Primera Conexión
Llegué a mi departamento rato después. Karan me trajo a casa y despedirnos me resultó increíblemente difícil... Me acostumbré muy rápidamente a él, a sus charlas, a su humor, a la inmensa tranquilidad que me transmitía. Era sencillo familiarizarte con las sensaciones que te producían armonía, sobre todo cuando por primera vez la experimentabas. Ahora que me encontraba a solas una vez más, la sensación de vacío se hacía mucho más intensa...
Fue un día maravilloso y entretenido, finalmente había encontrado a alguien con el que hablar era una experiencia enriquecedora. Él era el tipo de persona que le agradaba aprender acerca de cualquier tema, así que mantener una conversación con él, era sencillamente placentero. Esa fue la impresión que dejó en mí durante las horas que permanecimos juntos.
Fui a la cocina por una taza de té, y decidí que era momento de llamar a Leah. Me preparé para el sermón que seguramente me daría y marqué su número mientras hervía agua en el calentador.
—¡Amelie Rose Park! ¿Cómo demonios te atreves a no responder el teléfono? ¡Ni siquiera para asuntos de trabajo! —Alejé el móvil de mi oído, incluso sin tener el altavoz activado podía escucharla.
—Lo lamento —Fue lo único que dije mientras buscaba dentro del gabinete el té del sabor que deseaba—. Me distraje un poco.
—¿Un poco? ¿Cuánto es un poco para ti? ¿Más de siete horas?
—De acuerdo... admito que perdí la noción del tiempo, lo siento —susurré mientras me mordía el labio, intentando así suprimir el arrepentimiento que las palabras de mi amiga empezaban a causarme—. Intenté remediarlo pidiéndole a Jennifer que enviara las portadas a mi correo. Desde luego, no respondió.
—¡Por supuesto que no debía responder! Tenías tanta prisa por tu dichosa portada, que a la hora de elegir los modelos que tanto decías que querías ver, ni siquiera estuviste presente —Me reprendió. Podía sentir su cólera a través del teléfono—. ¿Me puedes por favor decir qué fue lo que te entretuvo tanto como para que decidieras faltar al trabajo?
Di un suspiro sonoro. Leah tenía razón en toda su diatriba.
—Karan. Estuve con él todo el día —Se hizo una pausa, tuve que asegurarme de que mi amiga estuviera aún en línea, porque no se oía nada más que silencio —. Leah, ¿sigues ahí?
—Sí... es sólo que no me esperaba esa respuesta —Su tono de voz esta vez se escuchó menos molesto —. A ver, espera, tienes que contarme todo... ¿Se besaron? ¿Están saliendo?
—¿Pero de qué estás hablando? —Cuestioné con incredulidad —. Conozco al muchacho hace apenas un día, ¿cómo crees que nos besamos y peor aún que estemos saliendo?
—Amelie, vi cómo te miraba, soy muy buena en estas cosas, créeme.
Resoplé.
—Mira, la pasé muy bien con él hoy, ¿sabes a dónde me llevó? —Intenté cambiar el rumbo de la conversación, Leah siempre decía lo mismo de todos los chicos que, según ella, estaban interesados en mí.
—¿Dónde? —cuestionó con emoción. Al parecer su enojo se había esfumado.
—¡A Housing Works Bookstore Cafe!
—No inventes —Profirió un pequeño gritito histérico —. ¿Y qué hicieron allí? ¿El lugar es como en las fotos?
—¡Muchísimo mejor! —Vertí el líquido en mi taza y luego agregué el sobre de té de manzanilla —. Es un lugar cautivador, a decir verdad, y también lo fue nuestra charla, hablamos de arte, de mis obras, de libros, de artistas, de técnicas de pintura... Fue increíble.
—Oh, pensé que habían hablado de ustedes, de sus intereses... No sé, algo más emocionante. Pero dime, ¿se acostaron?
—¡Acabo de decirte que lo conozco hace unas horas, no iba a acostarme con él! —exclamé llevando el té a mi habitación.
—Que aburrida eres... —murmuró con desencanto —. Bueno, ¿por lo menos te gusta?
