12. Sentimientos 👽
Recuérdalo, te enviaré una señal que sólo tú conocerás
No será algo que oíste mal
Tarde en la noche, pasando las frecuencias
Iré hacia ti, hacia ti.
Mi garganta se seca sin razón, ¿por qué?
Todo lo que era desconocido
Ahora cruza a través y cerca de la vía láctea.
Conoceremos el cosmos
El amor cósmico
En una estrella que cayó dormida
Tú frotarás tus ojos y despertarás
Y estarás en mis brazos
Oh, ahora, pronto, un sueño se ha ido
He esperado por ti eternamente
El momento es justo ahora, un sueño
Sólo espera un poco más
Mi amor cósmico.
Cosmic Love, Bada Ft. Ryeowook
🌌
En cuanto llegaron a la casa, a diferencia de como JongIn siempre le pedía a KyungSoo que durmiese en la habitación de su padre, decidió llevarlo a la suya y dejarlo recostado en su propia cama.
Verle dormir con los ojos ya cerrados, le causaba más tranquilidad que tenerlo cual muerto con sus orbes expandidas y siendo atravesadas por galaxias infinitas. Le hacía preguntarse si sería capaz de adentrarse a otro mundo sólo con mirarle tan detenidamente. Y claro que sí, en efecto eran la puerta a otro planeta al que podría cruzarse con tal facilidad, como si fuese la calle de en frente.
Por lo que dejarle de contemplar, aún si el universo dentro de éste estaba dormido, era una buena idea cuando lo único que hacía era cuestionarse por demás, en qué sería del verdadero KyungSoo en esos momentos. En qué sería de Almien en tanto siguiese a su lado, y en qué sería de sí mismo, si éste continuaba acelerando sus días y junto a ellos: su andar, sus pasos, sus pensamientos...
Y sí, también el latido de su corazón.
Tener a KyungSoo rondando su vida, le hacía de un extraño modo, dar un salto en el tiempo y acompasarse a su ritmo. No quería ir a acostarse junto a él, no quería ser quien fuese por voluntad propia a su lado y le diese una falsa esperanza, ¿sabría siquiera Almien lo que era la esperanza? JongIn ya creía que sí, sino el extraterrestre no estaría quedándose tantos días en su casa, esperando a que por algún motivo, él fuese a encariñarse o sentir alguna clase de amor mágico de un segundo a otro.
Decidió quedarse mirando un rato la televisión, la cual afortunadamente, le permitía ver todos los canales con total claridad de imagen y sonido. Justo ahora que KyungSoo estaba dormido, era como si todas las señales volviesen a su correcto funcionamiento. En su teléfono el internet iba veloz y al intentar ver videos, ya no se trababan.
Finalmente Almien debía estar descansando, aunque la pregunta era: ¿cuánto lograría dormir esta vez?
Haciendo zapping, JongIn encontró empezado un drama romántico del cual ni siquiera se había fijado el nombre, porque lo único que le llamaba la atención mientras miraba escena tras escena, era el porqué a Almien le atraían tanto las películas. ¿Realmente creería que esas historias sucedían en la vida cotidiana? Si sólo eran ficciones. Algunas solían estar escasas veces basadas en la vida real, pero mayormente mezcladas con un gran porcentaje de imaginación del creador. O eso creía, porque, ¿hasta qué punto las probabilidades de que algo de la ficción pasase en la vida real, eran posibles?
Hasta donde sabía, habían más ficciones que documentales basados en hechos reales sobre los extraterrestres. Y sin embargo, ¿quién podría querer convertir en película o documental su propia y verdadera historia?
Era más probable encontrarse con una ficción parecida a los hechos reales que él vivía en esos días, a que alguien realmente los retratase y diese a conocer al mundo. Porque para empezar, ¿quién le creería cuando hasta él mismo era tan escéptico?
Sólo le quedaba a él mismo contar su propia historia cuando ésta acabase, y la cual probablemente, parecería más un cuento de hadas creado por una mente demasiado ociosa y deseosa de conocer lo misterioso y oculto, que una verdadera realidad.
A cada minuto, cabeceando del sueño y olvidándose ya del punto de lo que estaba reflexionando, JongIn se reafirmaba que todo quedaría como una bonita y simple ficción; una que nunca habría sucedido de en serio, más que en su galáctica cabeza.
En efecto, la séptima noche se desaparecía de su vida como un mágico sueño; uno del que de ser real, cada vez tenía menos ganas de despertar.
🌌
El frío se colaba lento, como una correntada inconstante, penetrando en su pecho y piernas. Abrió los ojos de modo instantáneo y descansado; removiendo apenas la cabeza, cuando notó que KyungSoo estaba recostado encima de él. Para su fortuna había una manta entre ambos, la cual probablemente era la principal causa de que no estuviese completamente congelado y sufriendo de una hipotermia en los albores del verano.
