1. Encuentro 👽
Viajé alrededor del mundo e incluso navegué los siete mares
A través del universo voy a otras galaxias
Sólo dime a dónde ir, sólo dime dónde quieres que nos encontremos
Me conduje a mí mismo para llevarme a donde estás tú
Porque te quiero ahora
Recorro toda la ciudad
Quiero tenerte alrededor cada día
Te amo siempre en todas las formas
Puedes encontrarme a mitad de camino
Justo en el borde
Ahí es donde voy a esperar por ti
Estaré buscándote, noche y día
Llevo mi corazón al límite, ahí es donde me quedaré
No puedo ir más lejos que esto
Te quiero tanto, este es mi único deseo.
Meet Me Halfway, Black Eyed Peas
🌌
Probablemente si le hubiesen dicho alguna vez que los alienígenas podían descender del cielo en gotas de lluvia, JongIn nunca lo hubiese creído. Pero aquella medianoche regresando de la universidad, estaba tan apagada y oscura por el evidente corte de luz, que sería definitivamente la noche de su vida en que cambiaría de parecer.
Caminando la última calle del tranquilo barrio de los suburbios donde vivía, encontró a los pies del árbol de cerezo cercano a su casa, un cuerpo desnudo y desmayado, alumbrado escasamente por la luna llena. JongIn juraba no saber si así se veía un muerto, pero por la palidez etérea, seguramente ya debía estarlo.
El silencio del lugar de por sí era abrumadoramente terrorífico a esas horas si alguien no conocía la zona, pero él viviendo allí desde su nacimiento, estaba más que acostumbrado; sin embargo al encontrarse con tal escena, sólo atinó a sacar entre temblores, su teléfono para llamar a una ambulancia. Miró nervioso hacia todos lados, porque no podía ser posible que ese joven estuviese arrojado en el suelo, en un estado tan deplorable, solo y por puro gusto. Alguien más debía haberlo dejado allí moribundo.
Acercándose a pocos pasos sin dejar de analizarlo, notó algunos hematomas y heridas sangrientas en sus brazos, muslos y pecho. En tanto esperaba que el tono de marcado sonase y lo comunicase, percibió también con sorpresa los movimientos de las manos contrayéndose, los dedos y las piernas tiritando levemente, como si fuese una especie de reacción a un frío inexistente en aquella noche primaveral y cálida, con tintes ya más veraniegos.
JongIn por unos segundos, perdió la noción de lo que estaba haciendo, y dejándose llevar por la esperanza de que ese ser humano siguiese vivo, se agachó quedando arrodillado a su lado, acercando el oído a su nariz para corroborar que respirase aún cuando acababa de ver el cuerpo moverse.
Volvió a alejarse y bajó el teléfono de su otro oído sólo para percatarse de que no tenía señal, y para reafirmarse con completa seguridad, de que ese chico no estaba muerto. Notaba el reflejo en sus párpados, como si por dentro le pidiesen incesantemente extender las largas pestañas a la par del inexplicable vapor que salía en forma de aliento por su boca.
Hasta que finalmente contempló los ojos increíblemente grandes y negros como el cabello lacio que también poseía, abriéndose con debilidad.
No se atrevía a tocarlo por nada en el mundo, porque no sabía que era de esa persona a la cual jamás había visto por el barrio. Era completamente un desconocido, no era ningún vecino de la zona, y JongIn estaba seguro de poder reconocer a cualquiera del área después de veintidós años viviendo siempre en el mismo lugar.
Los primeros susurros ajenos se hicieron oír de un modo incomprensible, eran como consonantes sin conexión alguna, pero el chico acabó abriendo ampliamente los ojos e inhalando aire con profundidad, como si hubiese regresado de entre los muertos. Como si fuese la primera vez en su vida que respiraba, emitiendo sonidos alarmantes en señal de ahogo.
JongIn comenzó a desesperarse, nuevamente intentó llamar a los paramédicos pero el celular sólo pitaba advirtiéndole que no había señal, y el cuerpo ajeno sentándose repentinamente, lo tomó violento con las manos por las mejillas, paralizándolo por completo.
El par de ojos parecían dos agujeros negros absorbiendo hasta su alma por la intensidad con la que le observaban.
—C... Ca... sa. Cas... a. Casa. Casa.
Seguía saliendo vapor de su boca, y JongIn sintió como su propio rostro se helaba, las manos sujetándole estaban tan frías que dolía la velocidad con la que se entumecían los músculos de sus mejillas. Miró a los alrededores, pensando en si se habría mudado recientemente, era probable también que con sus ajetreados horarios ahora no tuviese idea de si había alguien nuevo.
—¿Dónde vives?
—Casa.
—¿Dónde? ¿Puedes señalar?
Se impactó ante el dedo apuntándole a él mismo; alzó la mirada nuevamente hacia las calles, la luz no volvía y el vecindario estaba extrañamente calmo, ni siquiera había ruidos de gente quejándose por el apagón, o vecinos saliendo a las veredas a conversar con otros.