—No... —respondí con honestidad —. Es decir, es muy pronto para saberlo.
—¡Oh vamos, Amelie! Puedes por lo menos decir si su físico te atrae, no tienes que conocerlo por treinta años para saber si te gusta o no.
Puse los ojos en blanco.
—No lo sé, ¿está bien? —contesté en tono cansino —. Hoy la pasé muy bien y es todo lo que te puedo decir al respecto. Además, no me has dejado contarte qué pasó después de salir de la cafetería.
—Bien, cuéntame, sé que eres más lenta que yo para estas cosas del amor así que asumo que ni siquiera se habrán tomado de la mano.
Recordé entonces cómo era sostener su fuerte extremidad, había sido sólo por unos pequeños instantes, pero aquella corriente pareció intensificarse.
—Fuimos a teatro, ¿sabes hace cuánto tiempo no iba? Fue increíble. Lo mejor de todo es que a él también le agradan ese tipo de cosas —relaté con emoción —. Oh, y durante nuestro tiempo en la cafetería me dijo que había pintado un cuadro hace varios años con otra escena exacta de mi novela. Fue muy curioso porque él la dibujó primero y luego yo la describí.
—¿Qué escena?
—La del ángel con las alas rotas y la chica corriendo a auxiliarlo.
—Vaya... ¿y dices que la dibujó hace tiempo?
—Sí... es tan extraño, Leah. No sé qué ocurre.
—No ocurre nada, sólo le gustas y quiere encantarte de algún modo, no seas tan ingenua.
Tal vez tenía razón, lo que ella ignoraba era todo el despliegue de energía que ocurría a nuestro alrededor, la sensación de conocernos a pesar de que era la primera vez que compartíamos tiempo juntos. Leah no sabía del profundo miedo que él experimentó antes de traerme a casa, ella no sabía nada, y prefería no comentarlo, después de todo ¿cómo iba a creerme?
¿Cómo iba a explicarle que cuando estaba con él dejaba de sentirme rota?
Desperté temprano para reunirme con Jennifer, debía elegir una de las opciones de portada que había creado, así que en cuanto llegué a la Editorial, seleccioné uno de los diseños que ella creó. Dentro en las solapas estaba mi biografía y en la trasera estaba la información de contacto de Karan junto a los respectivos créditos por su obra. La verdad, estaba muy satisfecha con el resultado, incluso aún más cuando Jennifer agregó a los dos protagonistas sentados en el risco mientras contemplaban toda la hermosa vegetación. La escena en mi cabeza ahora era una realidad. Era increíble.
Hoy empezarían a imprimirse las primeras copias del libro y me encontraba sumamente emocionada por verlo terminado. Se definirían algunos países más de la gira y daría comienzo oficial a la pre-orden. Para esta última temática, disponíamos de ejemplares limitados, estos se convertirían en las primeras copias junto con los libros que se enviarían a estaciones radiales, librerías o cualquier sitio que implicara publicidad.
El tour que Yun había diseñado no era específicamente extenso o con fechas muy cercanas; de hecho, cada país tenía distintos tiempos en los que realizaban sus ferias del libro, por lo que no tendría que permanecer fuera de mi ciudad por mucho tiempo. Me encantaba viajar y lo veía como una oportunidad única para conectar con mis lectores, pero me alegraba tener tiempo para mí misma entre país y país.
Todo estaba casi listo. Yun me ofreció el día de mañana libre mientras terminaban de imprimir los ejemplares y se aseguraban de que todos los detalles de impresión quedaran perfectos. Después de eso, tendría que venir a firmar algunos libros con mensajes personalizados para los lectores que lo adquirieron con anticipación. Se les enviaría una bellísima cajita con regalos referentes a la temática de la historia. ¡Una completa hermosura!
Mi sonrisa no paraba de crecer, y aunque en mi interior aún permanecía esa desgarradora sensación de estar incompleta, logré ignorarla exitosamente. Nada me arrebataría mi momento de júbilo, nada.
Observé el teléfono móvil mientras Yun tecleaba en su computadora y pude ver un mensaje vía Whatsapp proveniente de Karan.
