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19. Despedida 👽

Déjame escapar en tus brazos
Cariño soy tuyo.
El amor no viene fácil del todo
Te extraño tanto.
Dime, ¿es esto libertad?
Persiguiendo el peligro
Haciendo mi corazón latir.

Tal vez si las estrellas se alinean
Tal vez si nuestros mundos colisionan
Tal vez en el lado oscuro podremos estar juntos.
Tal vez en un millón de kilómetros
En el camino a través de los cielos
Algún día, pronto
Estaremos juntos.

Be Together, Major Lazer ft. Wild Belle








🌌






Ese miércoles al mediodía estaba soleado y tranquilo, exactamente como el liberador miércoles que había iniciado hacía dos semanas; donde las vacaciones estaban a punto de comenzar, y la idea de que todo seguiría siendo igual de rutinario y pesadumbroso, no se desvanecería.

Ni las vacaciones se volvían una salvación, cuando lo que anhelaba desde el rincón más recóndito de su corazón, era una compañía. Alguien diferente con quien compartir el día a día. Alguien con quien no fuese sólo a hablar sobre exámenes o el trabajo.

JongIn sabía que era cualquier otro día común y corriente de su vida. Con la excepción de que precisamente para cuando oscureciese, serían quince noches desde que se había encontrado con un joven moribundo. Ese que lo sacaría de sus pensamientos grises y hostigadores; y de la oscuridad rondando su alma.

Hacía dos miércoles pasados, su perspectiva de un día común y corriente, era absolutamente diferente. Y ahora en su presente, unos pocos días que se sentían meses, lo habían transformado significativamente. Los días no habían dado un giro de 360 grados; parecían haber dado la vuelta al Sol, parecían 360 días, y quién sabía cuánto más.

Sus días habían cambiado tanto como podía cambiar la Tierra en un año mismo. Y ni siquiera él imaginaba la magnitud de aquello. Pero el cambio que había traído Almien, había sido para bien. Para el bien no sólo propio, sino para el de Almien mismo, quien debía aprender de tales sentimientos frustrantes y endulzantes de sus más amargas horas.

Quince días en la Tierra, realmente eran muy pocos. Pero quince días de oír, ver, y sentir a Almien a su lado, eran demasiados. Demasiados para estimular y agitar su corazón, para convertirlo en el desastre que él era actualmente. Quince días eran más que suficientes para volver más lenta su perspectiva del tiempo mismo, para hacerle desesperar cada hora que transcurría lejos de él; aún si ahora “lejos”, eran quince minutos y no miles de años luz, como en algún momento lo habían sido.

Como pronto podrían serlo.

Verlo dormir aquella mañana, se sentía incómodamente tranquilo; tranquilo porque era como cualquier otro día, en el que no debería pasar nada fuera de lo que era normal en ese último tiempo; incómodo, porque nada más perturbador que el miedo por perderlo, convivía en el fondo de su cabeza y corazón. Y finalmente tranquilo otra vez, porque Almien tras despertar, le había prometido que le llamaría ante cualquier indicio de estar en problemas.

Problemas que en realidad significaban el ciclo natural de aquel encuentro, el final de su estadía en la Tierra.

—Ya me voy, ¿estarás bien? —le había susurrado al besar su frente en la puerta de entrada, despidiéndose.

KyungSoo esa mañana se había levantado con naturalidad y había preparado otra vez el desayuno. Sus pasos habían sido completamente naturales, a un ritmo humano absolutamente normal, y aunque aquellas pequeñas peculiaridades fuesen inquietantes, para JongIn se veía bien; como un ajuste por parte de Almien, como ese equilibrio que decía debían tener entre cuerpo y alma.

—¡Sí! ¡Almien se siente con mucha energía! —le exclamó sonriente y alzando su puño.

—Eso es raro, estabas muy cansado ayer.

—¡Pero árbol ayudó mucho! ¡KyungSoo debe estar recuperándose también!

—Eso es mucho más raro aún, ¿acaso planea vivir allí dentro? —giró la cabeza para mirar hacia el árbol a mitad de calle; pero Almien sólo se encogió de hombros, como si ya no supiese qué responder—. ¿O planeas convertirte tú en un humano?

