parecer Hana sigue sin estar consciente del poder que tiene sobre él, por lo que tal vez no sabe que nunca podría negarle nada.
Siempre carga con una corbata en su bolso messenger café, con la excusa que le pedirá a Wooshik, el publicista, que lo ayude a anudarla. Pero nunca lo hace, porque sus manos no son tan suaves ni finas como las de ella. Porque después de que termine de hacerlo no le dará un beso en la punta de la nariz con la excusa de:"tú lunar es tan tentador, no puedo evitarlo."

Se movieron a un costado de la entrada, para no obstruirla, entonces Taehyung tomó su bolso y revolvió entre los papeles que trae para encontrar el dichoso pedazo de tela. Hana pensó en cuando será el momento en que Taehyung se decidiría por utilizar al cien por ciento su laptop para evitar todo el desorden que tiene con el papel. Sonrió de lado, deshaciéndose de ella rápidamente.

Cuando la colocó al rededor del cuello de él, Taehyung tuvo miedo de que lo sintiera temblar. Habían pasado dos años desde la última vez que la tuvo así de cerca. Solo que, ahora existe una barrera que no puede cruzar.
Entonces dio un ligero golpecito con su dedo índice en la barbilla de Taehyung, indicándole que estirara su cuello. Comenzó cruzando los extremos, absorta en su tarea, ajena a la mirada de el hombre frente a ella, cargada de dolor, sus ojos se encargan de grabar cualquier cambio que encuentren en su rostro para grabar su viva imagen en su cerebro y seguirlo atormentado.
Al terminar, Hana sonrió satisfecha, pasando sus manos por los hombros de Taehyung, como solía hacer cuando estaban juntos. Había sido un acto reflejo.
De un apenado paso hacia atrás, se alejó de él como si su cercanía quemara. La mirada de Taehyung aún se encuentra perdida.

—Ahora ya no me necesitarás.

No. Siempre quiere necesitarla. No recuerda lo que le enseño hace dos minutos porque ni siquiera se esforzó en prestarle atención.
Un nudo se formó en su garganta, obstruyendo las ganas que tiene de rogarle que, por favor, no lo deje. La vida sin ella, está doliendo.
Él era tan pequeño cuando sus padres murieron, que no puede recordar si perderlos fue doloroso; sin embargo, cuando perdió a Hana, era lo suficiente adulto para sentir como se siente que le arranquen sus sueños y corazón. El dolor es tan profundo pero así es su amor por ella.

Asintiendo lentamente, le regaló una última sonrisa que ni por asomo dejó ver su dentadura. Se dio la medio vuelta, prefiriendo no volverla a ver partir. No cree ser lo suficiente fuerte en estos momentos para evitar que las lágrimas caigan por sus mejillas como aquella tarde de noviembre.

A la mañana siguiente, mientras esta frente al espejo tratando de imitar lo poco que recuerda haberla visto hacer con su corbata, le rogó a sus ángeles que se llevaran todo su dolor porque, no cree ser lo suficiente fuerte para seguir soportándolo.






escribir este capítulo me dolió muchísimo :(

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