"Amelie, quería saludarte... Espero que hayas tenido una mañana tranquila y agradable."
El mensaje de Karan solo hizo que la felicidad que sentía en aquel momento fuera reemplazada por curiosidad. Los recuerdos de la noche anterior se agolparon en mi mente, colmando mis sentidos de ese inmenso e incomprensible miedo que Karan experimentó. Me intrigaba enormemente saber qué lo había hecho reaccionar de esa forma...
Sentía que aquello había sido demasiado íntimo, como si se tratara de un secreto que sólo ambos compartíamos.
"Buenos días, Karan. Estoy bastante bien, de hecho, estoy maravillada"
—Amelie, la feria del libro de Argentina será dentro de un tiempo así que elegiré las fechas más cercanas para que se convierta en nuestro primer destino. —Explicó Yun aún con su mirada fija en su computadora.
—Cuando tengas todo listo, házmelo saber, por favor —Esa decisión tendría que ver con el lugar en el que presentaría mi libro por primera vez, así que mi corazón estaba dando saltitos alegres dentro de mi pecho. Sería un acontecimiento realmente importante—. Mientras tanto, creo que pasaré la tarde con mi pequeño.
—Envíale mis más grandes saludos a Bonnie —Yun levantó el rostro hacia el lugar donde me encontraba. Sus pupilas doradas me observaron con inquisición, como si exigieran una respuesta. Conocía muy bien esa mirada; era la que usualmente te regalaba cuando deseaba una disculpa.
—Lamento mucho haber faltado ayer, sé que todos estábamos ansiosos por saber qué portada elegiría...—Cerré los párpados un momento, sopesando lo que diría a continuación—. Nunca había pasado antes y no pasará de nuevo, te lo prometo.
Yun pareció satisfecho con mi respuesta. Retiró cuidadosamente los lentes de su rostro y me observó impasible.
—Estábamos muy preocupados, no respondías el teléfono... Creímos que algo te había ocurrido —Su tono de voz fue el mismo, pero de algún modo parecía más autoritario.
—En verdad lo lamento.
—¿Qué te hizo faltar al trabajo? —Consultó entrelazando sus manos.
—Pasé la tarde con Karan —En otras circunstancias habría mentido, pero Yun no se merecía eso, no después de haberme dado no sólo una hermosa amistad, si no la oportunidad de sentirme cómoda con mi trabajo en cada detalle. Sabía bien que muchos autores no contaban con tanta libertad.
Él enarcó una gruesa ceja rubia, pareció muy serio de repente, incluso molesto. No podía culparlo, ¿cómo podría hacerlo? Jamás usabas ese tipo de excusas para faltar al trabajo. Conocía de primera mano la ética con la que Yun se manejaba, mucho más siendo el dueño de la Editorial.
—No me hagas amonestarte, Amelie —Advirtió volviendo a situar los lentes sobre el puente de su nariz. Dirigió su mirada de nuevo a su computadora.
—No será un problema nuevamente —Me despedí de él y me encaminé hacia la oficina de Leah. La conversación con Yun había hecho que la felicidad que sentía disminuyera un poco, pero no me arrepentía de haber salido con Karan. Jennifer, Leah y Yun habían tenido razón en molestarse conmigo, pero... mi corazón sabía que si regresara el tiempo atrás... lo volvería a hacer.
Toqué tres veces en la puerta del despacho de mi mejor amiga, cuando me abrió pude ver su sonrisa irónica danzando en sus labios. Se veía hermosa, siempre lo había sido. Su cabello corto azabache muy bien peinado, llegando a la mitad de su cuello, le confería un aspecto muy profesional. Su maquillaje era sutil, pero el delineador negro remarcaba sus ojos miel de manera correcta. Sus labios color granate eran el complemento perfecto a su aspecto.
—Señora Kim, por favor pase.
Hice una mueca al escuchar lo que dijo, gesto al cual ella respondió con una carcajada. Justo en ese momento, Karan respondió el mensaje:
"Me alegra. Quería saber si podíamos quedar esta noche. Estoy muy apenado por lo que ocurrió ayer con el cuadro que no te enseñé"
—¿Por qué estás sonriéndole a la pantalla de tu teléfono como una completa idiota? —Leah me observó entre divertida y burlona.