—Almien no quiere ser humano, Almien ya es humano gracias a amor de JongIn.

—Cuídate, no quiero más sorpresas para cuando regrese, y llámame si sucede algo... raro.

—¿Raro?

—Sí, ya sabes, un ovni impactando contra la casa o algo así.

—JongIn miró muchas películas tontas de extraterrestres.

—Claro y los romances que tú viste debieron ayudarte mucho a tu vida aquí en la Tierra.

—¡Sí, hicieron que JongIn se enamore de Almien! ¡Ahora ve a trabajar o no tendremos dinero para cena! —le empujó por la espalda echándolo, y haciéndole tropezar.

—¡Increíble me sacas de mi propia casa para que me vaya a trabajar! —exclamó girándose con incredulidad.

—Almien tendrá mucha hambre para cuando JongIn regrese —declaró cruzándose de brazos.

—¿Y si no estás para cuando regrese? —avanzó un paso hacia él.

—Entonces no habrá cena. JongIn comerá solo.

—Esa no es una respuesta agradable, Almien.

—Tampoco pregunta de JongIn fue agradable para Almien. Sólo está todo el tiempo pensando en cuando me iré, no en tiempo que estoy aquí. ¿Quieres que me vaya?

—Claro que no, ¿por qué estaría tan preocupado sino fuese porque quiero que estés mucho más días junto a mi?

—Entonces sólo disfruta, y deja de recordar a Almien que se irá. También duele, JongIn. Humanos son masoquistas, en lugar de vivir momento, están preocupados en qué pasará después, y ni siquiera Almien sabe cuándo sucederá.

—Lo siento... —agachó la mirada y luego tomó su mano en una caricia—. No quise ponerte triste, pero es inevitable para mi.

—No quiero que JongIn recuerde siempre a Almien como algo triste, como algo que se fue. Almien siempre estará con JongIn en su corazón. Sólo piensa en cosas bonitas. Piensa en Almien como felicidad infinita.

—Quisiera poder estar tan convencido como tú cuando hablas; así me convencería a mi mismo de que no me pondré nostálgico cada vez que te recuerde.

—No me recuerdes, simplemente piénsame felizmente. Ahora no pienses en futuro, ni cuando me vaya en pasado; sólo presente. Ahora y mañana, será siempre presente. Y presente, siempre será momento más feliz que podrás estar viviendo. Ayer no tiene comparación con hoy, y el mañana JongIn no sabe.

—Felicidad es un estado... —murmuró recordando las palabras de los primeros días—. Pero yo, estoy seguro que hoy y ahora soy más feliz que ayer, que en el pasado.

—Porque creías que felicidad es sentimiento. Pero de hoy en adelante sólo piensa en estado. ¿No estás feliz?

—Sí.

—Si lo estás ahora, es presente. Y siempre es presente. Sólo que ahora eres consciente de que puedes ser feliz todo el tiempo, siempre y cuando tú así lo desees y te lo permitas.

—Y si no me lo permito aún cuando lo desee. ¿Si creo que no lo merezco?

—Entonces deja de usar tanto cerebro, y usa más corazón. Alma siempre es feliz y fuerte, pero cerebro es muy débil y tiene miedo. Cerebro envidia porque trabaja solo, oculto; ve a través de ojos... percibe a través de piel. Por eso lastima a alma sin forma, pura y en contacto con universo. ¿No es esa eterna rivalidad entre cerebro, corazón y alma? ¿Cómo sabes que Alma no será más fuerte que cerebro si nunca nadie confía suficiente en ella? Si nadie se permite ser feliz.

—Supongo que una vez más... tienes razón, pero no puedo evitar que mi cabeza siga funcionando de un modo tan humano como para incorporar eso de un día a otro.

—Entonces ve a trabajar. Trabajo y ganar dinero mantienen cabezas de humanos ocupadas —aseveró.

—Bueno, sí te sirvieron las películas un poco —sonrió, acercándose a robarle un fugaz pero intenso beso. KyungSoo le contempló sonriente y aturdido por su brusquedad—. Te veo en la noche.

