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16. Familia 👽

Oh, es algo simple
¿A dónde has ido?
Me estoy volviendo viejo, y necesito donde acostarme
Así que dime cuándo, me dejarás entrar
Me estoy cansando y necesito donde empezar
Y si tienes un minuto, ¿podemos ir?
Y hablar en algún lugar
Que sólo nosotros conozcamos
Este podría ser el final de todo
Así que, ¿por qué no vamos?
A algún lugar
Que sólo nosotros conozcamos.

Somewhere Only We Know, Keane

🌌

La discusión con SeHun no dejó a KyungSoo del mejor humor, pero cuando llegó a casa y sintió el aroma de la carne asada, supo que Kaori sí se había esmerado en elegir la cena. En cuanto entró a la cocina y vio a JongIn cocinando samgyeopsal, su estómago crujió del hambre. Aquella sorpresa, definitivamente, cambió su humor durante el resto de la noche. Y menos mal que lo hizo, porque necesitaba paciencia con Kaori.

Ella se había entusiasmado tanto con la película de Matilda, que no paraba de hablar al respecto. Estaba decidida a volver a verla al día siguiente, y pese a que JongIn también la había disfrutado; cuando oyó que planeaba repetirla, su rostro no tardó en deformarse. Ahora Harry Potter quedaría desplazado.

En la cama, KyungSoo aprovechó sus últimos minutos despierto, para contarle a JongIn sobre la pelea con SeHun. Por supuesto, JongIn escuchó atento sobre el Almien en SeHun, y en lo egoísta que se estaba convirtiendo su amigo, por no reconocer sus sentimientos hacia YiXing.

Sin embargo, al final, KyungSoo tuvo las mismas respuestas que él ya se imaginaba.

—No podemos interponernos. Como dijo Almien... No es nuestro asunto. No es nuestra misión.

Aún si le dolía ver a SeHun en ese estado, no podía ayudarlo. De momento, debía mantenerse al margen con BaekHyun, su intuición le decía que era un buen chico. Y KyungSoo, no quería perder a un posible nuevo amigo. Hacerse la idea de que con SeHun cambiarían las cosas a partir de ese momento, era lo más doloroso. Si YiXing conocía a alguien y lo traía en sus paseos, ya no iban a ser las mismas salidas de a cuatro. Ni mucho menos de a cinco. 

Estaba seguro de que SeHun, no se convertiría en la rueda extra.

Para KyungSoo era una pequeña pérdida a la que aún no sabía qué nombre ponerle. Era un sentimiento amargo. Como si sus padres, a los que nunca había conocido, estuviesen a punto de separarse. Una relación, un sentimiento que se suponía que debía ser algo bonito y para toda la vida; algo que le daba alegría, que era su familia desde que conoció a JongIn... Se estaba rompiendo.

Y no podía culpar a nadie.

Ese era el curso de las relaciones. Estabilidad, felicidad, vaivenes, incertidumbre, rupturas y tristeza.

Pero también nuevos comienzos.

No sabía qué nombre ponerle a lo que estaba sintiendo, pero el martes a primera hora en Exomarket, YiXing lo haría al aparecer en la puerta de su oficina.

—Ven KyungSoo, tengo que decirte algo —murmuró serio.

El rostro de YiXing lucía decaído. BaekHyun los observó a ambos con curiosidad. El día apenas comenzaba, pero no traía buenos augurios. KyungSoo se levantó de su asiento y le siguió de inmediato. En cuanto entró en la oficina del jefe, se sentó frente a su escritorio. Entonces, sin rodeos, YiXing lanzó la noticia.

—SeHun renunció.

Al inicio, KyungSoo quiso creer que era una broma, como la de su despido en la anterior semana. Pero al notar que YiXing se mantenía implacable, apretando sus labios y con una mirada perdida hacia el suelo e indescifrable, supo que no había mentira alguna en ello. KyungSoo soltó un suspiro. Esa era la palabra perdida: renuncia. No era algo que se esperase, pero tampoco le resultaba inentendible. Después de todo, cada día, SeHun estaba más extraño.

Y KyungSoo, se acostumbraba más a su ausencia.

—¿Te dijo por qué?

—No.

—¿Pasó algo... Ayer? —titubeó.

—Sí... Me mandó un mensaje a medianoche —alzó la mirada vidriosa—. Me preguntó si era cierto que yo iba a salir con BaekHyun.

—¿Y?

—Y le dije que sí. Acepté cenar con él hoy... Para conocernos. ¿Eso es malo? Sé que va en contra de las reglas. Sé que no es correcto, pero, ¿eso significa que sea algo realmente malo? —le observó con gran preocupación. Sus ojos ya no relucían chispeantes en picardía, se habían apagado completamente—. Hoy SeHun me mandó un mensaje, dijo que enviaría su carta de renuncia. N-No entiendo nada —balbuceó con desespero—. ¿Está pasando algo que yo no sepa?

—YiXing... —titubeó—. No soy yo quien tenga que decírtelo. Tú deberías averiguarlo. Todos, incluido JongIn, sabemos que SeHun te quiere mucho... Y más que eso —confesó agachando la mirada—. Tanto más, que no sé ni cómo nombrarlo. No creo que sea una simple renuncia.

—¿Simple? —parpadeó.

—Quizá, sólo se dio por vencido a una parte de todo esto. No puedo decirte más... —se levantó de su asiento y sonrió con calma. Si seguía allí, acabaría soltando cosas que no debía. Metiéndose en los asuntos que no le correspondían. Y como su lengua quemaba por hablar, era mejor largarse de una buena vez—. Esa es su misión, no la mía.

YiXing, cual estatua, no salía de su inexplicable conmoción. No entendía las palabras de KyungSoo, quien se marchaba relajado de su oficina. No entendía las acciones de SeHun. Y no entendía porqué sentía como si le hubiesen sembrado cientos de semillas en el cerebro. Exigiéndole cada una, explotar en raíces fuera de su cabeza, esperando por una respuesta.

Respuestas que tendrían que esperar.

Porque primero, tenía una cita con BaekHyun, ese atrayente y coqueto joven que le seducía con unas pocas palabras y miradas. Que coloreaba sus pensamientos, en colores cósmicos que ni siquiera sabía que existían.

🌌

Tal y como se lo esperaba, cuando JongIn llegó a casa, Kaori estaba mirando Matilda por segunda vez. La saludó con un abrazo, y luego, aprovechó que estaba absorbida en la película, para pedir el almuerzo: tteokkboki. Desde temprano, eso le gritaba su estómago, y sabía que se lo merecía. Durante todo el día, se había sentido el sirviente de la nueva jefa. Y ya estaba bastante alterado como para ponerse a cocinar.

Si bien él era el encargado de hacer mandados en la oficina, eso no significaba que fuese el asistente personal de la señorita Jung, quien le había enviado a comprar su desayuno; cuando en la oficina, tenían café y galletas de sobra. Si tan sólo no hubiese apretado el botón para mantener las puertas abiertas en el elevador, probablemente, no habría acabado en esa situación. Pero al mismo tiempo, no le había quedado otra opción.

Habría sido una falta de respeto que las puertas se cerrasen delante del rostro de su jefa.

—¡Oh, tú trabajas en mi oficina! ¿Cierto? —increpó Jung e ingresó al elevador. JongIn asintió, se inclinó en respeto y la saludó. Pero antes de siquiera poder reincorporarse, fue empujado afuera—. ¡Perfecto! ¡Tráeme un café latte, un jugo de naranja y un rollo de canela del Starbucks de en frente!

JongIn se había quedado perplejo. Las puertas se cerraron ante él, y la señorita Jung, sonrió con notoria malicia tras sus gafas oscuras. Eso era inesperado. Ni siquiera le dio tiempo a decirle que él no hacía esa clase de mandados, pero ahí estaba, en el lugar exacto en el momento equivocado: en planta baja y con un pedido en mente.

Aquello, apenas había sido el puntapié para el resto de la mañana.

SooJung le llamó al menos tres veces para que juntase todos los currículums de los empleados de la oficina. Luego, para que se contactase con tres constructoras y concretase un par de reuniones, y por último, para que le comprase el almuerzo. Por supuesto, JongIn estaba tan desorientado como el contador Hong, quien le miraba con envidia, pero se escudaba tras comentarios burlones y mordaces: «Te estás convirtiendo en su perro faldero».

Y claro, no iba a negar que así se había sentido, al menos durante ese día. Si esos tratos persistían, iba a tener que buscar una manera de hacerle saber a la jefa que esas no eran sus tareas. No le interesaba convertirse en asistente de nadie, ni ser la mano derecha. Quería tener su puesto tranquilo y apartado de las autoridades.

—Fufu, ¿qué vamos a comer hoy?

JongIn suspiró con pesadez, apenas se había lanzado a la cama cuando Kaori apareció por la puerta de la habitación.

—Pedí tteokkboki, así que en un rato llegará.

—¿Estás cansado? —avanzó hasta la cama y se sentó a su lado.

—Un poco, más bien estresado. Ya sabes, me preocupa lo que pasa con SeHun... KyungSoo está mal por él —susurró y llevó las manos tras su cuello, mirando el techo con fijeza—. Toda esta gente nueva que aparece en nuestras vidas, nos trae tanta incertidumbre. Quisiera verlo como sucesos aislados, pero cuando dices que alguien nos siguió... —desvió sus ojos hacia Kaori—. Todo cambia de sentido.

—Las cosas no cambian de sentido solas. Fufu también debe decidir su sentido. Si sigue igual que las cosas, entonces, no habrá cambio. Si Fufu cambia de sentido, entonces, cosas también cambiarán.

—¿Podría elegir entre no darle ningún sentido, o darle todos los que yo quiera?

—Sí. Fufu puede elegir. Pero no significa que cosas vayan a cambiar realmente. Por eso, Almien no puede intervenir en misiones ajenas. No importa qué haga o diga Almien ahora, no puede cambiar ni adivinar futuro. Almien no tiene control de otros seres —acarició su frente—. Nadie, ni nada, amenaza el presente de Fufu. Es sentimiento próximo, que no puede revelar. Sólo sabes que da miedo... Y mientras tanto, sólo eso sientes y vives. Con miedo. Pero, en realidad, ¿quién está dañando? Humano mismo.

JongIn respiró con profundidad y cerró los ojos unos segundos. Los recuerdos regresaban. La melancolía lo rodeaba en forma de lazos pesadumbrosos, y esos lazos, no le ayudaban a sanar. Quería transformarlo en nostalgia, al menos, esa sensación, era un poco más feliz.

—Kaori... —murmuró, tomó su mano con cuidado y le dio un besito—. No quiero que Almien se vaya...

—Lo sé...

—¿No hay una forma de que esta vez se quede? —dijo esperanzado.

—Sí, pero no en mi. Por eso están amigos de Fufus, y Fufu JongIn, tú más que nadie, tienes que creer en ellos.

—¿Y el miedo? ¿Cómo se supone que ellos ayuden en eso?

—Almien no ayuda a sacar miedo. Almien da felicidad, y eso puede ser miles de cosas para humanos. Confianza, amistad, amor, ¿esas cosas no hacen feliz? El miedo siempre existirá, no se va. Es como oscuridad. Pero si alimentas de buenos pensamientos, miedo se hace más pequeñito, y sirve sólo para estar alerta en momentos importantes.

—¿Y si confío demasiado y cometo un error muy grande? ¿Cómo sabré cuando es un momento importante?

—¡Nunca lo sabrás! —sonrió animada, desconcertándolo con gravedad—. Aprenderás con experiencia. Para combatir miedo, primero debes hacerte su amigo y aceptarlo, es una parte de ti. Y a medida que Fufu entienda, sabrá que no está solo, que tiene a su amigo para caminar juntos en esa experiencia.

—Nadie quiere ser amigo de sus miedos.

—¿Por qué no? Fufu tiene que amar sus miedos, agradecerles porque sin ellos, no estaría con vida.

—Porque nadie quiere ir con el miedo toda la vida —declaró.

—Pero eso es responsabilidad de Fufu, también tiene que poner límites y hacer entender que miedo no es una extensión de su cuerpo. No puedes tenerle miedo al miedo. Siempre es el mismo, con el mismo origen, no hay un miedo adulto y uno niño. Sólo miedo a ti mismo.

—¿A mi mismo?