Le enseñé la pantalla del chat con Karan. Ella tomó el teléfono para leer nuestra conversación.
—¿Está apenado por no enseñarte un cuadro? ¿O por no enseñarte otras cosas...? —comentó en tono sugerente.
—Basta, Leah, no todo es sexo en la vida —Protesté retirando el teléfono de su mano—. Es una obra que según él empezó hace poco, por eso no me la enseñó.
—Bueno pues que te enseñe algo mejor, que se desnude, ¡necesitas picante en tu vida, Amelie!
—Eres imposible —Me levanté exasperada.
—Acepta —dijo antes de que me alejara —. Hablo en serio amiga, parece una buena persona.
Me mordí el labio, quería comentarle sobre lo que sentía cuando estaba con él, pero, aunque la idea fuera tentadora, algo siempre terminaba deteniéndome.
—Lo haré.
Durante la tarde me dediqué a practicar en el pequeño piano, si bien no había logrado un avance significativo, la canción se escuchaba mejor, tenía mucha más fluidez y ritmo. Era sin duda un pequeño triunfo para mí.
El timbre del departamento resonó de pronto y sin necesidad de moverme, supe que se trataba de él. La energía se hizo presente una vez más, incluso antes de que él decidiera anunciar su llegada. Había sentido su presencia cuando entró al edificio.
Después de haber pasado tiempo con él, logré familiarizarme un poco con la sensación de cosquilleo que se hacía presente cuando Karan estaba cerca. Me levanté dispuesta a abrir la puerta, con Bonnie a mis pies ladrando. Maldije cuando supe que la pizza que había ordenado llegaría después de él, quería tenerlo todo listo antes de que llegara.
Cuando tomé el picaporte de la puerta para abrirla, una alegría extraña me invadió de pronto, no era precisamente una emoción que me perteneciera, era suya, era Karan, podía sentirlo incluso sin tocarlo, sólo que la sensación no era fuerte, no como cuando palpé su brazo la noche anterior, era un suave vaivén de energía que me recorría en pequeñas oleadas. ¿Significaba eso que le alegraba verme?
Abrí, y tuve que contener el aliento: Karan estaba de pie, con una sonrisa dulce adornando sus labios, parecía complacido, feliz. Estaba usando un cárdigan color avellana, sobre una simple camisa blanca, unos pantalones negros y zapatos del mismo tono. Quizás no fuera el look más emblemático, pero hizo que mi corazón se agitara.
Karan hizo una pequeña reverencia, volvió a sonreírme y finalmente habló.
—Amelie —Fue su saludo—. ¿Cómo estás?
—Hola... —Tenía que salir de mi estupor, no podía quedarme mirándolo como una completa imbécil —. Bien, pasa por favor. Pedí pizza, pero me temo que fuiste más rápido que ella.
Él entró después de mí y me observó un poco contrariado.
—¿Te molesta si retiro mis zapatos? —cuestionó permaneciendo en la entrada—. Ya sabes... costumbres.
Realmente olvidaba que era coreano, incluso cuando su apariencia lo mostraba todo el tiempo. Nunca me detuve a pensar ni un momento en sus tradiciones o lo que solían hacer allí. Para mí era más fuerte el hecho de que había vivido en Nueva York, por eso omití involuntariamente todas las cosas que los asiáticos solían hacer. Era bastante interesante su comportamiento, pero supongo que parte de sus raíces siempre estarían ahí.
—Oh, no. Por favor ponte cómodo, no hay problema —Levanté a mi pequeño perro que daba vueltas a su alrededor curioso por el nuevo invitado—. Por cierto, él es Bonnie.
Su mirada se iluminó cuando lo presenté, él ya lo había notado por supuesto, pero supongo que estaba esperando a que el animalito se calmara un poco.
—¿Puedo cargarlo? —cuestionó completamente deslumbrado por él.
—Claro —Lo dejé en sus brazos, y el simple roce que tuvimos, pareció activar la corriente que fluía constante entre nosotros, avivándola.