—¡JongIn, trabaja con cuidado!

—Tú cuídate —le señaló con el índice en advertencia, alejándose de una buena vez, porque claro que con esa pequeña y profunda charla, se le habría ido el bus que tomaba para llegar diez minutos antes al trabajo.

A cada paso que avanzaba por la acera, volteaba su rostro de perfil notando que KyungSoo seguía observándole con aquél gesto inmutable, sereno y misterioso, donde la sonrisa relajada parecía ocultar algo. Siguió de largo por debajo del cerezo, hacía calor y faltaba algo de viento fresco desde temprano; pero aún si faltaba una brisa, JongIn se percató de cómo caían sobre él unos cuantos pétalos.

Por esos segundos, se sintió una especie de bendición, ser bañado en un color tan rosa como su propia alma, como la roja que le pertenecía a KyungSoo, y que probablemente necesitaba de más blanco para purificarse; se sintió una bendición tener a Almien durante esos catorce días y quince noches, dándole a él el rojo que acababa de encender por completo su corazón, dejando el rosa opaco y viejo de un alma llena de polvo.

Y sin embargo, la curiosidad en él persistía, ¿de qué color era Almien?

Nunca podría saberlo. Nunca podría verlo. O eso era lo que creería, tal vez hasta el final de ese día.

🌌

La jornada laboral había sido agobiante, estaba desacostumbrado a la cantidad de gente que concurría al supermercado después de las cinco de la tarde, pero en agradecimiento al favor que YiXing le había hecho cambiándole el día libre anterior, ahora a él le tocaba cubrir ese turno hasta horas nocturnas.

El tumulto de personas yendo y viniendo, le recordaban a las peatonales céntricas, le hacían sentir desorientado de a ratos, cuando corría apresurado a reponer productos. En algunas góndolas, se quedaba más tiempo del requerido, sus movimientos se hacían lentos como si el cuerpo le pesara. Como si la gravedad hubiese recaído en sus hombros. Como si el día quisiese impedirle ir más rápido de lo que él ansiaba.

Sabía que esa sensación sólo se debía a su interna desesperación por regresar a casa. Y agradecido estaba cuando el reloj en su teléfono, marcó finalmente las 9 en punto, pero sorprendido y prontamente consternado, al notar que no tenía señal ni dentro del supermercado, ni una vez afuera. Aunque apagase y volviese a encender su teléfono, seguía tildado.

Era un presentimiento. Y era rosa. Lo veía en su mente. Lo veía a medida que avanzaba en el bus y notaba como los árboles de cerezo aún se mantenían florecidos, esperando marchitarse con el calor veraniego.

Iba a comprobar su presentimiento, ese que le había embargado desde el último beso del mediodía, en el momento en que regresando apresurado por la esquina de la calle, con el corazón ya en la mano preso de una estranguladora angustia que no hallaba respuestas más que en la intuición, encontraba nuevamente a KyungSoo sosteniéndose contra el árbol.

Sus pasos se aceleraban violentamente, y de su boca no salía sonido alguno, las luces de los faroles se apagaban en efecto dominó, como si fuese un mal sueño, una aterradora pesadilla, donde quería gritar por él, por quien estaba a punto de desvanecerse en el suelo. Las rodillas de KyungSoo flaqueaban, y su espalda contra el tronco comenzaba a resbalarse.

¿Almien o KyungSoo? ¿Por quién debía gritar? ¿A quién debía lanzarle su grito desgarrador, intentando que fuese oído y no cediese ante el inevitable fin?

Corrió hasta alcanzarlo, pero apenas unos segundos antes de llegar, KyungSoo cayó sentado en el suelo, extendiendo su piernas y echando la cabeza hacia atrás, como si buscase desesperado, ayuda en el cielo. JongIn se arrodilló yéndose de bruces hacia delante y lo abrazó fuerte.

Era como regresar hacia dos miércoles atrás; alrededor del mismo horario, la misma paz del barrio, y la misma oscuridad de la que había sido preso en aquella noche cuando lo encontró herido e inconsciente.

—¿Almien? ¿Me escuchas? —lo alejó para mirarlo directo a los ojos, pero su visión ya se volvía borrosa también, cuando las lágrimas se apoderaban tan pronto de él.

—Sí... JongIn —exhaló con dificultad—. Está pasando...

—No. Sólo estás cansado... —volvió a atraerlo contra su pecho.

—Ya es el momento.

—No, no. No es el momento de nada —negó con insistencia.

Su respiración se aceleraba al buscar una falsa calma en la mirada decaída de KyungSoo, los ojos parecían querer llover estrellas y liberar el universo contenido. Pero JongIn sólo se oía a sí mismo, su propia voz temblorosa y sus ojos nublándose en rosa cuando los primeros pétalos del cerezo comenzaron a caer lentamente, como si el tiempo estuviese deteniéndose a su alrededor y ellos fuesen los únicos sintiendo y actuando, moviéndose a su propio ritmo.

—Almien... ¿Por qué no me llamaste?

—Almien creyó que podría aguantar, quería esperar a JongIn, dodó mi niní lianmuán, pero... Esta debilidad, térari y... —se llevó la mano a la frente y la bajó lento hasta su corazón—. Dodó... Almien confuso, de repente ya no entendí voces en tele... Equilibrio se rompe, y ojos de JongIn, glupsián odá... —extendió la palma y acarició sus mejillas ya húmedas en lágrimas—. Niní liané... —frunció el ceño, inhalando por su boca un aire que no parecía ser suficiente—. Aprendí sentimientos de corazón, JongIn.

—No quiero que te vayas... —lo abrazó atrapándolo tanto como le alcanzaba el cuerpo, hundiendo la cabeza en su hombro para ocultar su rostro lacrimógeno—. Quiero pasar más días contigo... Por favor.

El silencio se arremolinaba entre ambos, los segundos transcurrían hasta transformarse en minutos, JongIn alzó la vista cuando sintió a KyungSoo también remover su cabeza; entonces contemplaron el espectáculo sobre ellos. Un alma roja, un alma blanca. Flores rosas. Los pétalos de cerezo, flotaban y danzaban suaves e hipnóticos, querían caer pero la inexistente gravedad del momento, sólo los atraía mágicamente a sus cuerpos.

—Cuida a KyungSoo... —bajó la mirada hacia él—. JongIn también querrá a KyungSoo.

—No puedes saberlo.

—JongIn lo querrá tanto o más que a Almien.

—No es cierto...

—Almien siempre tiene razón...

—No. Hay algo en lo que te has equivocado —susurró acercándose a sus labios—. Si este sentimiento es tan grande, no puedo sólo quererte. No puedo sólo quererte si te recordaré por siempre. Es mucho más, y tú siempre lo has dicho. Es amor. Y también te amo Almien. No sé si sea de la misma forma en que tú lo haces, ni sé si será de la misma forma en que amaré a alguien más algún día. Pero ahora, y durante este corto tiempo... Y durante mucho más, te extrañaré tanto que sabré que no sólo te quise... Querer algo es desearlo. Y no quiero seguir deseándote en el futuro. Quiero recordar que te amé... —lo besó, con la amargura que endulzaba a Almien—. Ese es mi deseo.

—JongIn tonto... —murmuró entre lágrimas, frunciendo el ceño, notándose el esfuerzo al pensar sus palabras—. Hace despedida sumsumi para Almien... Triste.

—Te dije que en la Tierra las despedidas son así —le sonrió en desdén.

—Siempre fue despedida, desde que JongIn encontró a Almien, desde que JongIn llevó a Almien a casa. Despedida fue inicio de todo. Esa era despedida de Almien en planeta Tierra. Amor es la despedida. Y fue feliz. Cada momento era adiós. Y ahora es final del adiós. Aquí termina despedida. Gracias a JongIn.

—Deja de decir esas cosas, sólo empeoras todo... —espetó, y lo acomodó entre sus brazos amagando a levantarlo.

—¿Qué hace JongIn? —le detuvo.

—Te llevaré a casa, Almien... Todavía no te irás.