JongIn se había quedado dormido en el sillón, pero claro que eso no había sido suficiente para evitar despertarse con compañía. La televisión estaba apagada, pero la luz se filtraba junto el arrullador sonido de la brisa matutina que agitaba las cortinas de la ventana de la sala.
El silencio de las mañanas en su barrio, era casi comparable con el del la noche cuando regresaba de la facultad; pero con la leve diferencia de que por la mañana, era más pacífico, y no sabía si se debía a que la energía de la gente aún reposaba en un sueño inconsciente del que no quería despertar, o si era porque algunos pájaros ya piaban en las copas de los árboles anunciando que era de día otra vez, felices de tener tiempo para volar libres hasta que el bullicio de la gente yéndose a trabajar, los volviese a espantar.
No sabía porqué, pero a JongIn simplemente le gustaba ese momento del día. Lo recargaba de energía y le hacía saber que era el comienzo de una nueva oportunidad para dejar de sentirse desanimado por los días solitarios que había llevado hasta el momento en esa ya no tan... vacía casa.
—JongIn despertó —oyó el susurro contra su pecho y pronto el rostro de KyungSoo se alzó; sus pequeños iris mostrándole la oscuridad de la noche en la que vivía eternamente Almien.
—Apenas moví la cabeza. ¿Cómo te diste cuenta?
—Porque corazón empezó a latir más rápido y respiración se aceleró.
—Tuve una pesadilla —se apresuró a contar al notar que éste no se removía.
—¿Con qué?
—Con un extraterrestre aplastándome hasta dejarme hecho nieve.
—¡JongIn sigue entero, no se hizo nieve porque Almien abrigó antes de acostar! —declaró con orgullo pero sin apartarse de encima.
—¿Por qué viniste otra vez a acostarte conmigo? Te dejé en mi cama para que sigas sintiendo mi cochino aroma.
—Pero no hay calor...
—No te gusta el calor.
—Sí de JongIn. Calor de JongIn hace sentir bien. Hace a corazón de KyungSoo latir rápido —se llevó la mano al mismo.
—Levántate, tengo frío.
—Almien traerá otra frazada.
—No. Tengo que levantarme.
—Entonces levanta a Almien también.
—Como si no lo hubiese hecho antes —intentó sentarse, pero KyungSoo lo abrazó tan fuerte y se apegó tanto a él, que le estaba siendo difícil ponerse mínimamente derecho sobre el sillón cuando ni siquiera tenía libres los brazos—. ¡Déjame sentar al menos!
—No. Almien gusta estar así —acurrucó más la cabeza contra su pecho.
—Pero a mí no.
—Almien quiere sentir más a JongIn. Cada día estamos más cerca.
—¿¡Más cerca de qué!?
—De que JongIn ame a Almien.
—¿Estás loco?
—No loco. Almien enamorado, esperando a JongIn.
—Entonces tendrás que esperar por el resto de tu vida.
—No. JongIn está cerca. Ayer estaba celoso, y preocupado por Almien. Pronto llegará amor, como en película.
—Ya me cansé.
Y ante lo dicho, comenzó a removerse como si tuviese una camisa de fuerza encima. KyungSoo seguía ejerciendo presión sobre él, aferrándose hasta por detrás de su espalda, pero aún si JongIn se sacudía tratando de desprenderlo como si fuese un chicle en la suela, no lo logró; por lo que decidió tomar medidas más violentas y se impulsó bruscamente hacia un costado; cayendo ambos al alfombrado piso.
Ahora él estaba encima de KyungSoo, quien le miraba lleno de ilusiones que no sabía ni dónde las habría comprado, extendiéndole también y sin pudores, una sonrisa cálida que debía ser creadora de nuevos universos cada vez que se ampliaba con tal pureza.
—Como película...
KyungSoo claro que comprendía aquella incómoda situación a la perfección, y estaba esperando cosas que ni sabía lo que verdaderamente significaban. JongIn sintió la resequedad en su garganta, al perderse en los rasgos divinos, pero volvió en sí al oírle nuevamente.
—Vamos JongIn, ahora besa a Almien —susurró en un inesperado aliento a su coraje—. Por favor.
—No puedes rogarle a alguien por un beso, ni pedirlo como favor...
—¡Besa a Almien, JongIn estúpido!
—¡Las películas ya te quemaron la cabeza! —se apartó a un lado, poniéndose de pie con rapidez.
KyungSoo seguía acostado en el suelo y se había cruzado de brazos, mirando el techo con obvio enfado.
—¿No piensas levantarte de ahí?
—No hasta que JongIn no dé beso a Almien.
—¿Y ahora quién te crees, el bello durmiente?
—Almien durmiente —corrigió.
—¿Cuántas horas dormiste esta vez?
—Tres. Pero cuando desperté, ¡JongIn ya estaba dormido! —respondió con evidente malhumor en su tono.
—Entonces no puedes ser llamado durmiente. Eso sigue siendo poco.