Me separé rápidamente de Karan con el rostro inmutable, fingiendo que nada había trastocado mi calma. Me dediqué a observar la reacción de mi pequeño. Se veía tranquilo en sus brazos, observándolo con sus grandes ojitos colmados de expectación. Lamió su mentón y Karan lo acarició con tanto afecto que mi corazón volvió a dar un vuelco.
Me dirigí a la sala y encendí el televisor, no tenía planeado lo qué habríamos durante su estancia aquí. En nuestra conversación vía chat había surgido la posibilidad de vernos y como deseaba quedarme en casa simplemente le pedí que viniera. Ahora no sabía con exactitud como entretenerlo, y me arrepentí de inmediato por no haber aceptado ir con él al restaurante que sugirió, estaba segura que de esta manera no iba a ser tan íntimo.
Karan se dirigió al sofá con Bonnie aún en sus brazos y detalló mi apartamento. Seguramente estaba pensando que la decoración era horrible.
—En realidad creo que esa pared tiene el espacio perfecto para colgar un bonito cuadro —Señaló como si me hubiera leído el pensamiento.
—¿Entre tus habilidades está el leer mentes?
Él soltó una pequeña risita
—En absoluto.
—¿Te gusta el departamento? —interrogué mientras me dirigía a la cocina. Como mis espacios eran abiertos, podía verlo perfectamente desde allí y entablar una conversación—. ¿Te apetece algo de beber?
—Me gusta mucho, el lugar es acogedor —Él siguió observando a su alrededor como si mis posesiones fuesen sumamente interesantes —. Un vaso de agua estaría bien.
—¿De verdad agua? Tengo todo tipo de té, jugo de naranja... —Abrí la puerta del refrigerador —. Oh, incluso tengo cerveza.
—¿Qué beberás tú? —preguntó él acercándose a la cocina.
—Soda —Tomé dos latas de la nevera enseñándole el sabor —. ¿Quieres o vas a ser un aburrido?
—Bien, una soda será entonces.
Le lancé la lata, no quería desatar esa corriente extraña otra vez. Él la atrapó en el aire con una mano. Bonnie pareció cansarse del contacto físico y se alejó de ahí hacia su cama.
—Mira, no tengo muchos planes —Me sinceré —. La verdad quería descansar, Yun me dio la tarde libre y el día de mañana también, así que me disculpo si piensas que soy una terrible anfitriona y una persona aburridísima que te hace venir hasta aquí a perder el tiempo.
—No tienes que preocuparte por eso, lo que mencionas no se me pasó por la mente ni por un segundo —Explicó y en cuanto vio mi teclado musical se dirigió hacia él con la alegría de un niño pequeño.
Se sentó allí, vio la partitura que estaba practicando y empezó a tocar la canción. Era sólo una melodía infantil, pero él no tuvo problema alguno en interpretarla. Incluso después de que terminó, se dedicó a demostrar todas sus habilidades musicales.
Este chico era un artista por donde quiera que se le mirara.
Me acerqué a él mirándolo con fascinación, de verdad quería llegar a tocar con tanta simplicidad.
—¿Estabas aprendiendo Twinke Twinke Little Star? —Se detuvo y observó la partitura.
—Así es... No soy ni de cerca tan buena como tú, apenas hace una semana inicié mis clases, estoy practicando.
El sonido del timbre interrumpió nuestra conversación, así que rápidamente me acerqué a mi bolso, tomé el dinero y me dirigí a la puerta para recibir el pedido.
—Espera —Escuche decir a Karan —. No vas a pagarla tú. Déjame hacerlo.
—Demasiado tarde —Le guiñé el ojo y caminé hacia la entrada donde Bonnie estaba inspeccionando.
Cuando tuve la caja de pizza en mis manos, la dejé sobre el mesón de la cocina.
—Por cierto —Vi a Karan contemplarme desde el asiento del teclado musical con una sonrisa juguetona—. Ni creas que me conquistaste con tus habilidades en el piano, ¿eh?
Su sonrisa se hizo más pronunciada y aunque no lo estaba observando supe que se estaba acercando porque la energía pareció intensificarse.