—Déjame en suelo, árbol está listo...

—No puedes dejarme con el cuerpo de KyungSoo... —le miró con pánico—. ¿Qué se supone que haré si no regresa?

—Regresará —asintió con una sonrisa débil—. Estará bien. Sólo quédate con Almien un poco más... —la voz se volvía cada vez más suave y bajita, los ojos intentaban mantenerse abiertos, pero le costaba—. Ama a Almien un ratito más y... —el silencio, lo sentía cada vez más cerca—. Y luego, ten...

Luego; como si la gravedad hubiese regresado a su atmósfera, como si el tiempo hubiese vuelto a correr con prisa. Una gota rosada cayó en la frente de KyungSoo y se escurrió cual lágrima por sus mejillas, cerró sus ojos pacíficamente, y JongIn alzó la vista una vez más. Los pétalos caían sobre sus cabezas, se había roto el hechizo bajo el árbol, o eso creyó hasta que delicadamente, notó como los pétalos los enredaban y envolvían en una rosácea nebulosa.

—¿Y luego? —lo sacudió inquieto, percatándose de que ya ni siquiera se movía, de la soltura del cuerpo frágil y liviano que caía encima de sus brazos—. Almien, por favor...

Lo estaba abrazando demasiado fuerte, tal vez así no se escaparía su alma, tal vez así podría unirse a él mismo, tal vez así podría capturarlo en su corazón. Quizá si no lo soltaba nunca, esa nebulosa podría teletransportarlos a ambos hacia otro lugar. Pero esas cosas no sucedían para él, como Almien le había dicho, sólo era posible a través de los sueños.

Sintió como el remolino de pétalos se alejaba de su pequeña burbuja, dejándolo solo con el cuerpo desmayado. JongIn lo protegía aún si ya no existía peligro, y miró hacia donde se dirigía aquella estela rosada en ascenso, cada vez más lejos de él y de KyungSoo.

Eran flores de cerezo perdiéndose en el aire, subiendo en cadenas entrelazadas hacia el cielo oscuro de la cálida noche. JongIn sentía sus ojos húmedos y sus mejillas tibias, el llanto era silencioso; podía ver cómo se iba un alma, como la nostalgia tras unos cuantos días, se apoderaba de su ser. Podía ver un atisbo de ese ser, de Almien, como cables rosas en el aire, pintando el firmamento y haciéndolo brotar en cerezos.

Era un hilo invisible uniendo cientos de flores que sólo subían y subían, hasta hacerse muy pequeñas ante sus ojos, demasiado diminutas para ser distinguidas por una visión humana como la de él.

Era Almien yéndose así, como si nada. Al igual que se había aparecido en su vida. Y dejándole solo otra vez.

«Y luego...»

Cuando ya no pudo divisar más que las estrellas lejanas, bajó la mirada hacia KyungSoo, notó las mejillas pálidas y debajo de sus ojos el par de ojeras violáceas resaltando cadavéricamente. Llevó su mano hacia el rostro para acariciarlo y sentir su temperatura. Estaba frío. Igual que con Almien. Igual que cuando lo había encontrado moribundo.

—Por favor... —pidió en un susurro, acercando su frente, y apenas reposando sus labios en la boca morada—. Regresa tú también —le miró ansioso—. También deseo que vuelvas, KyungSoo...

Podría pasar una eternidad allí arrodillado a su lado, sosteniéndolo entre sus brazos si eso le aseguraba que algún día regresaría Almien también, pero ¿qué se suponía que haría con tan sólo un cuerpo sin vida? No podía dejarlo allí, de repente el peso del cargo de conciencia golpeó fuertemente en su interior, ¿si KyungSoo jamás despertaba qué haría con él?

Quizá ahora debía llamar otra vez y desde el anonimato a los paramédicos, entonces lo vería partir para siempre, al igual que su madre años atrás lo hacía en una ambulancia.

El calor le abrumó súbitamente, el verano golpeando en su cabeza, la lluvia torrencial del pasado refrescando sus ideas. No, KyungSoo tenía que despertar. Almien se lo había dicho. No podía equivocarse. No al menos esta última vez. Pero, el sudor no tardaba en aparecer por su rostro, y se apartó del cuerpo de KyungSoo, sólo para comprobar que era éste quien estaba cada vez, más y más tibio. Como hacía quince noches, en otro miércoles que se sentía muy lejano, se percató del reflejo en los párpados, y en los dedos de las manos reaccionando en pequeñas contracciones.

—¿KyungSoo?

Las respiraciones cada vez más profundas, el pecho inflándose al notar que inhalaba, y luego exhalaba despacio, entreabriendo sus labios. Llevó su mano a las mejillas y nuevamente ardían. Parecía una fiebre como las que había tenido Almien. Pero en cuanto las pestañas se alzaron con letargo, supo que nunca volvería a ser Almien.

Los ojos negros observándole cada vez más amplios, absortos intentando identificar su rostro, eran otro universo, tan distinto y distante del que había contemplado durante esos días. No habían cientos de estrellas en ellos. Sin embargo, ese joven hablándole por primera vez, con aquella voz idéntica pero unas notas más graves y serias, eran un lucero perdido en la Tierra.

—¿Quién eres?

Capaz debió imaginarse aquella pregunta, pero nada era lo suficientemente impactante para la imaginación, cuando ya no se sabía qué más imaginar. Todas las opciones siempre se transformaban en nuevas posibilidades, y las más obvias quedaban olvidadas; las opciones se reducían creyendo que lo obvio era tal vez lo más improbable, se reducían al creer, al tener una ínfima esperanza de que Almien tal vez permanecería, y entonces toda imaginación o posibilidad realista, eran nulas.

Cuando en su alma sobrevivía la esperanza, el razonamiento pasaba a ser ilógico. Y eso era algo que Almien le había enseñado por sobre todas las cosas. Entonces, la esperanza podía aún no morir. Sonrió pensando en Almien. Sonrió pensando en la felicidad, en su presente.

En que Almien siempre había tenido razón, porque KyungSoo había despertado.

—Soy JongIn...

—¿JongIn?

—KyungSoo... ¿Me recuerdas?

—No. No te recuerdo. De hecho... —vaciló desviando la mirada perdida hacia sus propias manos—. No recuerdo nada, ¿cómo sabes mi nombre?

—Creo que hay mucho tiempo por delante para contarte, y sé que fue muy rápido para ser humanos y no lo comprenderás; pero Almien no era humano, por eso lo logró.

—¿Almien?

—Sólo fueron quince noches... —le tomó de la mano con naturalidad.

Pero supo que no sería lo mismo cuando KyungSoo la retiró con rapidez e incredulidad, supo que sus palabras estaban siendo algo contundentes y probablemente malentendidas.

—¿Quince noches?

Definitivamente JongIn seguía sintiéndose torpe, sabiendo retazos del pasado de KyungSoo, notaba que estaba asustándolo; así como él también se había pasmado cuando Almien le confesó los motivos de su visita a la Tierra. Pero si él siendo un desastre en aquello, en esos sentimientos confusos, había sido convencido por un extraterrestre; entonces, ¿por qué no podría convencer de aquél sentimiento tan puro a otro humano?

—Las que tardé en enamorarme de ti...

—¿Qué? Ah... —echó la cabeza hacia atrás en un resoplido frustrante—. Debí haber hecho algo muy malo para haber perdido la memoria de algo tan ridículo.

—¿Qué?

—Pobre Almien que tardó tanto... —cabeceó indignado, y torció una sonrisa socarrona—. Yo podría haberlo hecho antes.

—¿Estás hablando en serio?

—No, de mentira.

—Oye, estoy siendo sincero. Yo sí hablo en serio... Aunque esto tal vez pueda parecerte una mentira... Y lo entiendo. Yo tampoco lo creía.

Definitivamente esos nuevos ojos, transmitían un aura completamente diferente, pero no dejaban de ser misteriosos e igual de atrayentes que con los que Almien lo hechizaba. Había un quiebre de la magia que no sabía exactamente dónde se hallaba, pero lo sentía. Sentía la distancia recorriéndolos. Era consciente de que ese KyungSoo sería muy diferente.

—Ah, ¿sabes qué? No recuerdo nada, pero sé que no soy tan incompetente... Excepto por mi estado físico —alzó débilmente los brazos—. Que por cierto, estoy muy cansado, así que por favor, ya que estás aquí tan enamorado de mí, ayúdame.

No. No lo conocía en lo absoluto. Do KyungSoo no se parecía en nada; pero al mismo tiempo se parecía en todo. Bromeaba al borde de la inconsciencia. Pero pedía que le ayudase sin siquiera conocerle tampoco. Era un desafío, pero JongIn lo sabía desde el principio.

El destello de Almien, vibraba a su alrededor, lo sentía en el corazón, lo sentía al tacto. El temblor en su cuerpo persistía al tener ese reflejo brillando en todo su esplendor, en Do KyungSoo. Quien ahora había regresado y absolutamente, tenía un alma tan humana y desastrosa como la propia.

Quizá había sentido que con Almien el tiempo realmente había pasado lento, tanto como Almien lo sentía. Quizá se había acostumbrado a ese ritmo, y no podía creer que en verdad había pasado tan poco tiempo; que para cuando Almien llegase a su planeta, ya serían ambos muy ancianos.

Pero JongIn todavía tenía muchos años más por vivir, y mucho tiempo para volver a conquistar a otro nuevo joven. Uno que había presentido desde su primer encuentro con Almien, en el árbol de cerezo.

Ese que había dejado su memoria en Almien, ese que no tenía idea de cómo podía ser posible que hubiese tenido un pasado tan turbulento, y sin embargo estuviese coqueteando torpemente.

Quince noches apenas habían pasado, y todavía quedaba el resto de su vida, para ayudar a KyungSoo.

JongIn creía en otra vida. Y no importaba empezar desde cero otra vez. No cuando ahora quien necesitaba compañía y cuidados, ya no era él mismo, sino KyungSoo.

—Te llevaré a mi casa y podrás descansar, ¿de acuerdo?

—Sí. Pero si me tocas un solo pelo llamaré a la policía.

—Vaya... Tú sí que tienes sentido común —lo alzó con cuidado entre sus brazos—. Solía ser yo quien te decía eso.

KyungSoo le pasó las manos por su cuello para agarrarse, como si fuese una costumbre y se detuvo incrédulo ante su propio comportamiento. JongIn sonrió, asombrado pero contento de que realmente estaba sucediendo, después de ese largo día, estaba cargando nuevamente con el cuerpo consciente hacia su casa.

—Tú debes ser el único extraterrestre en este mundo y sin sentido común, que ayuda a un tipo desconocido tirado en la calle —le regañó y prosiguió con las advertencias a pocos centímetros de su rostro—. Podría robarte el corazón mientras duermes, para cosas que ni te imaginas.

JongIn reía, eran unas ocurrencias que sí, aunque no debiese le recordaban a alguien. Pero a medida que avanzaba por la vereda hasta llegar a la entrada, estaba seguro de que eso sólo significaba una cosa.

—Bueno, por segunda vez en mi vida, correré el mismo riesgo...

—En serio, mira que cuando te duermas, te voy a robar.

—Ya lo hiciste. Me robaste un vez el corazón.

—Ah, qué patético...

—Es cierto. Sigues teniendo razón, pero es tu culpa... —le miró una última vez, deteniéndose en la puerta—. Bueno, la de Almien...

Estaba seguro que aún habían estelas cósmicas, reminiscencias de un alma alienígena; de que la memoria no debía estar tan lejana de algún día recordar su pasado, porque no parecía fallar a la hora de hacer bromas con tintes oscuros.

Pero también estaba seguro de que el color rosa, brotaría en sus corazones tras notar que KyungSoo aún no quitaba el agarre de su cuello, mirándole profundamente a los ojos, en busca de una estrella que ambos sabían que existía.

—Estás muy loco... JongIn.

—Sólo por Do KyungSoo.








🌌

Sólo nos queda el epílogo, para mañanita <33 muchas gracias por leer y todo su amorcito 🌌💘

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