—¡Ah! —exclamó con hastío, levantándose también. JongIn estaba conteniendo sus ganas de reír ante aquel berrinche de niño en cuerpo de adulto—. JongIn es malo. ¿Por qué a Almien le gusta humano malo? —cuestionó con decepción, denotando un gesto frustrante en sus anchos labios.
—¡Pues sorpresa, la mayoría de los humanos lo somos en algún momento! —advirtió alejándose por el pasillo para ir a bañarse.
KyungSoo se quedó en silencio, pero la calma fue inesperadamente rota ante el tronar del cielo. JongIn deseó que realmente no se largase a llover hasta al menos llegar a su trabajo, o mínimo hasta subir al bus.
La supuesta paz de la mañana se había acabado muy pronto, y la lluvia en conjunto, también se llevaba la claridad del sol y la de su mente.
La inminente tormenta no sería sólo en el exterior, sino también por dentro de su cuerpo; cuando al irse al trabajo, los nubarrones de recuerdos lo regresasen al pasado, al mismo día en que su madre había partido. Cuando las primeras gotas cayesen finitas mientras esperaba en la parada y abría su paraguas; recordando el frío del cuerpo de KyungSoo y la historia de Almien que había llegado en forma de lluvia.
El pequeño tsunami desatado en su interior al tenerlo tan cerca, y el cuánto ardían sus labios al imaginarse besar el cosmos.
El cosmos tronando junto al cielo y haciendo temblar su corazón.
🌌
Durante todo el día había estado nublado; llovía de ratos, paraba y volvía a llover. JongIn había contemplado el denso cielo cubierto de grises oscuros, claros y de a ratos hasta queriendo abrirse para dejar salir al sol; pero para cuando salió por la tarde de su turno, el clima no había mejorado en lo absoluto.
El exceso de trabajo, apenas le había permitido conversar con YiXing, quien estaba saliendo también en su mismo horario; ninguno de los dos quería quedarse a hacer horas extras en un día tan horrible.
—¿No trajiste paraguas? —preguntó JongIn, alejándose ambos por el estacionamiento y bajo la inminente nueva llovizna.
—No, no me gusta, me son incómodos. Prefiero estar liviano con una remera y mojarme, que andar con capuchas de sacos colgando y muriéndome de calor casi en verano.
—Sí, tiene su lógica también. Al menos así te refrescas.
—Sí. Y tú, al final qué pasó con tu primo, ¿se fue a casa de alguien más?
—No es mi primo, pero no. Vino de vuelta a mi casa. ¿Por qué?
—No, sólo preguntaba... Realmente es lindo. Quizá se asustó ayer, no quise que tuviese esa imagen de mí. Pensé que todos estábamos bromeando, perdón si lo incomodé... —se disculpó con ligereza y rascándose el cuello con nerviosismo.
—Ah, no pasa nada. Él... es bastante inocente.
—No lo parecía yéndose conmigo con tanta naturalidad —sonrió satisfecho.
—Bueno, no tanto —se retractó de inmediato—. Sólo cuando le conviene.
—Si quiere salir con alguien, yo estoy disponible, así que... dale mi número de teléfono cuando lo veas, ¿sí? —le observó alzando las cejas; más que un pedido, parecía una persuasiva orden.
—Eh, sí... Nos vemos mañana —se despidió llegando a la esquina de la vereda y a punto de cruzar la avenida.
—Pero si tomamos el mismo bus.
—Ah, es que hoy me voy a la casa de mi abuelita —resolvió con rapidez, porque la realidad era que no quería que YiXing continuase insinuándole lo interesado que estaba en KyungSoo.
—Oh, qué niño tierno. ¡Mándale mis saludos! —le palmeó en el hombro.
—Ni siquiera la conoces.
—Y tú no vas tampoco a lo de tu abuelita.
—Sí que voy. Tú también vas. Lo has dicho cientos de veces.
—Sí, claro. Abuelitas...
—Adiós, YiXing —saludó ya con evidente desespero.
Cruzó finalmente la calle y se desvió del camino. Presentía la mirada curiosa de su compañero aún penetrando en su espalda, y caminar rápido le pareció una buena opción.
Por nada en el mundo quería durante ese día continuar hablando con él; tal vez y con la confianza que se tenían, YiXing hasta era capaz de autoinvitarse también a su casa, y ahí sí que no sabría qué hacer. No le iba a decir que no porque estaba remota y supuestamente celoso; ni tampoco podría mentirle de vuelta, ya lo había hecho una vez y le había salido horrible. YiXing no le creía, y desde hacía bastante tiempo, le leía sus expresiones a la perfección, dándose cuenta de sus estados de ánimo pesadumbrosos.
Y la realidad era que tampoco podría decirle que no; no podía negarle la entrada a su casa cuando varias veces YiXing también le había invitado a su departamento; allí donde algunas noches se reunían varios compañeros del trabajo y acababan pasados de copas y sin recordar con quiénes se habían besado, durmiendo todos ebrios en el suelo hasta el día siguiente que tenían que volver a entrar a trabajar.
Era malo inventando excusas y diciendo no. Ni siquiera podía decirle que no a nada de lo que KyungSoo le seguía pidiendo hasta el momento. No podía echarlo. Lo único que sí lograba evitar, era lo que el extraterrestre tanto insistía en querer obtener.
Por eso aprovechó su escape de YiXing, para pasar por una librería y comprar la exigida, “novela de amor”. Aunque lo que menos tenía él, era idea de ese tipo de libros. Además tampoco le apetecía meterle ideas a Almien porque con las películas ya era más que suficiente; así que sin estar del todo seguro, escogió uno que decía «49 Poemas con Niel Bat». Tal vez los poemas del murciélago Niel escritos por un tal Ian Belt, le resultaban más interesantes que «El Principito» alias Almienul.
Quizá eso ponía a pensar y reflexionar a KyungSoo. Algunas rimas y metáforas, le dejarían más confundido de lo que ya estaba y se olvidaría un rato de las historias de amor.
Por suerte para cuando llegó a la parada del bus, YiXing ya no estaba. Pero por el lado negativo, la lluvia se volvía cada vez más fuerte y su paraguas parecía quedar chico ante el diluvio acompañado de la larga espera del atrasado bus. Seguro que el próximo iba a venir repleto.
Eso le pasaba por evitar a su compañero, por comportarse de ese modo tan evasivo, egoísta y envidioso.
Por no querer admitir ese pequeño estallido de molestia al saber que había alguien interesado en KyungSoo, y completamente dispuesto a decir lo que sentía sin ningún filtro. A ser sincero desde el inicio.
Finalmente para cuando el bus llegó, la peor parte de la lluvia ya había cesado, y él estaba absolutamente empapado mientras que la gente dentro, estaba impecable y apenas con gotas mojando sus cabellos. Ese día definitivamente había sido de mala suerte en cuanto al clima. Lo único que permanecía intacto en él, era el libro que el vendedor se había encargado de envolver en un celofán antes de ponerlo en la bolsa, y la cual también había cargado de modo protector contra su pecho, evitando que se mojase.
Odiaba acabar así, cansado e irritado tras un día que para él ya era poco amistoso con las emociones que lo perseguían en cada lluvia torrencial, recordándole al día hace dos años, en que llegó de la facultad y vio a su madre desmayada... muerta.
Había querido creer lo contrario hasta que la ambulancia llegó y se los llevaron bajo los nubarrones de una húmeda y tormentosa tarde. Él dentro haciéndole compañía, pero también haciendo oídos sordos a las voces de los médicos que le pedían que se comunicase con alguien más.
Ambos estaban demasiado lejos de ese mundo.
Su madre iba rumbo al lugar del que provenían aquellas finitas gotas golpeando en las ventanas de la ambulancia, el cielo. Y él, al de una amarga tristeza. Otra forma de lluvia que se desbordaba a través de sus ojos.
🌌
Al bajar del bus, prácticamente corrió hasta su casa por las cinco cuadras; corrió bajo la lluvia de esa espantosa tarde que parecía más una noche deprimente. No quería estar un segundo más en la calle, no quería sentir ni una sola gota más caer sobre su cuerpo y rostro. No quería que la lluvia le arrancase la posibilidad de dejar caer sus lágrimas ante los recuerdos. Quería llorar en paz, sentir el agua de sus ojos derramarse por sus mejillas y no que el cielo se las arrebatase, mezclándolas con las de la naturaleza.
Quería recordar nítidamente y como le sucedía algunas veces, no las imágenes de ese fatídico día, sino las felices memorias compartidas con su madre y padre. Esos días que verdaderamente extrañaba.
Esos que ya no volverían, y que se le irían de entre las manos, cuando se fuese también ese extraño y nuevo amigo, KyungSoo. El Almien haciendo sus días menos pesarosos, distrayendo su mente de la monotonía. Alegrándole inconscientemente con sus palabras y preguntas disparatadas, con sus conductas fuera de ese mundo y frases acelera corazones.
Llegó a su casa agitado, sorprendido de no haberse resbalado en ninguna de las calles, ansioso por entregarle ese nuevo regalo a KyungSoo, y sin importarle si tampoco le gustaba su elección de esa vez; porque lo único importante de momento, era simplemente verle y hacerle saber que poco a poco, de maneras sutiles y sin intentar darle el gusto del todo, también quería en cierto modo, agradarle y gustarle.
De un modo que al menos si KyungSoo lo rechazaba, él lo comprendería, porque no estaba dándole su mejor intento. Sólo pequeños pedazos, con tal de no ser también un desesperado por alguien más.
—¿KyungSoo? —alzó la voz al entrar.
Sus prendas chorreaban, y el paraguas dejaba a medida que lo arrastraba por el suelo, un cristalino hilillo de agua acompañado de los rechinidos que daban sus mojadas pisadas, ni siquiera se había sacado las zapatillas.