—¿Entonces cómo debería hacerlo? —Su tono de voz fue una octava más baja, casi un susurro sensual. Todos los vellos de mi cuerpo reaccionaron al escucharlo y pude sentir su mirada profunda fija en mis facciones. Levanté el rostro a pesar de que mi corazón latía furiosamente en mi pecho, y le devolví la mirada, no con la misma intensidad, pero si acompañada de una sonrisa traviesa.
No iba a acobardarme, no quería que pensara que era una chica fácil de intimidar.
—Sorpréndeme —Lo reté—. Si me cocinas algo increíble, tal vez lo consigas.
Karan pareció estudiar mis palabras y de pronto un rastro de confianza se hizo presente en sus facciones.
—Acepto el reto.
Karan se retiró con lentitud el cárdigan, quedando únicamente en su camiseta blanca. Era delgado, alto y apuesto. Su cabello desordenado cubría sus ojos, y sobre la mitad de su cuello se ondulaba levemente. Tuve la sensación de querer pasar mis dedos por ese lugar.
—¿Puedo? —preguntó señalando las alacenas de la cocina. Asentí mientras mordía un trozo de la pizza que olía maravillosamente.
Recordé la pregunta de Leah y podía admitir que, definitivamente me gustaba, pero sobre todo me agradaba estar con él, Karan era como respirar aire puro.
—Por lo menos come tu pizza, se pondrá fría.
Él giró y tomó una porción que iba comiendo mientras hacía lo que fuera que estuviera haciendo. Como quería que fuera una sorpresa me alejé de allí, aprovechando la ocasión para dirigirme a mi habitación. Quería arreglarme un poco.
Frente al espejo observé mi cabello marrón chocolate recogido en una desordenada cola de caballo, mis ojos verdes estaban, por alguna razón, cargados de una energía y un brillo que hasta el día de hoy había notado. Estaba vestida con un buso azul cielo y unos jeans altos hasta la cintura, no estaba tan prolija como el día que Karan me conoció, pero a él no parecía importarle. Ni siquiera a mí. No estaba preocupada por impresionarlo, era como si estuviera siempre cómoda a su alrededor.
Volví a peinarme, acomodando algunos mechones de cabello rebelde en su lugar. Retoqué un poco el maquillaje de ojos y al regresar al mesón, Karan había dejado un plato con una tostada repleta de mermelada de fresa.
—Espero que ya estés rendida a mis pies —Bromeó señalando el plato.
Me reí, en realidad no me esperaba esto y me pareció gracioso que hubiera hecho tal espectáculo en la cocina para engañarme de ese modo.
Le lancé un pedacito de pizza mientras me reía y él me lo devolvió. Terminamos en una guerra de pequeños trocitos de comida. En algún momento dado, él corrió a detenerme puesto que me vio tomar una rodaja de salchicha que voló en su dirección. Intentó esquivarla para que su camiseta blanca resultara ilesa, y vaya que lo logró. Me estaba divirtiendo en grande, de verdad, estaba sonriendo tanto que había olvidado todo. Mi perro incluso estaba maravillado comiendo los pequeños trozos que caían al suelo.
Entre un mar de risas y jugueteos nos dirigimos al sofá una vez más, decidimos que sería bueno ver una película, así que encendí el televisor y dejé que él eligiera lo que más le gustara en Netflix.
Estaba realmente feliz. Me encantaba compartir tiempo con él. Resultaba increíble como conectabas con alguien con tanta facilidad, como si te movieras con esa persona en correcta sincronía y vibraras a su misma intensidad.
No sé cuánto tiempo pasó, no me di cuenta en qué momento de la película me quedé completamente dormida, lo último que observé fue el rostro concentrado de Karan, sus largas pestañas y su recta nariz de perfil. Era una visión que me resultaba tan pacifica, tan placentera y tan reconfortante, que me tomó tan sólo un momento conciliar el sueño.
Tal vez fuera un desconocido, quizás el tiempo sólo nos había regalado algunas horas para conocernos. Pero mi corazón estaba tan pleno, risueño y completo, que le resté importancia a la lógica y me dejé llevar, por primera vez, por mi instinto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro