14. Presentimiento 👽
Dicen que es lo que haces
Yo creo que depende del destino
Está enlazado en mi alma
Tengo que dejarte ir
Tus ojos brillan tanto
Quiero salvar esa luz
No puedo escapar de esto, a menos que me muestres cómo
Cuando sientas mi calor
Mira en mis ojos
Es donde se esconden mis demonios
No te acerques demasiado
Está oscuro dentro
Es donde se esconden mis demonios.
Demons, Imagine Dragons
🌌
Finalmente, el bendito domingo llegó. Era el día que Kaori más ansiaba esa semana, ya que tendría a sus dos Fufus en la casa. Podría desayunar junto a ellos, molestarles, hacerles jugar, o meterse en lo que fuese que hiciesen ambos. Apenas abrir los ojitos esa mañana, miró el despertador; aún era temprano, así que decidió dejarlos dormir y darles una sorpresa. Su obāsan Haru, le había enseñado el invierno pasado -antes de que los Ming la adoptasen-, cómo poner a calentar agua en la pava eléctrica. Así que, al cabo de unos minutos, ya tenía las tazas con saquitos de té y varias tostadas listas.
Preparar el desayuno era tarea fácil.
Cada vez faltaba menos para que Almien se fuese, y Kaori cada día, sentía la melancolía apoderarse un poquito más de su consciencia. Esa era la parte verdaderamente difícil. Reconocer que un alien estaba en su cuerpo y se acoplaba tan bien a ella, pero en algún momento se iría, era como ser consciente de que en cualquier momento, podría perder a su osito de peluche favorito. Y esa era una gran desgracia para cualquier niño. Perder algo que daba tanta seguridad, que se convertía en un amuleto sin saberlo, podía ser catastrófico. Pero para la tranquilidad de Kaori, Almien le había regalado un pequeño recuerdo de cuando era bebé.
Éste se reproducía como un vídeo a través de sus sueños, demostrándole que Almien era inherente a su ser.
En una secuencia, ella estaba en una canasta en la puerta de la casa de su obāsan, esperando a que alguien saliese y apaciguase su llanto. En una inminente lluvia, unas gotitas mojaron su frente: Almien había llegado y serenado su malestar de abandono. Segundos después, una señora muy anciana abrió la puerta. La incredulidad la invadió, llevó las manos temblorosas a su cara con asombro. Miró a los alrededores y levantó la canasta. Las lágrimas no se detuvieron cuando reconoció a la recién nacida de sus vecinos.
Allí comenzó la vida de Kaori junto a su obāsan, quien por cierto brillaba mucho. El corazón de su abuelita parecía un Sol, y con el pasar de esos años, Kaori siguió viendo soles en otras personas. Las luces le transmitían paz, le hacían sentir seguridad. Incluso en el trágico accidente con los Ming, Kaori había visto su propio sol salirse de su cuerpo. Ahora su alma habitaba dentro del frasco y tenía que protegerlo.
De otro modo, Almien podría esfumarse en un desliz, y con ello, se llevaría su capacidad de seguir viendo las mágicas luces que le daban tanta esperanza. Por eso, ya no se trataba sólo de Almien aprovechando ese tiempo junto a sus Fufus. Kaori también debía hacerlo antes de olvidar a su buen y fiel amigo.
Sin él, no estaría ante tan grandiosos padres.
Al notar que sus Fufus todavía no despertaban, decidió que era momento de ir por ellos. No podía ser que durmiesen hasta el mediodía, tenían que disfrutar de las horas de sol. Tenían que disfrutar del tiempo que les quedaba juntos. Porque, luego todo lo referente a Almien, al menos para Kaori, sería historia.
—Kaori, ya despertaste.
JongIn sonrió apenas salir del baño y se aproximó a pellizcarle una mejilla con suavidad.
—¡Sí! ¡Hice el desayuno, así que dile a Fufu KyungSoo que venga rápido o se enfriará!
—Él todavía está durmiendo —susurró con un gesto de silencio—. Pero, podríamos llevárselo a la cama, ¿qué te parece?
—¡Sí!
—Bien, vamos.