Por las ventanas no se veían reflejos brillantes de velas encendidas y durante esos minutos, se sintió como estar un pueblo fantasma. ¿Realmente todos se habrían ido ya a dormir y él era el único despierto junto a ese joven abandonado en medio de la noche?
—No sé dónde está tu casa, pero te llevaré a la mía y luego llamaremos a un médico, no te muevas, te levantaré —susurró preocupado ante el estado lastimado del cuerpo, pasando sus brazos uno por debajo de su espalda y el otro de las rodillas.
Lo levantó con cuidado e inesperada facilidad; el joven era más bajo que él y estaba muy delgado. Era increíblemente liviano, pero por sobre todo frío. Estaba helado y sentía que podría romperlo, rasgarlo cual hoja de papel si no era delicado; que podría derretirlo como nieve entre su cálida y otoñal piel.
No debería estar llevándose a un desconocido a su casa, ni mucho menos tocar el cuerpo de alguien en esas condiciones, pero su celular no daba señales de precisamente eso; una señal de dejarlo comunicarse con una ayuda médica.
Además tampoco quería molestar e involucrar a los viejos vecinos a tan altas horas; él lo había encontrado, y aún si era durante unas horas o por el resto de la noche, merecía ser responsable y no dejarlo allí cual perro abandonado. Tenía que darle un auxilio y luego lo llevaría a dónde fuese que viviese.
Ese chico sólo necesitaba ayuda urgente, ropa y probablemente agua; entonces una vez lo dejase en mayor comodidad, podría llamar también desde el teléfono de su casa y entonces sería atendido correctamente.
Caminó con rapidez, temeroso de que alguien pudiese verlo y sacar conclusiones precipitadas, aunque siguiese pareciendo que de repente todos hubiesen muerto junto con el apagón.
En cuanto llegó a la puerta, se quedó inmóvil, percatándose de que no podía sacar las llaves sin volver a dejarlo en el suelo. Entonces la mano inmiscuyéndose en el bolsillo trasero de su pantalón, lo espantó fugazmente hasta que vio delante de sus ojos la llave.
—Humano. Casa.
Jongin le contempló anonadado, la forma en que ese joven se expresaba, comenzaba a inquietarle; le recordaba a lo último que podía realmente imaginar y ser posible, pero sin embargo sí, lo imaginaba.
—¿Humano, casa? —la voz más preocupada que cuestionable, llamó su atención, y la mano pálida sacudió en un tintineo, las llaves delante de su rostro.
—Sí, ¿puedes abrir? No quiero volver a dejarte en... el piso.
Antes de siquiera haber terminado su frase, ese chico ya había dirigido la llave hacia la cerradura y girado la perilla.
—¡Humano casa! —entonó enérgico y todo el interior se iluminó.
La luz había regresado, y los faroles de la calle alumbraban también la fachada, permitiéndole ver cuán cadavérica era la piel de quien cargaba.
JongIn le miró asombrado, ingresando y cerrando con su pie de un portazo. Se encaminó hasta el sofá de la sala de estar y lo recostó allí. Pero éste lejos de quedarse en esa posición, se sentó de inmediato.
—¿Ya te sientes mejor? —entonó incrédulo, acercándose a ver su torso—. Estás muy lastimado.
—No lastima.
—¿Qué?
—Cuerpo no lastima.
—¿No te duele?
—¿Duele? —torció un gesto pensativo.
Resopló, algo no debía estar bien en su cabeza y era evidente por la forma en que se comunicaba. Sólo repetía palabras sueltas de lo que él le decía, pero parecía comprenderlas con rapidez.
—Iré a buscarte ropa, espérame aquí, no te muevas —advirtió con su índice y marchándose con prisa por el pasillo donde estaba la habitación de su padre de un lado, y la propia del otro.
Pero en cuanto regresó con una remera, calzoncillo y un pantalón de pijama, el desconcierto lo invadió al no encontrarlo donde lo había dejado. Ese joven ya podía caminar y él lo había cargado hasta su casa, aunque era cierto también que desde esos quince minutos en que lo había encontrado, parecía estar mejorando a la velocidad de la luz, lo cual era un tanto inexplicable pero aliviador ante el primer pensamiento de creerlo muerto.
—¿Dónde estás? —alzó la voz desde la sala, y aunque no recibió respuesta, el ruido proveniente de la cocina lo alertó. Caminó hasta el arco de entrada y desde allí, para su impresión, observó las nalgas del joven entreabiertas mientras se agachaba delante de la heladera rebuscando seguramente, comida. Era impactante ver ese estado salvaje y desconsiderado de un extraño en su casa—. ¿¡Qué crees que estás haciendo!?
El cuerpo se estremeció y se dió media vuelta, notó el susto en el rostro manchado en mermelada de durazno, entonces éste se apuntó hacia el estómago.
—Duele... —con una mueca pesarosa y mirando hacia el techo, como si allí hubiese una respuesta, continuó—. ¿Hambre?
—Ya me doy cuenta —le analizó juzgadoramente, no era un hombre tan tonto si se estaba comiendo su comida, como si estuviese en su propia casa. Por lo que avanzó varios pasos hasta éste para cerrar la puerta de la heladera.
—Hambre... —frunció los anchos labios el desconocido, denotando tristeza.
—Te traje ropa, póntela —espetó y le entregó las prendas—. Iré a llamar a un médico, definitivamente no estás bien de la cabeza, ¿cómo te llamas?
—Llamas... —repitió bajito y agachando la cabeza, como si estuviese pensándolo profundamente, sujetando la ropa con fuerza y alzando la mirada con decisión—. ¿Llamas de fuego?
—Muy chistoso, ¿ahora sí sabes conectar dos palabras? —alzó una ceja escéptico—. Dime cuál es tu nombre o te vas de mi casa inmediatamente.
—¡No!
—¿Estás tratando de tenderme alguna trampa?
—¿No?
—¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¡Llamaré a la policía!
—¡Ah! Quién, llamar, nombre —enunció con rapidez una palabra detrás de la otra y cerró los ojos, quedándose quieto como una estatua, formando un ligero gesto relajado en su rostro que le recordó a la Mona Lisa.
Estaba comenzando a exasperarse, de repente parecía que había metido a un loco en su casa; no comprendía porqué se comportaba así, ni el cómo se recuperaba tan rápido. Pero ya no era cómodo, ni se sentía bien estar ayudando al prójimo o intentar tener empatía cuando el tipo iba desnudo, caminando alrededor de su mesa con los ojos cerrados hasta sentarse en una silla.
—KyungSoo. Doooo, KyungSoooo —extendió largas las vocales y abrió los ojos con amplitud, mirándole directamente.
JongIn asintió con prudencia y sin decir más nada, se dirigió otra vez a la sala, ahora sí que iba a llamar a una ambulancia para que se llevasen a ese hombre. Probablemente se había escapado de un sanatorio mental, eso explicaría sus lastimaduras y el porqué andaba tan libremente desnudo. Aunque no sabía el porqué eso debería explicar el que fuese un paciente mental, pero era lo que se imaginaba de las películas al hallarlo en tan inestables condiciones.
Eso creyó hasta que descolgó el teléfono, marcó el número y recibió finalmente respuesta del otro lado; entonces observó que el joven ya vestido lo contemplaba desde el arco de la cocina.
—¿Médico?
JongIn asintió y KyungSoo comenzó a negar con su cabeza de modo frenético.
—¡No médico! ¡No, no, no! —corrió hasta él y le arrancó el teléfono de la mano para estrellarlo contra el suelo.
—¿¡Qué crees que haces maldito loco!?
—No médico. No loco. KyungSoo casa.
—No puedo entender si sigues hablándome así. ¿Qué pasó con tus heridas? ¡Estabas lastimado recién! —se alarmó al ver como la piel de sus brazos se notaba más clara, los hematomas estaban desapareciendo con rapidez y de manera casi imperceptible.
—Cuerpo de KyungSoo bien. Alma no lastima.
—No... —cabeceó desconcertado—. Definitivamente, no te entiendo.
—KyungSoo entiende. Nombre de humano —le señaló.
—¿Eh? —lo miró confundido—. Oh, soy JongIn. Perdón por no presentarme antes.
—JongIn, KyungSoo es cuerpo. Soy Almien. No llames médico.
—¿Almien?
—KyungSoo —se señaló a sí mismo—. Árbol —extendió los brazos hacia arriba y los movió, imitando un par de ramas—. Agua —sacó la lengua señalando un hilillo de saliva que dejó caer, JongIn frunció el ceño con disgusto, pero KyungSoo sólo seguía con una explicación que nada esclarecía—. Cielo —señaló con sus índices hacia arriba y finalizó—. Estrella, Almien.
Aunque creía no estar entendiendo absolutamente nada, de repente con el final señalando hacia el cielo, fue como resolver un misterio. Una epifanía al revelarse a sí mismo, que su primera suposición, esa que había imaginado sólo por intentar darse una bromista respuesta al hecho de que alguien le llamase como «humano», pareció cobrar sentido.
Tal vez el loco no era ese joven haciéndose llamar KyungSoo. Tal vez el loco era él mismo al hacerle aquella pregunta que más bien era una autoafirmación. En un susurro, casi como si temiese estar en lo cierto, soltó vacilante.
—¿Eres un extraterrestre?
Y la sonrisa brillante, tan perfecta en esos blancos diamantes, jamás había sido tan deslumbrante en ningún ser humano que hubiese visto antes. La luz de la oscuridad en los ojos, parecía una ironía. Pero la veía. Era la primera vez que se encontraba con un ser tan maravilloso.
—¡Extraterrestre Almien!
🌌
Añññ, bueno, espero que disfruten esto nuevo, en realidad no tanto, viene inspirado de un threeshot que hice hace unos años cuando recién empezaba a escribir, y que lo sigo teniendo, siempre me quedaron muchas ganas de hacer un fic más largo de esta temática, así que ahora lo estoy haciendo y creo que lo voy a amar muchito, espero que también lo disfruten <33 muchas gracias a quienes se aventuren en esta nueva historia 💋👽
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