Para su asombro y extrañeza, KyungSoo no estaba mirando hipnotizado la televisión. Tampoco estaba a simple vista en la cocina, por lo que se encaminó por el pasillo hacia la puerta del baño que estaba abierta y donde no había nadie, luego su habitación por igual la encontró vacía; y por último la de sus padres, pero también, tan desolado como el resto.
—KyungSoo, ¿¡estás escondido!? —cuestionó con menos paciencia regresándose hacia la sala—. ¡Te traje otro libro, uno de poesías!
No había respuesta, no había señales de ruidos o movimientos. Era el silencio sepulcral que comenzaba a inspirarle una desconocida ansiedad. No había nada que desease más hasta el momento, que Almien se regresase a su planeta. O eso creyó hasta esos instantes, en los que se sintió flotar en un mar de incertidumbre.
¿Realmente estaba pasando? Así sin despedirse, sin decir más nada. Almien se había ido de un momento a otro, ¿qué era eso de la larga despedida? ¿O se habría escapado? Quizá se había ido en busca de alguien más, ¿o alguien había ido a buscar al verdadero KyungSoo y se lo habrían llevado? Nadie sabía dónde estaba. Excepto YiXing.
Excepto a que alguien los hubiese estado observando sin que se diesen cuenta.
De repente se sintió espiado, y se asomó disimuladamente por la ventana, bajando la persiana porque ni las cortinas se sentían seguras. Truenos, lluvia. La desesperante tormenta comenzaba por incontable vez en el día, y el desahucio y el pavor de la duda que lo acechaba, la sensación de que todo hubiese sido una alucinación tan vívida, lo hizo caer de rodillas, mirando el paraguas que aún no soltaba en una mano, y la bolsa con el libro en la otra.
—¿Qué hace JongIn mojado y en suelo? —oyó la voz curiosa provenir desde la cocina.
Alzó la vista, y de un salto, como un resorte, como un cruel susto y prueba de fe a sus creencias, se reincorporó con rapidez, avergonzado de su propio drama mental. Avanzó hacia KyungSoo parado en el arco, estaba a punto de gritarle dónde diablos se había metido, pero al notar su aspecto igual de mojado y escurrido como trapo, se percató de un sólo lugar olvidado y que nunca tenía en cuenta, porque simplemente, nunca iba hasta allí: el pequeño patio contiguo al lavadero, donde colgaba la ropa.
Un cuadrado tan pequeño y estrecho como su propio cerebro, pensó al darse cuenta de lo estúpido que acababa de ser al no ir a buscarlo hasta allí. Estaban frente a frente, pero todavía mantenía la distancia.
—¿Por qué estabas afuera? —preguntó absorto mirando los mechones goteando por el rostro pálido—. Puedes enfermarte... —espetó y luego frunció un gesto en duda—. No, espera, ¿puedes enfermarte?
KyungSoo se encogió de hombros, y le respondió con su natural calma y candidez, una que en ese caso, agradecía. Realmente también le relajaba de un modo increíble el ver que éste estaba bien. Que aún estaba allí. Que no era ninguna alucinación.
—Lluvia es linda, es divertida. Recuerda a Almien, cuando llegó a Tierra. ¿Por qué JongIn está tan mojado si llevó paraguas?
—¿Te parece que esto solo detiene tanta agua?
KyungSoo cabeceó en negación, y le miró hacia su mano donde tenía aún la bolsa húmeda.
—¿Qué hay ahí?
—Un libro.
—¿De amor?
—No lo sé. Son poesías y poemas —le entregó el paquete embolsado—. Quizá alguna página tenga lo que buscas...
—JongIn cambia ropa, y Almien lee libro —sonrió y lo agarró. Y claro que sintió el desliz frío de los dedos en su propia mano, transmitiéndole una falsa corriente eléctrica, que sólo él quería fingir sentir. Como si realmente hubiese algo más allá y especial en lo que creer—. Teamarí, JongIn.
—¿Qué?
—¡Gracias, JongIn! —repitió entrecerrando los ojos y sonriendo ampliamente.
—No tienes porqué... —susurró contemplando casi como si fuese una clase de degustación, la expresión llena de felicidad. Pero al darse cuenta de su propio estado hechizado, parpadeó un par de veces para distraerse—. ¿Lo leerás tan rápido?
—Sí.
—Pero tú también tienes que cambiarte, estás empapado.
—Después de JongIn.
—Ah, ven aquí —lo arrastró de la mano hasta su habitación.
—¡Almibansán! ¿¡JongIn y Almien van a desnudar!?
—¡Por supuesto que no! —exclamó exasperado, y lo soltó al llegar para rebuscar ropa en su armario—. Toma, ve al cuarto de mi padre y vístete allí.
—Oh, qué decepción...
JongIn le observó atónito ante el desconcierto de aquella frase. No sabía si reír o retarle por su atrevimiento.
—Sí, que decepción que sigas creyendo que algo así puede suceder.
—JongIn es una decepción por no dar amor. ¡Te chupará agujero negro cuando mueras, y no conocerás Almibansán! —exclamó en acusación.
—¿Qué se supone que significa eso? —espetó y curioseó de todos modos con intriga—. No es agradable que hables de mi muerte como si fuese un chiste.
—Almibansán, Bansán es gran energía, humanos dicen Dios. Pero Almien dice energía de almas en toda galaxia, ¡Bansán crece infinito como universo! Almas nacen y mueren, mueren y se transforman en expansión de universo. Energía nunca muere.
Quizá no era eso lo que estaba esperando ni remotamente como respuesta. El tener de repente el conocimiento de lo qué era Dios, o de lo que verdaderamente significaba para el resto de la vida extraterrestre allí, fuera del mundo humano.
—Esa fue mucha información para mi cabeza...
—¡JongIn tiene que amar para unirse a universo!
—No... JongIn tiene que bañarse... La lluvia lo dejó asqueroso y pegajoso por el calor —respondió con lentitud, asimilando la idea de su alma perdiéndose en el espacio—. Sécate y cámbiate, no vaya a ser que te resfríes.
—Tengo hambre. Quiero pizza.
—¿Siquiera me escuchas?
—Sí, ¿JongIn escucha estómago de
KyungSoo hacer ruido?
—Claro que no.
—Qué maleducado —entonó indignado y cabeceando, aún seguía de pie en su puerta sin moverse—. Almien escucha JongIn, pero JongIn no escucha Almien.
—Ah, comeremos cuando salga de bañarme... ¿Sí?
—¡Sí!
—Pero ve a cambiarte, y... ¿puedes encargarte de llamar a la pizzería? ¿Sabes cómo se hace? Hay un imán que traje hace poco en la heladera.
—¡Sí! —afirmó efusivamente antes de largarse a la habitación de su padre—. ¡Almien vio muchas películas!
🌌
Mientras esperaban la pizza, ambos se quedaron en la sala mirando la primera película que se había aparecido. Él en el sillón individual, y KyungSoo más cómodamente y de piernas cruzadas en el sofá.
Definitivamente estaba haciendo más uso de la televisión y los muebles en esos pocos días que en todo un mes. Muchas veces lo pensaba, y se decía que era absurdo pagar la antena satelital, pero el hecho de que cada tanto pudiese ver algunas películas supuestamente nuevas, o poner alguna serie que repetía sus capítulos incesantemente, le daba cierta nostalgia.
Todo era una buena compañía cuando algunas noches el silencio en la casa era tan grande que se iba a dormir con la misma encendida, sólo para oír el ruido lejano y sentirse de algún modo menos solo.
Estaban dando un viejo clásico, «Mujer Bonita», pero para KyungSoo parecía toda una novedad.
—Esa mujer tiene una sonrisa gigante y linda —comentó al ver a Julia Roberts mostrando su dentadura de punta a punta.
—Tú también tienes una sonrisa bonita...
Lo había dicho, por primera vez y sin pensarlo mucho, intentando ser sincero como YiXing lo era, se lo había dicho. De alguien más debía aprender a confesarse... Y qué mejor en esos momentos, que de quien también veía lindo a KyungSoo.
—¿JongIn dice que KyungSoo puede ser Hombre Bonito? —le observó asombrado.
—Eh... Sólo dije que tienes una sonrisa bonita.
—Sonrisas bonitas hacen a humanos más bonitos aún. ¡JongIn entonces dice que KyungSoo es bonito! —exclamó entusiasmado.
—Yo no estoy diciendo eso, tú lo estás diciendo...
Bueno, había sido honesto. Ahora le faltaba otro tramo. Reconocer lo que decía, y aceptar sus propias palabras. Porque nadie más que KyungSoo las había escuchado. Y vaya que tenía un excelente oído y capacidad de comprensión para lo que le convenía. Como siempre.
—Quisiera ver sonrisa bonita de JongIn... —murmuró sin dejar de contemplarle desde su lugar—. JongIn siempre serio.
—Me gusta ser serio.
—Y Almien gusta que JongIn sea serio. JongIn serio también es bonito.
—¿En serio?
—En serio seriamente tiene mucha seriedad bonita.
Y quizá era porque la frase sonaba divertida, o porque simplemente se sentía halagado y orgulloso de que al menos esa seriedad no fuese ahuyentadora, pero sonrió con satisfacción y KyungSoo le miró atónito.
—JongIn sonrió sonreídamente.
—¿Qué dices? No existe esa palabra —rió.
—¿Y por qué existe seriamente? —bajó las piernas y se removió hasta una punta del sofá, éste parecía contenerse por ir frente a él y prestarle atención más de cerca.
—No lo sé, ¿por qué haces tantas preguntas que nunca puedo responder?
—Porque tengo hambre.
—Ah... Tus respuestas siempre son tan acertadas, por eso nada de lo que te diga será suficiente —se quejó al no poder combatir aquella lógica—. ¿Dijeron cuánto tardarían?
—No dijeron.
—Qué raro.
—No dijeron nada.
—¿Cómo? —frunció el ceño extrañado—. Pero, ¿sí llamaste, cierto?
—¡Sí!
—Entonces vamos a reconfirmar el pedido, por las dudas de que se hayan olvidado... —tomó el teléfono encima de la mesita, dispuesto a llamar, pero al presionar el botón de registro, notó que no había ninguna llamada más que la última de la ambulancia del primer día y que obviamente jamás había llegado—. KyungSoo, ¿en serio llamaste? —le observó escéptico.
—¡Sí, en serio- serio!
Y ante la credibilidad de éste, se levantó rumbo a la cocina, en busca del imán para marcar el número. La sorpresa claro que era una gran incógnita, apenas le atendieron y preguntó, le confirmaron de la pizzería que en efecto nunca nadie había hecho un pedido en su dirección.
—KyungSoo... ¿Cómo se supone que llamaste, o a quién llamaste en todo caso? Muéstrame exactamente cómo lo hiciste y vuelve a llamar tú, porque según ellos, nadie pidió pizza desde aquí —se acercó con el teléfono en mano y se lo extendió junto al imán.
—¿Almien tiene que llamar otra vez? —consultó perplejo, alzando la mirada que nuevamente se había distraído en la televisión.
—Sí.
—¡Qué divertido! —exclamó tomando el par de objetos.
JongIn le contempló mientras éste leía el número unos segundos y luego presionaba los botones, pero demasiadas veces para ser el número que ahí le indicaba...
—Hola quiero pizza. Traigan pizza a casa de JongIn, por favor. ¡Adiós! —entonó animado y devolviéndole el imán y teléfono juntos.
—¿¡Qué es lo que acabas de hacer!?
—Pedir pizza. ¡Ya son dos pizzas! —comentó maravillado—. ¿Comeremos tanta pizza?
—¡No has pedido nada! Ni siquiera marcaste bien el número, nadie te respondió, ¿cómo se supone que hagas un pedido si no hay quien lo tome?
—Pero así es en películas...
—¡Deja de imitar todo lo que ves en la tele! ¡Los padres tienen razón, la tele te vuelve estúpido!
—Internet también.
—¡No te metas con internet! ¡Es tu culpa que vaya como tortuga! ¡Además qué rayos marcaste si sólo son seis números!
—Aquí dice “Pizzas Yehet”, Almien apretó botón siete, donde aparece consonante “pe”, luego botón cuatro, donde aparece vocal “i”, luego dos veces botón nueve donde aparece “zeta”... —explicó señalándole cuidadosamente, pero JongIn ya había perdido la paciencia...
Para la desgracia de ambos.
—¡Así no es! ¡Sólo tenías que apretar los números!
—¡Y apreté números, y muchas veces! —gritó y se paró bruscamente en defensa.
—¡Los números que aparecen en el imán!
—Ah, ¡JongIn siempre quejándose, siempre enojado y molesto con Almien! ¡Almien está cansado y también enojado con JongIn! —sacudía sus brazos a los costados, arriba y abajo—. ¡JongIn no enseña nada, sólo enseña como enojarse más y más! ¡Debería ser profesor de enojación! —le dió un tope con el índice sobre el pecho.
—¡Tampoco existe esa palabra! ¡Y no me des toquecitos prepotentes!
—¡A Almien no importa! ¡Me voy a habitación! ¡No quiero ver a JongIn corazón de Plutón! —bufó dando pisadas fuertes y casi militares hacia el pasillo. Frenó en la puerta de su propia habitación, como si ya también le perteneciese; y curiosamente estornudó, sorbiendo su nariz en un gesto enfurruñado y retomó en advertencia, apuntándole otra vez—. Y más vale, que avise a Almien cuando pizza esté en casa.
Claro que todo su comportamiento acababa de ser demasiado desorbitante; demasiado humano para su gusto. Como si estuviese discutiendo con alguna clase de hermano menor. Con un amigo de toda la vida. Bueno, no sabía precisamente si así sería, porque nunca había peleado con un amigo de ese modo, ni tampoco tenía hermanos.
¿Sería como pelear con la persona de la cual uno gustaba? Al menos sí era así para KyungSoo, porque éste ya le había hecho saber su apresurada situación. Pero para él mismo, era hasta desesperante; sentía la necesidad de ir de repente tras éste y hacerle saber que en realidad, no estaba enojado, ni molesto.
No era eso lo que quería transmitirle, JongIn simplemente ya no podía ni consigo mismo, con nada de lo que estaba arremolinándose en su interior en las últimas veinticuatro, o quizá cuarenta y ocho horas. No estaba molesto con KyungSoo, ni tampoco con Almien.
Sólo estaba molesto consigo mismo. Por no poder ceder y aceptar su condición de humano preocupado por alguien más; por no querer dejarse llevar por la calidez que sabía profundamente existía y ardía en su interior, y que una vez la demostrase en su totalidad, estaría completamente perdido ante los encantos chispeantes y magnéticos de ese joven de otro universo.
Almien lo atraía cada mañana y noche, más y más a la estrella vigorosa brillando dentro del cuerpo de KyungSoo.
Cada día y noche era más difícil imaginar que, al día y noche siguientes, podría no encontrarlo nunca más. Y claro que le hacía sentirse igual de deseoso que Almien.
JongIn también quería encontrar eso que éste tan pasionalmente buscaba entre los humanos. Ese amor sin forma ni detalles, un amor que no tenía significados porque ninguno de los dos lo conocía.
Si él sentía oscuridad en plena Tierra, Almien era la estrella fugaz atravesando su vida por única vez, y probablemente en toda su existencia. A la que debía pedirle un deseo antes de que su luz se extinguiese, y sólo quedase KyungSoo.
¿Cómo se suponía que le iba a demostrar algo más cuando sólo se negaba a dejarse sentir todo lo que era capaz? Así de fugaz, así de rápido, ¿a dónde iría la perdurabilidad si todo se consumía tan intensamente?
Si cuando Almien obtenía lo que quería, luego se iba, entonces ¿qué le quedaría a él?
Cosas materiales era todo con lo que podía demostrarle que le tenía aprecio en ese nuevo comienzo de semana; que realmente disfrutaba de la exasperante compañía que había creído perdida esa misma tarde al no encontrarlo.
Y así seguiría siendo, hasta que los extremos o circunstancias, le hiciesen arrepentirse por completo por no hablar de más, sobre las cosas que verdaderamente debería hablar.
Después de media hora, más rápido de lo imaginado, más acelerado el ritmo de su vida de lo que creía posible en todo ese tiempo, la pizza había llegado.
Y si esa era su única forma de demostrarle que aún se preocupaba, que no quería estar peleado con Almien, y que estaba interesado también, en los intereses ajenos, entonces así se lo haría saber poco a poco.
O quizá por la velocidad con la que sucedía todo, mucho a mucho...
—¡KyungSoo ya llegó la pizza! —entonó alto—. Y te pedí un postre de vainilla...
La cara de KyungSoo asomó curiosa por el borde de la puerta, mirándole con sospecha y olfateando desde la lejanía, todo lo que habían traído.
—¿Postre de vainilla? —alzó una ceja intrigado.
—Es mi favorito... Y era el de mi madre. Al menos debes probar todo lo delicioso de la Tierra antes de irte. Tal vez... ¿logre que te enamores más de la comida que de mí? —cuestionó sin querer saber del todo la respuesta.
—Tal vez...
Éste, desinteresado y sin mirarle, salió y le pasó de largo para desviarse a la cocina.
Agradecidamente, cenaron en tranquilidad; KyungSoo también le había hecho una agradable comparación de cómo le resultaba el sabor del postre.
—Vainilla es suave como nubes, y brilla amarilla como sol en piel de JongIn.
—Rimó al inicio, y luego ya no. Pero se sintió como que... Te supo bien.
—Sí. Dulce. JongIn es dulce bien en fondo. Almien también debe acostumbrarse a cosas dulces. No siempre todo será amargo.
Efectivamente, como si la comida fuese la solución a todos los problemas, habían hecho las paces sin siquiera mencionarlo; simplemente comiendo en silencio, y con una comodidad que JongIn jamás creyó tener en compañía de alguien más y sin necesidad de hablar. O al menos no más de la cuenta.
Esa debía ser la magia de KyungSoo. La increíble paciencia que éste tenía, para soportar sus mandatos y retos.
Para permanecer allí aún cuando él no podía hablar de algo que aún no sentía.
—JongIn, miremos película linda y de amor antes de dormir —pidió con suavidad al acabar finalmente el postre—. No quiero que duermas enojado.
—¿Qué?
—Sino soñarás cosas feas.
—Bien...
Nunca podía decirle que no. No realmente. La noche se les acababa con una comedia romántica que KyungSoo había elegido y encontrado por la mitad; y de la cual él no entendía nada. Mirar esas películas, era como oír las historias de Almien y de su planeta, o quizá peor.
Quizá ya comprendía más el otro lado del universo, que las historias cotidianas de la vida humana, y que lejos estaban de emocionarle.
Lo único que anhelaba últimamente, era sólo escuchar la voz ajena.
Ver los labios de Marte, sonreír alegres y cada vez más rojos, resultaba más complaciente y emocionante que cualquier película o historia humana.
Cualquier cosa proveniente de Almien, expresada por KyungSoo, era reconfortante y cálida, para su “corazón de Plutón”.
🌌
Wuuu, hasta que terminé de corregir esto. Está más largo que cualquier otro, eso es porque estoy empezando a juntar capítulos, así que los demás también van a ser probablemente más larguitos <3 muchas gracias por leer 💕🌌 muchos corazones de Plutón de mi para ustedes 😂💙 y muchos besos con labios de Marte 😚👄💋
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