La idea entusiasmó bastante a Kaori, Fufu JongIn siempre hacía cosas divertidas. Bueno, en realidad sabía que no era tan así, o más bien que se había convertido en alguien más creativo gracias a Almien. No quería pensar en dos Fufus enojados y malhumorados día y noche, hubiese sido un trabajo altamente frustrante. Tal y como le había tocado la primera vez al conocerlo.
Al cabo de unos minutos, entraron en la habitación con una gran bandeja. Como JongIn no tenía buen pulso y se le volcaba un poco el té, Kaori se encargó de llevar las tostadas aparte para evitar que se humedeciesen.
—KyungSoo...
JongIn se acercó a la cama y dejó las cosas del lado vacío. Pero KyungSoo no respondía, seguía profundamente dormido con una almohada encima de la cara para tapar la luz que entraba por la ventana. Kaori fue hacia él y con sigilo, le quitó la almohada para hundirle los dedos en sus cachetes. Tal y como lo había hecho un día antes con JongIn, quien reía ante la repetida técnica.
—Fufu... Despierta.
—Uhm, no molestes... —refunfuñó, pero su rostro fue apachurrado por las manitos sin compasión, y acabó abriendo los ojos de mala gana—. Ahg... Almien de porquería, ¿por qué no me amasas los mocos?
—¡Guácala, Fufu, nadie quiere tus mocos! —lo soltó disgustada.
—Podrías hacer un pastel y mandarlo a Almien, quizá les guste —dijo somnoliento.
—Kyung, Kaori nos hizo el desayuno —JongIn se acercó y besó su mejilla—. Pero si no te levantas, me comeré tu parte.
—¿Hiciste café de soja otra vez? —miró divertido a Kaori.
—¡No! —cabeceó rotundamente.
—¿De qué hablan?
—De las recetas raras que le enseñas —KyungSoo se sentó con pereza. Al ver el rostro de JongIn tan cerca, le robó otro rápido beso, pero en los labios—. Buen día.
—Buen día —sonrió complacido.
Luego, Kaori se subió a la cama y se acomodó entre ellos, apoderándose de una taza y devorando una tostada. Esperar a que sus Fufus despertasen era una odisea, ya estaba muy hambrienta. Sin embargo, no era necesario ser un Almien para darse cuenta de lo distinta que era la atmósfera esa mañana. La inocencia brillaba en la mirada de Kaori, estaba feliz de compartir un momento así con sus padres.
El amor y la calidez, flotaban como una nube de miel en la habitación, y KyungSoo y JongIn, tampoco salían del asombro. Ahora, ambos querían permanecer en esa burbuja agradable, mágica y estable, por muchos años más...
Y estaban seguros: lucharían hasta el último segundo, por mantenerla a salvo.
🌌
En la tarde, tal y como lo habían planeado, fueron de paseo. Tenían que comprarle ropa a Kaori, además de la bendita televisión y el velador que habían roto. Aunque Kaori no demostraba signos de tener miedo a la oscuridad, JongIn sí creía que era necesario. No iba a arriesgarse a entrar en la habitación y sufrir un paro cardíaco al encontrarse con un alien o fantasma. Claro que Almien era lindo, amistoso y venía en son de paz, ¿pero y si alguna vez se colaba uno malvado en sus vidas? JongIn tenía que poder verlo. O al menos, tenían que tener una luz para espantarlos.
—Qué buena forma de encubrir tu miedo a la oscuridad, JongIn —se mofó KyungSoo en pleno viaje.
Los tres iban en bus rumbo al centro, Kaori sentada en sus piernas del lado de la ventana, y JongIn junto al pasillo.
—¿Qué? ¿No tienes miedo de que un espíritu se te aparezca? —le observó pasmado.
—Sí, pero no creo que la oscuridad importe, ¿si es un espíritu bueno?
—Bueno, sí, pero en la oscuridad siempre pasan cosas feas.
—Fufu JongIn, viste muchas películas de terror —le miró escéptica.
—Definitivamente —concordó KyungSoo y rio—. Y le decías a Almien que las películas románticas eran mentira...
—¿Lo ves? ¡Estaba equivocado! —exclamó y reafirmó con terquedad—. Así que también podrían ser espíritus malignos.
—Bueno, sí existen aliens oscuros... —confesó Kaori, mirando a través de la ventana—. Pero Fufu no debería preocuparse. No es como si fuese a aparecer uno de repente. No son como espíritus. Ellos tienen cuerpo real, no como Almien.
—¿En serio? —dijo JongIn curioso.
—Sí, se adaptan al lugar en el que están con materia.
—Entonces... Sí podrían estar entre nosotros —se percató KyungSoo.
—Sí. Por eso, es más difícil detectarlos. Ellos no tienen tiempo limitado como Almien, pueden quedarse cuanto quieran. Pero, generalmente se quedan poco tiempo —se encogió de hombros—. Quieren invadir muchos planetas y dimensiones a la vez. Quieren expandirse y viajar más rápido que la luz, pero eso nunca será posible —dijo con certeza—. Oscuridad es pesada, no puede moverse fácil, y para crecer, necesita alimentos. Aunque sea un rayito de luz, se lo traga, por eso... Siempre va por detrás, esperando una estrella perdida para comerla.
JongIn observó preocupado hacia Kaori. Aún si las explicaciones eran sencillas, no creía que hablar de eso fuese sano para ella. Al menos, hasta donde entendía, Almien y Kaori no estaban separados del todo entre sí. No quería ver después, triste a una niña por cosas del espacio que no podría controlar. Conocía bastante bien la sensación de perder una parte importante del universo, en plena Tierra.
Y aún si intentaba proteger al resto del dolor, sabía que no sería posible.
—¿Quieres decir que la oscuridad se está acercando a nosotros? —se atrevió a preguntar KyungSoo.
Pero JongIn le hizo un gesto en reproche.
—Shh, basta no hablemos de eso.
—No podemos fingir que no estamos preocupados, Kaori tiene miedo, y eso nos está dando miedo a nosotros. No es justo, tenemos que saberlo.
—No es justo tampoco que los pocos días que tengamos con ella y Almien, tengan que estar cargados de misterio y preocupaciones —se cruzó de brazos—. Creí que dejaríamos pasar las cosas.
—Fufu KyungSoo, yo no tengo miedo —le fulminó Kaori con la mirada y luego se enfocó en JongIn—. Pero, es verdad que tienen que saber cosas, así podrán ser fuertes. Almien es fuerte, más que Fufus...
—Kaori... —JongIn le miró con preocupación—. No quiero que estés triste.
—No estoy triste... Estoy enojada, porque cuando cosas sucedan, Almien ya no estará... Y Kaori habrá olvidado todo. ¡No podrá ayudar! —dijo con fastidio—. Pero Fufus lo lograrán. Fufu JongIn tiene que resistir. La luz es vida. Una semillita muy pequeña puede echar raíces en la más grande oscuridad.
JongIn se quedó pensativo, mirándole unos segundos, intentando averiguar qué habría precisamente, en esos ojitos perdidos en otras dimensiones; que veían cosas que ellos no podían. De a ratos, su confianza se acrecentaba y quería saberlo todo, pero entendía que Kaori no era la encargada de esa nueva misión, y mandaba los pensamientos a una imaginaria papelera de reciclaje. Tampoco estaba seguro de poder afrontar más sorpresas alienígenas.
Quería vivir felizmente, y pensar en los misterios del universo, lo embargaba en más miedos y cuestiones existenciales. ¿Acaso se acercaba el fin del mundo? ¿Los iban a invadir extraterrestres malvados? ¿Tendrían que luchar contra ellos? De lo único que era consciente, era de que esos no eran tiempos para el miedo, ni para las dudas. No cuando tenía que ser firme y fuerte. Cuando tenía una hija que cuidar.
No era difícil entender las palabras de Kaori, lo complejo, era deducir bajo qué contexto habría que aplicarlas. Esa era la parte aterradora que, simplemente, no podía imaginar.
—Ya tenemos que bajar —avisó KyungSoo.
Era momento de disfrutar del día, de ser feliz, de pasar una tarde de paseo.
De hacer buenos recuerdos.
JongIn lo presentía en la fibra más sensible de su ser. Todo estaba siendo más rápido que con Almien en KyungSoo. La sensación era idéntica. Cada día, parecía una despedida. Como Almien se lo dijo antes de partir: lo que para los humanos era un comienzo, para ellos era tan sólo la despedida.
Desde que llegaba, Almien siempre estaba despidiéndose.
Constantemente y con amor.
🌌
La peatonal, le trajo una sensación familiar a KyungSoo; pero también algo de nervios. Las tiendas de electrodomésticos estaban unas calles más adelante, y él y JongIn iban con Kaori en medio. Cada uno le daba una mano, lo cual desconcertaba bastante a la gente que pasaban a su lado. Sin embargo, no era ese el motivo de su inquietud. En algún momento el mundo iba a tener que acostumbrarse a dos personas del mismo sexo con un niño o alien, paseando por la calle.
Más bien, le parecía que había algo de ese lugar ya conocido que, de repente, se sentía muy remoto. Rápidas imágenes de JongIn y él, se cruzaban por su mente: caminando por las calles, tomando un helado, mirando vidrieras. En un instante, un hombre con un puñado de globos de helio, se atravesó en medio de su camino. Extendió uno en forma de osito hacia Kaori, y JongIn sin siquiera pensarlo, sacó un billete para pagárselo mientras ella sonreía contenta.
KyungSoo se quedó de piedra al presenciar la corta escena. Aún cuando Kaori y JongIn avanzaron, él se quedó en su lugar, mirando hacia su alrededor, como si el tiempo se hubiese detenido exclusivamente en su espacio... Y el resto fuese muy lento.
Hasta que oyó un: «¡No, mi globo!», entonces, salió de su trance. Vio el osito flotando hacia él, y de un salto, lo atrapó con su mano.
—Un helado en forma de osito...
Podía casi sentir el sabor dulce derritiéndose en su lengua. Podía recordar algo muy especial, y era tan vívido que, quería llorar de felicidad. Vio a JongIn regresar, preocupado al notar su ausencia por no seguirle el paso.
—¿Kyung? ¿Estás bien?
—Un helado en forma de osito... —dijo sonriente—. Ese día fuimos al cine... Y fue nuestro primer beso —le señaló en reproche—. ¡Yo te lo di!
—¿Lo recordaste?
KyungSoo asintió y se lanzó a abrazarle. JongIn incrédulo ante la sorpresiva muestra de afecto, lo sostuvo también. Pero a su lado, sólo quedaba el rostro enfadado y triste de Kaori, soltando lágrimas dramáticas de cocodrilo.
—Felicidades Fufu —dijo con desdén—. Te llevaste tu recuerdo y también mi globo, así que, ¡con permiso! —se lo arrebató.
—¿Qué?
—Cuando Kaori sintió recuerdo yéndose, solté mi globo de la sorpresa, fue demasiado rápido, ¡Fufu roba ositos! —le acusó.
—Perdón... —exhaló. Luego, le miró dubitativo—. Tú... ¿Estás bien?
—Sí, Kaori se siente con menos peso... Aunque extrañará saber tanto de padres —murmuró y advirtió—. Así que más vale que cuenten historia de amor a Kaori cuando Almien se vaya.
—Uhm, ya lo veremos... —le tomó de la mano libre—. Ahora sigamos, ya quiero mi tele nueva.
JongIn les observó unos pasos por detrás y sonrió. Ambos iban a la par, movían sus manos en un vaivén típico de KyungSoo, que descubrió también en Kaori; ella balanceaba sus brazos mientras caminaban distraídos mirando las tiendas. JongIn los alcanzó con rapidez, quedando nuevamente del lado de Kaori, y sonrió al ver el globo con cara de osito.
Definitivamente, las coincidencias no existían: Kaori, KyungSoo y Almien.
Siempre habían sido su destino.
Y como consecuencia, tenía que comprar una televisión.
Se detuvieron en un gran negocio, en el escaparate se promocionaba un gran: «Smart TV de 42 pulgadas, 30% de descuento al contado!». KyungSoo apenas lo vio, miró hacia JongIn con las pupilas no brillantes, sino incandescentes. Parecía una buena oferta, pero tenían que verificar por qué había, precisamente, tan buena oferta en un día domingo.
—Seguramente está defectuosa y se quieren deshacer de ella, ya que hay mucha gente paseando —murmuró JongIn al entrar.
—Qué desconfiado.
—Por favor, hacíamos eso en Exomarket... ¿YiXing nunca lo implementó?
—No, hace el reclamo y se la llevan a la fábrica.
—Él sí es buen gerente...
—Demasiado, tanto que me desespera —dijo KyungSoo—. Vamos a preguntar —se adelantó en busca de un vendedor.
—¿Puedo quedarme a jugar con las tablets? —Kaori jaló del brazo a JongIn y señaló la gran isleta con los artefactos—. Hay varios niños jugando con ellas.
—Bien, ¡me quedaré aquí cerca! —avisó a KyungSoo—. ¡Fíjate bien!
KyungSoo asintió y rodó los ojos. Sabía de sobra las condiciones en las que debía estar la televisión. Dos veces había estado en el sector de electrónica, y desistió en la tercera. Estaba harto de los clientes, algunos no sólo eran tremendamente preguntones, sino también ignorantes. Realmente no sabían lo que querían, ni lo que estaban comprando, KyungSoo debía averiguar en base a sus deseos, qué tipo de teléfono celular o lavarropas necesitaban.
Mientras tanto, JongIn se hizo cargo del globo bajo su brazo, y al igual que el resto de los niños, se distrajo con los juegos de las tablets en una esquina de la isleta. Kaori estaba en frente, pero casi en la otra punta. Todos se amontonaban para meterse apenas alguien dejase su lugar. De a ratos, levantaba la mirada para controlar que ella siguiese ahí. El lugar era grande, pero tampoco como para perderla. Sin embargo, en un parpadeo, Kaori desapareció.
JongIn se paralizó, observó en mil direcciones y bajó la vista azorado, cuando sintió que jalaban de las mangas de su chaqueta.
—Fufu...
—¡Ah, Kaori, casi me matas del susto!
—¿Por qué?
—¡No te veía por ningún lado!
—Vine aquí contigo porque alguien entró a la tienda y no deja de verme raro... —murmuró.
—¿Quién? —espetó con gravedad.
—Se está yendo —señaló hacia la entrada.
JongIn sólo alcanzó a ver la espalda menuda de una persona más bajita que él, encapuchada y con un polerón blanco. No pudo ver su rostro, a excepción de un afilado y pálido mentón.
—¿Era hombre o mujer?
—No sé... —cabeceó y frunció el ceño—. Tenía ojos celestes, muy claros... Como el cielo. ¡No parecía humano!
—¿Qué? —dijo incrédulo.
—Sentí algo extraño, mis ojos estaban pesados y cuando alcé la vista, esa persona estaba en frente, mirándome fijamente.
—¿Te dijo algo?
—No... No habló, pero Kaori escuchó en cabeza, ¡leí su pensamiento!
—¡JongIn, necesito tu tarjeta, el televisor está impecable, sólo están en descuento porque son las últimas unidades! —exclamó KyungSoo de regreso. Pero la atmósfera sombría persistía, y la notó rápidamente—. ¿Qué está pasando?
—¿Qué decía, Kaori? —insistió JongIn.
—«Falta poco para tu partida, pronto seremos amigos».
—¿Qué sucede? —reiteró KyungSoo, mirándolos en ida y vuelta, con gran preocupación.
—Alguien nos estaba siguiendo... —murmuró JongIn con pánico—. Y Kaori lo vio, presiente que no es humano.
—¿¡Es SeHun, cierto!? —exclamó impulsivo—. ¡Lo voy a matar, a ese maldito! ¡Con razón estaba actuando tan extraño!
—¡No! —chilló Kaori.
—¿SeHun? —cuestionó JongIn inquieto.
—Ah, dame la tarjeta, iré a pagar y luego nos iremos, ¡esto no me gusta nada!
Los nervios no abandonaban a JongIn, pero tenía que mantener la calma, aún si era fingiendo. No podía perder la cordura en un momento así. Sacó la tarjeta de su monedero y luego tomó a Kaori de la mano, se dirigieron a la caja y esperaron a que KyungSoo acabase con el trámite. La tienda ofrecía un servicio de taxi en el que se hacían cargo si los equipos sufrían algún daño en el camino, así que aprovecharon. Todavía les faltaban cosas por comprar, y el paseo, no había sido ni la mitad de bueno de lo que deseaban. Pero no querían volver a exponerse. El desasosiego los abrumaba, ¿y si alguien más los seguía hasta la casa?
—¿No deberíamos llamar a la policía? —dijo KyungSoo una vez en viaje.
JongIn le miró incrédulo, y Kaori en el medio, negó rotundamente.
—¿Y qué vas a decir Fufu? —susurró—. ¿Que un alien malvado te está espiando?
KyungSoo apretó sus labios conteniendo una risa amarga y miró por la ventana. JongIn le observó y le acarició por la espalda tratando de darle un alivio. Pero no estaba seguro de poder hacer mucho con eso, ni siquiera él mismo se hallaba en sus cabales. Miles de dudas rondaban por su mente. De una semana a otra, KyungSoo parecía saber más de lo que él creía sobre Almien y el resto del universo.
Y eso era, extrañamente, desalentador.
🌌
Una vez en casa, el chófer se ofreció a dejar la televisión dentro, por lo que nuevamente, aún si ya habían pagado por el servicio, JongIn sacó unos billetines más de su bolsillo por la ayuda. Apenas eran las seis de la tarde, pero sentían que el día se les había pasado volando entre desayuno, baños, viaje, persecución y compra. Sin embargo, Kaori estaba contenta con su globo. Pese a que le advirtieron que se había pinchado y que para la noche ya iba a estar desinflado; al llegar, lo ató a una pata de su cama.
La verdad, era que los planes se habían frustrado bastante tras la aparición de alguien siguiéndoles. Querían comprar lo que les faltaba y dejar que les enviasen el paquete en la semana, así podrían comer algo afuera; pero el pánico los había hecho tomar una decisión apresurada y desprevenida. Ahora, JongIn se quemaba la cabeza pensando, echado en el sillón, mientras KyungSoo se encargaba de programar el Smart TV.
—¿Qué quisiste decir con que fue SeHun? —se reacomodó.
JongIn le miró con intriga y se desvió hacia Kaori, quien salía de la cocina, mordiendo una gran manzana entre sus manitos. Notó que KyungSoo se había detenido y la miraba a ella en complicidad.
—¿Por qué se miran así? ¿Qué esconden? —exigió perdiendo la paciencia.
—Dile Fufu —murmuró Kaori—. Después de todo... Esa persona no era SeHun, y ya falta poco para que Almien se vaya.
—¿Qué tan poco? —se apresuró KyungSoo.
—No sé... —titubeó—. Una semana, o menos...
—¡Ah, maldición! ¡No puede estar pasando esto otra vez, no tan rápido! —se levantó JongIn, estaba nervioso, pero mucho más, era la preocupación y abrumadora tristeza—. ¡Ya dinos todo lo que sepas Kaori!
—JongIn... —murmuró KyungSoo, acercándose a abrazarlo—. Tranquilo.
—No podemos seguir así, en lugar de estar felices, ¡estamos perdiendo la cordura intentando descubrir qué es lo que sucederá! —dijo molesto, luego se apaciguó—. Nada de lo que nos depara después de que Almien se vaya, suena bien...
—Fufu JongIn —dijo Kaori, dejó su manzana en la mesita y le abrazó también junto a KyungSoo—. Es probable que poco después de que Almien se vaya, pasen cosas feas... Y tengas que enfrentar mucha oscuridad, por eso debes ser fuerte. Debes recordar que tienes amigos amándote. Popó espacial SeHun, es un Almien defectuoso, pero él sabe cosas que ayudarán a Fufu cuando crea que todo está perdido...
JongIn se apartó incrédulo ante lo que acababa de oír, ¿desde cuándo el mundo que lo rodeaba se había convertido en una completa farsa? De repente, las personas que creía conocer, sus mejores amigos, se convertían en algo familiar, pero no menos extraño. La idea de que todo fuese una mentira, que estuviese viviendo en una realidad alterada, estaba sofocándolo.
Quizá, quien siempre había estado soñando, era él.
Hace seis años, claro que le había costado creer en Almien. Había sido escéptico hasta que las pruebas le pudieron más. Kaori hace una semana, era como un aliento de esperanza para que KyungSoo finalmente le comprendiese. Pero SeHun y YiXing, más seres rondando en sus vidas y teniéndolos bajo una lupa; eso era extraordinario. Mucho más de lo que su imaginación le permitía. Del escepticismo a la creencia, había una línea muy delgada. Pero de la creencia a la completa pérdida de fe, también sólo había un pequeño salto, y en ese momento, JongIn quería darlo.