—Sí. En el fondo, muy, muy lejano, Fufu tiene mucho poder. ¿Imaginas algo más increíble que tenerte miedo a ti mismo? La única forma que tienes de rebelarte, es enfrentándote. Cortando las raíces que ahogan, y cuidando las que hacen florecer.

Kaori lo decía tan sencillo, que realmente, JongIn lo creía posible. Como si con un par de tijeras fuese a cortar de un día a otro, las raíces sobrantes y desatarse de un miedo aparente. Como si de un día a otro, con igual facilidad, todo fuese capaz de desaparecer de su mundo. Todo podía morir en un parpadeo. Cortar las raíces significaba despegarse de ellas, y de todo lo que tenían atado a ese presente.

—¿Tú tenías miedo Kaori? Cuando descubriste a Almien...

—Sí, pero los niños somos más valientes y aceptamos cosas rápido. Todo es un juego y sabemos que dura poco. Luego, tenemos que volver a casa y construir algo de la forma en que Fufus dicen... —suspiró con lamento—. Entonces, el juego ya no es divertido... Tal vez, eso es lo que Fufus tienen que revertir. Tienen que construir como niños, saltar sin miedo, dejar de preocuparse por después, porque después, también tienes que regresar a casa... Y sería mejor si regresas feliz, por haber jugado en lo que sueñas...

JongIn se silenció unos segundos, pensó sus palabras y se halló con que no había juego alguno en su vida. Sólo existía para amar a KyungSoo, y ahora, también a ella.

—Es cierto... —le miró y sonrió apasible—. Aunque todavía no sé cuál es mi sueño.

—Ya lo descubrirás, Fufu. Ya lo sabes, pero por miedo, no te animas a descubrirlo...

—Eso espero, no quiero tener miedo sin sueños...

—Ya existen, son tus pesadillas. Pero ahí tienes miedo a enfrentar tu realidad, no tus sueños. Y si no enfrentas primero la realidad, es porque vives en un sueño, y vivir en uno, es una fantasía... —la voz de Kaori, se había convertido en un vaivén de revelaciones, en un murmullo lejano—. No vives en tus sueños, lo haces realidad y vives con ellos. Fufu JongIn, eres un ser humano de carne y hueso, no puedes vivir en un sueño...

Cada palabra que pronunciaba, se perdía en una espiral en su mente. JongIn sintió sus párpados pesados.

—Tienes que despertar para ser feliz.

Ya no veía el techo ni la habitación con claridad, sino un par de luces chispeantes. Con liviandad, alzó sus manos y vio que eran translúcidas. Todo su alrededor, estaba siendo envuelto en humo rosa.

Él sólo era una minúscula estrella, en el centro de una pequeña galaxia, dentro de su propia y vacía habitación.

Su respiración se aceleró y un mareo lo inundó, algo no estaba bien en ese momento. Sus pensamientos se escapaban de su cabeza en un desliz, y sintió que cual escurridizo fantasma, el mismo alma se le saldría del cuerpo. Hasta que un fuerte sacudón lo estremeció y abrió los ojos.

—¿Qué fue eso? —susurró aterrado y giró hacia Kaori—. ¿Estoy soñando?

Había aterrizado, como cuando despertaba bruscamente, tras soñar con la inminente caída. Pero algo era diferente. Nunca habían nubes, ni luces, ni humo, ni sensación de estar flotando en el cielo. Nunca se sentía tan reconfortante ver que el techo era el límite.

—No, esto es real. Pero luego, quién sabe. Todo cambia en un parpadeo —dijo con calma—. Un día Almien estará, y al otro ya no. Entonces, Fufu, tendrás que cumplir tu misión —sonrió—. No te estreses. 

JongIn, tembloroso, se sentó y miró a Kaori. Ella permanecía quieta a su lado, observándole con inocencia. No podía ocultarle lo que acababa de suceder. Precisamente, había sido todo tan real, que no podía evadir el hecho de que, en ese momento, temía seguir soñando.

—¿Qué fue eso, Kaori? —insistió.

—¿Qué cosa?

—Las nubes. La sensación de sueño... —titubeó y le observó incrédulo—. ¿Me estabas hipnotizando?

—¿Qué? ¡Kaori no hizo nada! —cabeceó—. Sólo estaba explicando a Fufu sobre sueños y miedo.

—¿No me quedé dormido?

—Sólo tenías los ojos cerrados, pero seguías hablando normal.

—Me sentí muy extraño... Como una vigilia.

—Fufu, ¿estabas en trance? —dijo con asombro.

—No lo sé... Nunca estuve así antes.

—¡Quizá estás preparándote para tu misión! —clamó con entusiasmo—. Y no hay nada que puedas hacer para evitarlo.

—No quiero misiones —espetó y se suavizó—. Quiero como tú dijiste, cumplir mis sueños... Aunque todavía no sepa cuáles son.

—¿Y cómo sabes que tu misión no es tu sueño dormido?

—Ah, olvídalo. Me cansé —resopló, bajó de la cama y se encaminó hacia la puerta. Ya no estaba de humor—. ¿Por qué aún no llega el pedido?

—Y si estás cansado, ¿por qué te levantas? —cuestionó Kaori desde su lugar.

Nuevamente, JongIn resopló con hastío, más que físicamente cansado, estaba agotado mentalmente. Pero no podía desquitarse con Almien por ello. Después de todo, Kaori tan sólo era una niña, no tenía la culpa de lo que estaba pasándole, ni tampoco de las cosas que hacía o decía bajo la influencia de Almien.

—Porque no voy a dormir para escapar de esta realidad, Kaori.

🌌

El día de trabajo se hacía difícil tras la noticia de la renuncia. La molestia por la brusquedad de la misma, era quizá, lo que más le molestaba a KyungSoo. Se había quedado sin su mejor amigo en el trabajo, sin el compañero que al inicio, le había hecho reír con sus inamovibles expresiones. Le entristecía no poder ayudar a SeHun tanto como deseaba; pero su actitud, también había cambiado bastante en pocos días, como para poder encontrar una solución juntos.

¿Tan mal le había hecho la presencia del nuevo empleado? ¿Tan cobarde era para no luchar por quien amaba? ¿O se daba por vencido para seguir adelante con algo más?

Como su misión de Almien.

KyungSoo, no iba a tirar la felicidad de BaekHyun abajo sólo por la renuncia de SeHun. Sin embargo, no iba a negar que de a ratos, también se preguntaba qué hubiese sido de aquel día, si tan sólo a él le hubiesen puesto en las cajas, acompañando a SeHun. Obligándose a superar su pánico e impaciencia hacia los clientes. Quedándose junto a su amigo. Entonces, quizá no hubiese conocido a Byun, ni se lo hubiese presentado a SeHun. Quizá todo siguiese igual que siempre.

O tal vez no.

Tal vez, SeHun tarde o temprano, iba a tener que revelarle que era un Almien... Que él y YiXing, ya se conocían desde mucho antes, e incluso en otros planetas. Durante toda la tarde, KyungSoo no tuvo ánimos de hablar con BaekHyun, ni con nadie. Sólo quería agarrar su teléfono y llamar a SeHun, saber cómo estaba, averiguar qué le pasaba. Éste también le había escuchado miles de veces, cuando él aún estaba tan confundido con JongIn y sus historias.

Ahora comprendía porqué SeHun era tan bueno para traerle calma respecto a esos temas. Para darle seguridad de que JongIn era un chico bueno del cual no debía temer. Para hacerle confiar en que los recuerdos regresarían, y su vida no cambiaría en lo absoluto. SeHun le había asegurado que acabaría cuestionándose el porqué había perdido tanto tiempo reparando en ello, cuando podía dedicarse a disfrutar un poco más de la vida.

Y tenía razón.

Su vida no estaba cambiando por un par de recuerdos felices junto a JongIn. Sólo se estaba dando cuenta, de todo lo que había tardado en aceptar su presente y seguir adelante. Recordar, era felicidad pura en un instante, que luego, muy en el fondo, se transformaría en una especie de culpa; en un molesto remordimiento por no comprender antes, que no iba a ser más feliz en el futuro.

La felicidad era ahora o nunca. Los momentos junto a JongIn no iban a cambiar, porque todo junto a él, ya era perfecto. KyungSoo, seguía siendo el mismo chico bromista, intolerante, escéptico, miedoso, pero valiente del orfanato; y JongIn, el severo, tímido, generoso, correcto, infantil pero responsable de la familia.