Ya no quería más sorpresas.
—SeHun me lo confesó —susurró KyungSoo—. Pero está actuando muy extraño con YiXing, conmigo, con el nuevo empleado. Dijo que... YiXing tampoco es humano, que perdió la memoria y tampoco lo recuerda.
—No puede ser cierto...
—Pero lo es, JongIn.
—¿Por qué? ¿Por qué ahora? Todo tan de repente. No lo entiendo —retrocedió hasta sentarse en el sofá y se llevó las manos a la cabeza—. ¿No podemos simplemente estar en paz?
—Fufu —Kaori avanzó hasta él y amagó a abrazarlo, pero JongIn alzó una mirada severa y la frenó sin decir palabra alguna—. Papá...
—No quiero hablar ahora —susurró—. Necesito pensar, a solas. Hay muchas cosas que no entiendo, y no estoy seguro de querer entenderlas. Y todo este misterio, Almien —le observó directo a los ojos—. No está ayudándome en nada.
—Almien vino a ayudar a Fufu KyungSoo con recuerdos, no a Fufu JongIn —dijo con determinación y le apuntó con su índice—. Pero sí vino a ser hija de Fufus, eres responsable de Kaori, ¡no de amigos! ¡Así que tienes que mantener a salvo el presente! ¡Cada humano también tiene su propia misión, no puedes preocuparte por la de otros!
JongIn se quedó atónito ante la firmeza de la menor, le estaba retando, tratándolo como a un verdadero niño. Kaori parecía, literalmente, una madre en el cuerpo de una pequeñita.
—JongIn, sea lo que sea que pase, de todo esto que Almien nos ha dicho, no vas a estar solo, ¿de acuerdo? Precisamente, estaré yo, y tendrás a tus amigos, quizá algo locos, diciendo que son extraterrestres también —sonrió KyungSoo, sentándose a su lado y dejando que Kaori suba a su regazo—. Y también a ella... Al menos, sabrá que nosotros somos sus padres, no como yo que ni siquiera sabía quien eras tú.
JongIn se dejó abrazar por ambos y suspiró.
—A veces... No sé si todo esto se trata de un sueño del que aún no despierto —murmuró—. A veces, siento que la peor parte aún no llegó, y por eso no despierto...
—JongIn —lo tomó por las mejillas—. Todo esto es tan real como mi maldita pérdida de memoria, que finalmente estoy recuperando. ¿No crees que eso es suficiente? Dijiste desde el inicio que Kaori era un Almien, estabas convencido, ¿por qué ahora no? Ahora, cuando siento que todo es tan impresionante, cuando finalmente creo en todo y no me quedan dudas, ¿por qué estás así? —se entristeció su mirada también—. Eres la única persona gracias a la que estamos los tres reunidos aquí... ¿No confías en nosotros?
—Sí lo hago... —le miró angustiado—. Y tú, ¿confías en mis presentimientos? En lo inexplicable de lo que siento, como lo que ha pasado todo este tiempo.
—Confío en ti, no en tus miedos.
—Fufu JongIn... —le tomó la mano con serenidad—. Yo confío en tus presentimientos. Y tienes razón en temer, pero también confío en tu fuerza, y no tienes motivos para no creer en ti. Lo harás bien.
—Gracias Kaori —besó su frente, empapándola en un par de lágrimas.
La incertidumbre era tan confusa a la hora de los sentimientos, pero clara ante el deber. No sabían a ciencia cierta qué pasaría, sólo que sin Almien en sus vidas, deberían estar preparados para cualquier imprevisto. Y claro que la ansiedad de los sucesos era un martirio. Saber que algo pasaría, y no saber qué era ni cuándo; era peor que vivir con una conocida desgracia de la cual se podía salir.
Estar alertas, era una de las peores sensaciones que podían experimentar sus cuerpos y mentes. La ansiedad, se tragaba la poca felicidad que les quedaba por vivir, pero estar ante Almien, quien sabía mucho más que ellos; era una especie de placebo que los mantenía con esperanza hasta que el momento llegase.
Y entonces, sólo les quedase creer en sí mismos.
🌌
Muchas gracias por leer <3 ❤ les quiero gente bonita 👽🧚🏻♀️
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