Seguramente, aún le quedaban muchas cosas por recordar, pero lo cierto era que ya no los necesitaba. Los recuerdos, se transformaban en burbujas, tan frágiles y susceptibles, que al menor cambio, podían reventar o volar lejos. Podían hacerse añicos, o remodelarse con el viento. Podían cambiar de color, de tamaño, de tiempo y espacio. Porque así, era la mente. Igual de impredecible.

No le interesaba saber más nada de su memoria perdida, y eso sólo había sido posible, tras haber recuperado algunos pedazos. Ya no quería saber otra cosa sobre Almien. No cuando su propio amigo era uno. Cuando SeHun más que nadie, sabía exactamente por las cosas que él había atravesado. Tal vez, se le hubiesen facilitado más las cosas de saber la verdad desde el inicio.

Pero SeHun se lo había guardado. Y quizá, KyungSoo comprendía el porqué. Porque SeHun, también era tan humano e inseguro como el resto de los que habitaban en la Tierra.

Quizá, porque en el fondo, todos anhelaban desesperadamente, comprenderse entre sí. Tener una corroboración de los hechos, de los sentires, a través de otro, era lo único que traía certeza. Los sentimientos, aún si no eran de iguales intensidades, fuertes o débiles, no cambiaban de nombre. Seguían siendo lo mismo: un sentimiento. Seguían sintiéndose en lo profundo de cada ser, de cada alma atormentada.

Cuando KyungSoo regresó a casa, sintió el aroma de patatas, cebolla y ajíes. Adoraba esa mezcla, la recordaba provenir de la cocina del orfanato, donde una de las cocineras que lo consentía, siempre le daba un plato extra de comida y más de una vez, le escondía una fruta o dulce en su bolsillo. KyungSoo no era ningún tonto, en sus ratos libres se escabullía a la cocina a hablar con las cocineras, alabándolas por la rica comida que hacían; y claro que ellas, aprovechaban a enseñarle pequeñeces que aún recordaba con nostalgia.

¿Cómo en un lugar tan horrible coexistían también cosas tan bonitas?

Esos eran los recuerdos importantes. Los que no se diferenciaban por ser felices o tristes, sino los que le hacían sentir más real. Más persona... Más humano.

JongIn se giró al notar su presencia y sonrió con alegría, pero la sonrisa se desdibujó y se transformó en un gran gesto de preocupación. KyungSoo, estático, lloraba en silencio. Así que, sin titubear, JongIn corrió a él. Pronto, el calor de un fuerte abrazo invadió su cuerpo. Su corazón latió errático, violento, como hacía meses... Años que no lo hacía.

—¿Qué pasa, Kyung? —le tomó de la barbilla y cruzaron miradas.

KyungSoo, avergonzado, sonrió. Entre lágrimas saladas, aroma a comida, y un dulce beso en su frente, supo lo real y auténtico que era ese momento.

—Estoy feliz.

—¿Qué?

—Eso, lloro de felicidad, JongIn.

—Me asustas... —susurró.

—Lo sé, yo también me asusto —rio.

—Ojalá las lágrimas fuesen indicador de felicidad en lugar de tristeza, nos harían las cosas más fáciles —sonrió, secando algunas con su pulgar—. ¿Todo bien en el trabajo?

—No... SeHun renunció.

—¿Y estás feliz por eso?

—No...

JongIn seguía mirándole sin comprender, pero KyungSoo sonrió una vez más, dejando caer sus últimas lágrimas y lo besó. Como si fuese un reencuentro, como si fuese el último beso, como si nunca lo hubiese olvidado. Como si siempre hubiese sido parte de su vida.

—Estoy feliz de nosotros...

Kaori apareció en la entrada de la cocina, su «jum- jum» quejumbroso, las manos en la cintura, y el ceño fruncido, delataron sin misterio alguno su molestia. Y como si la hubiesen excluido del abrazo del siglo, corrió a meterse entre ambos.

Entonces, finalmente, KyungSoo tuvo certeza.

—Estoy feliz de nuestra familia.

🌌






Muchas gracias por leer <3 🌸💜

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